La Restauración de Fernando VII (1814-1820)
Los liberales desconfiaban del monarca y su aceptación de la Constitución, por lo que dispusieron que viajara directamente a Madrid a firmarla. Los absolutistas, por otro lado, sabían que la vuelta del monarca era su mejor oportunidad para deshacer la obra de Cádiz y volver al Antiguo Régimen, por lo que se organizaron rápidamente.
Fernando VII traicionó sus promesas y anuló la Constitución y las leyes de Cádiz, anunciando la vuelta al absolutismo. Los principales dirigentes liberales fueron detenidos y asesinados. La monarquía procedió a la vuelta del Antiguo Régimen.
Fernando VII y su gobierno intentaron rehacer un país destrozado por la guerra mediante la restauración del Antiguo Régimen. La hacienda entró en bancarrota por la falta de recursos económicos. A este problema se sumaba que el campesinado había dejado de pagar las rentas señoriales y las protestas se sucedían ante la pretensión de volver a imponer las leyes del Antiguo Régimen.
Fernando VII fue incapaz de dar respuesta a los problemas. Empezaron los pronunciamientos militares liberales y los motines campesinos evidenciaron la quiebra de la monarquía absoluta.
El Trienio Liberal (1820-1823)
En 1820, el coronel Riego, con una compañía de soldados pendientes de embarcar para combatir en las colonias americanas, se sublevó y recorrió Andalucía proclamando la Constitución de 1812. La pasividad del ejército, la acción de los liberales y la neutralidad de los campesinos obligaron a Fernando VII a aceptar la Constitución.
Se formó un nuevo gobierno que proclamó una amnistía y convocó elecciones a Cortes. La mayoría de los diputados electos fueron liberales e iniciaron una importante obra legislativa. Restauraron gran parte de las reformas de Cádiz, establecieron la disminución del diezmo y reformas del código penal y el ejército. Impulsaron la liberación de la industria y el comercio. Se inició la modernización política de acuerdo con el modelo de Cádiz y se reconstruyó la Milicia Nacional.
Todas estas reformas tuvieron la oposición de la monarquía. Fernando VII, que había aceptado el nuevo régimen a regañadientes, paralizó cuantas leyes pudo y conspiró contra el Gobierno.
Las nuevas medidas liberales provocaron el descontento de los campesinos, ya que no les facilitaban el acceso a la tierra. Los antiguos señores se convirtieron en los nuevos propietarios y los campesinos podían ser expulsados de las tierras si no pagaban. No se produjo una rebaja sustancial de los impuestos, lo que obligaba a los campesinos a conseguir dinero con la venta de sus productos, algo que resultaba muy difícil, por lo que se sumaron a la agitación antiliberal.
La nobleza y la iglesia impulsaron la revuelta contra los gobernantes del Trienio y se alzaron partidas absolutistas, que llegaron a contar con 280.000 miembros y consiguieron dominar muchas zonas. Los liberales se dividieron en moderados y exaltados, ambos con objetivos diferentes.
La Década Absolutista (1823-1833)
El fin del régimen liberal fue obra de la Santa Alianza, que, atendiendo las peticiones de Fernando VII, encargó a Francia la intervención en España. En 1823, unos 100.000 soldados franceses irrumpieron en territorio español y repusieron a Fernando VII como monarca absoluto.
Las potencias restauradoras consideraban necesarias algunas reformas moderadas. Fernando VII no se avino a estas peticiones y de nuevo se produjo una feroz represión contra los liberales. Se depuraron la administración y el ejército, y se persiguió a los partidarios de las ideas liberales.
La otra gran preocupación de la monarquía fue el problema económico derivado de la pérdida definitiva de las colonias americanas. El rey buscó la colaboración del sector moderado de la burguesía financiera e industrial y concedió un arancel proteccionista para las manufacturas catalanas.
Esta actitud incrementó la desconfianza de los sectores de la corte, ya muy descontentos con el monarca porque no había restablecido la Inquisición. Se levantaron partidas realistas que defendían el retorno a las costumbres y fueros tradicionales.
El nacimiento de una hija del rey, Isabel, parecía garantizar la continuidad borbónica, pero esto dio lugar a un grave conflicto en la sucesión al trono. La Ley Sálica impedía el acceso al trono a las mujeres, pero Fernando VII, influido por su mujer María Cristina, derogó la ley mediante la Pragmática Sanción, que abrió el camino al trono a su hija.
Los llamados carlistas se negaron a aceptar la nueva situación y presionaron fuertemente al monarca para que repusiera la Ley Sálica. Estos enfrentamientos se trataban de la lucha por imponer un modelo u otro de sociedad.
María Cristina fue nombrada regente durante la enfermedad del rey y formó un gobierno reformista. Decretó una amnistía que supuso la vuelta de 100.000 exiliados liberales y se preparó para enfrentarse a los carlistas.
En 1833, Fernando VII murió, reafirmando en su testamento a su hija como heredera del trono y nombrando gobernadora a la reina María Cristina hasta la mayoría de edad de Isabel. Don Carlos se proclamó rey, iniciándose así un levantamiento absolutista. Comenzó así la Primera Guerra Carlista.