La Construcción del Estado Liberal
Tras la muerte de Fernando VII en 1833, los partidarios de su hermano, Carlos María Isidro, iniciaron una insurrección armada contra el gobierno de la reina regente. Esto dio lugar a una larga guerra civil entre los partidarios de Carlos (**carlistas**, defensores del absolutismo) y los defensores de la legalidad del trono de Isabel II, hija de Fernando VII (**isabelinos**). Los carlistas se agrupaban bajo el lema “Dios, Patria y Rey”, consideraban a la Iglesia como elemento fundamental y eran apoyados por el clero y la nobleza agraria. Su fuerza residía en las zonas rurales. Se oponían al liberalismo y a la centralización política y cobraron fuerza en el País Vasco, Navarra, parte de Cataluña, Aragón y Valencia.
Los isabelinos contaron con el apoyo de la alta nobleza, funcionarios y un sector de la jerarquía eclesiástica. Este apoyo, insuficiente para hacer frente a los carlistas, hizo que la regente accediera a las demandas de la burguesía y liberales que exigían el fin del absolutismo y del Antiguo Régimen.
Primeros Gobiernos y el Estatuto Real
La reacción de la regente María Cristina ante la insurrección carlista fue tibia. El primer gobierno fue el de Francisco Cea Bermúdez, un absolutista moderado que permitió la expansión territorial del carlismo. Las tímidas reformas fueron del todo insuficientes para atraer a los liberales. La monarquía isabelina necesitaba conseguir más apoyos, por lo que la regente nombró un nuevo gobierno, encabezado por el moderado Martínez de la Rosa, que propuso la promulgación del **Estatuto Real (1834)**, una carta otorgada para formar unas Cortes estamentales con dos cámaras: próceres y procuradores. Un carácter consultivo y subordinado al monarca. Durante el verano de 1835, se produjeron protestas y motines que derivaron en asaltos y quemas de conventos, y se crearon juntas que demandaban el restablecimiento de la **Constitución de 1812**.
Gobierno Progresista de Mendizábal y la Constitución de 1837
La regente nombró un nuevo gobierno encabezado por un liberal progresista, **Juan Álvarez Mendizábal**. El primer objetivo de Mendizábal fue derrotar al carlismo. Su segundo objetivo fue transformar el Estado en un sentido liberal. También convocó elecciones y emprendió una **desamortización eclesiástica**. El proyecto reformista de Mendizábal ahondó la división en el liberalismo, entre **moderados** y **progresistas**. María Cristina, atendiendo a las voces contrarias a las medidas reformistas, destituyó a Mendizábal. Las revueltas y motines se extendieron por toda la Península, y un motín de sargentos en La Granja, donde veraneaba la familia real, obligó a la regente a aceptar la Constitución de 1812. El progresista **Calatrava** fue llamado a formar gobierno. Se formalizaba así el cambio de régimen, con una decidida voluntad de acabar con el carlismo, y se abrían las puertas a la creación de un nuevo orden liberal.
El nuevo gobierno convocó elecciones a Cortes, que dieron una mayoría progresista. Se decantaron por redactar una nueva **Constitución (1837)**. Era mucho más corta que la de Cádiz y dejaba al margen una serie de cuestiones que se regularían posteriormente por leyes orgánicas. La Constitución de 1837 reconocía el **principio de soberanía nacional**, una amplia declaración de derechos de los ciudadanos, la **división de poderes** y la confesionalidad católica del Estado. La introducción de una segunda cámara de designación real (el **Senado**) y la concesión de amplios poderes a la Corona. Además, el sistema electoral era censitario (**sufragio censitario**). Hubo otras reformas como el fin de diezmos, de la Mesta o de los gremios. También había más libertades económicas.
Regencia de Espartero
Se convocaron nuevas elecciones en octubre de 1837, que ganaron los moderados. Estos llevan a cabo una política centralizadora y gobernaron de una forma más autoritaria, frenando medidas progresistas. Los progresistas se sintieron expulsados del sistema. La regente María Cristina dio su apoyo a los moderados, pero el enfrentamiento se resolvió a favor de los progresistas. La reina, obligada a renunciar a la regencia, marchó al exilio. Se nombra a **Espartero** regente.
Espartero inició su mandato con un claro impulso de las libertades, pero pronto derivó hacia un marcado autoritarismo, lo que hizo que los progresistas dejaran de confiar en él. Una de sus actuaciones de mayor trascendencia fue la aprobación de un **arancel librecambista** que abría el mercado español a los tejidos de algodón ingleses. La industria textil catalana se sintió gravemente amenaza y se produjo un levantamiento en Barcelona. Espartero bombardeó la ciudad y proclamó el estado de guerra hasta conseguir su sumisión. En 1843, un nuevo levantamiento, en el que intervinieron también los moderados, forzó el cese de Espartero y su marcha al exilio. Esto llevó al poder a los moderados. Ante la inconveniencia de nombrar una nueva regencia, las Cortes adelantaron la mayoría de edad de Isabel II y la proclamaron reina a los 13 años.
Gobierno Moderado (1863-1868) y la Revolución Gloriosa
La radicalización del autoritarismo y las fuertes injerencias de la reina provocaron que la oposición preparase un pronunciamiento militar. En 1866, la sublevación de los sargentos del cuartel de San Gil se convirtió en una revuelta popular en Madrid. **Narváez** clausura las Cortes y es reprimida. En 1865, se produce la matanza de San Daniel, una fuerte represión. La situación del gobierno empeoró a raíz de la crisis de subsistencias (1866) que provocó el aumento de los precios que llevaría a motines. Los progresistas y demócratas firmaron el **Pacto de Ostende** para acabar con la Monarquía de Isabel II, formar un gobierno provisional y convocar Cortes constituyentes por medio del sufragio universal masculino. En 1867, tras la muerte de O’Donnell, se incorpora a dicho pacto la Unión Liberal, con buena parte de la cúspide militar, para la revolución de “**la Gloriosa**” o **Septembrina** (18 de septiembre de 1868).