Transformaciones sociales en España durante el siglo XIX

Transformaciones sociales en la España del siglo XIX

Crecimiento demográfico

En el siglo XIX, se produjo un fuerte aumento demográfico en toda Europa. La población española creció un 80% en este periodo. Sin embargo, este crecimiento fue moderado debido a la elevada mortalidad, que en 1900 era del 27%. Las razones de esta alta mortalidad eran las pésimas condiciones sanitarias, la persistencia de las hambrunas, la elevada mortalidad infantil y las epidemias como la fiebre amarilla o el cólera. La natalidad se mantuvo alta durante todo el siglo, pero la tasa de crecimiento vegetativo era muy baja. Todo ello definía un modelo demográfico típico del Antiguo Régimen que empezó a cambiar tras la epidemia del cólera de 1885.

Movimientos migratorios

La población española también se vio afectada por los movimientos migratorios. Las regiones con más emigrantes fueron Galicia, Canarias, Andalucía y la Comunidad Valenciana. Entre los principales destinos se encontraron Argentina, Brasil, México y Venezuela.

Respecto a las migraciones internas, el éxodo rural se aceleró en la segunda mitad del siglo XIX. Los campesinos se trasladaron a localidades mayores, fundamentalmente mediterráneas. España era un país rural, excepto Cataluña, donde la industrialización había permitido una concentración urbana.

De la sociedad estamental a la sociedad de clases

En el siglo XIX, la sociedad estamental dio paso a una sociedad de clases, en la que la jerarquía social se organizaba en torno a la riqueza. En la cima estaban las clases altas, una alianza entre la vieja nobleza y la nueva burguesía enriquecida. Por debajo se encontraban las clases medias y una gran masa con poder económico reducido.

La vieja nobleza mantuvo su patrimonio con la compra de bienes desamortizados. Dentro de la burguesía se incluían los banqueros, industriales, comerciantes importantes, grandes terratenientes o altos cargos del Estado. Había una burguesía dedicada a la industria en Barcelona y otra que invertía en comercio y finanzas en Madrid.

Por debajo de estas clases se encontraban las clases medias o clases productivas. Dentro de ella se encontraban una clase media rural y una clase media urbana de funcionarios que constituyeron un grupo muy influyente durante el siglo XIX.

Las clases populares constituían el resto de la población: campesinado y clases bajas urbanas. La mayor parte de la población vivía en el medio rural. Hubo pocos cambios en sus condiciones de vida; se dedicaban al sector servicios, pero también sobrevivió un importante número de artesanos.

Las clases excluidas conformaban un variado mosaico cuyo elemento común era que no formaban parte del sistema productivo; vivían de la caridad y delinquían o mendigaban. Entre ellos se hallaban los mendigos o pobres de solemnidad (incluidas viudas y personas homosexuales). Otra categoría la formaban los vagos, vagabundos o maleantes.

Génesis y desarrollo del movimiento obrero en España

El movimiento obrero pasó por dos etapas: hasta 1868 se desarrolló en pocas zonas, en gran medida por la escasa industrialización del país, y a partir de ese año, se iniciaría la agitación social bajo la influencia del anarquismo y el socialismo. Las condiciones de trabajo eran muy duras: jornadas de hasta 24 horas, con una media de 12 a 14 horas, que se vieron reducidas a 10 horas, o deficiente alimentación. Las primeras asociaciones obreras surgieron en Cataluña. Pero el primer episodio sucedió en Alcoy (Alicante) en 1821 con la destrucción de máquinas de hilar. Este tipo de acciones de carácter ludita volvieron a suceder en Barcelona en 1835 cuando obreros asaltaron la fábrica textil de los hermanos Bonaplata.

La lucha contra el maquinismo fue la causa de la primera huelga de la historia de España. El primer congreso obrero español tuvo lugar en Barcelona en junio de 1870, donde se constituyó la Federación Regional Española (FRE) dentro de la AIT (Asociación Internacional de Trabajadores), de tendencias bakuninistas.

Durante la Restauración, junto al anarquismo se desarrollaron las organizaciones obreras socialistas. En 1887, la Ley de Asociaciones del gobierno de Sagasta reconoció la libertad sindical y este fue el origen del PSOE, fundado en 1879 en Madrid por Pablo Iglesias, y la UGT en 1888.

Mayor importancia tuvo la difusión del ideario anarquista, con dos ámbitos geográficos principales, Cataluña y Andalucía, y diversas corrientes como: la corriente anarcosindicalista, el anarquismo puro que defendía la propaganda por el hecho, es decir, la violencia terrorista, y la corriente anarcocomunista o comunismo libertario, inspirada en Kropotkin y que era partidaria de la propiedad social de los medios de producción, así como de la libertad e igualdad.

La tercera vía fue la del sindicalismo católico. Pretendían paliar las duras condiciones de trabajo mediante la relación paternalista del patrono que protegía a sus obreros. Fue el padre Vicent el fundador de los primeros sindicatos católicos, los Círculos de Obreros Católicos.

Durante todo el siglo XIX hubo conflictos que reivindicaban derechos como el de asociación, expresión, huelga o seguridad social. El de asociación fue reconocido en 1887, pero los demás se harían realidad en la primera década del siglo XX. Hasta 1900, parte de las acciones sindicales estaban penalizadas como delito y fueron duramente reprimidas.

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