Corrientes del Liberalismo Español
En el siglo XIX, el liberalismo español se dividió en dos corrientes principales:
- Moderados: Buscaban un estado unitario y seguro, con énfasis en la estabilidad económica y el papel central de la monarquía. Defendían una limitación considerable del sufragio.
- Progresistas: Representaban a las clases medias urbanas, abogaban por la soberanía nacional y un parlamento con poder legislativo. El rey reinaría, pero no gobernaría, y buscaban ampliar el derecho al sufragio.
El Estatuto Real y la Constitución de 1837
Ante la rebelión carlista, la regente María Cristina se apoyó en los liberales moderados, quienes elaboraron el Estatuto Real en 1834. Este documento, una carta otorgada por la corona, reconocía que el absolutismo ya no era viable. Sin embargo, sus limitaciones provocaron revueltas progresistas, obligando a la regente a aceptar la Constitución de 1812 y, posteriormente, a promulgar la Constitución de 1837. Esta nueva constitución, adaptada a la realidad del momento, abolió el régimen señorial, los diezmos y los mayorazgos, restableciendo la libertad de imprenta y creando la Milicia Nacional. Además, se llevó a cabo la desamortización de bienes eclesiásticos, conocida como la desamortización de Mendizábal.
Alternancia de Moderados y Progresistas y la Regencia de Espartero
En 1837, los moderados ganaron las elecciones y retomaron el gobierno, aunque se vieron obligados a aplicar la Constitución de 1837. Limitaron la libertad de prensa, redujeron la participación electoral y modificaron la ley de ayuntamientos, lo que provocó la revuelta progresista liderada por Espartero. La regente entregó el gobierno a Espartero, abdicó y se exilió. Durante la Regencia de Espartero, se consolidó la legislación liberal económica, el centralismo y la unificación legal. Sin embargo, su estilo personalista generó oposición tanto de moderados como de progresistas, lo que finalmente llevó a su exilio.
La Década Moderada y la Constitución de 1845
Tras un gobierno provisional, se proclamó la mayoría de edad de Isabel II y se encargó a Narváez la formación de un nuevo gobierno. Las Cortes elaboraron la Constitución de 1845, una revisión de la de 1837 con un enfoque moderado. Los cambios principales incluyeron:
- La soberanía compartida entre el rey y las Cortes.
- El nombramiento de senadores por el rey.
- La restricción del sufragio censitario.
- El restablecimiento del catolicismo como religión oficial.
- La instauración de la censura de prensa, la disolución de la Milicia Nacional y la creación de la Guardia Civil.
- En el País Vasco y Navarra, se restauraron las diputaciones forales y la exención parcial de impuestos, pero se mantuvieron las aduanas en la costa, los tribunales de justicia y la supresión del pase foral.
Guerras Carlistas y Crisis del Reinado de Isabel II
La Primera Guerra Carlista (1833-1840)
Enfrentó a carlistas, liderados por Maroto, y liberales, liderados por Espartero. Destacó el fallido asedio a Bilbao por Zumalakarregi y finalizó con el Abrazo de Vergara. Tras la guerra, se intentó integrar los fueros vascos y navarros, pero finalmente fueron abolidos en 1841.
La Segunda Guerra Carlista (1846-1849)
El general Cabrera se sublevó en Cataluña y Aragón, pero su crueldad facilitó la victoria liberal. En el País Vasco no hubo levantamiento debido al acuerdo sobre los fueros.
El Bienio Progresista (1854-1856)
La creciente autoritarismo del gobierno moderado unió a progresistas y moderados en la revolución de 1854 (la Vicalvarada), liderada por O’Donnell. Isabel II encargó la formación de un gobierno a Espartero, dando inicio al bienio progresista. Se intentó promulgar una nueva constitución (la Constitución de 1856), pero no llegó a entrar en vigor. Se reanudaron las desamortizaciones, dirigidas por Pascual Madoz (Ley de Desamortización General, 1855), lo que provocó una nueva ruptura con la Santa Sede. El bienio progresista fue inestable debido a la oposición conservadora y a la falta de entendimiento entre Espartero y O’Donnell, líder de la Unión Liberal. Espartero abandonó el gobierno en 1856.
El Gobierno de la Unión Liberal y la Crisis Final
Tras la retirada de Espartero, los moderados regresaron al poder mediante un golpe de Estado liderado por O’Donnell, quien organizó la Unión Liberal. Este partido gobernó durante un largo período (1856-1868), primero bajo O’Donnell y luego, tras conflictos internos, bajo Narváez. Fue una etapa de crecimiento económico, expansión del ferrocarril y continuación de la desamortización, pero también de aumento de la corrupción. En 1866, O’Donnell abandonó España y Narváez murió, dejando a Isabel II sin sus principales apoyos. La crisis económica europea agravó la situación, generando escasez de alimentos, aumento de precios y hambre. Los moderados, únicos partidarios de la reina, le negaron su apoyo, lo que condujo a la revolución de 1868.
El Sexenio Democrático (1868-1874)
El 19 de septiembre de 1868, Topete, Prim y Serrano lideraron una revolución que contó con el apoyo de la población civil y la formación de Juntas Revolucionarias. El Manifiesto de la Junta Revolucionaria de Cádiz triunfó e Isabel II se exilió en Francia. Los revolucionarios, con ideas liberales de libertad, igualdad y propiedad, establecieron la libertad de imprenta, reunión, asociación y enseñanza, así como el sufragio universal masculino. Se convocaron Cortes Constituyentes, donde progresistas y demócratas prepararon la Constitución de 1869.