Historia de España: Desde la Romanización hasta la Guerra de los 30 Años

Historia de España

Romanización de Hispania

La conquista y pacificación del territorio hispano por parte de Roma supuso la explotación de las tierras, la implantación de la forma romana de organización social y la difusión de su religión, cultura y costumbres. Al finalizar la conquista, Augusto dividió Hispania en tres provincias: Bética (capital Córdoba), Tarraconensis (capital Tarraco) y Lusitania (capital Emerita Augusta). Posteriormente, se crearon más provincias. Roma impuso en Hispania sus estructuras económicas (formación de latifundios, propiedad privada de la tierra, uso de la moneda, etc.) y asentó una estructura social basada en la formación de clases según su riqueza. Se introdujeron nuevas técnicas en la actividad agrícola y ganadera (utilización de animales de tiro, barbecho y regadío). La presencia romana también introdujo nuevos elementos culturales, como una lengua común, el latín, y la religión romana.

Al-Andalus (s. VII-XV)

En el año 711, un ejército comandado por Tariq cruzó el Estrecho de Gibraltar, venció al último rey visigodo e inició la conquista de la Península. Entre los años 714 y 756, Al-Andalus fue un emirato dependiente de Damasco. Después, se convirtió en un emirato independiente (756-929) y, más tarde, en el Califato de Córdoba (929-1031), que constituye el período de máximo esplendor andalusí. El califato se fue descomponiendo hasta desaparecer en el año 1031, dividido en más de 25 reinos de taifas. La caída del califato benefició a los reinos cristianos del norte, que conquistaron progresivamente todas las taifas, sobreviviendo solo el Reino de Granada hasta 1492.

Unión dinástica (Reyes Católicos)

El matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón (1469) dio origen a un nuevo ente político: la Monarquía Hispánica. Una unión dinástica de dos coronas, en la que cada reino continuó rigiéndose por sus propias leyes e instituciones. Era un Estado plural (Castilla, Aragón, Cataluña y Valencia) que solo tenía en común la misma monarquía. Las fronteras entre los diferentes territorios obligaban al pago de derechos sobre las mercancías. La diferencia de peso territorial, demográfico y económico a favor de Castilla originó una castellanización creciente. Los Reyes Católicos dedicaron grandes esfuerzos a la política exterior. Los intereses de Castilla se orientaron hacia el Atlántico, y los de Aragón, hacia el Mediterráneo (alianzas con el Imperio Alemán, Inglaterra y Portugal). El poder real también se reforzó en el ámbito local con la generalización de los corregidores, delegados del poder de los monarcas en villas y ciudades, que presidían los ayuntamientos y tenían funciones judiciales y policiales.

Descubrimiento de América

Las crecientes dificultades del Imperio Bizantino, que finalmente caería con la toma de Constantinopla por los turcos en 1453, forzaron a los europeos occidentales a buscar rutas alternativas a Asia. Fruto de estas expediciones fue la conquista castellana de las Islas Canarias (1402, isla de Lanzarote – 1496, Tenerife). A finales del siglo XV, Cristóbal Colón ofreció a los Reyes Católicos el proyecto de llegar a las Indias siguiendo una ruta hacia el oeste. Para poner en práctica su proyecto, Colón partía de la idea de la esfericidad de la Tierra, cuestión controvertida en la época. Finalmente, por las Capitulaciones de Santa Fe, los Reyes Católicos acordaron con Colón el inicio de la expedición.

Carlos I

Cuando murió Isabel I (1504), su hija Juana fue proclamada reina de Castilla, mientras que en Aragón continuó reinando Fernando el Católico. En 1506 murió Felipe, el esposo de la reina, y esta sufrió una afección mental (Juana la Loca). Considerando su incapacidad para gobernar, su padre, Fernando, asumió la regencia de Castilla hasta su muerte (1516). Carlos I, primogénito de Felipe I y Juana, fue proclamado rey. Su herencia era inmensa (reinos hispánicos, Italia, Países Bajos, Imperio de los Habsburgo y posesiones americanas). El nuevo monarca vino acompañado de consejeros flamencos que ocuparon los puestos más importantes en la Corte y la Iglesia. Una vez coronado, Carlos I convocó Cortes para que votaran nuevos impuestos. La reacción fue inmediata en Castilla; las protestas le recordaban al rey su obligación de residir en el reino y de respetar las leyes.

Felipe II

Hijo del emperador Carlos V e Isabel de Portugal. Carlos I había cedido en su abdicación a su hermano Fernando el Imperio Alemán y las posesiones de los Habsburgo en Austria. En adelante, dos ramas de la misma dinastía gobernarían en Madrid y Viena. Después de viajar por Italia y los Países Bajos, Felipe II se asentó en la nueva capital, Madrid, desde donde gobernó con plena dedicación su enorme imperio. A diferencia de lo ocurrido con su padre, Carlos I, con Felipe II el centro de gravedad del Imperio se asentó en la península, especialmente en Castilla.

Época de los validos

La principal innovación en el funcionamiento del sistema político de la monarquía española en el siglo XVII fueron los validos. Los validos eran personajes, miembros de la aristocracia, en quienes el rey depositaba su total confianza. El monarca se desentendía de las tareas de gobierno y el valido tomaba las principales decisiones. El nuevo sistema significó un aumento de la corrupción, lo que provocó críticas generalizadas por parte de los letrados que formaban los Consejos y los miembros de la aristocracia que no gozaban del favor del valido. Valido de Felipe III: Duque de Lerma. Válidos de Felipe IV: Conde-Duque de Olivares. Válidos de Carlos II: Padre Nithard, Francisco de Valenzuela.

Guerra de los 30 Años (1618-1648)

Fue un conflicto de signo religioso que enfrentó a protestantes y católicos, pero también significó una pugna política contra el dominio en Europa de los Habsburgo austriacos y españoles. La Paz de Westfalia de 1648 puso fin a la Guerra de los Treinta Años. Este tratado significó el triunfo de una «Europa horizontal», basada en monarquías independientes y en la búsqueda del equilibrio diplomático y militar, y la derrota de la idea de una «Europa vertical», en la que los reinos estarían subordinados al Emperador y al Papa. Más que eso, la Paz de Westfalia supuso el fin de la hegemonía de los Habsburgo (Austria) en sus dos ramas, la de Madrid y la de Viena, en Europa.

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