La Crisis de la Monarquía Española (1808)
Desprestigio de la Monarquía de Carlos IV
La monarquía de Carlos IV se encontraba en una profunda crisis de desprestigio a principios del siglo XIX. Las causas de esta pérdida de apoyo popular residían en una crisis generalizada del sistema de gobierno.
Desamortización y Conflicto con la Iglesia
La desamortización ordenada por Godoy, ministro principal de Carlos IV, para hacer frente a la crisis financiera generada por las continuas guerras con Francia y el Reino Unido, había enemistado a la Iglesia con el valido.
Subordinación a Francia y la Derrota de Trafalgar
Otro motivo de descontento era la subordinación de la política exterior española a las necesidades de la Francia de Napoleón Bonaparte. Una de las consecuencias más graves de esta sumisión a los intereses franceses fue la derrota de Trafalgar en 1805, que destruyó la flota española y dejó a España vulnerable en el mar.
Tratado de Fontainebleau y Oposición Antigodoyista
Un nuevo acuerdo con Francia, el Tratado de Fontainebleau (1807), permitió la entrada de tropas francesas en España con el pretexto de ocupar el reino de Portugal. Esta política errática levantó la oposición creciente de un llamado «partido antigodoyista», integrado por nobles y clérigos que veían con recelo la influencia francesa en la corte española.
El Motín de Aranjuez y las Abdicaciones de Bayona
El Proceso de El Escorial y la Abdicación de Carlos IV
El llamado proceso de El Escorial mostró las miserias de la monarquía española, cuando el príncipe Fernando, hijo de Carlos IV, pidió perdón por haber conspirado contra su padre. Poco después, el motín de Aranjuez (1808) obligó a Godoy a huir y forzó a Carlos IV a abdicar en su hijo Fernando VII.
Intervención de Napoleón y las Abdicaciones de Bayona
Napoleón Bonaparte, aprovechando la inestabilidad en España, intervino en los asuntos de la familia real española y la convocó a la ciudad francesa de Bayona. Obedeciendo esta llamada, Fernando VII, su padre Carlos IV y Godoy se presentaron ante el emperador francés.
Napoleón obligó a Carlos IV y a Fernando VII a renunciar al trono español y cederlo a su propio hermano, José Bonaparte, quien sería coronado como José I de España. Las abdicaciones de Bayona dejaron en evidencia las intenciones del emperador francés respecto a España: convertirla en un estado satélite bajo su control.
La Insurrección Española
La noticia de las abdicaciones de Bayona provocó una insurrección popular en España. La sublevación se contagió a muchas ciudades y pueblos de la monarquía. Se publicaron bandos contra el invasor francés y se formaron juntas locales para organizar la resistencia y el gobierno en ausencia del rey legítimo.
Participación Popular y del Antiguo Régimen
Aunque se ha insistido en el origen popular de la insurrección, una parte notable de cargos del Antiguo Régimen también integraron las juntas o dirigieron y organizaron la defensa contra los franceses. La resistencia española fue, por tanto, un movimiento heterogéneo que unió a diferentes sectores de la sociedad en contra de la ocupación extranjera.
El Estatuto de Bayona y el Reinado de José I
Los franceses intentaron instaurar por la fuerza en España un sistema político basado en el liberalismo, que quedó plasmado en el Estatuto de Bayona (1808). El texto, aunque incluía algunos elementos liberales como una declaración de derechos y reformas administrativas, estaba diseñado para servir a los intereses de Napoleón y no contaba con el apoyo popular.
José I pronto se dio cuenta de que todas sus iniciativas estaban sometidas a las necesidades de Napoleón y de que carecía completamente de autonomía en el gobierno de España. Su reinado estuvo marcado por la resistencia popular y la guerra contra los ejércitos españoles y británicos.
La Guerra de la Independencia (1808-1814)
Resistencia Española y la Batalla de Bailén
La ocupación de España no fue tan rápida como creía Napoleón. La resistencia española, apoyada por el ejército británico, logró una importante victoria en la batalla de Bailén (1808), que obligó al rey José I a abandonar Madrid. Napoleón, en respuesta, se puso al mando de las tropas francesas y recuperó la capital, pero la batalla de Bailén demostró que la conquista de España no sería fácil.
Reformas de Napoleón y la Llegada de Wellington
Napoleón, durante su estancia en España, llevó a cabo una serie de reformas con el objetivo de debilitar el Antiguo Régimen y ganar el apoyo de algunos sectores de la población. Entre estas reformas se encontraban la supresión de la Inquisición, la abolición del régimen señorial y la disolución de muchos conventos.
En 1808, un ejército británico al mando de Arthur Wellesley, futuro duque de Wellington, desembarcó en la Península Ibérica para apoyar la resistencia española. La llegada de Wellington marcó un punto de inflexión en la guerra, ya que el ejército británico proporcionó un apoyo crucial a las fuerzas españolas.
Dominio Francés y la Campaña de Rusia
La victoria francesa en Ocaña (1809) y el avance hacia el sur permitieron a Napoleón ocupar casi toda España. Sin embargo, la situación internacional comenzó a cambiar en contra de Francia. La desastrosa campaña de Rusia (1812) debilitó enormemente al ejército francés y obligó a Napoleón a retirar tropas de España para reforzar el frente oriental.
Victorias Aliadas y el Tratado de Valencay
Tras las batallas de Ciudad Rodrigo y los Arapiles (1812), en las que Wellington derrotó a los franceses, las Cortes españolas nombraron al general británico comandante en jefe de los ejércitos españoles. La derrota francesa en Vitoria (1813) precipitó el abandono del territorio español por parte de José I. En octubre de ese mismo año, una nueva batalla triunfal para las tropas de Wellington en San Marcial obligó al ejército francés a cruzar la frontera hispanofrancesa.
Napoleón, al borde de la derrota en Europa, firmó el Tratado de Valencay (1813) con Fernando VII, reconociéndolo como rey de España a cambio de su neutralidad en la guerra. Con la firma del tratado, la Guerra de la Independencia Española llegó a su fin.
Comienzos de la Revolución Liberal
Centros de Acción de la Revolución
El proceso revolucionario que vivió España de forma paralela a la guerra tuvo tres centros de acción principales:
- Las Juntas: Se formaron en muchas localidades para organizar la resistencia y el gobierno. Estas juntas dieron lugar a las juntas provinciales y, finalmente, a la Junta Central, presidida por antiguos ministros. Las juntas estuvieron integradas por representantes de la autoridad anterior y se encargaron de la administración del país en ausencia del rey.
- La Guerrilla: Fue el instrumento que canalizó la aparición del pueblo llano en la lucha contra el invasor. La base social de estas guerrillas era sobre todo campesina y su conocimiento del terreno les permitió hostigar eficazmente a las tropas francesas.
- Las Cortes de Cádiz: La revolución adoptó forma jurídica con la convocatoria de Cortes por la Junta Central en 1810. Las Cortes de Cádiz fueron el primer parlamento español elegido por sufragio universal masculino indirecto y se encargaron de redactar la Constitución de 1812, la primera constitución española.
Patriotas y Afrancesados
Durante la ocupación francesa, el pueblo español adoptó dos actitudes ante el ejército invasor: patriotas y afrancesados.
Los Patriotas
Los patriotas eran defensores de la monarquía borbónica y contrarios a la nueva dinastía impuesta por Napoleón. Dentro del bando patriota surgieron dos posturas:
- Liberales: Vieron en la invasión la oportunidad para reformar la monarquía e instaurar un sistema político más liberal, basado en la soberanía nacional y la división de poderes.
- Absolutistas: Eran partidarios del viejo orden y defendían la restauración del absolutismo monárquico una vez expulsados los franceses.
Los Afrancesados
El bando afrancesado también era heterogéneo. Hubo quienes se comprometieron con la nueva dinastía de José I por convicción o por interés. Entre los afrancesados se encontraban algunos ilustrados que veían en las reformas de Napoleón una oportunidad para modernizar España. Otros, simplemente, buscaban mantener o mejorar su posición social bajo el nuevo régimen.