El Reino Asturleonés: Repoblación, Economía y Expansión
La Monarquía Asturleonesa y el Proceso Repoblador
La monarquía asturleonesa, gracias al proceso repoblador, no se vio obligada a articularse mediante el complejo entramado de relaciones feudo-vasalláticas, sino sobre una base igualitaria de vinculación al poder regio de todos sus integrantes. Solo cuando la misma repoblación propició un aumento considerable de poder a la aristocracia laica y eclesiástica, la realeza empezó a dar muestras de debilidad y a perder su libertad de maniobra.
Fue entonces cuando los privilegios de inmunidad se generalizaron tanto para magnates laicos como para iglesias o monasterios. La inmunidad consistía en el privilegio de introito, es decir, la prohibición de entrada de los delegados regios (merinos y sayones) en los dominios acotados. Los propietarios beneficiarios de la inmunidad quedaban facultados para percibir y requerir los derechos y servicios que hasta ese momento los habitantes de esas tierras venían satisfaciendo al monarca.
Repercusiones Económicas de la Repoblación
La repoblación tuvo también importantísimas repercusiones económicas. Los repobladores fundaron nuevos núcleos de explotación agraria en las tierras yermas del valle del Duero y, al mismo tiempo, se restauraban los restos de los centros urbanos derruidos y se construían monasterios, casas y molinos. La misma abundancia de tierras facilitó la implantación de una próspera ganadería, principalmente caballar, vacuna y ovina.
En un primer momento, la explotación de las tierras ocupadas se llevó a cabo mediante siervos (principalmente en las tierras gallegas) o a través de otras fórmulas contractuales del periodo visigodo. Pero cuando las fronteras del Reino asturleonés se empezaron a extender por las tierras del Duero y se hizo necesario un gran esfuerzo colonizador, fue preciso atraer otros contingentes humanos:
- Hombres libres (boni homines), carentes de recursos, que se convirtieron en pequeños propietarios gracias a las presuras.
- Otros, con menos suerte, al llegar tarde a las zonas repobladas tuvieron que conformarse con asentarse como pobladores en tierras del rey o de algún magnate, pero conservaban su libertad y la esperanza de convertirse en propietarios en una nueva repoblación.
- Libertos y siervos.
Hasta la segunda mitad del siglo IX, como consecuencia del tipo de repoblación, predominó en el reino asturleonés la pequeña y mediana propiedad. El sistema de libre ocupación generalizado en tierras castellanas y leonesas impidió la aparición de grandes propietarios, que se presentan como casos aislados en tierras de Asturias y de la Galicia septentrional.
A partir de la segunda mitad del siglo IX, cuando se intensificó la repoblación oficial, los monarcas asturleoneses dispusieron de numerosas tierras que donaron a centros religiosos y a magnates laicos. Ello propició un proceso de concentración de la propiedad y la aparición de grandes señoríos.
La Expansión del Reino Castellano-Leonés: De las Cartas de Población a los Fueros
La Repoblación del Valle del Duero
Un nuevo momento expansionista se vivió durante el reinado de Alfonso III (866-911) en el que se consolidaron importantes plazas en el valle del Duero. Este avance militar fue acompañado de una intensa labor repobladora cuya iniciativa no solo corrió a cargo de los monarcas, sino también de magnates laicos y monasterios (San Pedro de la Nave, Santa María de Wamba, San Salvador de Tábara y San Cebrián del Mazote), a los que se sumaron importantes grupos de mozárabes huidos de Al-Ándalus y repobladores privados que, mediante sus presuras, empezaron a constituir un grupo de pequeños propietarios.
Simultáneamente, en Castilla, el conde Fernán González (932-970) intensificó la repoblación y concedió fueros a Montenegro, Brieva, Ventrosa, Mansilla y Valdecanes. La victoria de Ramiro II (931-951) en Simancas (939) consolidó las posiciones cristianas en el valle del Duero y propició la repoblación de Salamanca, Ledesma, Baños, Ribas, Alba y Alhandega. De este modo, Sepúlveda pasó a constituirse en un baluarte estratégico para la defensa de la zona, por lo que también Fernán González, en el 940, procedió a su repoblación per iussionem principem Ranemirus.
En la región castellana, los monasterios de San Pedro de Arlanza, San Millán de la Cogolla y San Pedro de Cardeña recibieron importantes donaciones territoriales con el objeto de repoblarlas. Independiente ya de León, el conde castellano García Fernández (970-995) concedió fuero a Castrojeriz en el 974 y, por orden suya, Gonzalo Gustioz, ese mismo año, otorgó fuero a Salas de los Infantes, haciéndose después extensivo dicho fuero a Castrovido, Terrazas, Torneros, Castrillo, Hornillos y Arroyo.