El Crack de Wall Street y el Ascenso de Hitler

El Crack de Wall Street (24 de octubre de 1929).

Causas.

1. Superproducción. Finalizada la Primera Guerra Mundial, los países implicados volvieron a su producción habitual, así que países como EE. UU., que los habían sustituido en el mercado internacional, comenzaron a generar excedentes. Debido a la superproducción y a la bajada de los precios, el paro creció, sobre todo en sectores como el agrícola y la industria tradicional (textil, carbón…). La creciente tasa de paro y los bajos salarios limitaron la demanda.

2. Prosperidad relativa. A partir de 1924, en Europa se entró en una fase de expansión económica que se mantuvo hasta 1929, creando un clima de euforia y confianza en el sistema capitalista. La prosperidad se notó en primer lugar en EE. UU., donde circulaba mucho dinero gracias al retorno de los créditos europeos (Plan Dawes). Esto ayudó a extender el consumo individual, facilitado también por la concesión de créditos, la venta a plazos y la publicidad. Se potenció así la llamada «sociedad de consumo», que se convirtió en un símbolo de felicidad y bienestar. El modelo de vida americano, entendido como sinónimo de progreso, se quiso imitar en el resto del mundo.

3. Especulación financiera y bursátil. Hacia 1928, las posibilidades de invertir en una actividad productiva rentable eran escasas (superproducción, falta de mercados…), por lo que los inversores derivaron sus inversiones hacia la especulación bursátil. Los bancos habían concedido muchos créditos a particulares y empresas, pero muchas de estas utilizaron ese dinero para falsear sus cuentas y así aparentar que obtenían beneficios. Todo este capital flotante no invertido provocó un aumento de interés y la ruina de muchas empresas que no pudieron ni podrían devolver los créditos. El alza de las acciones no respondía a la realidad económica del país.

Suceso.

Ante las primeras señales de retroceso en los valores de bolsa, los bancos exigieron la devolución de los préstamos y créditos: muchas empresas sacaron a la venta sus acciones y, ante una demanda insignificante, la cotización de las acciones comenzó a descender en picado. El 24 de octubre de 1929 (jueves negro), las acciones continuaban su descenso; una ola de pánico invadió a los inversores, la cual se tradujo en una venta masiva de acciones, provocando el hundimiento del valor de las empresas y la ruina de los inversores.

Consecuencias.

1. Consecuencias económicas. En EE. UU. se redujeron sus importaciones, lo que llevó a los países que le suministraban materias primas, en especial los países latinoamericanos, a un problema por falta de recursos. La banca estadounidense empezó a repartir los capitales prestados durante el Plan Dawes. Esto hizo que la crisis se difundiera por Europa, en particular por Alemania y Austria.

2. Consecuencias políticas. La insolidaridad internacional y la crisis económica provocaron la pérdida de confianza de la población en la democracia y los partidos tradicionales, a los que consideraban responsables de la situación. Los obreros y campesinos, que sufrían gravemente los efectos de la crisis, aumentaron su apoyo a partidos comunistas. Las clases medias y la burguesía comenzaron a apoyar los partidos de extrema derecha. En casi todos los países se desarrollaron partidos de tipo fascista, que tuvieron mayor o menor éxito según los casos.

Ascenso al poder de Adolf Hitler (1919-1933).

Situación política.

El partido más importante era el Partido Socialdemócrata, que tenía la mayoría en el Parlamento y controlaba el gobierno. Pero la nueva democracia contó con la oposición de los grupos políticos más extremos. 1. Los grupos de extrema izquierda pensaban que el nuevo régimen era muy moderado. Así, en 1919, los huelguistas intentaron tomar el poder por la fuerza. La insurrección provocó una gran violencia y el gobierno se hizo con la situación tras un baño de sangre. 2. Los grupos más conservadores opinaban que el nuevo régimen no era legítimo, ya que había traicionado a Alemania al aceptar el Tratado de Versalles. En 1920, Hitler creó el Partido Nacionalista (NSDAP), al que se le empezaron a afiliar algunos de estos descontentos. En 1923, Hitler intentó hacerse con el poder por la fuerza y dio un golpe de estado (putsch de Múnich), pero fracasó.

Situación económica.

Para hacer frente al pago de las reparaciones de guerra, el gobierno tuvo que imprimir una cantidad de billetes, lo que produjo una hiperinflación. A partir de 1924, un nuevo gobierno logró enderezar la situación económica. El mariscal Hindenburg fue elegido presidente de la república. Pero Alemania fue uno de los países más afectados por el Crack de 1929. Gran parte de la mejora económica alemana se explicaba por la gran cantidad de capitales estadounidenses que se habían invertido en el país. Cuando la crisis estalló en EE. UU., las empresas americanas retiraron sus inversiones, lo que provocó el cierre de muchas empresas en Alemania, y con ello, el aumento del paro. Como resultado, en 1932 había 6 millones de parados en Alemania. Casi la mitad de la población activa estaba parada en esa época.

Apoyos sociales.

La crisis económica incrementó el descontento y la tensión social. Como el paro afectó, sobre todo, a los obreros y las clases medias, muchas de estas personas dejaron de apoyar al gobierno y comenzaron a votar opciones extremistas. Así, tanto el Partido Comunista como el Partido Nacionalista aumentaron enormemente el número de votos.

Apoyos políticos. Ante el temor de que se produjera una revolución obrera, los industriales y financieros decidieron apoyar económicamente al partido nazi, al que consideraban el único capaz de restablecer el orden y de mantener sus intereses.

Victoria electoral.

En 1932 había elecciones tanto en el Parlamento como en la presidencia de la república. Los comunistas rechazaron aliarse con los socialistas a fin de formar un bloque sólido que se enfrentara al partido nazi. En las elecciones al Parlamento, los comunistas y los nazis fueron las fuerzas más votadas, mientras que los socialistas y los partidos de centro sufrieron un fuerte descalabro. Pero ningún partido tuvo mayoría absoluta y ninguno podría formar un gobierno en solitario. El mariscal Hindenburg nombró canciller a Hitler en 1933, presionado por los hombres de negocios y los grupos más conservadores.

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