La España del Siglo XIX: De la Revolución Gloriosa a la Crisis del 98

Revolución Gloriosa (1868) y el Gobierno Provisional

El 18 de septiembre de 1868, los militares Topete, Prim y Serrano se pronunciaron a favor de un nuevo gobierno que impusiera moralidad y una buena administración económica, logrando el apoyo de la población. El General Serrano derrotó al general monárquico Pavía en la Batalla de Alcolea, y fue nombrado Presidente de un gobierno provisional formado por unionistas, progresistas y demócratas.

Al año siguiente se promulgó la Constitución de 1869, la primera constitución democrática, que establecía la monarquía constitucional, la libertad de cultos y derechos fundamentales del ciudadano como los de reunión, asociación y prensa. Tras aprobarse la Constitución, se formó un nuevo gobierno con el General Prim como presidente.

Reinado de Amadeo I (1870-1873)

Al ser España un régimen monárquico sin rey, se decidió buscar un candidato perteneciente a una Casa Real que aceptara ser Rey. El 30 de diciembre de 1870 llega a España Amadeo de Saboya, hijo del rey de Italia, que acepta el trono que le ofrece el General Prim. Sin embargo, Prim es asesinado en Madrid y Amadeo se queda sin su principal apoyo.

La coalición de unionistas, progresistas y demócratas, presididos ahora por Serrano, se resquebraja y vuelve la inestabilidad política. Se agravan los problemas como el carlismo, la guerra de Cuba (iniciada en 1868 por la independencia de la isla), el auge de los republicanos que buscan el paso de una monarquía a una república, y las primeras luchas obreras en las zonas industrializadas.

En febrero de 1873, Amadeo decide abdicar y marcharse de España.

Primera República (1873-1874)

El 11 de febrero de 1873 las Cortes proclaman la I República, que trajo importantes avances sociales como la reducción de la jornada laboral, el establecimiento de un salario mínimo y la prohibición del trabajo infantil.

Hasta cuatro presidentes se sucederán en menos de un año: Figueras, Pi i Margall, Salmerón y Castelar, en un contexto de lucha entre los federalistas y los cantonalistas. Estos últimos se sublevaron contra el gobierno central y proclamaron cantones en distintas ciudades y comarcas. El Cantón de Cartagena fue un símbolo de este movimiento, ofreciendo una férrea resistencia.

El 4 de enero de 1874, el General Pavía da un golpe de Estado que pone fin a la República y disuelve las Cortes. Asume el poder el General Serrano, que centra sus esfuerzos en combatir la guerra carlista. La dictadura de Serrano fue un paso previo a la restauración de los Borbones.

La Restauración Borbónica (1874-1931)

Los conservadores y su líder, Antonio Cánovas del Castillo, fortalecieron políticamente la causa de Alfonso de Borbón, hijo de la destronada Isabel II. Con el Manifiesto de Sandhurst, se inicia el camino para la vuelta de la monarquía a España.

El 29 de diciembre de 1874, el General Martínez Campos se adelanta a Cánovas en su transición política y proclama rey a Alfonso XII mediante un pronunciamiento militar en Sagunto.

Reinado de Alfonso XII (1874-1885)

Alfonso XII pone en marcha el sistema político de la Restauración. El rey ratifica a Cánovas como presidente del Gobierno. Se busca pacificar el país, poniendo fin a la guerra carlista y la guerra de Cuba. Se redacta la Constitución de 1876, que reconoce la soberanía compartida entre el rey y las Cortes, la división entre Congreso y Senado, y la confesionalidad católica del Estado Español (la libertad de cultos solo se permitía en el ámbito privado).

El rey desempeña un papel esencial en la vida política, controlando los cambios de gobierno. Para que la alternancia entre partidos fuera posible se recurría al fraude electoral.

Regencia de María Cristina (1885-1902)

La muerte prematura del rey Alfonso XII dio inicio a la regencia de María Cristina, que estaba embarazada del futuro Alfonso XIII en el momento de fallecer su marido. Tuvo que ejercer como regente entre 1885 y 1902, con un gran desconocimiento de cómo funcionaba la vida política.

Cánovas y Sagasta acordaron el futuro político del país, estableciendo el sistema de turnos pacíficos en el poder. Cánovas dimite y propone a la regente que el turno lo tomen los liberales presididos por Sagasta. El nuevo gobierno liberal impulsará reformas democráticas, como la Ley Electoral de 1890, que restablecía el sufragio universal masculino.

Surgieron grupos de oposición: los derrotados carlistas, los grupos republicanos, que se sublevaron organizando desde el exilio una conspiración militar que fue rápidamente sofocada; grupos anarquistas, que inicialmente buscaban actuar dentro de la legalidad hasta que una minoría violenta recurrió a atentados, bombas y asesinatos. En 1897, Cánovas fue asesinado por un anarquista. También surgieron nuevos partidos como el PSOE en 1879 y partidos regionales (catalanes, gallegos o vascos).

Guerra de Cuba y Filipinas (1895-1898)

En 1868, los autonomistas cubanos se sublevan dando comienzo a la Guerra de los Diez Años. En 1878, el General Martínez Campos firma la Paz de Zanjón, por la que indulta a los rebeldes y acuerda cierta autonomía para Cuba. Sin embargo, cuando el Gobierno presentó un estatuto de autonomía a las Cortes, estas lo rechazaron.

Los exiliados cubanos fundaron el Partido Revolucionario Cubano en 1895, liderados por José Martí. La situación de represión en las colonias españolas fue utilizada por los Estados Unidos y su presidente McKinley para conseguir la cesión de las mismas. España no aceptó las exigencias de EEUU e impulsó una política de apaciguamiento en las colonias, que consistió en destituir al General Weyler de la Capitanía General, declarar una amnistía para los presos políticos y publicar un decreto de autonomía.

En 1898, el acorazado Maine se hundió en el puerto de La Habana por una explosión. Los norteamericanos culparon a los españoles, declarándose la guerra. Tras las derrotas españolas en Cavite, las Lomas de San Juan y Santiago de Cuba, se firma la Paz de París de 1898 que certifica la pérdida de todos los territorios españoles en las Antillas y en el Pacífico. España había perdido definitivamente todo su imperio colonial.

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