13.1.Transformaciones económicas. Proceso de desamortización y cambios agrarios. Las peculiaridades de la incorporación de España a la Revolución industrial. Modernización de las infraestructuras: El impacto del ferrocarril.
Durante el S. XIX el cambio social, unido al escaso volumen de población y de crecimiento lento y tardío respecto al resto de Europa occidental debido a las numerosas guerras y a las acusadas diferencias de patrimonio entre las distintas clases, condicionó la economía española a lo largo de todo el siglo, manifestándose principalmente en la falta de capitales y de inversión en ciencia y tecnología.Todo esto impidió un verdadero avance en la industrialización, puesto que los grandes propietarios estaban más interesados en sus latifundios, signo de prestigio, que en el espíritu de empresa. España continuó siendo un país fundamentalmente agrícola, cuya economía se basaba en un comercio escaso y cerrado de productos tradicionales. Un factor importante en las transformaciones económicas de España, en esta época, fue los efectos de las desamortizaciones llevadas a cabo. Para valorar el proceso desamortizador español del S. XIX, desde el punto de vista económico, hay que tener en cuenta que la extensión total de las tierras vendidas como consecuencia de las diferentes desamortizaciones podría estar en torno a unos diez millones de hectáreas, lo que equivaldría a una quinta parte del territorio nacional o a la mitad de la tierra cultivable. Ya en el S. XVIII se habían iniciado algunas desamortizaciones, aunque representaron una mínima parte comparadas con las del S. XIX. Pero, tanto unas como otras, siguieron siempre el mismo proceso: el Estado se incautaba de tierras en manos muertas (amortizadas) de la Iglesia o de los municipios, las declaraba bienes nacionales y después las ponía a la venta mediante subasta pública. Las desamortizaciones no fueron concebidas principalmente como una reforma agraria de carácter social, sino como una medida económica de carácter esencialmente fiscal: su objetivo era reducir la deuda pública para sanear la Hacienda. La desamortización de Mendizábal, que fue sólo eclesiástica, fue llevada a cabo principalmente entre 1837 y 1844 cuando los moderados llegaron al poder, aunque se siguió efectuando hasta 1849. De ésta no se conoce el nº de hectáreas vendidas, pero sabemos que los ingresos obtenidos ascendieron a casi 4.000 millones de reales, casi la tercera parte del total de ingresos por desamortizaciones a lo largo del siglo. En cuanto a la de Madoz, conocida como general porque incluía todo tipo de tierras amortizadas, de la Iglesia y de los municipios principalmente, se efectuó, con interrupciones, principalmente desde 1855 hasta 1867. En ésta se vendieron casi todas las tierras amortizadas del clero que habían quedado pendientes en la fase anterior y la mayor parte de las tierras amortizadas de titularidad civil, lo que representó casi unos 5.000 millones de reales, el 42% del total de ingresos obtenidos por desamortizaciones a lo largo del siglo. Entre 1868 y 1900 todavía se venderían tierras por valor de 3.000 millones de reales, el 25% restante. Aunque se piensa que las desamortizaciones acentuaron la estructura latifundista de la propiedad de la tierra en España, no existen datos fiables que demuestren esta afirmación. Pero, las tierras fueron vendidas en pública subasta a los mejores postores, por lo que se puede deducir que los compradores debieron ser personas adineradas y no campesinos pobres; serían burgueses adinerados, con lo que se crearía una nueva clase social de terratenientes, pero no se puede descartar que hubiera algunos compradores de la alta nobleza, aunque estos no disponían, en su mayoría, de liquidez económica. Las desamortizaciones no modificaron sustancialmente la estructura de la propiedad, tan solo hubo cambio de propietarios. Pero la consecuencia más importante fue la puesta en cultivo de grandes extensiones de terreno, que hasta entonces no habían sido explotadas por sus antiguos propietarios. Este hecho fue fundamental para incrementar la producción agrícola y satisfacer la demanda creciente de alimentos, derivada del aumento de la población. Pero, aún así, el sector agrario tuvo un escaso desarrollo debido a la mala calidad de la tierra, a las adversas condiciones climatológicas y al hecho de haber excluido de la propiedad de la tierra a los más interesados en cultivarla. La reforma agraria liberal forma parte del proceso de sustitución del Antiguo Régimen por una sociedad capitalista. Durante este proceso se abolieron los señoríos y los derechos jurisdiccionales, se desvinculó la propiedad y se desamortizaron la mayoría de las tieras pertenecientes a la Iglesia y a los Ayuntamientos (principalmente en la Madoz). Estas reformas consolidaron la propiedad privada, transformando la tierra en una mercancía que podía ser comprada y vendida libremente, pero que sólo interesaba para obtener beneficios rápidos sin arriesgarse en grandes inversiones; de esta forma no hubo mejoras técnicas y el sector quedó atrasado. Esto frenó lo que debería haber sido una revolución agrícola, iniciada ya en los países avanzados de Europa. El estancamiento en la agricultura fue debido, no sólo a las causas citadas anteriormente, sino a una férrea protección arancelaria.
Los aranceles el trigo se mantuvieron altos durante todo el siglo para proteger al sector cerealista, arcaico y estancado, que utilizaba una cantidad excesiva de mano de obra y que obtenía bajos rendimientos; a pesar de esto, era rentable para los propietarios por la falta de competencia. De este modo, se infrautilizaron las tierras y la mano de obra. En la producción destacó el cultivo del trigo y de la vid, cuya producción se vio incrementada y mejoradadebido a la caída de la producción francesa como consecuencia de la plaga de filoxera que afectó a sus vides y propició la entrada en el mercado de las vides españolas. Por otra parte existía un sector de grandes rendimientos, el hortofrutícola del litoral Mediterráneo; que era uno de los más competitivos de Europa, pero representaba un pequeño porcentaje de superficie de cultivo y no alcanzó su pleno desarrollo hasta el S. XX. En cuanto al olivo, su crecimiento fue muy apreciable y el resultado fue el incremento de la producción de aceite durante este siglo. La falta de inversión en mejoras técnicas impidió una verdadera revolución agrícola que hubiera mejorado el funcionamiento del sector; el cambio en la estructura de la propiedad de la tierra y la disminución de las desigualdades sociales. Además, este atraso, impidió la incorporación de España a la revolución industrial. En cuanto al desarrollo de la industria en España estuvo muy alejado de los países europeos más desarrollados. Esto fue consecuencia de los siguientes motivos: -los excedentes de la agricultura fueron insuficientes para garantizar un crecimiento elevado de la población, sobretodo de la urbana. –La demanda campesina de bienes industriales fue muy reducida, tanto la de bienes de consumo, como la de bienes de producción. –La transferencia de la población de la agricultura a la industria fue insignificante, ya que hubo un relativo aumento demográfico en el campo y el escaso desarrollo industrial no demandó mucha mano de obra. La expansión de la industria moderna se inició en Cataluña con el sector algodonero.
En 1833 se instaló la primera máquina de vapor y la mecanización conoció un buen impulso, lo que supuso una disminución de costes y de precios de venta que estimuló la demanda.
Durante el S. XIX el cambio social, unido al escaso volumen de población y de crecimiento lento y tardío respecto al resto de Europa occidental debido a las numerosas guerras y a las acusadas diferencias de patrimonio entre las distintas clases, condicionó la economía española a lo largo de todo el siglo, manifestándose principalmente en la falta de capitales y de inversión en ciencia y tecnología.Todo esto impidió un verdadero avance en la industrialización, puesto que los grandes propietarios estaban más interesados en sus latifundios, signo de prestigio, que en el espíritu de empresa. España continuó siendo un país fundamentalmente agrícola, cuya economía se basaba en un comercio escaso y cerrado de productos tradicionales. Un factor importante en las transformaciones económicas de España, en esta época, fue los efectos de las desamortizaciones llevadas a cabo. Para valorar el proceso desamortizador español del S. XIX, desde el punto de vista económico, hay que tener en cuenta que la extensión total de las tierras vendidas como consecuencia de las diferentes desamortizaciones podría estar en torno a unos diez millones de hectáreas, lo que equivaldría a una quinta parte del territorio nacional o a la mitad de la tierra cultivable. Ya en el S. XVIII se habían iniciado algunas desamortizaciones, aunque representaron una mínima parte comparadas con las del S. XIX. Pero, tanto unas como otras, siguieron siempre el mismo proceso: el Estado se incautaba de tierras en manos muertas (amortizadas) de la Iglesia o de los municipios, las declaraba bienes nacionales y después las ponía a la venta mediante subasta pública. Las desamortizaciones no fueron concebidas principalmente como una reforma agraria de carácter social, sino como una medida económica de carácter esencialmente fiscal: su objetivo era reducir la deuda pública para sanear la Hacienda. La desamortización de Mendizábal, que fue sólo eclesiástica, fue llevada a cabo principalmente entre 1837 y 1844 cuando los moderados llegaron al poder, aunque se siguió efectuando hasta 1849. De ésta no se conoce el nº de hectáreas vendidas, pero sabemos que los ingresos obtenidos ascendieron a casi 4.000 millones de reales, casi la tercera parte del total de ingresos por desamortizaciones a lo largo del siglo. En cuanto a la de Madoz, conocida como general porque incluía todo tipo de tierras amortizadas, de la Iglesia y de los municipios principalmente, se efectuó, con interrupciones, principalmente desde 1855 hasta 1867. En ésta se vendieron casi todas las tierras amortizadas del clero que habían quedado pendientes en la fase anterior y la mayor parte de las tierras amortizadas de titularidad civil, lo que representó casi unos 5.000 millones de reales, el 42% del total de ingresos obtenidos por desamortizaciones a lo largo del siglo. Entre 1868 y 1900 todavía se venderían tierras por valor de 3.000 millones de reales, el 25% restante. Aunque se piensa que las desamortizaciones acentuaron la estructura latifundista de la propiedad de la tierra en España, no existen datos fiables que demuestren esta afirmación. Pero, las tierras fueron vendidas en pública subasta a los mejores postores, por lo que se puede deducir que los compradores debieron ser personas adineradas y no campesinos pobres; serían burgueses adinerados, con lo que se crearía una nueva clase social de terratenientes, pero no se puede descartar que hubiera algunos compradores de la alta nobleza, aunque estos no disponían, en su mayoría, de liquidez económica. Las desamortizaciones no modificaron sustancialmente la estructura de la propiedad, tan solo hubo cambio de propietarios. Pero la consecuencia más importante fue la puesta en cultivo de grandes extensiones de terreno, que hasta entonces no habían sido explotadas por sus antiguos propietarios. Este hecho fue fundamental para incrementar la producción agrícola y satisfacer la demanda creciente de alimentos, derivada del aumento de la población. Pero, aún así, el sector agrario tuvo un escaso desarrollo debido a la mala calidad de la tierra, a las adversas condiciones climatológicas y al hecho de haber excluido de la propiedad de la tierra a los más interesados en cultivarla. La reforma agraria liberal forma parte del proceso de sustitución del Antiguo Régimen por una sociedad capitalista. Durante este proceso se abolieron los señoríos y los derechos jurisdiccionales, se desvinculó la propiedad y se desamortizaron la mayoría de las tieras pertenecientes a la Iglesia y a los Ayuntamientos (principalmente en la Madoz). Estas reformas consolidaron la propiedad privada, transformando la tierra en una mercancía que podía ser comprada y vendida libremente, pero que sólo interesaba para obtener beneficios rápidos sin arriesgarse en grandes inversiones; de esta forma no hubo mejoras técnicas y el sector quedó atrasado. Esto frenó lo que debería haber sido una revolución agrícola, iniciada ya en los países avanzados de Europa. El estancamiento en la agricultura fue debido, no sólo a las causas citadas anteriormente, sino a una férrea protección arancelaria.
Los aranceles el trigo se mantuvieron altos durante todo el siglo para proteger al sector cerealista, arcaico y estancado, que utilizaba una cantidad excesiva de mano de obra y que obtenía bajos rendimientos; a pesar de esto, era rentable para los propietarios por la falta de competencia. De este modo, se infrautilizaron las tierras y la mano de obra. En la producción destacó el cultivo del trigo y de la vid, cuya producción se vio incrementada y mejoradadebido a la caída de la producción francesa como consecuencia de la plaga de filoxera que afectó a sus vides y propició la entrada en el mercado de las vides españolas. Por otra parte existía un sector de grandes rendimientos, el hortofrutícola del litoral Mediterráneo; que era uno de los más competitivos de Europa, pero representaba un pequeño porcentaje de superficie de cultivo y no alcanzó su pleno desarrollo hasta el S. XX. En cuanto al olivo, su crecimiento fue muy apreciable y el resultado fue el incremento de la producción de aceite durante este siglo. La falta de inversión en mejoras técnicas impidió una verdadera revolución agrícola que hubiera mejorado el funcionamiento del sector; el cambio en la estructura de la propiedad de la tierra y la disminución de las desigualdades sociales. Además, este atraso, impidió la incorporación de España a la revolución industrial. En cuanto al desarrollo de la industria en España estuvo muy alejado de los países europeos más desarrollados. Esto fue consecuencia de los siguientes motivos: -los excedentes de la agricultura fueron insuficientes para garantizar un crecimiento elevado de la población, sobretodo de la urbana. –La demanda campesina de bienes industriales fue muy reducida, tanto la de bienes de consumo, como la de bienes de producción. –La transferencia de la población de la agricultura a la industria fue insignificante, ya que hubo un relativo aumento demográfico en el campo y el escaso desarrollo industrial no demandó mucha mano de obra. La expansión de la industria moderna se inició en Cataluña con el sector algodonero.
En 1833 se instaló la primera máquina de vapor y la mecanización conoció un buen impulso, lo que supuso una disminución de costes y de precios de venta que estimuló la demanda.