La Organización Política en la Baja Edad Media
Los siglos que transcurren entre mediados del siglo III y del siglo V se caracterizan en la península por la consolidación del territorio de cada estado, por el desarrollo y fortalecimiento del poder, y por un notable aumento del poder social de la nobleza. También es la época en que las coronas de Aragón y Castilla se abren al extranjero.
Uno de los rasgos políticos más acusados de la Baja Edad Media es el fortalecimiento de la monarquía (España destacó como una de las más poderosas de Europa). A esto contribuyó la teoría del origen divino del poder y la introducción del derecho romano. Esta extensión de la autoridad no gustó a los nobles, pero pronto comprendieron que obtendrían beneficios.
En la evolución del estado se desarrollaron las instituciones, donde destacó el Consejo Real, institución feudal que servía de consulta y apoyo al rey. En 1371 se desarrolló la Audiencia, que ejercía la justicia. Otra función que se especificó fue la Hacienda, debido al aumento progresivo de los ingresos fiscales.
La organización territorial se consolidó con Alfonso X mediante la división del reino en siete provincias, y también se atendió a extender el control por los consejos. Las Cortes de Castilla tienen origen en 1188, cuando se aprobaron para llevar los subsidios a la corona, a cambio del compromiso de esta a mantener el valor de la moneda. Poco a poco aumentaron sus características consultivas hasta el siglo XV.
Por otro lado, la Corona de Aragón no era un único estado, sino una reunión de reinos con diferentes instituciones y leyes, por lo que tenían mayor debilidad política. En 1359 aparecieron las Cortes Catalanas, que pasarían a llamarse Generalitat, y cada rey estaba acompañado de un lugarteniente, que dirigía la administración territorial. Posteriormente apareció el Consejo Real.
La Expansión de la Corona de Aragón en el Mediterráneo
Durante el reinado de Pedro el Grande se inicia el periodo de la expansión militar de la Corona de Aragón en el Mediterráneo, que servía, tras la toma de Valencia, para canalizar las ambiciones de una parte de la nobleza, pero también por los intereses comerciales de algunas ciudades, como Barcelona. Con Mallorca e Ibiza en su poder, los reyes aragoneses incorporaron Sicilia y Cerdeña, en lucha contra los franceses y el papado. Además, los almogávares, mercenarios catalanes, conquistaron y pusieron bajo la autoridad nominal los ducados de Atenas y Neopatria.
A lo largo de la primera mitad del siglo XIV, los reyes aragoneses consiguieron mantener las conquistas y se fortaleció el control militar y comercial de los estados musulmanes. Sin embargo, la conquista castellana de Gibraltar impidió la expansión por el Atlántico. Durante el siglo XV, la nueva dinastía Trastámara mantuvo el imperio, incluso incrementándolo con la conquista de Nápoles en 1443, aunque esto supuso llevar a cabo un gran esfuerzo militar y económico durante décadas.
La Unión Dinástica: Integración de las Coronas de Castilla y Aragón
La época de los Reyes Católicos (1474-1516) constituye un momento clave en la historia de la península ibérica. Con el matrimonio de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón se produjo la unión dinástica de los dos grandes reinos, pero esto no supuso una unificación de los estados, puesto que mantuvieron sus propias instituciones, salvo la unificación religiosa.
La llegada al poder de los Reyes Católicos se produjo en una grave crisis política en Castilla debido a la rebelión de la nobleza, que acusó a la hija heredera Juana de no ser hija legítima. Enrique y su hermana Isabel llegaron a un acuerdo para que esta se convirtiera en heredera y, en 1469, contrajo matrimonio con Fernando de Aragón. En 1474, Isabel se autoproclamó reina de Castilla, consiguiendo el respaldo de algunos nobles. En este contexto se produjo la guerra de sucesión con la invasión de Castilla por parte de Portugal, pero Fernando derrotó a los portugueses y la guerra terminó en 1479 con el Tratado de Alcáçovas-Toledo. La Concordia de Segovia, firmada por Isabel, estableció una unión dinástica.
Castilla y Aragón mantuvieron sus fronteras, sus leyes y sus instituciones, y el único organismo común fue el Tribunal de la Inquisición. Por su mayor tamaño y poder, Castilla desempeñó desde el principio el papel hegemónico.
La Organización del Estado
El programa político de los Reyes Católicos: la modernización del estado, el mantenimiento de la sociedad estamental y la unidad religiosa. El fortalecimiento del poder de la corona fue evidente, ya que los reyes ejercieron el poder personalmente sin permitir ninguna desobediencia y se rodearon de colaboradores leales, como el Cardenal Cisneros.
La modernización del estado se produjo fundamentalmente en Castilla, donde se consiguió un aumento de los ingresos fiscales, organizando un ejército permanente. La principal institución de gobierno era el Consejo Real, y pronto se crearon otros consejos. Los reyes potenciaron el control del territorio mediante reformas administrativas y se creó la Santa Hermandad, que proporcionó cuantiosos ingresos a la corona. Las Cortes tuvieron mucho peso al principio, pero a partir de 1480 prescindieron de sus servicios. En Aragón apenas hubo cambios en las instituciones, ya que la corona tenía más limitada su autoridad.
La Proyección Exterior Política
La unión dinástica entre Aragón y Castilla afectó de modo directo a sus relaciones internacionales, por lo que la línea de actuación de los reyes fue uniforme y muy activa. Las relaciones de Francia con Aragón habían sido muy tensas, pero en 1493 se firmó el Tratado de Barcelona, en el que Francia devolvía a Aragón los condados de Rosellón y Cerdaña. Pero en 1494 comenzaron los enfrentamientos hispano-franceses en Italia, cuando Francia invadió Nápoles. Tras varios enfrentamientos, finalmente se llegó a un acuerdo gracias a las tropas del Gran Capitán.
Por otro lado, la hostilidad hacia los estados del norte de África obedecía a razones económicas, ideológicas y estratégicas. Había que garantizar el circuito comercial en el Mediterráneo occidental y el Atlántico, además del espíritu de cruzada. Entre 1497 y 1510, una serie de expediciones permitió la conquista de diversas zonas, como Melilla, hasta Trípoli, pero no se siguió la conquista por el este debido a las protestas castellanas.