El Reinado de Isabel II: Oposición, Liberalismo, Carlismo y Guerra Civil. Cuestión Foral
Fernando VII publicó la Pragmática Sanción asegurando el trono a su hija Isabel II. Carlos María Isidro no aceptó esto, por lo que inició una guerra civil entre sus partidarios, carlistas, y aquellos que apoyaban a Isabel, isabelinos. Además de tratarse de un conflicto dinástico, también fue ideológico, ya que los carlistas pretendían volver al Antiguo Régimen, la sociedad estamental y el poder de la Iglesia. Además de la defensa de los fueros, reivindicaron el mantenimiento de los fueros del País Vasco y Navarra, perdidos tras el Decreto de Nueva Planta.
El bando carlista estaba apoyado por:
- Pequeño campesinado y propietarios
- Baja nobleza del norte
- Sectores más conservadores de la Iglesia
- Gremios y áreas rurales del norte y zona del Maestrazgo
El bando isabelino contaba con:
- Grandes ciudades
- Burguesía
- Altas jerarquías eclesiásticas
- Alta nobleza
- Mayor parte del ejército
Se vivieron tres guerras carlistas:
1ª Guerra Carlista (1833-1840)
La más importante y extensa. Estalló a la muerte de Fernando VII, cuando los carlistas proclamaron rey a Carlos V y tomaron el control del País Vasco, Navarra y más tarde, el general Zumalacárregui sitió Bilbao. Obtuvieron ayuda internacional: Santa Sede, Austria, Cerdeña y Sicilia. En 1837, Espartero rompe el sitio de Bilbao y el bajo Aragón, que fue dominado por los carlistas. Los absolutistas terminaron por dividirse en intransigentes y moderados, encabezados por Maroto. Este acabará negociando con Espartero y firman la paz en el Convenio de Vergara (agosto 1839), en el que se establece la legitimidad de Isabel II como reina.
2ª Guerra Carlista (1847-1849)
Tiene su comienzo en la década moderada y estará más concentrada en la zona catalana, aunque hubo otros episodios en el País Vasco y Navarra. Tras la muerte de Carlos V, el pretendiente es Carlos VI y tras la muerte de este último, su hermano pequeño Juan, pero se le obliga a abdicar y los derechos recaen en Carlos VII.
3ª Guerra Carlista (1872-1876)
Se inicia una vez destronada Isabel II, en el Sexenio Revolucionario, en la zona de Navarra y con la llegada de un nuevo rey, Amadeo I de Saboya. El carlismo queda dividido en dos vías: la electoral (Nocedal) y la militar (Carlos VII). Además, había otro postulante, Carlos VII, lo que generó un conflicto bélico que terminaría con la derrota definitiva del carlismo en la Batalla de Oroquieta (Serrano). Carlos VII y Amadeo I firman el Convenio de Amorebieta el 24 de mayo de 1876.
Isabel II: El Reinado Efectivo
Isabel II llegó al poder de la mano de los moderados y de Narváez como presidente del gobierno tras el pronunciamiento contra Espartero. Se pueden distinguir tres fases:
Década Moderada (1845-1854)
El absolutismo comienza a desaparecer. Narváez busca un Estado liberal, conservador y centralista, apoyándose en la burguesía conservadora agraria. Para ello, decide una nueva Constitución más moderada: la Constitución de 1845. Así, sustituyó la soberanía nacional por la compartida (rey-cortes). Además, la Corona aumentó sus poderes, se recortaron derechos individuales y se dio más importancia al poder de la Iglesia. Las Cortes siguieron siendo bicamerales, aunque se restringió el sufragio (1%). Se dio también más importancia al Senado, se suprimió la Milicia Nacional y el juicio por jurado.
El conservadurismo queda representado en el Concordato con la Santa Sede en 1851, en el que se establece la relación con el Senado y se paralizan las desamortizaciones, devuelven a la Iglesia poder y establecen un Estado confesional católico. Esta década se caracteriza por la gran mejora económica gracias a reformas político-administrativas como la formación de un sistema jurídico autoritario. Alejandro Mon reformó el sistema tributario, la administración pública y local. También se llevaron a cabo reformas fiscales (Ley de Mon-Santillán), se creó la Guardia Civil y el Banco de España.
En 1852, llega al poder el nuevo presidente Bravo Murillo, que intentó llevar a cabo una reforma de la Constitución, pero la población se revela y se produce un pronunciamiento dirigido por O’Donnell en Vicálvaro. Días después se presenta el Manifiesto de Manzanares, con el que se pretende reformar la ley electoral, reducir impuestos y restaurar la Milicia Nacional. Esto provoca una gran movilización popular e Isabel II se ve obligada a recurrir a Espartero.
Bienio Progresista (1854-1856)
Durante el gobierno progresista, Espartero aprobó la nueva Ley de Desamortización, elaborada por Madoz, que completó la de Mendizábal. Esta afectó a los bienes civiles, órdenes militares y ayuntamientos, y tenía el objeto de recaudar recursos para la hacienda e impulsar la modernización. Además, impulsó la construcción de la vía férrea. Este periodo se caracterizó por la inestabilidad y la crisis, debido a la crisis de subsistencia, la conflictividad social y las huelgas obreras en Cataluña, que redujeron el consumo y la jornada laboral, abolieron las quintas y lograron mejoras salariales. También hubo levantamientos campesinos que dieron lugar a motines e incendios en fincas.
Gobiernos de la Unión Liberal (1856-1868)
Hasta 1868 se alternan en el poder moderados (Narváez) y unionistas (O’Donnell), quedando fuera progresistas y grupos de izquierdas. Durante el gobierno unionista (1856-1863), se vive cierta estabilidad y destacó la política exterior de O’Donnell, que pretende devolver a España su hegemonía. Sin embargo, las intervenciones en Marruecos, México y las expediciones a la Conchinchina derivaron en graves pérdidas económicas y humanas, que acabarían en una crisis de gobierno. Finalmente, en 1863 O’Donnell dimite y llega Narváez. Su gobierno es autoritario, ya que actuaba al margen de los partidos políticos y de las Cortes, y llevó a cabo una dura represión contra los unionistas.
En 1866, unionistas y progresistas firman el Pacto de Ostende, con el fin de aunar fuerzas y derrotar a Isabel II para instaurar un nuevo sistema político. El fin del reinado de Isabel II se debió en gran medida al deterioro político por la crisis económica (especulación con el ferrocarril), agrícola, industrial y financiera, y la subida de precios. En 1866, los sargentos del cuartel de San Gil se sublevan con el apoyo de demócratas y progresistas. El 18 de septiembre de 1868 se produce un golpe de Estado. Los revolucionarios vencen a los liberales en la Batalla de Alcolea y obligan a Isabel II a exiliarse a Francia.