Etapas Políticas del Reinado de Isabel II
La Regencia de María Cristina (1833-1840)
Con la muerte de Fernando VII en 1833, su hija Isabel II, aún menor de edad, heredó el trono. Se inició así la Regencia de María Cristina de Borbón, madre de la futura reina. Este periodo estuvo marcado por la tensión entre las fuerzas liberales, que habían ganado terreno durante el reinado anterior, y los absolutistas, que se resistían a perder sus privilegios.
Desde el principio, la Regencia de María Cristina se vio obligada a atender las demandas de los liberales, quienes exigían reformas para modernizar el país. Sin embargo, la propia Regente mostraba una escasa convicción en los principios liberales, lo que generó desconfianza entre los sectores más progresistas.
En 1834, se promulgó el Estatuto Real, una carta otorgada que pretendía contentar a los liberales sin llegar a establecer una verdadera monarquía constitucional. El Estatuto Real carecía de principios fundamentales como la soberanía nacional y la protección de los derechos individuales, lo que provocó el descontento de los liberales más exaltados, quienes comenzaron a denominarse progresistas.
La promulgación del Estatuto Real agudizó las divisiones entre los liberales moderados, que lo aceptaban como un primer paso, y los progresistas, que lo consideraban insuficiente. Esta tensión desembocó en la Revolución de 1835, que obligó a la Regente a buscar el apoyo de los progresistas, liderados por Juan Álvarez Mendizábal.
El gobierno progresista de Mendizábal impulsó una serie de reformas, como la desamortización de bienes eclesiásticos, que buscaban modernizar la economía y la sociedad española. Sin embargo, la radicalidad de algunas medidas provocó la reacción de los sectores más conservadores, lo que llevó a la caída de Mendizábal y al regreso de los moderados al poder.
La inestabilidad política continuó durante la Regencia de María Cristina. En 1840, la crisis se agravó con la aprobación de la Ley de Ayuntamientos, que modificaba el sistema de elección de los alcaldes, limitando la participación ciudadana. Esta medida provocó una fuerte oposición popular y militar, que culminó con la renuncia de María Cristina y el inicio de la Regencia de Espartero.
Regencia de Espartero (1840-1843)
Baldomero Espartero, un general liberal que se había destacado en la Primera Guerra Carlista, asumió la Regencia en 1841. Su gobierno se caracterizó por un marcado carácter progresista y por la activa participación de los militares en la política.
Durante la Regencia de Espartero se aprobaron medidas como la reforma del sistema educativo y la abolición de los fueros vascos. Sin embargo, su gobierno también se enfrentó a numerosas dificultades, como la crisis económica, la oposición de los moderados y la conflictividad social.
En 1843, un pronunciamiento militar liderado por el general Ramón María Narváez puso fin a la Regencia de Espartero. La caída de Espartero marcó el inicio de la Década Moderada, un periodo de diez años en el que los moderados controlaron el poder.
Década Moderada (1843-1854)
La Década Moderada se caracterizó por la consolidación del liberalismo moderado en España. Los gobiernos moderados llevaron a cabo una importante labor legislativa, destacando la Constitución de 1845, que establecía un sistema político basado en la soberanía compartida entre la Corona y las Cortes.
La Constitución de 1845 restringía el sufragio a los ciudadanos con mayores recursos económicos, lo que limitaba la participación política de las clases populares. Además, se reforzó el poder de la Corona y se estableció un sistema centralizado de gobierno.
Durante la Década Moderada se llevaron a cabo importantes reformas administrativas, económicas y educativas. Se creó la Guardia Civil, se unificó el sistema monetario y se impulsó la construcción de ferrocarriles. Sin embargo, la corrupción y el autoritarismo del gobierno moderado provocaron un creciente descontento social.
El Bienio Progresista (1854-1856)
En 1854, una nueva revolución, conocida como la «Vicalvarada», obligó a la reina Isabel II a llamar nuevamente a Espartero para formar gobierno. Se inició así el Bienio Progresista, un breve periodo de dos años en el que se intentó recuperar el espíritu de las reformas liberales de la década de 1830.
El Bienio Progresista estuvo marcado por la inestabilidad política y la conflictividad social. Se promulgó una nueva constitución en 1856, que establecía un sistema político más democrático, pero que no llegó a entrar en vigor debido a la caída del gobierno progresista.
La Unión Liberal y el Fin del Reinado de Isabel II (1856-1868)
Tras la caída del Bienio Progresista, el general Leopoldo O’Donnell, líder de la Unión Liberal, un partido que pretendía conciliar a moderados y progresistas, asumió el poder. El gobierno de O’Donnell se caracterizó por su pragmatismo y por su intento de modernizar España.
Sin embargo, la Unión Liberal no logró superar las divisiones políticas que existían en la sociedad española. En 1868, una nueva revolución, la «Gloriosa», puso fin al reinado de Isabel II y abrió un nuevo periodo de inestabilidad política en España.
Conclusiones
El reinado de Isabel II fue un periodo de grandes transformaciones para España. Se sentaron las bases del Estado liberal y se llevaron a cabo importantes reformas económicas y sociales. Sin embargo, la inestabilidad política, la conflictividad social y la resistencia al cambio de los sectores más conservadores impidieron la consolidación de un régimen liberal estable.