La Quiebra de la Democracia: El Fascismo
Principales Rasgos del Fascismo
Esta ideología surgió en Italia después de la Primera Guerra Mundial. La ideología fascista se fundamentó en las siguientes ideas:
- El Estado tiene el poder gobernado de forma totalitaria por un líder todopoderoso (el Duce) y un partido único. Ideología antidemocrática y contraria al régimen parlamentario. Sumisión del individuo al Estado y negación de las libertades individuales. La democracia divide y corrompe y, por lo tanto, debilita.
- El Estado interviene en la economía, aunque apoyaba también la empresa privada.
- El Estado domina la sociedad mediante el control de la educación y la información, así como por la represión de los que tenían opiniones distintas. Los individuos están subordinados al Estado, que queda en manos de una minoría, una élite superior (justificación del racismo: superiores e inferiores).
- El nacionalismo feroz y expansionista, que exigía la creación de un imperio colonial para Italia.
- El anticomunismo, que garantizaba la represión de las ideas revolucionarias y disidentes por medio de una violencia exacerbada.
- El culto a la violencia y al militarismo, ya que no se pretendía convencer al contrario, sino eliminarlo. Se crearon grupos armados que se enfrentaban a los rivales políticos y a los obreros, y adoptaron un estilo militar: himnos, uniformes (camisa negra), símbolos (fasces), banderas y grandes concentraciones.
- Desconfianza de la razón y la intelectualidad: fanatismo.
Italia tras la Gran Guerra
Aunque estaba entre las potencias vencedoras, Italia se sintió defraudada por lo obtenido en los acuerdos de paz. La sensación de los italianos era la de haber dado mucho y recibido poco. A este sentimiento de frustración se le unió una grave crisis económica, política y social, lo que se podía entender como la imposibilidad del sistema democrático para mejorar la situación. La caída de los salarios y el aumento del paro movilizaron a los trabajadores encuadrados en organizaciones de clase. Las clases medias no solo temían la acción de los trabajadores revolucionarios, sino que además temían su propia “proletarización”. Por eso, parte de esas clases medias vieron en los Fasci Italiani di Combattimento, fundados por Benito Mussolini en 1919 como oposición a socialistas y comunistas, una solución a sus problemas. La violencia estaba servida cuando el propio Estado italiano se aprovechó de la existencia de estas fuerzas paramilitares (los grupos de choque, camisas negras) que, desde 1919, cometieron impunemente todo tipo de actos violentos. En 1921, los fascios, financiados por la patronal y las clases medias, se convierten en el Partido Nacional Fascista.
Mussolini Accede al Poder
En octubre de 1922, Mussolini hizo desfilar sus fuerzas por toda Roma ante la incapacidad de las fuerzas políticas tradicionales de controlar la situación (en agosto, los fascistas habían conseguido hacer fracasar la convocatoria de huelga general). El rey, Víctor Manuel III, nombró a Mussolini primer ministro. La Marcha sobre Roma se convirtió así en el acto fundacional del Estado fascista italiano. Los fascistas se introdujeron en todos los organismos del Estado; en 1924, tras el asesinato del socialista Matteotti, la oposición se retiró del parlamento y Mussolini suprimió las libertades públicas, prohibió todos los partidos políticos excepto el fascista e inició su proyecto de introducir su ideología en todos los ámbitos de la sociedad italiana, mediante el control de la educación, la creación de grandes organizaciones de masas y la constante propaganda a través de los medios de comunicación.
Mussolini construyó el Estado fascista dirigido por el líder omnipotente, el Duce. De forma retórica y propagandística, resucitó la herencia histórica del Imperio Romano. Las organizaciones fascistas se convirtieron en organismos estatales y controlaron toda la administración. Estado y partido eran lo mismo.
La Obra del Fascismo
En el terreno económico, el nuevo régimen implantó un sistema corporativo (Carta del Lavoro, 1927), impulsó la producción agraria y emprendió un gran programa de obras públicas. La máxima aspiración del régimen era la autarquía (autosuficiencia económica, sin necesidad de relaciones con otros países).
Las relaciones laborales quedaron enmarcadas por la obligación de que patronos y trabajadores formaran parte de las mismas organizaciones sindicales: con ello, el fascismo ofrecía una clase obrera despolitizada, barata y sumisa a la patronal, a cambio, contaba con el apoyo de esta al propio régimen.
El fascismo buscó, y obtuvo, la alianza con la Iglesia: en 1929, firma de los Tratados de Letrán con la Santa Sede. A la Iglesia se le dejaba la educación y se le recompensaba por sus pérdidas históricas. Con ello, se consiguió el apoyo de una parte de los católicos italianos. En política exterior, el fascismo invadió y conquistó Etiopía (1936), intervino en la Guerra Civil española (1936-39) y, tras firmar con la Alemania nazi el Pacto de Acero (1939), entró en la Segunda Guerra Mundial (1940). La victoria de los aliados en el conflicto provocó la caída de Mussolini y de su régimen. Diversos aspectos de la ideología fascista fueron adoptados por partidos políticos de extrema derecha y por regímenes totalitarios de diversos países, como el de Oliveira Salazar en Portugal y el de Franco en España.