Historia de la Prehistoria a la Hispania Visigoda

BLOQUE I

1.1. El Paleolítico

El conocimiento sobre la Prehistoria ha avanzado considerablemente en los últimos tiempos. Estos avances se explican por la extensión de los estudios arqueológicos y los adelantos científicos que permiten un sistema de natación mucho más seguro. Una de las grandes cuestiones de investigación y debate es el proceso de hominización, la secuencia evolutiva que culminó con la aparición de la especie Homo. Para tratar de conocer este proceso, los prehistoriadores y arqueólogos estudian la evolución de los restos fósiles humanos y los instrumentos y restos que aparecen a ellos asociados en los yacimientos arqueológicos.

Características socioeconómicas del Paleolítico

Durante esta etapa, los Homo estaban organizados en pequeños grupos que sobrevivieron gracias a una economía depredadora carroñera-cazadora-recolectora. Se asentaban en campamentos junto a ríos o en cuevas, en época de glaciaciones, y practicaban el nomadismo cuando los recursos se acababan. No había diferencias sociales, puesto que las tribus se limitaban a una difícil supervivencia.

Etapas del Paleolítico peninsular

El Paleolítico inferior (1.400.000-100.000 a.C.)

Según los fósiles de que disponemos, los primeros homínidos europeos vivieron en la Península hace 1.400.000 años en Granada. Entre los restos encontrados en el yacimiento de Orce destaca la muela de un niño, todavía por determinar la especie, junto con utillaje lítico para cortar carne y no para cazar, lo que hace pensar que los primeros Homo peninsulares no eran cazadores, sino carroñeros. Aunque existen dificultades a la hora de aceptar estos restos fósiles por parte de la comunidad científica, el yacimiento más importante de la prehistoria peninsular se encuentra en Atapuerca, Burgos. Aquí se han encontrado fósiles de diferentes períodos a lo largo de un millón de años, entre los que destacan: una mandíbula humana de 1.2 millones de años, todavía sin asignar a ninguna especie, y un cráneo de 800.000 años de antigüedad correspondiente con un nuevo tipo de Homo, el antecessor, posible predecesor tanto del neandertal como del Homo sapiens según las teorías de Arsuaga. Aunque la no continuidad en el registro fósil de esta especie en África ha llevado a la conclusión en los últimos años de que más bien se trata de una especie anterior al Homo neandertalensis, y no del Homo sapiens.

El Paleolítico Medio (100.000-40.000 a.C.)

El Homo característico de esta etapa es el Neandertal, un sapiens con la misma capacidad craneal que el Homo actual que sabía obtener el fuego, enterraba a los muertos y poseía un lenguaje propio. Los principales yacimientos de neandertales peninsulares se encuentran en el Mediterráneo (yacimientos de Bañolas en Gerona o Gibraltar en Cádiz) y en el Cantábrico (Cueva de El Sidrón, Asturias); en este yacimiento, la secuenciación del ADN de restos fósiles de más de 40.000 años de antigüedad ha demostrado la hibridación con el Homo sapiens sapiens.

El Paleolítico Superior (40.000-8000 a.C.)

El Homo de este período es el sapiens sapiens (Cromagnon), antepasado directo del hombre actual. Estos Homo, procedentes de África, llegaron a la Península hace algo más de 40.000 años. Durante algún tiempo, ambas especies (neandertales y sapiens) coexistieron en unas mismas zonas, pero el Homo sapiens acabó reemplazando al neandertal, que se extinguió definitivamente hace unos 30.000 años. Los restos de sapiens son muy numerosos y se encuentran repartidos por toda la Península. Los sapiens fabricaron utillaje muy especializado (microlitos, puntas de flecha, etc.) y en una gran variedad de materiales (piedra, hueso, madera). Además, fueron los primeros Homo en realizar representaciones artísticas, entre las que destacan las pinturas rupestres de carácter mágico-ritual de las cuevas de Altamira o El Castillo (Cantabria).

1.2. Neolítico

Causas del paso del Paleolítico al Neolítico

El fin de la última glaciación hace unos 12.000 años provocó una modificación de los ecosistemas con la emigración o desaparición de los grandes animales de clima frío. En el Próximo Oriente, la búsqueda de nuevas formas de subsistencia condujo al desarrollo de una economía productiva: la agricultura y ganadería (neolítico) que permitió una multiplicación de los recursos disponibles. En la Península Ibérica, como en todo el Mediterráneo, el clima se hizo más cálido y seco.

Cambios socioeconómicos de la revolución neolítica

Con la agricultura y la ganadería se produjeron importantes transformaciones socioeconómicas, la llamada revolución neolítica: la población se sedentariza y crece; el trabajo se especializa; surge el excedente, y con él el comercio (trueque) y las diferencias sociales; se inventan nuevos útiles agrícolas (azadas, hoces y molinos de mano), y de almacenamiento de alimentos y cocción (cerámica).

El Neolítico peninsular

En la Península, el neolítico se introdujo por la llegada a la costa mediterránea de pobladores procedentes del Próximo Oriente a partir del VI milenio a.C. Desde la costa, estas culturas penetraron progresivamente en el interior. La actividad predominante pasó a ser la agricultura (trigo y cebada) y la ganadería (vaca, cerdo, oveja). El modelo de hábitat más extendido en el Neolítico peninsular fue la ocupación de cuevas. Las dos culturas más significativas de este período en la península son:

  • La cultura de la Cerámica Cardial (impresiones de conchas), en Levante (Cova d l’Or, Valencia) hasta Andalucía (Nerja).
  • La cultura de los Sepulcros de Fosa (inhumaciones individuales con ajuar funerario), en Cataluña.

ESTUDIO COMPARATIVO ENTRE LA PINTURA RUPESTRE CANTÁBRICA Y LEVANTINA

El arte rupestre apareció en el Paleolítico Superior y con el Homo sapiens. Estas pinturas revelan que el ser humano, desde tiempos prehistóricos, organizó un sistema de representación artística, que se cree, en general, que está relacionado con prácticas de carácter mágico-religiosas para propiciar la caza.

La pintura cantábrica (35.000-10.000 a.C.)

Se realizó durante el Paleolítico Superior en las profundidades de las cuevas, zonas propiciatorias para la realización de los ritos. Los ejemplos más destacados están en las cuevas de Altamira (Cantabria) y Tito Bustillo (Asturias). Los temas predominantes son animales, entre los que sobresalen grandes herbívoros (bisontes, ciervos, etc.) representados de forma naturalista. También aparecen signos abstractos de difícil interpretación. Esta pintura rupestre emplea la policromía, con preferencia por el rojo y el negro. No se representan escenas, sino figuras aisladas o independientes entre sí, a menudo superpuestas y siempre desordenadas.

La pintura levantina (7000-4000 a.C.)

Se dio en el período mesolítico y neolítico. Los principales ejemplos son los abrigos de Valltorta (Castellón) y Cogul (Lérida). Se diferencia de la escuela cantábrica porque:

  • Se realizó en abrigos (pequeños entrantes en la roca, no en cuevas).
  • Se representan humanos (además de animales) en actitudes variadas (caza, danzas, recolección de miel, etc.).
  • Las figuras se representan de forma esquemática.
  • Las figuras aparecen en movimiento y formando escena, describen una actividad.
  • Emplean la monocromía, colores negro, rojo o blanco, pero sin mezclar.

3. LA METALURGIA PENINSULAR

3.1. Avances técnicos: cobre, bronce y hierro

El primer conocimiento del metal se originó en el Próximo Oriente en el V milenio a.C., pero tardó dos mil años en llegar a Europa. En principio, la metalurgia se orientó a la fabricación de armas (espadas, escudos, etc.) con el objetivo de alcanzar la supremacía militar, pero pronto se extendió también a la elaboración de joyas, adornos e instrumentos de trabajo. En torno al año 3000 a.C. llegaron a la Península pueblos procedentes de Oriente Próximo buscando cobre. El descubrimiento de la riqueza metalúrgica de la península (cobre, plata, hierro) intensificó la llegada de pobladores en los siguientes milenios.

El cobre es un material no demasiado duro, pero relativamente fácil de trabajar; el bronce es una aleación de cobre y estaño, de mayor dureza que el cobre solo; y el hierro es el metal más duro y abundante de los tres, pero su trabajo requiere una tecnología más avanzada.

Del período del cobre encontramos en la península el poblado fortificado de los Millares (Almería) y la cultura del Vaso Campaniforme (desde el valle del Guadalquivir hasta Cataluña). Los primeros en utilizar el bronce fueron los egipcios a finales del III milenio. El uso que se le dio fue decorativo, utillaje y armamento. En la península se empiezan a fabricar objetos de bronce a partir del 1800 a.C. Las principales civilizaciones de esta época fueron la denominada Cultura del Argar (Almería) y la Cultura de los Campos de Urnas (Cataluña, Valle Ebro, Valencia). Asociados al cobre y el bronce se desarrolla un conjunto de construcciones megalíticas como las tumbas de corredor de El Romeral (Antequera, Málaga) o las edificaciones ciclópeas de Baleares de diferentes usos (talayots y navetas).

El hierro

La complicada fundición del hierro explica que no se empezara a explotar hasta mediados del II milenio a.C. por los hititas.

Las ventajas del hierro

(dureza y abundancia) provocaron una revolución en el armamento y utillaje agrícola, y explican su rápida difusión. El hierro llegó a la Península a principios del primer milenio con los celtas (norte, centro y oeste peninsular) que introdujeron la técnica de este metal.

Repercusiones de la explotación metalúrgica

La explotación metalúrgica trajo consigo importantes cambios: mayor desarrollo de la agricultura (arado de hierro), aparición de nuevos oficios (minero, fundidor, herrero), multiplicación del comercio, surgimiento de núcleos urbanos, acentuación de la jerarquización social (ricos ajuares funerarios, tumbas monumentales), aumento de los conflictos (fortificación de poblados), mejora del armamento (espada) y aparición del poder político (para organizar el trabajo colectivo y garantizar la seguridad).

4. LA CONFIGURACIÓN DEL ÁREA CELTA E IBÉRICA EN VÍSPERAS DE LA CONQUISTA ROMANA

4.1. Panorama general de la Hispania prerromana

El diferente nivel de desarrollo del área celta e ibérica en relación con la influencia recibida de indoeuropeos, tartesios, fenicios y griegos. El periodo comprendido entre el final de la Edad del Bronce y los comienzos de la conquista romana de la Península se suele denominar Edad del Hierro, ya que fue entonces cuando los nuevos pobladores y colonizadores introdujeron la técnica de este metal. También se utiliza a menudo el término protohistoria, por tratarse de un periodo de transición entre la Prehistoria y la Edad Antigua. Desde finales del segundo milenio a.C., ya en la Edad del Hierro, se produjeron grandes cambios en la Península Ibérica debido al esplendor y posterior desaparición del reino de Tartesos, las oleadas de pueblos indoeuropeos y las colonizaciones fenicia, griega y cartaginesa.

  • Pueblos indoeuropeos (precélticos y célticos) a través de los Pirineos que ocuparon la parte oriental y central de la Meseta, y el curso alto y medio del Ebro. A partir del siglo VIII a.C. entraron nuevas oleadas procedentes de Europa centro y occidental que se asentaron principalmente en el interior y oeste peninsular.
  • Pueblos procedentes del Mediterráneo Oriental (fenicios, griegos y cartagineses) que ocuparon amplias zonas de levante y sur peninsular.
  • La presencia de las poblaciones autóctonas: Tartesios en el suroeste e íberos en el este. Reinos muy prósperos que alcanzaron un alto nivel de desarrollo en contacto con las ricas culturas del Mediterráneo oriental.
  • Pueblos del norte, centro y oeste peninsular (lusitanos, galaicos, astures, cántabros) que vivían en una situación de mayor aislamiento y atraso, con influencias indoeuropeas, primero precélticas y posteriormente célticas (hierro, rueda) y los vascones.

De esta forma, cuando los romanos llegaron a la Península, ésta estaba ocupada por un conjunto de culturas de diferente origen y nivel de desarrollo.

4.2. Tartesos (siglos VII-VI a.C.): características y fuentes

Esta próspera civilización tuvo su centro en el valle del Guadalquivir y se extendió hasta Portugal y Murcia. Se conoce casi exclusivamente por documentos de griegos (el geógrafo Estrabón o el historiador Herodoto), romanos (poeta Avieno) e incluso la Biblia (Salmos de Salomón, Isaías, etc.), y algunos ajuares, ya que sus ciudades siguen sin localizarse. Tartesos tuvo una economía muy próspera. Sus principales actividades fueron la agricultura, la ganadería, la pesca, la explotación de metales como el cobre (Ríotinto) y la plata (Sierra Morena), y el comercio con fenicios, griegos y cartagineses. Estaba gobernado por un rey que dirigía una federación de tribus y tuvo una organización social fuertemente jerarquizada, como lo indican las riquezas de sus ajuares (tesoros de la Aliseda y del Carambolo). Tartesos desapareció en el siglo VI tras una ofensiva cartaginesa que buscaba hacerse con la explotación directa y monopolística de los metales.

4.3. Los celtas (siglos VIII-II a.C.)

Los celtas eran pueblos guerreros de origen indoeuropeo que penetraron en la Península por los Pirineos. Progresivamente se fueron asentando en el curso alto del Ebro y el este, centro de la Meseta y Extremadura. Formaron una casta militar que se impuso sobre las poblaciones indígenas. A los celtas se les debe la introducción de la técnica del hierro y otros elementos propios de su cultura (armamento, rueda, etc.) en las zonas que ocuparon y en los pueblos indígenas limítrofes del norte (galaicos, astures, cántabros) y oeste peninsular (lusitania). Al igual que los íberos, nunca formaron un estado unificado, sino un conjunto de pequeños reinos. Se organizaban en clanes. La unión de clanes daba lugar a la tribu y la asociación de estas a pequeños reinos independientes. En las zonas de contacto con los íberos (valle del Ebro y el este de la Meseta) se desarrollaron culturas celtíberas como la de los arévacos (Numancia). Fueron pueblos muy pobres, prácticamente autosuficientes y principalmente ganaderos, a excepción de los vacceos (agricultores). Formaban una sociedad de hombres libres cuya fuerza se basaba en la cohesión del clan y de la tribu. Vivían en núcleos fortificados sin estructura urbana, como los castros gallegos (Santa Tecla) o el poblado de Numancia (celtíberos). Su arte era muy tosco. Destaca la escultura de tema animalístico de la cultura de los verracos (Toros de Guisando en Ávila) y la orfebrería con los típicos torques (collares).

4.4. Los íberos (siglos VII-III a.C.)

La civilización ibérica se extendía por todo el Levante, desde Cataluña hasta Andalucía. Tuvo su origen en el contacto entre los primitivos pobladores neolíticos de esta región y los pueblos colonizadores (griegos, fenicios y cartagineses) con los que mantuvieron intensas relaciones comerciales. Los íberos nunca formaron un estado unificado, sino un conjunto de reinos independientes (turdetanos, edetanos, ilergetes, etc.) con una lengua y cultura común. Tenían su propia escritura y utilizaban la moneda en sus intercambios. Eran pueblos muy belicosos, que en ocasiones sirvieron como mercenarios a griegos y cartagineses (inventaron la falcata). Por ello, sus ciudades estaban amuralladas o situadas en lugares estratégicos y de difícil acceso (Sagunto). El arte ibérico manifiesta una clara influencia greco-fenicia. Sobresalen las esculturas de las denominadas Damas (Dama de Elche, de Baza, etc.), figuras femeninas unas en actitud oferente y otras con finalidad funeraria. También es representativa del arte ibérico la bicha de Balazote, encontrada en la provincia de Albacete.

4.5. Colonizaciones mediterráneas: fenicios, griegos y cartagineses (800-206 a.C.)

A) Causas de la llegada: Los primeros colonizadores vinieron a la península buscando materias primas (sobre todo metales) y nuevos mercados para sus productos. Para ello, fundaron en las zonas costeras pequeñas ciudades comerciales (factorías) independientes entre sí. Los colonizadores trajeron de Oriente manufacturas (textiles, joyas, cerámica, perfumes) y exportaron por todo el Mediterráneo materias primas (cobre, estaño, oro, plata, cereales) y productos elaborados (salazones, vinos, aceite).

B) Aportaciones: Estas grandes culturas mediterráneas introdujeron:

  • El hierro.
  • La escritura (fenicia y griega) que incorpora a la Península a la historia.
  • La moneda (fenicios y griegos). Con la moneda, la Península se incorporó dentro de los circuitos comerciales del Mediterráneo.
  • Nuevos cultivos (esparto, vid y olivo) y nuevas técnicas como el arado (griegos).
  • Nuevos animales domésticos como la gallina, asno y gato (griegos).
  • Los salazones para conservar alimentos y con ello la industrialización de la pesca (fenicios).
  • El torno alfarero (fenicios).

C) La colonización fenicia: s. VIII-VI a.C. Los fenicios se asentaron primero en Cádiz (Gadir, s. VIII) y desde allí se extendieron hasta Granada (Sexi, Almuñécar) y Almería (Abdera, Adra). Mantuvieron intensas relaciones comerciales, sobre todo con Tartessos. En el siglo VI a.C. se produjo en Oriente Próximo un hecho que acabó repercutiendo en la Península Ibérica: la caída de Tiro en poder de los babilonios. Tiro era la última ciudad fenicia que permanecía independiente y, a partir de ese momento, Cartago, una colonia que había sido fundada por los tirios en el norte de África, tomó el relevo de los fenicios en el control del comercio en el Mediterráneo occidental. Los enclaves fenicios de la Península pasaron a depender de Cartago.

D) La colonización griega (s. VII-III a.C.) Los griegos se establecieron en la costa levantina entre Gerona (Rosas y Ampurias) y Alicante (Akra Leuke, Hemeroskopeion) con penetraciones esporádicas en Andalucía para comerciar con Tartessos, Mainaké (Vélez Málaga). Tras la derrota frente a los cartagineses (batalla de Alalia, 535 a.C.), los griegos frenaron su expansión por la Península, limitándose a una franja levantina entre Gerona y Alicante.

E) La colonización cartaginesa (s. VI-III a.C.) La colonización cartaginesa en la península tuvo dos fases:

  • Comercial (s. VI). Colonización de Ibiza con el objetivo de frenar el avance griego por la costa levantina.
  • Militar (s. III a.C.). Coincidiendo con las guerras Púnicas contra Roma, Cartago ocupa la Península en busca de plata, mercenarios y una base de aprovisionamiento para su futura invasión de Italia. Durante este periodo fundaron Cartago Nova (Cartagena), que se convirtió en el principal puerto peninsular.

5. LA HISPANIA ROMANA: CONQUISTA Y ROMANIZACIÓN

5.1. Etapas de la conquista de la Península por Roma

La conquista romana de la Península se extendió desde el 218 al 19 a.C. La larga duración se debe a que Roma nunca tuvo un plan específico de conquista y a la resistencia a la ocupación de algunas regiones. Cada fase de ocupación obedecía a motivos diferentes:

  • a) Primera fase: conquista de Levante y valle del Guadalquivir (218-197 a.C.). La llegada inicial de los romanos a la Península se dio en el contexto de la Segunda Guerra Púnica y tuvo un motivo militar: alejar la guerra de Italia y privar a Aníbal de sus bases de aprovisionamiento. La estrategia fue conseguir el apoyo de los indígenas mediante pactos y combatir a los romanos. El general romano que dirigió las operaciones fue Escipión el Africano. Sin embargo, tras la expulsión de los cartagineses, Roma decidió en Hispania convertir los territorios conquistados en provincias romanas. Esto provocó revueltas indígenas (Indibil y Mardonio).
  • b) Segunda fase: conquista de la Meseta y la Lusitania (157-133 a.C.). En esta etapa, las causas fueron económicas: obtención de esclavos, metales y, sobre todo, tierras para los campesinos pobres de Italia. La estrategia fue obtener la sumisión de las tribus indígenas mediante pactos. Sin embargo, los abusos de los gobernantes romanos provocaron levantamientos, duramente reprimidos, de lusitanos (Viriato) y de celtíberos (asedio de Numancia).
  • c) Tercera fase: conquista de la Cordillera Cantábrica (27-19 a.C.). En la fase final de la conquista coincidieron motivos económicos (controlar la riqueza minera del Norte) y defensivos (acabar con los constantes saqueos que sufrían los pueblos de la submeseta Norte). La campaña militar la dirigió el mismo Augusto. Finalmente, cántabros, astures y vascones fueron derrotados. Los romanos se limitaron a explotar los recursos metalúrgicos (oro de las Médulas, León) y garantizar la seguridad con la fundación de una cadena de ciudades entre las que destacan Legio (León) y Asturica Augusta (Astorga). Tras su conquista por Roma, la Península estuvo por primera vez unificada política y culturalmente.

5.2. La Romanización: concepto

De romanización se entiende la asimilación voluntaria por parte de los indígenas de la cultura y formas de vida romanas. El vehículo de la romanización fueron los militares, funcionarios y comerciantes romanos. Los medios empleados para llevarlo a cabo fueron:

  • La lengua. El latín acabó imponiéndose a las lenguas prerromanas, excepto el vascuence. De hecho, las lenguas actuales que se hablan en España (excepto el euskera) son romances (castellano, catalán, etc.).
  • El derecho romano. Los romanos regularon la vida social mediante leyes iguales para todos los ciudadanos (Imperio de la Ley).
  • La implantación de un modelo de civilización urbana (Legio, Tarraco, Itálica, Emérita Augusta) apoyado en grandes obras públicas que proporcionaban a los ciudadanos todos los servicios: un espacio de reunión social (foro de Tarraco), agua (pantano de Proserpina en Mérida, acueducto de Segovia), higiene (alcantarillado de Astúrica Augusta, termas de Segóbriga), entretenimiento (teatro de Mérida, anfiteatro de Itálica, circo de Tarraco), comunicación mediante calzadas (Vía de la Plata) y puentes (Alcántara), y, finalmente, seguridad en los tiempos de crisis (murallas de Lugo).
  • El papel del ejército. Se reclutaron tropas entre los pueblos indígenas, lo que facilitaba su contacto con los romanos. Estos soldados podían recibir el privilegio de la ciudadanía romana y rechinar lotes de tierras.
  • La fundación de colonias. Bien por el asentamiento de ciudadanos romanos en colonias de nueva creación o en tierras confiscadas a los indígenas, extendió el modelo de vida romano.
  • La concesión de la ciudadanía romana a los indígenas. La obtención del título de ciudadano romano suponía gozar de numerosos derechos y privilegios, por lo que su concesión se utilizaba como reclamo para facilitar la dominación romana.

5.3. Grado y ritmo de romanización en los territorios peninsulares

El proceso de romanización, es decir, la asimilación voluntaria por parte de los indígenas de la cultura y formas de vida romanas en la Península, fue muy desigual:

  • Más rápida e intensa en las ciudades que en las áreas rurales.
  • Mayor en el sur (Emérita Augusta, Itálica) y en Levante (Tarraco) que en el norte peninsular, donde predominan las ciudades defensivas (Astúrica Augusta). En el norte, la zona más atrasada y la última en conquistarse, la vida urbana era inexistente y los romanos no consiguieron desarrollarla ni imponer del todo su modelo de vida.

Hispania quedó integrada en el sistema de producción esclavista característico del mundo clásico. Y se propició una economía de tipo colonial, en la que Hispania proporcionaba fundamentalmente materias primas a Roma e importaba de esta productos manufacturados, por los que se organizó el territorio mediante una muy organizada red de comunicaciones que facilitara estos intercambios. El grado de integración de Hispania en el Imperio se manifiesta en la existencia de personalidades de origen hispano como emperadores (Adriano, Trajano y Teodosio) o filósofos (Séneca).

6. LA MONARQUÍA VISIGODA

La crisis general del Imperio romano propició a principios del siglo V la invasión y el saqueo de la península por suevos, vándalos y alanos. Los romanos, incapaces de garantizar la seguridad de Hispania, pactaron con los visigodos como pueblo federado (foedus) la entrega del sur de la Galia (Tolosa) a cambio de la pacificación de Hispania. Los visigodos entraron en Hispania en 415 y expulsaron a vándalos y alanos, aunque los suevos se mantuvieron en Galicia. Los visigodos siguieron asentados en el sur de las Galias (Tolosa) hasta ser expulsados por los francos en la Batalla de Vouillé en el 507. Poco después, unos 100.000 visigodos entraban en la Península y fundaban el primer reino independiente unificado con capital en Toledo.

6.1. La monarquía visigoda: características de la monarquía visigoda e importancia del clero y nobleza

Tras su asentamiento en la Península, el objetivo de los visigodos fue doble:

  • La unificación territorial, conseguida a finales del siglo VI por Leovigildo tras la expulsión de suevos y bizantinos, y la pacificación de los vascones.
  • La integración de las dos comunidades (hispanorromanos y visigodos), conseguida mediante la unificación religiosa (renuncia al arrianismo de los visigodos y conversión al catolicismo de Recaredo) y la unificación jurídica con el Liber Iudiciorum (Recesvinto).

Pero el principal problema de la monarquía procedía de su carácter electivo. Los reyes tuvieron que hacer importantes concesiones a la aristocracia y a la Iglesia (donación de tierras y compromiso de no intervenir en sus señoríos) a cambio de obtener fidelidad, ayuda militar y votos para su investidura. Aun así, las rivalidades por la sucesión desembocaban frecuentemente en enfrentamientos e incluso guerras civiles. Todo ello debilitaba el poder del rey, dando lugar a una inestabilidad permanente. Leovigildo intentó establecer una monarquía hereditaria para acabar con la dependencia de la nobleza y el clero, pero este sistema no se consolidó por el rechazo de los privilegiados. Para la labor del gobierno, la monarquía se apoyaba en el Officium Palatinum, compuesto por:

  • El Aula Regia. Institución consultiva para asesorar al rey, formada por miembros de la alta nobleza goda.
  • Los Concilios. Asambleas presididas por el rey en las que participaban altos cargos de la nobleza e Iglesia y en las que se tomaban las decisiones más importantes, tanto políticas (elección del monarca) como religiosas (conversión de los godos al catolicismo, leyes antijudaicas).

Además, el control territorial se hacía mediante el dux (duque) que ejercía el dominio provincial y el comites (conde) que era el responsable del gobierno de las ciudades. Estos cargos estuvieron desempeñados por la aristocracia visigoda.

El poder de la nobleza e iglesia

La influencia de estos grupos sobre la monarquía fue cada vez mayor: la nobleza aportó fidelidad y ayuda militar y la Iglesia legitimó el poder del rey ante la comunidad (el obispo de Sevilla, san Isidoro, fue uno de los primeros teóricos del origen divino del poder del rey). La consecuencia de esto fue una progresiva feudalización del poder, con la sustitución de las relaciones políticas (funcionarios al servicio del Estado) por otras de tipo personal. El rey premiaba la ayuda personal de nobleza y clero con cargos de gobierno (Aula Regia, Concilios y Administración territorial) y la entrega de tierras con colonos e incluso, a veces, cediéndoles funciones propias del Estado (administración de justicia y recaudación de impuestos). De esta forma, algunos nobles se convirtieron en soberanos en sus territorios.

6.2. Ruralización económica

La economía visigoda siguió la evolución del Bajo Imperio: ruralización y autosuficiencia. La tierra se mantuvo como principal fuente de riqueza. En este periodo se acentuó la concentración de la propiedad en manos de la nobleza e Iglesia, debido a las donaciones que hacían los reyes a estos grupos para obtener su apoyo, y a las cesiones de tierras de los pequeños propietarios a cambio de protección (encomendaciones). Simultáneamente, las ciudades siguieron su decadencia. Se mantuvieron únicamente como centros del poder político (conde) y religioso (obispo). La única ciudad de relevancia que crearon los visigodos fue Recópolis (Guadalajara). Todo ello trajo consigo la disminución de la artesanía y el comercio, y con ello de la moneda, derivando hacia una economía de subsistencias de tipo feudal. Se reforzaron las relaciones de tipo personal, a la que ya existía desde el mundo romano (patrocinio) se añadió la costumbre germánica del juramento de fidelidad del guerrero a su jefe (comitatus).

6.3. El fin de la Hispania visigoda

La constante inestabilidad provocó una creciente desafección de la población, que no opuso apenas resistencia a la invasión musulmana, harta de guerras y de la fuerte presión fiscal necesaria para financiarlas. A la muerte del rey Witiza, fue elegido Rodrigo. Sin embargo, los hijos de Witiza no aceptaron al nuevo rey, y para derrocarle pidieron ayuda a los musulmanes del norte de África. En el 711, las tropas islámicas derrotaron a Rodrigo y, ante la escasa resistencia, decidieron conquistar la Península. En cuanto a la cultura visigoda, estuvo marcada por la influencia romana y cristiana. El latín se mantuvo como la lengua culta y de producción literaria, que se centró en las sedes episcopales. Los judíos quedaron discriminados y sufrieron numerosas disposiciones represivas durante todo el periodo visigodo.

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