El Reinado de Felipe IV y la Crisis de la Monarquía Hispánica

Felipe IV y el Conde Duque de Olivares: Los Primeros Años

En 1621, Felipe IV fue proclamado rey a la muerte de su padre. El nuevo monarca entregó desde el principio la dirección del gobierno al Conde Duque de Olivares. A diferencia de Lerma, Olivares quería el poder para gobernar. Su programa político era simple y nada novedoso: mantener la herencia dinástica y la recuperación de la monarquía. Su reforma más importante fue el proyecto de la Unión de Armas, que pretendía obligar a todos los reinos a contribuir a la defensa de la monarquía. La idea tuvo consigo una fuerte resistencia de los reinos, los cuales alegaban que sus fueros impedían el envío de soldados fuera del territorio.

La Primera Etapa de la Guerra de los 30 Años

La entrada de la Corona Española en apoyo de Austria en la guerra contra los protestantes había disparado la alarma en Europa. A los pocos días de convertirse en rey, Felipe IV concluía la Tregua de los Doce Años y ni españoles ni holandeses querían renovarla. Poco después, Dinamarca e Inglaterra entraban en la guerra al lado de los protestantes. Durante los primeros años de la guerra, los Habsburgo llevaron la iniciativa. Entre 1625 y 1626, las fuerzas de Felipe IV consiguieron una serie de victorias. La guerra cambió de rumbo debido a la falta de plata. En 1628, se produjo la captura de la flota de la plata por la armada holandesa. Era la primera vez que ocurría y el impacto fue tremendo debido a que los holandeses la aprovecharon para contraatacar en Flandes. En 1629, estalló un nuevo conflicto, la Guerra de Mantua, entre Francia y España. El fracaso de los Tercios condujo a la firma de la paz y a una retirada humillante para la Corona Española. Después, entró Suecia en la guerra a favor de los protestantes. El ejército católico derrotó a los suecos, pero esta victoria decidió la entrada de Francia en la guerra en 1635. Francia no estaba dispuesta a permitir que los españoles bordearan la frontera francesa. Pronto la guerra dio un giro contra España. Tuvo lugar la decisiva derrota naval de las Dunas, cuando la armada española fue destrozada por los holandeses.

La Crisis de 1640

Se produce la quiebra de la monarquía con las rebeliones de Cataluña y Portugal. El descontento fue creciendo en todos los sectores sociales y la aristocracia. Olivares optó por abandonar la corte. El enfrentamiento fue especialmente grave en Cataluña, donde estallaron motines entre los campesinos. Allí, una Junta sustituyó a las Cortes. Más tarde, y ante el avance del ejército castellano, los rebeldes optaron por aceptar la soberanía de Francia. Mientras, estallaba el levantamiento en Portugal. Los portugueses llevaban muchos años soportando la invasión holandesa en sus colonias sin que hubiera ayuda alguna por parte castellana. No veían ventaja alguna en continuar bajo la soberanía de los Habsburgo.

La Caída de Olivares y la Derrota de los Habsburgo: La Paz de Westfalia

Las derrotas en Cataluña y en Europa hicieron decidir al rey que Olivares abandonara la corte. Aunque se apoyó en un nuevo valido, Luis de Haro, en adelante Felipe IV llevó personalmente la acción de gobierno. Pero el cambio no modificó el curso de la guerra. Después, se producía la derrota de Rocroi, frente a las tropas holandesas y francesas. A lo largo de los años siguientes, los ejércitos hispanos y austriacos recibieron derrota tras derrota. En 1648, los países en guerra acordaron un alto al fuego que acabó en el Congreso de la Paz de Westfalia. Y en el acuerdo firmado con los holandeses, Felipe IV reconocía la independencia de las Provincias Unidas.

Los Últimos Años del Reinado de Felipe IV

En 1652, las tropas castellanas entraron en Barcelona. La actitud de Felipe IV de evitar represalias y de respetar los fueros facilitó la paz. La guerra con Francia y Portugal continuaba, al exigir a Inglaterra la apertura de las colonias de América al libre comercio. Sin previa declaración de guerra, la armada inglesa atacó los puertos del Caribe y se apoderaron de Jamaica. Después, los franceses y los ingleses coordinaron sus operaciones. Felipe IV, sin recursos y con los reinos agotados, optó por la negociación. La Paz de los Pirineos ponía fin a la guerra con Francia, a la que se cedían el Rosellón y Cerdeña, y algunas plazas de los Países Bajos. Felipe IV concentró todo el esfuerzo de la guerra en intentar recuperar Portugal, pero ya era tarde. Se sucedieron nuevas derrotas frente a los portugueses hasta que en 1668, en el reinado de Carlos II, se reconoció la independencia de Portugal. Los gastos de la guerra habían acabado por hundir a los reinos.

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