El Reinado de Alfonso XII y la Crisis del 98

Reinado de Alfonso XII: El sistema canovista y la Constitución de 1876

Alfonso XII fue proclamado rey de España con el pronunciamiento militar de Martínez Campos el 29 de diciembre de 1874 en Sagunto. Antes, Isabel II había abdicado y Cánovas del Castillo se había convertido en el dirigente de la causa alfonsina. Alfonso de Borbón había firmado el Manifiesto de Sandhurst, que afirmaba que la monarquía era un régimen conservador y católico que garantizaba el sistema político liberal y restablecería la estabilidad política y el orden social. Después, Alfonso XII debía ser designado soberano por las Cortes. Sin embargo, se adelantó la pronunciación de Martínez Campos y el general Serrano y el ejército lo aceptaron.

Pensamiento político de Cánovas

Fue el eje ideológico de la Restauración. Existían unas verdades básicas que se admitían por formar parte de la historia: la monarquía borbónica legítima, la propiedad privada, la unidad española y la libertad. Imitaba el modelo británico. Reconocía el derecho de sufragio y el ejercicio de los derechos individuales. Existía una dinámica política que permitía discrepancia en la práctica política cotidiana, y el carlismo y los partidos obreros y republicanos quedaron excluidos. Se aceptaba un compromiso constructivo en la política, donde lo logrado por un partido no debía suprimirse por otro (arte de lo posible, implicaba pactos).

Constitución de 1876

Más conservadora que la de 1869 y más avanzada que la de 1845. Era muy breve, ya que las cuestiones polémicas como el modelo de sufragio se dejaron para después. La soberanía residía en las Cortes con el rey (igual que la Constitución de 1845). El rey, con derechos indiscutibles por ser la Monarquía anterior a la Constitución, nombraba al presidente del Consejo de Ministros y a sus miembros (confidentes de las Cortes), era el jefe supremo del ejército, manejaba la promulgación y sanción de las leyes; el derecho de veto y la facultad para disolver las Cortes. Así, el rey estaba por encima del Gobierno y las Cámaras legislativas, siguiendo las pautas tradicionales más conservadoras.

Las Cortes eran bicamerales. El Congreso de los Diputados se elegía por voto popular (primero censitario y después universal masculino), habiendo 1 diputado por cada 50.000 habitantes. El Senado se componía de senadores de derecho propio, vitalicios nombrados por la Corona y elegidos por corporaciones del Estado y por los mayores contribuyentes. Los derechos fundamentales seguían a los de la Constitución de 1869; la mayoría se regularon con leyes posteriores, como el derecho de asociación. La religión católica era la oficial del Estado, aunque se toleraban otras sin cultos ni manifestaciones públicas. La administración de justicia y la articulación de la vida municipal se remitían a la posteridad.

Cánovas introdujo un sistema político bipartidista que alternaba el poder entre conservadores y liberales. Renunciaban a los pronunciamientos como mecanismo para acceder al gobierno. Se aceptaba el turno de partidos, que era estable y ponía fin a la intervención del ejército en la vida política.

El fin de los conflictos bélicos

La Restauración borbónica privó a la causa carlista de su hipotética legitimidad y algunos carlistas reconocieron a Alfonso XII. El pronunciamiento de Martínez Campos forzó la rendición de los carlistas catalanes, aunque Navarra y el País Vasco resistieron hasta la rendición en 1876. Carlos VII se exilió y la guerra acabó en todo el territorio. El fin de la guerra carlista permitió acabar más fácilmente con la insurrección cubana (Guerra de los Diez Años: 1868-1878) por la actuación militar y la negociación con los insurrectos (1878-Paz de Zanjón: se concedía amplia amnistía y abolición de la esclavitud -1888- y reformas políticas y administrativas por las que Cuba tendría representación en las Cortes españolas). El retraso o incumplimiento de las reformas daría lugar a la Guerra Chiquita en 1879 y la posterior insurrección de 1895.

Regencia de María Cristina y turno de partidos

La prematura muerte de Alfonso XII en 1885 impulsó un acuerdo entre conservadores y liberales para mantener la estabilidad del sistema. Pacto del Pardo: apoyaba a la regente ante las presiones carlistas y republicanas. Durante la regencia, el partido liberal gobernó más tiempo que el conservador. En el gobierno largo de Sagasta (1885-1890), los liberales hicieron muchas reformas: aprobación de la Ley de Asociaciones (permitía la entrada en el juego político a fuerzas opositoras), se abolió la esclavitud, introducción de juicios por jurados, nuevo Código Civil, reformas en la Hacienda y la Milicia. En 1890 se introdujo el sufragio universal masculino, que sufrió el fraude y la corrupción electoral.

Turno de partidos

Hubo un longevo pacifismo mantenido por la corrupción y el poder económico de los caciques sobre la sociedad. Ellos eran personas notables mayoritariamente del medio rural (ricos propietarios que daban trabajo a jornaleros) que tenían mucha influencia en la vida local. También eran abogados, funcionarios de la Administración que controlaban los ayuntamientos, dirigían el reparto de quintas, proponían el reparto de las contribuciones y aplicaban trámites burocráticos. Los caciques manipularon las elecciones de acuerdo con los gobernadores de las provincias. El pucherazo es el conjunto de trampas electorales que ayudaba a conseguir la adulteración de los resultados electorales.

Oposición al sistema: Regionalismo y nacionalismo

Republicanismo

Emilio Castelar creó el Partido Republicano Posibilista (pensaba que la Monarquía aceptaría derechos democráticos). Ruiz Zorrilla creó el Partido Republicano Progresista, que fracasó en una sublevación. El sufragio universal masculino ayudó a la creación de alianzas electorales, que permitieron aumentar los escaños parlamentarios, pero el republicanismo perdió parte de su apoyo social, que se desplazó al PSOE, fundado por Pablo Iglesias en 1879.

Carlismo

Tras la derrota de 1876, entró en crisis y algunos reconocieron a Alfonso XII. Carlos VII se exilió. Cándido Nocedal, su confidente, extendió los Círculos Carlistas (ofrecen actividades además de políticas) por el país. Juan Vázquez de Mella renovó el partido. La nueva propuesta defendía el catolicismo, los fueros y la oposición a la democracia, pero aceptaba el régimen liberal-capitalista. Fundó la milicia (carlistas entrenados militarmente) y el Requeté.

Nacionalismo catalán

El desarrollo socioeconómico de Cataluña coincidió con la Renaixença, un renacimiento cultural que pretendía recuperar la lengua y las señas de identidad catalanas. En 1880 se desarrolló el catalanismo político, dividido en el tradicional (Obispo Torras y Bages) y el progresista, con base popular y principios federalistas (Valentí Almirall). Con las Bases de Manresa en 1892, que proponían la consecución de un poder catalán como resultado de un pacto con la corona y la autonomía catalana en España, se consolidó el movimiento. El regionalismo se convirtió en nacionalismo. En 1901 se creó la Lliga Regionalista (Prat de la Riba y Francesc de Cambó), que tuvo un gran éxito electoral que la convirtió en el primer partido catalán a principios del siglo XX.

Nacionalismo vasco

Surgió como reacción a la abolición de los fueros en 1876, tras la guerra carlista. Entendió que el liberalismo atentaba contra las señas de identidad vascas (los fueros) y el liberalismo económico generaba desarrollo industrial con afluencia de inmigrantes. Esto alteraba las estructuras rurales, lo que alteraba su identidad. Sabino Arana fundó el Partido Nacionalista Vasco en 1895.

En Galicia también hubo grupos regionalistas. Destacó Alfredo Brañas, pero políticamente no se desarrolló hasta principios del siglo XX. También hubo movimientos regionalistas en Aragón, Valencia, Asturias y Andalucía.

Socialismo

En 1879 se fundó el PSOE, el primer partido obrero que siguió a la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores). Pablo Iglesias y Jaime Vera lo crearon. En el congreso de Barcelona de 1888 se estableció un modelo de partido de masas descentralizado y democrático estructuralmente. En 1890, con el sufragio universal masculino, el PSOE logró algunos éxitos electorales, pero no alcanzó para tener un diputado hasta 1910.

Guerra colonial y crisis del 98: El imperio colonial ultramarino español

Les quedaban Cuba, Puerto Rico, las islas Filipinas y un conjunto de islas en el Pacífico. Cuba y Puerto Rico tenían una economía basada en la agricultura de exportación (azúcar y tabaco). Aportaban a España un flujo continuo de beneficios, ya que eran un mercado cautivo obligado a comprar productos a España. No podían exportar a Europa ni tener autogobierno. En las Filipinas, la población española era escasa y la soberanía se mantenía por una pequeña fuerza militar y la presencia de órdenes religiosas.

Los factores de la insurrección

En 1868 se iniciaron en Cuba movimientos autonomistas. El primero, con Manuel de Céspedes, pretendía abolir la esclavitud y consolidar la autonomía política. Les impulsó la guerra de Secesión de Estados Unidos. Además, la expansión de Estados Unidos exigía desplazar a España de la zona. La Guerra de los Diez Años (1868-1878) concluyó con la Paz de Zanjón, por la que Martínez Campos se comprometía a conceder a Cuba formas de autogobierno. En 1893, Antonio Maura presentó un proyecto autonómico que fue rechazado por las Cortes. Más adelante se frustraron las aspiraciones autonómicas por la oposición de los partidos españoles.

La radicalización independentista

En 1892, José Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, independentista. En Filipinas, José Rizal fundó la Liga Filipina. La propuesta de la ley autonómica para Cuba en 1895 fue tardía y la guerra empeoró bajo la dirección de José Martí, Antonio Maceo y Máximo Gómez. El envío del general Weyler por parte de España no impidió la guerra. La sublevación en Filipinas comenzó con el descontento de grupos indígenas con la Administración española y el poder de las órdenes religiosas. El general Polavieja ejecutó a Rizal, pero Emilio Aguinaldo mantuvo la insurrección. En 1897 murió Cánovas y en Estados Unidos Cleveland fue sustituido por McKinley, que ayudó posteriormente a la causa cubana. La prensa de Pulitzer y Hearst puso a la opinión pública en contra de España. El hundimiento misterioso del Maine en 1898 fue la excusa para declarar la guerra a España. Las derrotas de Cavite y Manila en Filipinas y Santiago en Cuba hicieron que España firmara la Paz de París en 1898. Por ella, España cedía Filipinas, Cuba y Puerto Rico. También se configuraba la soberanía española en el resto de los archipiélagos del Pacífico. Esto duró poco, ya que España vendió las islas a Alemania en 1899.

Las consecuencias del desastre: Crisis del 98

En política, el Gobierno trató de modificar sus comportamientos y propuso medidas para adecuar el país a la realidad descubierta tras la derrota. El ejército manifestó su incapacidad para mantener su hegemonía en el exterior mientras las potencias emergentes se expandían. Había muchos mandos y el sistema de quintas era injusto. En la economía, la pérdida de las colonias supuso la desaparición del mercado español, pero a su vez se dinamizó la economía al repatriar los capitales. La Generación del 98 criticó la situación y propuso una España más cercana a Europa.

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