La Monarquía de los Habsburgo II: Ocaso de la Hegemonía Imperial
El siglo XVII registra la pérdida de la hegemonía de la monarquía hispánica. Tras la muerte de Felipe II en 1598, se suceden los reinados de Felipe III (1598-1621), Felipe IV (1621-1665) y Carlos II (1665-1700); reciben el nombre de Austrias Menores. Estos reyes delegaban el gobierno de sus reinos a los validos, personas de confianza del rey que desempeñaban las labores de gobierno. Destacan el duque de Lerma (valido de Felipe III) y el Conde-Duque de Olivares (valido de Felipe IV).
La Guerra de los Treinta Años (1618-1648)
Felipe III (1598-1621) expulsó a los moriscos del territorio hispánico y firmó tratados de paz con Francia, Inglaterra y Holanda en 1609, la llamada Tregua de los Doce Años. Sin embargo, al final de su reinado, España entró en la Guerra de los Treinta Años.
Esta guerra (1618-1648) se originó por el problema protestante (enfrentamiento del Emperador alemán con los príncipes alemanes protestantes), que no se había resuelto y resurgió en el siglo XVII. Desembocó en un enfrentamiento generalizado en Europa por motivos religiosos y políticos, en el que se enfrentaron:
- Las dos ramas de los Habsburgo: la Austriaca y la Española, defensoras del orden tradicional, del espíritu de la Contrarreforma, y de una monarquía cristiana universal bajo el dominio del emperador y del Papa.
- Los príncipes alemanes protestantes, apoyados por Dinamarca, Suecia y Francia, que defendían una Europa integrada por Estados independientes y soberanos.
La guerra se inició en 1618 con la sublevación de Bohemia contra el Imperio de los Habsburgo austriacos. España apoyó al Imperio. Los protestantes fueron derrotados en 1620.
Al finalizar la Tregua de los Doce Años en 1621, durante el reinado de Felipe IV (1621-1665), se reanudaron los enfrentamientos entre España y Holanda. España obtuvo la rendición de Breda en 1625, posteriormente pintada por Velázquez en 1634.
Dinamarca y Suecia entraron en la guerra del lado de los protestantes. El rey sueco Gustavo Adolfo invadió el Imperio en 1630, pero murió en combate y su ejército fue derrotado.
Francia entró en la guerra en 1635, apoyando a los protestantes. Tras la derrota española de Rocroi en 1643, y con Europa devastada, se firmaron los Tratados de Westfalia en 1648. Con la Paz de Westfalia, terminó el sueño de una Europa cristiana bajo la Corona Imperial y se afirmó el predominio de los Estados-Nación. En 1650, España reconoció la independencia de Holanda.
La guerra entre Francia y España continuó hasta la Paz de los Pirineos en 1659, con la victoria de Francia. España cedió territorios y se acordó el matrimonio de Luis XIV con María Teresa, hija de Felipe IV. En 1700, Carlos II murió sin descendencia.
Crisis Política Interna: Rebeliones de Cataluña y Portugal (1640)
Durante el reinado de Felipe IV, el Conde-Duque de Olivares impulsó una política de centralización que provocó las rebeliones de Cataluña y Portugal en 1640. El Corpus de Sangre en Barcelona culminó con la rebelión catalana, que buscó el apoyo de Francia. Portugal, anexionado por Felipe II en 1580, también se rebeló y proclamó rey a Juan IV de Braganza. España reconoció la independencia de Portugal en 1668.
Cambio Dinástico: La Guerra de Sucesión
Tras la muerte de Carlos II, Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV de Francia, fue proclamado rey como Felipe V en 1701. Esto desencadenó la Guerra de Sucesión, con la oposición del emperador alemán y la alianza de Gran Bretaña, Holanda, Portugal y Saboya. En España, Castilla apoyó a Felipe V, mientras que la Corona de Aragón respaldó al candidato austriaco, Carlos de Habsburgo. La victoria de Felipe V en Almansa (1707) le aseguró el control de Aragón y Valencia. Tras la muerte del emperador José I en 1711, Carlos de Habsburgo fue elegido emperador, lo que cambió el curso de la guerra. Los Tratados de Utrecht (1713) y Rastadt (1714) reconocieron a Felipe V como rey de España. Barcelona resistió hasta 1714.
Implantación del Absolutismo Monárquico
La dinastía borbónica implantó el Absolutismo en España. Felipe V abolió los fueros de la Corona de Aragón mediante los Decretos de Nueva Planta (1707-1716). Se suprimieron las Cortes de Aragón, Cataluña y Valencia, integrándose en las Cortes de Castilla. Se abolió el Consejo de Aragón y el Justicia Mayor de Aragón. Felipe V impuso la Ley Sálica en 1713. Se crearon las provincias y las Reales Audiencias, y se extendió la figura del intendente. Se intentó una reorganización de la Hacienda.
Despotismo Ilustrado: Reformas de Carlos III
Carlos III (1759-1788) impulsó el Despotismo Ilustrado, realizando reformas económicas y educativas inspiradas en la Ilustración. Entre sus reformas destacan: reformas urbanísticas (que dieron lugar al motín de Esquilache en 1766), la declaración de honestas todas las profesiones, la política regalista (expulsión de los jesuitas), y reformas económicas (limitación de los privilegios de la Mesta, colonización de nuevas tierras, ideas librecambistas, apoyo a la industria, creación de las Sociedades Económicas de Amigos del País). Jovellanos elaboró el Expediente sobre la Ley Agraria, pero no se llevó a cabo una reforma agraria.
Estructuras Económico-Sociales del Siglo XVIII
La población española creció en el siglo XVIII. La sociedad seguía dividida en estamentos: privilegiados (nobleza y clero) y no privilegiado (Tercer Estado). La nobleza se dividía en alta y baja. El clero se dividía en alto y bajo. El Tercer Estado estaba formado por campesinos, clases populares urbanas y burguesía. La economía se basaba en la agricultura. La tierra estaba en manos de la nobleza y el clero. Los campesinos estaban sometidos a los derechos señoriales.