La Sociedad de Clases en el Siglo XIX en España

En el siglo XIX, la sociedad española experimentó una transformación profunda, pasando de una estructura estamental a una sociedad de clases organizada en torno a la riqueza. Este cambio social trajo consigo nuevas dinámicas y relaciones entre los diferentes grupos que componían la sociedad.

Clases Altas

Las clases altas estaban compuestas por la nobleza y la alta burguesía. Este grupo privilegiado controlaba el poder político y económico, siendo los propietarios de los medios de producción.

La alta burguesía, en su afán de ascenso social, se aristocratizó, imitando las pautas sociales de la nobleza. La nobleza, por su parte, mantuvo su poder e influencia, incluso tras la revolución liberal. La vieja nobleza conservó o aumentó su patrimonio, mientras que una nueva nobleza, vinculada a la burguesía, surgió y se integró en la élite cortesana.

La burguesía, en general, se dedicaba a los negocios, buscando acumular riqueza y grandes patrimonios. Dentro de este grupo, se distinguían diferentes tipos de burguesía según su actividad:

  • Burguesía comercial: ligada al comercio interior y a las empresas importadoras.
  • Burguesía industrial: con un carácter liberal conservador y proteccionista.
  • Burguesía financiera: dedicada a las inversiones especulativas, como la construcción ferroviaria y la bolsa.
  • Burguesía agraria: labradores ricos beneficiados por la desamortización, que carecían de un espíritu empresarial capitalista.

Confluencia de Intereses entre Nobleza y Burguesía

Existía una clara confluencia de intereses entre la nobleza y la burguesía, consolidando su posición dominante en la sociedad. La conciencia burguesa tenía como elemento de cohesión los negocios y el dinero.

Clases Medias

Las clases medias se dividían en rurales y urbanas. La clase media rural estaba formada por labradores propietarios medianos, mientras que la urbana incluía comerciantes, talleristas, funcionarios, profesionales liberales (abogados, médicos, etc.), profesores y clero.

Este grupo tuvo una gran influencia en el siglo XIX, ya que formaba la administración local y estatal, controlando los servicios básicos y la actividad productiva. Su número creció a lo largo del siglo, alcanzando entre el 5% y el 10% de la población. Entre sus miembros, destacaban funcionarios, militares, abogados, ingenieros civiles y arquitectos, profesores, clero secular, comerciantes, talleristas y medianos labradores.

Clases Populares

Las clases populares constituían la base de la pirámide social. Se dividían en dos grandes grupos: el campesinado y las clases bajas urbanas.

Campesinado

El campesinado representaba el 66% de la población, siendo el jornalero el prototipo mayoritario. Los jornaleros sufrían paro estacional debido al ritmo de las tareas agrícolas. Existía una marcada división entre el norte, con predominio de pequeños labradores, y el sur, donde la oligarquía agraria controlaba la propiedad de la tierra.

Clases Bajas Urbanas

Las clases bajas urbanas eran un grupo minoritario en el siglo XIX. Incluían artesanos, obreros de la industria (incluyendo los del ferrocarril) y trabajadores de la pesca. Las condiciones laborales y de vida de los obreros eran muy duras, con jornadas de 10 a 15 horas, sin contrato, seguridad social ni coberturas de paro.

Fronteras Sociales con las Clases Medias

Dentro de las clases bajas, existía un grupo con un mejor nivel de vida, formado por pequeños artesanos, comerciantes, bajos funcionarios y profesionales liberales de escasa renta. Este grupo se situaba en la frontera entre las clases bajas y las clases medias.

Marginados

Los marginados eran aquellos que vivían de la caridad, delinquían o mendigaban. Eran atendidos por la Iglesia y utilizados por el Estado para trabajos de obras públicas o como soldados. Entre ellos se encontraban los pobres naturales, mendigos, vagos, vagabundos, maleantes, presidiarios, enfermos hospitalarios y prostitutas.

La Mujer en la Sociedad de Clases

La mujer en el siglo XIX, especialmente en las clases populares, no trabajaba fuera de casa y se dedicaba al hogar y la crianza de los hijos. A mediados del siglo, el 90% de las mujeres trabajaba como criada, lavandera o asistenta, sin horario ni descanso y con bajos salarios. Los salarios femeninos eran inferiores a los masculinos, llegando a ser hasta un tercio menores.

La incorporación de la mujer al mercado laboral de forma masiva se produjo en el siglo XX.

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