La Restauración Borbónica en España: Periodo de Estabilidad y Crisis (1875-1931)

El Régimen Político de la Restauración

La Restauración de la Monarquía

En diciembre de 1874, el general Martínez Campos se sublevó contra la Primera República en Sagunto y proclamó rey de España al príncipe Alfonso, hijo de Isabel II. Días después, Alfonso envió desde Inglaterra, donde se encontraba estudiando, un manifiesto a la nación española en el que aceptaba la Constitución. En enero de 1875, el nuevo rey, Alfonso XII, llegó a Madrid. La monarquía había sido restaurada, comenzando un nuevo periodo en la historia de España, conocido como la «Restauración», que se prolongaría hasta 1931.

El político Antonio Cánovas del Castillo, que siempre había mantenido un estrecho contacto con Alfonso, consideraba que una monarquía parlamentaria era la solución para resolver los problemas políticos de España y modernizar el país. Alfonso XII lo nombró jefe de su primer gobierno, y fue Cánovas quien diseñaría los principios del nuevo régimen político.

Periodo: 1875-1931

  • Reinado de Alfonso XII
  • Regencia de la reina María Cristina
  • Reinado de Alfonso XIII

La Constitución de 1876 y el Turno de Partidos

Un grupo de personalidades, dirigidos por Antonio Cánovas, quien diseñaría los principios de la Restauración, se encargó de redactar una nueva Constitución, promulgada en 1876. Cánovas, de ideología conservadora, buscaba acabar con los pronunciamientos militares. Según la Constitución, la soberanía residía en la unidad de las Cortes con el Rey, y no en la nación, como ocurría en las constituciones progresistas. Esto otorgaba grandes poderes al rey, que podía vetar leyes. El país se reconocía oficialmente como católico y el sufragio era de tipo censitario.

La vida política del nuevo régimen estuvo protagonizada por dos partidos políticos:

  • El Partido Liberal-Conservador, presidido por Cánovas.
  • El Partido Liberal-Fusionista, presidido por Práxedes Mateo Sagasta (liberal apoyado por la burguesía y algunos republicanos), luego llamados conservador y liberal, respectivamente.

Los conservadores estaban apoyados por parte de la aristocracia, los terratenientes y el clero; los liberales representaban a la burguesía, a los demócratas radicales y a algunos republicanos. Ambos partidos se turnaron pacíficamente en el poder.

Para lograr que el partido de turno (conservador o liberal) obtuviera la mayoría absoluta, las elecciones se organizaban desde el gobierno central en Madrid, a través de los gobiernos civiles y los ayuntamientos. Los caciques locales controlaban el proceso electoral, asegurando el resultado deseado mediante amenazas, promesas o dinero. Este sistema de dominación político-social, desarrollado en la España de la Restauración, permitía a los detentadores del poder económico en pueblos y pequeñas ciudades controlar a la población para obtener sus propósitos políticos. Fue especialmente importante en Andalucía y algunas zonas de Castilla. Durante 1877 y 1878 se centralizó la administración y se aprobó un código civil. Las medidas políticas adoptadas por los gobiernos de ambos partidos fueron semejantes, aunque los liberales consiguieron avances importantes, como la aprobación del sufragio universal masculino en 1890. El turno de partidos pacificó la vida política a costa del fraude electoral, pero no logró resolver los problemas sociales, aunque sí puso fin a las guerras carlistas.

La Pacificación del País y la Continuidad del Régimen

Durante la Restauración se resolvieron dos problemas bélicos: las Guerras Carlistas y las sublevaciones independentistas en Cuba. Alfonso XII proclamó una amnistía para los carlistas, y las últimas tropas rebeldes fueron derrotadas. En Cuba se habían producido varias sublevaciones desde 1868. Tras años de enfrentamientos, el general Martínez Campos firmó el «Convenio de Zanjón» en 1878, por el que se otorgaban ciertos derechos políticos a los cubanos, dando paso a unos años de relativa paz en la colonia.

Alfonso XII murió en 1885, cuando su esposa, María Cristina, esperaba su primer hijo. Un acuerdo tácito entre conservadores y liberales (conocido como «Pacto de El Pardo») posibilitó la continuidad del régimen. María Cristina fue nombrada reina regente, se mantuvo la Constitución y el turno de partidos, y se aseguró la paz política.

La Restauración en Crisis: El Desastre de 1898

Las Últimas Colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas

A pesar del Convenio de Zanjón, el deseo de independencia seguía vivo en Cuba. En febrero de 1895 se produjeron nuevas sublevaciones contra España, que pronto se extendieron a las colonias del Pacífico (Filipinas, Islas Marianas, etc.). España envió miles de soldados para sofocar los levantamientos. Sin embargo, los Estados Unidos tenían crecientes intereses económicos en las últimas colonias españolas y apoyaron con armas y dinero a los sublevados.

En 1898, el navío estadounidense Maine, fondeado en el puerto de La Habana (enviado por Estados Unidos para proteger a sus ciudadanos en la guerra entre España y Cuba), se hundió en circunstancias extrañas. Estados Unidos acusó a España de sabotaje y le declaró la guerra. Tras diversas batallas navales en Cuba y Filipinas, España perdió su flota y fue derrotada. El 10 de diciembre de 1898 se firmó la Paz de París, por la que España perdía sus últimas colonias: Cuba, Puerto Rico y Filipinas (solo le quedaba el protectorado compartido con Francia en Marruecos). El líder de los cubanos, Máximo Gómez, siguió luchando contra Estados Unidos hasta que proclamó la República de Cuba.

El Problema de España

La pérdida de las colonias causó una gran indignación social. España había sido derrotada, solo poseía un protectorado colonial en Marruecos y seguía teniendo graves problemas para su modernización social y económica.

Ante esta situación, un grupo de políticos e intelectuales, que formaron la llamada «Generación del 98», exigió nuevas medidas de reforma política. Joaquín Costa habló de la necesidad de «regenerar» España. El regeneracionismo, un movimiento intelectual y político, planteó la necesidad de renovar la sociedad española tras el desastre de 1898. El término fue acuñado por el político Joaquín Costa y se convirtió en una referencia fundamental para los intelectuales de la Generación del 98. Los regeneracionistas pretendieron luchar contra el caciquismo, mejorar la educación, modernizar la agricultura y fomentar la industria. Criticaron el atraso de España frente a las naciones modernas de Europa y propusieron medidas para sanear la hacienda pública, aumentar la industrialización, acabar con el caciquismo y mejorar la educación. Uno de los logros más importantes de este movimiento fue la creación de la Institución Libre de Enseñanza, que defendió una reforma educativa y preparó a los más brillantes políticos e intelectuales de las siguientes décadas.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *