El Surgimiento de los Reinos Germánicos y el Fin del Imperio Romano de Occidente

El Surgimiento de los Reinos Germánicos

El sucesor de Alarico, Ataúlfo, enlazó su vida a la de Gala Placidia, hermana del emperador romano de Oriente. Tal matrimonio fue bien considerado en la corte imperial, y Roma consideró a los visigodos como sus aliados. En razón de esta alianza, ingresarían a España para enfrentar a suevos y vándalos.

Estas meritorias acciones militares de los visigodos, culminaron con la cesión de tierras por parte de Roma en el sector sudoccidental de la Galia, creándose el reino de Tolosa (419), primer reino independiente dentro de las fronteras del imperio. Veinte años más tarde, el ejemplo de los visigodos fue seguido por los vándalos, quienes en África fundaron un reino propio cuyo centro era la antigua Cartago.

La Amenaza de los Hunos

Alrededor del año 430 los hunos reiniciaron su política expansiva. Bajo la conducción de Atila cayeron sobre la presa fácil, el sector occidental del imperio, llegando a ocupar Europa oriental y central. Con el apoyo visigodo, franco y burgundio, el general romano Aecio enfrentó a los invasores hunos quienes contaban entre sus filas a soldados ostrogodos. En la práctica fue una guerra de germanos contra germanos.

El triunfo romano no definió la situación. Atila tomó aliento, reorganizó su ejército e invadió Italia (452); sin embargo, no permaneció allí y regresó a su campamento, donde al poco tiempo murió. El reino, dividido entre sus numerosos hijos, no sobrevivió.

Declive en Roma

El emperador romano de occidente, Valentiniano III, mandó asesinar al general Aecio (454), muerte que fue vengada por sus soldados. Este ambiente de gran confusión que se creó en Roma fue aprovechado por Genserico, gobernante del reino vándalo, quien la destruyó y arrasó insensatamente.

Simultáneamente, el reino visigodo de Tolosa se expandía penetrando en España. Para fortalecerlo, se procedió a unificar el derecho, elaborando el primer código escrito visigódico, y la lengua, que era un dialecto del que derivará progresivamente el español. Quedaba pendiente lo religioso, ya que las autoridades visigodas eran arrianas y la mayor parte de los pobladores romanos eran católicos.

El Fin del Imperio Romano de Occidente

Muy poco quedaba del antiguo esplendor imperial romano occidental. En lo territorial, su autoridad se limitaba a Italia, y en lo militar, sus fuerzas eran básicamente germanas. También eran germanos los gobernantes de Galia, España y el norte de África. En este contexto, el germano Odoacro, obligó a abdicar a Rómulo Augústulo (476).

Para evitar que la fuerza de Odoacro afectara a Bizancio, el emperador Zenón se alió con el jefe ostrogodo Teodorico, quien logró neutralizar al gobernante germano, iniciándose así un periodo de paz en Italia. Sin embargo, el imperio romano de oriente sobrevivió hasta el siglo XV teniendo como capital a Constantinopla, la antigua Bizancio griega.

Consolidación de los Reinos Germánicos

En síntesis, alrededor del año 500, el imperio oriental permanecía intacto, y en el sector occidental se habían desarrollado dos importantes reinos germanos: el del visigodo Alarico II, que abarcaba toda España y la mitad de la Galia, y el del ostrogodo Teodorico I, que comprendía Italia y el Danubio superior. Sin embargo, las movilizaciones germanas aún no se habían detenido y una nueva fuerza política comenzaba a gestarse bajo la dirección del pueblo germano de los francos, núcleo de un nuevo imperio.

El Auge de los Francos

Al ocurrir el segundo avance de los hunos, los romanos contaron entre sus aliados germanos a los francos, quienes una vez terminado el conflicto, se encontraron en posesión de los territorios nororientales de la Galia. Con autorización romana, su gobernante Childerico I estableció la capital en Tournai, ubicada en el actual territorio belga. Con este monarca se fundó la dinastía merovingia. A su muerte, le sucedió su hijo Clodoveo, quien aspiró a expandir el núcleo territorial original, por lo que se enfrentó con sus vecinos visigodos, burgundios, alamanes y ostrogodos.

El Reinado de Clodoveo

Para neutralizar a sus potenciales enemigos, el pagano Clodoveo se casó con una princesa burgundia (493). Ella era cristiana católica, credo al que adhirió el monarca en el año 496, tal vez por razones políticas. Así se aseguraba el apoyo mayoritario de los súbditos de las tierras ocupadas que eran católicos romanos. El matrimonio con la burgundia no apagó su deseo de conquistar la Galia oriental y emprendió esta tarea con gran éxito. Luego inició la guerra contra el reino visigodo, arguyendo como motivo de lucha, la defensa de la fe católica. De este modo, los visigodos fueron expulsados de la Galia occidental quedando limitados a España. Terminadas estas conquistas, Clodoveo estableció la capital de su reino en París (508). Fue tal el poder de este reino, que la tierra ocupada perdió su histórico nombre, Galia, para pasar a llamarse Francia, la tierra de los francos.

Al enfrentarse a los ostrogodos, Clodoveo no alcanzó el triunfo militar esperado, y solo logró que el emperador de oriente, Anastasio, interviniera en su favor al reconocerle los títulos de patricio y cónsul, lo que le otorgaba mayor legitimidad ante los romanos. En el año 511 muere prematuramente Clodoveo. Siguiendo la costumbre, el imperio fue dividido entre sus 4 hijos, quienes guerrearon entre sí.

De los Merovingios a los Carolingios

En el año 639 murió el último monarca merovingio que había reinado efectivamente sobre sus súbditos, comenzando el periodo de los llamados mayordomos de palacio, verdaderos primeros ministros. Por más de un siglo, ellos ejercieron el poder de hecho, careciendo del título. Cansado de esta situación, Pipino el Breve recurrirá a la autoridad papal para obtener la corona que lo consagraría como rey. El momento era favorable, ya que el Papa requería de auxilio militar para enfrentar a los invasores lombardos.

Pipino y el papa llegaron a un acuerdo el año 752: Childerico III debió abdicar, finalizando así la dinastía merovingia. Pipino fue ungido rey por el Papa, dando inicio a la dinastía carolingia, que debe el nombre a Carlos, su padre. Para afianzar su reinado, Pipino envió a Italia un ejército para derrotar a los lombardos, y luego le donó al Papa los territorios que constituyeron la base de los Estados Pontificios. De esta forma, el papa, además, de su autoridad religiosa, adquiere poder en materias civiles. A la muerte de Pipino, el reino fue dividido entre sus dos hijos, sobreviviéndole solo Carlos, conocido como Carlomagno.

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