El Reinado de Isabel II (1843-1868): Características y Conflictos
El Reinado Efectivo (1843)
En el otoño de 1843, las Cortes, para evitar una nueva regencia, votaron la mayoría de edad de Isabel II, quien a los trece años iniciaba su reinado efectivo. Este periodo de veinticinco años fue agitado y cambiante, pero con características comunes:
- Tendencia conservadora: Con la participación exclusiva de una oligarquía y gobiernos autoritarios, limitando las reformas sociales y las libertades individuales.
- Intervención activa de la reina: Isabel II apoyó a los sectores más conservadores, evitando el acceso al poder de los progresistas.
- Participación continua de los generales en el gobierno: La debilidad del sistema parlamentario y la exclusión de la oposición, la llevaban a recurrir a los militares y al pronunciamiento para acceder al gobierno.
- Exclusión de la mayoría del país de la vida política: Las protestas fueron contestadas con dura represión.
- Presencia exclusiva de partidos burgueses en la vida parlamentaria: Hasta 1854, moderados y progresistas, y posteriormente otros grupos como la Unión Liberal.
La Década Moderada (1844-1854)
Las nuevas Cortes elaboraron la Constitución de 1845, vigente hasta 1869. Esta repartía el poder legislativo entre las Cortes y el Rey (soberanía compartida) y permitía a la reina disolver el Congreso sin otro límite que convocar nuevas elecciones. Los gobiernos moderados promulgaron leyes para reafirmar el carácter oligárquico del régimen. Se creó la Guardia Civil en 1844 para mantener el orden y defender la propiedad en zonas rurales. También se implementó un nuevo Código Penal y una reforma administrativa que reforzó el sistema centralista. En 1851, se firmó el Concordato con Roma, donde el Papa reconocía a Isabel II como reina a cambio del compromiso del Estado de financiar a la Iglesia y cederle el control de la enseñanza y la censura. El dominio de los moderados fue absoluto en los primeros años, perturbado solo por el matrimonio de la reina y la segunda guerra carlista. Desde 1849, se sucedieron gobiernos salpicados por escándalos financieros y corrupción. Algunos progresistas radicales fundaron en 1849 el Partido Demócrata, defensor de los derechos individuales y el sufragio universal, mientras que en el ejército resurgían grupos progresistas. A comienzos de 1854, las Cortes fueron suspendidas y el gobierno actuaba de forma autoritaria.
El Bienio Progresista (1854-1856)
La revolución de 1854 se inició con el pronunciamiento fallido del general Leopoldo O’Donnell en Vicálvaro (la Vicalvarada). El Manifiesto de Manzanares, publicado por los rebeldes, consiguió apoyo popular y provocó la revolución en julio. Otros militares se unieron al golpe, obligando a Isabel II a entregar el gobierno al general Espartero, con O’Donnell como Ministro de la Guerra. Se convocaron elecciones a Cortes Constituyentes y se restablecieron leyes de la etapa revolucionaria. La Unión Liberal, formada para unir a moderados y progresistas, obtuvo mayoría en las elecciones. Las Cortes elaboraron la Constitución de 1856, que no llegó a entrar en vigor. El Bienio transcurrió con permanente conflictividad social. Las clases populares, defraudadas por el incumplimiento de promesas y el apoyo del gobierno a los patronos, retiraron su apoyo a los progresistas. En julio de 1856, Isabel II cesó a Espartero y lo sustituyó por O’Donnell.
El Gobierno de la Unión Liberal (1858-1863) y la Acción Exterior
Tras un breve gobierno de Narváez, Isabel II confió el gobierno a la Unión Liberal, convertida en un partido conservador con apoyo de la burguesía y terratenientes. El gobierno largo de O’Donnell fue un periodo de estabilidad, favorecido por la prosperidad económica de la construcción de ferrocarriles y las inversiones. Entre 1858 y 1866, el gobierno emprendió una política exterior agresiva para desviar la atención de los problemas internos: una expedición a Indochina (1858), la guerra contra Marruecos (1859) y la guerra contra Perú y Chile.
La Crisis Final del Reinado (1863-1868)
. En la crisis de la monarquía isabelina confluyen varias causas. En 1863 el desgaste de la acción de gobierno y las divisiones dentro de la Unión Liberal llevaron a O’Donnell a presentar la dimisión. A partir de entonces comienza una sucesión de gobiernos inestables y autoritarios, alternativamente presididos por él mismo y por Narváez. Además, se fueron produciendo una serie de graves acontecimientos políticos. Los dos más importantes fueron los sucesos de la noche de San Daniel de 1865, cuando la policía disparó contra estudiantes que se manifestaban en apoyo del rector destituido por el gobierno, y mató a nueve de ellos. La sublevación de San Gil fue, en realidad, uno de los varios intentos de pronunciamiento auspiciados por los progresistas, dirigidos por Prim. En agosto de 1866 representantes progresistas, demócratas y republicanos llegaron a un acuerdo, el Pacto de Ostende, para coordinar la oposición, con dos objetivos: el destronamiento de Isabel II y la convocatoria de Cortes Constituyentes por sufragio universal. La muerte sucesiva de O’Donnell y Narváez entre 1867 y 1868 (la del primero llevó a muchos unionistas incluso a sumarse al pacto de Ostende) dejó a Isabel II completamente aisla