La Crisis de 1640 en la Monarquía Hispánica: Revueltas y Declive

La Crisis de 1640

La crisis que azotó España en 1640 provocó rebeliones en Vizcaya, Cataluña, Portugal, Andalucía, Nápoles y Sicilia. Tras la Guerra de los Treinta Años, las necesidades financieras incrementaron la presión fiscal, agravando aún más la crisis social y económica. El descenso en la llegada de metales americanos, la reducción de la producción agrícola e industrial y las grandes bancarrotas agotaron a la población de Castilla, ya mermada por la expulsión de los moriscos, la emigración a América, las levas para las guerras y las pestes (1631, 1647, 1676). La nobleza se quejaba del escaso protagonismo que les dejaba el autoritarismo del valido, y el rechazo de los reinos periféricos a las pretensiones centralistas y unitarias fueron causas suficientes para la rebelión.

El Año Crítico: 1640

El año 1640 fue crítico, con las sublevaciones de Cataluña y Portugal. La falta de recursos y el agotamiento de la monarquía llevaron al reconocimiento de la independencia de Portugal en 1668.

La Rebelión de Cataluña

Un momento culminante fue la rebelión de Cataluña, cuya causa inmediata fueron los desmanes de las tropas castellanas e italianas destinadas en el frente catalán para luchar contra Francia (Guerra de los Treinta Años). Campesinos catalanes (segadors) y habitantes de Barcelona provocaron disturbios y protagonizaron el Corpus de Sangre, asesinando al Virrey en 1640. Fue una revuelta de carácter social (antiseñorial), a la que se añadió otra política (anticentralista) que empujó a algunos de los dirigentes catalanes a ponerse en manos de Luis XIII de Francia, al que nombraron Conde de Barcelona. Finalmente, los catalanes se rindieron en 1652 a Don Juan José de Austria (hijo natural de Felipe IV) con la condición de que los antiguos Fueros se respetasen.

La Sublevación de Portugal

El 1 de diciembre de 1640 se sublevó la ciudad de Lisboa, donde el Duque de Braganza fue proclamado rey de Portugal (Juan IV). Fue un movimiento de carácter nobiliario, anticastellano e independentista, motivado por los perjuicios ocasionados al comercio de ultramar y el aumento de la presión fiscal por parte de Olivares. El detonante fue el reclutamiento de soldados para luchar contra Cataluña. La sublevación se impuso sin resistencia con ayuda de Francia e Inglaterra. España reconocería la independencia de Portugal en 1668, durante la minoría de Carlos II.

Conspiraciones Nobiliarias en Andalucía y Aragón

En Andalucía (1641) y Aragón (1648) se produjeron conspiraciones nobiliarias que pretendían la constitución de reinos independientes, en parte causadas por el enfrentamiento entre el duque de Medina-Sidonia (Andalucía) con el Conde-Duque y por la frustración política del Duque de Híjar (Aragón), que acabaron con el destierro, prisión o ajusticiamiento de sus protagonistas.

Revueltas Populares

La política del Conde-Duque no solo provocaba fricciones territoriales o resentimientos; quienes más sufrieron sus decisiones fueron las clases más bajas. Tanto sobre los campesinos como sobre las clases populares urbanas recaía fundamentalmente el peso de los crecientes impuestos y de las continuas levas de soldados. A mediados de siglo, cuando la crisis era mayor, acaecieron, al igual que en otros lugares de Europa, una serie de revueltas populares. Las más conocidas son las que se produjeron en Andalucía entre los años 1647 y 1652. Los motines no parecían ser revueltas antiseñoriales, sino que se protestaba por el alza de los impuestos, la alteración de la moneda y la subida de los precios. Fueron revueltas fundamentalmente urbanas, protagonizadas por los sectores más pobres de las ciudades, y no fueron en general muy violentas. Cosa que no puede decirse de la represión, a veces feroz, que ejercieron sobre ellas los señores con sus huestes militares.

Consecuencias de la Crisis

Todas estas revueltas de uno u otro signo demuestran el grado de descomposición política y social al que condujo el enfoque de la política exterior de Olivares. Estos hechos fueron provocados por la incapacidad de gobernar de los Austrias menores y por el mantenimiento de una política universalista, junto con los negativos factores naturales del siglo (epidemias y malas cosechas) y de las guerras. Esto supuso que Castilla inició una grave crisis de la que nunca más volvería a recuperarse en siglos posteriores. En definitiva, la crisis del siglo XVII parece el resultado de la conjunción de dos factores: uno, la notable influencia de hechos naturales; otro, político, las devastadoras y continuas guerras. Ambos, coincidiendo y reforzándose por su efecto multiplicador, condujeron a la Monarquía Hispánica a un nivel más bajo del que existía al empezar la centuria. La consecuencia fue que la balanza del poder se desequilibró en perjuicio de España frente a Francia.

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