El Triunfo de Stalin y el Poder Omnímodo
El triunfo de Stalin sobre sus adversarios abrió una etapa marcada por el poder omnímodo y personalista del nuevo líder, quien se valió de prácticas represivas (juicios arbitrarios, deportaciones y asesinatos) para perpetuarse en el poder.
Los rasgos que distinguieron esta etapa fueron:
El Culto a la Personalidad
El culto a la personalidad: La figura del líder fue convertida en objeto de culto. Mediante una infatigable propaganda fueron ensalzadas las supuestas dotes del «gran benefactor» y «padre», a quien se otorgaba la cualidad de conductor del pueblo ruso. Simultáneamente se eliminó el más leve rastro que constituyese un testimonio de la actividad política de sus adversarios. Los manuales de historia fueron reescritos, las fotografías trucadas, se alteraron hechos, lugares y protagonistas, potenciando la imagen del dictador y deslegitimando la de sus antagonistas.
El Centralismo Burocrático
El Centralismo Burocrático: La Constitución de 1936, que modificaba la de 1924, configuró un Estado totalitario en el que quedaba reforzado el poder del Partido Comunista frente al resto de las instituciones, sus integrantes debían ser obligatoriamente militantes de aquel.
Nació un grupo constituido por varios cientos de miles de integrantes que dirigieron la planificación económica y que creó una verdadera élite burocrática sumisa al dictador. Este colectivo, denominado «Nomenklatura» («lista de personas»), una vez desaparecido Stalin, siguió manteniendo un gran poder en el seno del Estado soviético.
El coste de este sistema fue el veto o desaparición de los dirigentes más imaginativos e independientes, que fueron sustituidos por funcionarios sumisos, fanáticos y tendentes a uniformar la sociedad. A partir de 1932 se emprendió la persecución de las vanguardias artísticas, acusadas de contrarrevolucionarias y burguesas. En su lugar se erigió como única tendencia oficial y reconocida el «realismo socialista».
Stalin derrotó la corriente trotskista que abogaba por la exportación del socialismo a nivel internacional. En su lugar impuso la tesis del socialismo en un solo país, la URSS. La III Internacional (Komintern) fue puesta al servicio de los particulares intereses internacionales del Estado soviético.
El Régimen de Terror
El régimen de terror: El mecanismo utilizado por Stalin para llevar a cabo su política y acallar las voces disidentes, fue el régimen de terror. Éste afectó a señalados líderes de la revolución, oficiales del ejército, cuadros, militantes del PCUS, intelectuales y técnicos responsables de la planificación económica. Las purgas o depuraciones más intensas se desarrollaron entre 1933 y 1939.
El instrumento empleado para llevar a cabo la represión fue el NKVD (Comisariado del Pueblo para Asuntos Interiores), policía de carácter político cuyo principal responsable a partir de 1938 fue Beria. Esta policía era la encargada llevar a cabo las detenciones, interrogatorios y ejecuciones de aquellos considerados desafectos al régimen. Miles de éstos fueron enviados a campos de concentración (gulags), la mayoría ubicados en Siberia donde fueron sometidos en condiciones infrahumanas a trabajos forzados. La cooperación con el Estado policíaco se extendió a amplias capas de la sociedad, generalizándose la sospecha, la complicidad y la delación, en un ambiente de terror social. En total perecieron víctimas de esta situación no menos de tres millones de personas. En 1938, cuando cesaron las purgas, unos diez millones de personas habían sido en mayor o menor grado represaliadas por el régimen estalinista.
Antecedentes: La Revolución Rusa y el Ascenso de Stalin
Estalló en Rusia, en octubre de 1917. Rusia se componía de una sociedad jerarquizada, dominada por la nobleza terrateniente, con un gobierno absolutista, encarnado en la figura de los zares, que coartaron las libertades individuales y ejercieron la censura. El pueblo deseaba terminar con este gobierno que los había reducido a una condición de servidumbre, ya que si bien habían obtenido parcelas de tierra estas eran sumamente reducidas e insuficientes.
La economía era fundamentalmente agrícola, aunque la industria había cobrado desarrollo, sobre todo en Moscú y San Petesburgo, por las inversiones en hierro, carbón, acero y ferrocarriles que realizaron fundamentalmente, Francia y Gran Bretaña.
Durante el gobierno del zar Nicolás II, se produjo, en 1905, un estallido revolucionario, encabezado por los obreros, que en número considerable, reclamaron por un cambio político y por sus derechos laborales, paralizando los medios de transporte, aumentando aún más la crisis con la escasez de productos y el alza de precios.
La mayoría de la población estaba representada por obreros y campesinos que vivían en condiciones deplorables. En 1915, el gobierno ruso quedó en manos de la esposa del Zar Nicolás, Alejandra, persona incapaz de manejar los asuntos de gobiernos, mientras el zar se puso al frente de las tropas.
La situación se agravó por el fracaso de Rusia en la Primera Guerra Mundial, lo que motivó la creación de soviets (comités formados por campesinos, soldados y obreros) que se levantaron contra el estado y originaron huelgas de trabajadores.
El imperio ruso llegó a su fin, tras fracasar el gobierno provisional establecido por la Duma, a cuyo cargo fue instituido el general Alejandro Kerenski, de ideas democráticas liberales, y la renuncia del zar.
Paralelamente, los soviets iban incrementando su poder junto con la consolidación de las ideas marxistas, plasmadas en el Partido Obrero Social Demócrata, que se dividió en dos sectores. Los moderados o mencheviques y los más extremistas, que proponían cambios más radicales, llamados bolcheviques, liderados por Lenin, cuyo nombre era Vladimir Illich Ulianov.
Esta última facción logró por la fuerza tomar el poder en el año 1917, instaurando la
dictadura del proletariado, adoptando como régimen político el de República Federal Socialista y Soviética Rusa, y decidió terminar con la participación rusa en la Primera Guerra Mundial, firmando con Alemania el Tratado de Brest-Litovsk en marzo de 1918, por el cual Rusia perdía los estados Bálticos y Polonia y se reconocía a Finlandia y Ucrania como estados independientes.
Siguiendo las ideas marxistas, de favorecer a las clases trabajadoras, expropió a los terratenientes de sus tierras y las repartió entre los campesinos. Los trabajadores obtuvieron el control de las empresas, que pasaron a ser propiedad del estado. La mujer equiparó sus derechos al hombre y separó la Iglesia del Estado. Se sofocaron movimientos liberales como el de los marinos de Kronshtadt o las guerrillas ucranianas de Majno.
Entre 1918 y 1920, se desató una guerra civil entre el Ejército Rojo, cuyo jefe era León Trotsky, representante de los revolucionarios y los ejércitos blancos, ayudados por los estados contrarios a la revolución, como Inglaterra, Francia, Estados Unidos y Japón, que se sentían defraudados, sobre todo por el desconocimiento de la deuda de guerra contraída por Rusia.
El triunfo de los bolcheviques, miembros del Ejército Rojo, los reafirmó en el poder, confirmando en el mando al partido que representaban, el Comunista, nombre que tomó a partir de 1918, convirtiéndose en partido único.
El régimen político se integró a partir de 1922, con la forma de gobierno federal, conformado por repúblicas autogobernadas, que en su conjunto se denominaron URSS (Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas).
En la práctica todo se dirigía desde Moscú, intentándose poner orden en un estado desvastado, sumido en la miseria, cuyos trabajadores, a los que se confiaba dejar el mando, en el futuro, cuando estuvieran preparados para ello, sufrían toda suerte de calamidades. El Partido Único tenía como misión, educar a los obreros, para tomar el poder, organizados en clase.
En 1924, falleció Lenin, proponiéndose para sucederle dos alternativas: Trotsky, líder del Ejército Rojo, que deseaba que la revolución se extendiera más allá de Rusia, y Stalin, que quería circunscribir el socialismo a la URSS. Este último, luego de haber ocupado el cargo de Secretario General del partido, se consagró como su jefe desde 1929 hasta 1953.
Si bien Stalin, cuyo verdadero nombre era Josif Vissarionovic Dzugasvili convirtió a Rusia en una potencia mundial en el plano económico, lanzando planes quinquenales y desarrollando la industria pesada, en el aspecto de los derechos humanos dejó mucho que desear. Persiguió a sus opositores, hasta la muerte, realizando purgas en el interior mismo del partido bolcheviche más allá de las fronteras rusas, como sucedió con Trotsky, a quien mandó a ejecutar en México, adonde había huido, en 1940.
El gobierno de Stalin fue autoritario y despótico, controlando las libertades individuales para ponerlas al servicio del partido único, cuyas ideas se alejaron de las que inspiraron la revolución. La situación de los trabajadores, real objetivo del cambio, no varió demasiado, ya que el carácter de patrón, que en el capitalismo es desempeñado por personas particulares, en este sistema fue ocupado por el estado, con las mismas consecuencias: poco respeto hacia la clase obrera.
Durante la Segunda Guerra Mundial, Rusia invadió los países bálticos y parte de Polonia, Finlandia y Rumania. Luego de la guerra varios países quedaron bajo su influencia.
La Unión Soviética cayó en el año 1991.