El ocaso del franquismo: Desarrollo y Transición
De la dictadura de la victoria a la del desarrollo
La dictadura de la victoria se convirtió en la dictadura del desarrollo. Los tecnócratas del Opus Dei reforzaron sus posiciones con los cambios de gobierno que Franco efectuó; no obstante, nunca consiguieron todo el poder. Se propusieron adaptar el régimen a las nuevas realidades internas e internacionales. La modernización de la administración, la definitiva institucionalización del régimen y la cuestión sucesoria eran los pilares básicos de su proyecto.
Reforma administrativa
Pusieron en marcha la reforma de la administración pública, concebida como una reforma técnica con dos objetivos: introducir garantías en los derechos de los administrados y lograr eficacia y racionalidad en el funcionamiento del Estado. La reforma tecnocrática se concretó en la aprobación de varias leyes, la creación de nuevos ministerios y el establecimiento de secretarías generales técnicas en todos ellos.
Institucionalización del régimen
El gobierno consiguió que Franco aceptara completar el proceso de institucionalización del régimen mediante la Ley Orgánica del Estado (1967). Pensada para asegurar la continuidad del régimen, separó los cargos de jefe de Estado y presidente del gobierno, asentó la institución monárquica, creó los procuradores familiares y abrió la posibilidad de crear asociaciones políticas.
Sucesión de Franco
Los tecnócratas lograron que Franco solucionara el problema de su sucesión como jefe del Estado. El 22 de julio de 1969, las Cortes aprobaron la propuesta de Franco de que su sucesor a título de rey fuera Juan Carlos, quien juró lealtad a Franco y fidelidad a su régimen.
Conflictos internos y aperturismo
Los tecnócratas se enfrentaron en el interior de las instituciones franquistas con algunos falangistas. Los llamados aperturistas intentaron la regulación de las asociaciones políticas y lograron que se aprobara la Ley de Prensa e Imprenta. Las tensiones entre falangistas y tecnócratas estallaron a raíz del asunto Matesa (1969).
Gobiernos de Carrero Blanco y Arias Navarro
Franco nombró un nuevo gobierno con Carrero Blanco como vicepresidente, con predominio de tecnócratas (un gobierno monocolor). El gobierno cosechó algunos éxitos (Ley General de Educación), pero mantuvo un inmovilismo político y frenó los pequeños avances aperturistas. En junio de 1973, Franco renunció por primera vez a sus funciones de jefe de gobierno y nombró a Carrero Blanco, quien formó un nuevo ejecutivo con distintas tendencias representadas. El 20 de diciembre de 1973, Carrero Blanco fue asesinado en Madrid por un comando de ETA. Inmediatamente después, Carlos Arias Navarro fue nombrado por Franco. Su gobierno incluyó miembros de distintas tendencias del franquismo, sin presencia de tecnócratas. Arias Navarro presentó un programa de signo aperturista, pero el gobierno pronto inició el camino hacia posiciones inmovilistas, respondiendo a la presión de la oposición y a la intensa actividad terrorista con una fuerte represión.
La oposición durante el franquismo
A finales de los cincuenta, la vieja oposición desde fuera de España había perdido influencia, mientras que la que operaba dentro del país comenzaba a ganarla. La oposición se articuló en torno a diversas organizaciones (demócristianos, socialdemócratas, republicanos, PSOE, Partido Socialista del Interior y el Partido Comunista). La reunión de Munich de 1962 fue un acto político de la oposición moderada de esos años. El régimen reaccionó con una desproporcionada campaña de prensa y prácticas represarias. Desde los años 60, el régimen soportó una creciente oposición en el seno de la Iglesia.
Política exterior y económica
En cuanto a la política exterior, los objetivos fueron el acercamiento a la Europa Comunitaria, el mantenimiento de una estrecha relación con los Estados Unidos y la recuperación de Gibraltar. En el ámbito económico, la economía española sufría enormes desequilibrios internos y externos. El gobierno formado en febrero de 1957 apostó por una política liberalizadora. El proyecto tecnocrático consistía en modernizar económica y socialmente el país sin alterar en lo esencial las estructuras autoritarias del régimen. Para estabilizar la economía, se crearon planes de estabilización, lo que produjo una fuerte recesión, aunque en 1961 la economía española estaba ya relanzada. España recibió un considerable volumen de divisas a través del turismo, los emigrantes y el capital extranjero. Los objetivos desarrollistas se intentaron alcanzar con tres planes de desarrollo. En 1975, España se había convertido en un país industrializado.
Desarrollo económico y cambio social
El enorme desarrollo económico y los progresos en la política social modificaron la vida cotidiana: aumentó el nivel de vida, creció el consumo y el bienestar, y se produjeron reformas educativas y sociales como la Ley de Bases de la Seguridad Social (1963) o la Ley General de Educación (1970). Estas leyes establecieron pautas cada vez más secularizadas que erosionaron el modelo socio-religioso del nacionalcatolicismo y el tipo patriarcal de familia. El enriquecimiento fue acompañado de una fuerte diferencia social, con una clara tendencia hacia la concentración de la renta y la pobreza entre las clases sociales.
La sociedad española bajo el franquismo
La sociedad española estuvo sometida durante las dos primeras décadas del franquismo a un sistemático plan de amordazamiento político e ideológico, convirtiendo a la población en una mayoría indiferente. La larga duración de la dictadura consiguió inculcar los valores de orden, tradición y autoridad. La extensión de la disidencia política fue en aumento en los años 60, principalmente entre habitantes de núcleos urbanos que defendían valores democráticos. La difusión de los valores democráticos entre obreros, asalariados y estudiantes favoreció el compromiso de una parte de los mismos con la creciente movilización social que se estaba produciendo en España. La movilización social se manifestó en tres frentes: el laboral, el universitario y el urbano.
Conclusión: hacia la transición
La segunda etapa del franquismo se caracterizó por el intento de adecuar el régimen para su ingreso en la ONU y para su relación con otras potencias. Franco y los gobernantes de la época presentaron a España ante las potencias como un país en vías de desarrollo y no autoritario, lo cual era falso. Esta época se caracterizó por el engaño y la corrupción de los políticos del momento. También comienzan las primeras protestas de la población contra el régimen y se crea una serie de partidos de oposición al franquismo. Por último, con la muerte de Franco, la crisis que arrastraba el régimen se convirtió en el surgimiento de la nueva España democrática.