El Sistema Político de la Restauración en España

Manipulación Electoral y el Caciquismo

Para asegurar la eficacia del turno pactado (turnismo) era imprescindible controlar todo el proceso electoral. En primer lugar, se crearon distritos electorales con el tamaño y población adecuados para su control y dominio por parte de las autoridades. En segundo lugar, el ministro de la Gobernación procedía a elaborar las listas de los candidatos que deberían ser elegidos, proceso conocido como «encasillados», al tiempo que se aseguraba al partido de la oposición una representación importante. El ministro transmitía la lista de los candidatos «ministeriales» o «disponibles» a los gobernadores civiles y estos a los alcaldes de las distintas circunscripciones. A veces, los candidatos eran impuestos por las autoridades locales y recibían el nombre de candidatos «propios».

Por último, se celebraban las elecciones. Unas elecciones amañadas en las que era imprescindible acomodar los votos a las listas propuestas desde Madrid. Para ello, se recurría a poner en práctica una serie de trampas electorales que se conocen con el nombre de «pucherazo».

El caciquismo tuvo especial implantación en Andalucía, en donde se desarrolló con mayor violencia que en el resto de España, dada la gran proporción de analfabetos, el rígido control del mercado de trabajo por los terratenientes y la influencia de los caciques en los ayuntamientos. Por el partido conservador destacaron el antequerano Romero Robledo y Pérez de Ayala; por el partido liberal los duques de Alba y Veragua y el conde de Fernán Núñez.

Consecuencias

El sistema político de la Restauración sufrió un duro varapalo con la desaparición de sus dos líderes carismáticos. El sistema mismo parecía agotado y criticado desde una óptica cultural y política, por eso, se hacía imprescindible la modernización y renovación de la política española. Surge entonces un movimiento conocido como regeneracionismo.

Los gobiernos conservadores y liberales aceptaron en parte estos presupuestos regeneracionistas e iniciaron una renovación del sistema con tímidas reformas que apenas tuvieron incidencia en la vida política del país. El turno de partidos y las viejas prácticas políticas se amoldaron al proceso renovador, pero el sistema de la Restauración había recibido un duro golpe y aún debía aguantar otras.

Una profunda crisis: Semana Trágica de Barcelona en 1909, el auge de los nacionalismos, la crisis política y social de 1917, el grave problema de Marruecos con el desastre de Annual en 1921, etc. Solo quedaban dos opciones para salir adelante: la verdadera democratización del sistema político o el establecimiento de un régimen autoritario a ejemplo de los surgidos por estos años en Europa. En 1923 se aclaraba el dilema: el golpe militar del general Primo de Rivera ponía fin a la Restauración y a su sistema político.

El Reinado de Alfonso XII y la Regencia de María Cristina

La Restauración se divide en dos periodos: el reinado de Alfonso XII y la regencia de su esposa, María Cristina, que comenzó tras la muerte del monarca (1885) y terminó con la mayoría de edad del heredero Alfonso XIII. En el periodo que va de 1876 a 1899, se celebraron diez elecciones, de las cuales seis fueron ganadas por los conservadores y cuatro por los liberales.

El partido conservador estuvo en el poder durante los primeros años del reinado de Alfonso XII (1875-1881). Durante ese tiempo aprobó una serie de leyes de carácter conservador y de restricción de las libertades:

  • Ley Electoral (1876) que restablecía, después de la Constitución de 1869, el sufragio censitario.
  • Ley de control de los ayuntamientos (1876).
  • Reforma del régimen foral vasco (1876) por el de conciertos económicos.
  • Ley de Imprenta (1879), que consideraba como delito cualquier crítica a la monarquía o al sistema político de la Restauración.

En 1881, el recién creado Partido Liberal accedió por primera vez al poder, aunque su ideario político no fue aplicado en estos primeros años de gobierno, excepto la anulación de algunas medidas que recortaban la libertad de expresión y de cátedra y la permisividad de los partidos de la oposición, aunque no se atrevió a instaurar el sufragio universal.

En noviembre de 1885 muere el monarca Alfonso XII, cuando la reina aún no había dado a luz al heredero Alfonso XIII, que nacería en mayo de 1886. El llamado Pacto del Pardo, por el que accedían a turnarse en el poder de manera pacífica, a respetar las leyes elaboradas por cada partido y a apoyar a la reina regente. Cánovas cedió el poder a Sagasta que, durante el llamado gobierno largo o parlamento largo (1885-1890), llevó a cabo una serie de reformas de carácter liberal.

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