La Península Ibérica en la Prehistoria y la Antigüedad
El proceso de hominización en la Península Ibérica: Nuevos hallazgos
El proceso de hominización se refiere al conjunto de cambios evolutivos que experimentaron diversas especies de homínidos. Estos cambios abarcan aspectos físicos, como la capacidad para andar erguidos, el desarrollo del lenguaje articulado y el aumento de la capacidad craneal, así como aspectos culturales, como la fabricación de utensilios, el dominio del fuego, el enterramiento de los muertos y las manifestaciones artísticas. La hominización se inició en África. El Australopithecus, datado hace 5 millones de años, evolucionó hacia el Homo habilis hace 2,5 millones de años. Dos especies posteriores, Homo ergaster y Homo erectus, emigraron hacia Europa y Asia.
Los restos humanos más antiguos de la Península Ibérica se han encontrado en la Sierra de Atapuerca y pertenecen al Paleolítico Inferior. Corresponden al Homo antecessor, considerado el tronco común del hombre de Neandertal y el hombre de Cromañón. Se cree que estos homínidos practicaban el canibalismo, ya que no conocían el fuego. En el Paleolítico Medio, destaca la presencia del Neandertal, y en el Paleolítico Superior, el Homo sapiens, quien aportó las primeras manifestaciones artísticas, como las pinturas rupestres de Altamira.
Pueblos prerromanos y colonizaciones históricas: Fenicios, Griegos y Cartagineses
En el primer milenio a.C., las costas hispanas recibieron la llegada de pueblos del Mediterráneo oriental: fenicios, griegos y cartagineses. Estos pueblos buscaban metales y establecieron una intensa actividad mercantil. Impulsaron la vida urbana e introdujeron los alfabetos griego y fenicio, la acuñación de la moneda, el torno de alfarero, cultivos como el olivo y formas políticas más avanzadas. Los fenicios fundaron colonias como Gades (Cádiz), Malaca (Málaga) y Sexi (Almuñécar); los griegos, Emporion (Ampurias) y Rhode (Rosas); y los cartagineses, Carthago Nova (Cartagena).
En la primera mitad del primer milenio a.C., se desarrolló en la Península la cultura de Tartesos, un reino que se extendía desde Huelva hasta las proximidades de Cartagena. Tartesos impulsó la artesanía, la extracción mineral y el comercio con los fenicios. Los pueblos íberos, situados en la costa mediterránea, fueron los más influidos por los colonizadores. Desarrollaron la devotio ibérica, un culto a los jefes, y adoptaron el uso de la moneda. Su arte se manifiesta en la escultura de la Dama de Elche. Más al interior de la Península, se encontraban los celtíberos, pueblos ganaderos y agrícolas con una fuerte cohesión tribal y núcleos de población fortificados, como Numancia. En el norte, habitaban galaicos, astures, cántabros, vascones, etc., principalmente dedicados a la ganadería. Destaca la cultura de los castros de los galaicos.
La Romanización y el Legado Romano
La pervivencia del legado cultural romano en la cultura hispánica
El legado cultural romano en Hispania se consolidó mediante la romanización, el proceso de asimilación de la forma de organización social, política y cultural de Roma por parte de la población indígena hispana. Este proceso comenzó en el 218 a.C. y se prolongó hasta el siglo V. Hispania recibió la cultura griega, el cristianismo y la organización jurídica romana a través del latín, la actuación de militares, funcionarios y comerciantes, y la construcción de calzadas.
Esta influencia sigue presente hoy en día. Por ejemplo, las lenguas de la España actual provienen del latín, y el derecho español tiene una gran influencia del derecho romano. La integración de Hispania en el Imperio se refleja en el hecho de que varios emperadores procedieran de la Península, como Trajano y Adriano. Además, numerosos hispanos formaron parte de la Edad de Plata de las letras latinas, como Séneca, Quintiliano y Lucano. En el ámbito de las artes, el legado de Roma se manifiesta en obras públicas, tanto materiales (Acueducto de Segovia, Puente de Alcántara, Murallas de Lugo) como culturales (Templo de Diana en Mérida, Torre de los Escipiones en Tarragona, Anfiteatro de Itálica, Teatro de Mérida, Teatro de Sagunto).
El Reino Visigodo
Las invasiones bárbaras y el Reino Visigodo: Instituciones y Cultura
En el año 409 d.C., Hispania fue invadida por suevos, vándalos y alanos. El pueblo visigodo, establecido en la Galia, fundó el reino de Toulouse. Tras la caída del Imperio Romano de Occidente en el 476 d.C., los suevos establecieron un reino en Gallaecia, y los visigodos, expulsados por los francos en la batalla de Vouillé en el 507 d.C., se asentaron en la meseta central, estableciendo Toledo como capital del reino.
Los visigodos instauraron una monarquía electiva, lo que provocó una constante inestabilidad, conocida como el «morbo gótico». Los monarcas se apoyaban en fideles o gardingos, nobles vasallos personales, quienes a su vez tenían sus propios encomendados. Destacan dos instituciones importantes:
- Aula Regia: Integrada por los principales colaboradores del rey (el Oficio Palatino), así como obispos y nobles. Tenía una función consultiva.
- Concilios: Reuniones eclesiásticas presididas por el rey en las que, además de cuestiones religiosas, se trataban asuntos políticos.
Cada provincia estaba gobernada por un duque y tenía su propio obispado. Una provincia comprendía varias comarcas o condados dirigidos por un conde. Los visigodos fueron los primeros en crear un estado unificado en la Península Ibérica desde el punto de vista:
- Político-territorial: Leovigildo aisló a los vascos y sometió a los suevos, y Suintila expulsó a los bizantinos en el 630 d.C.
- Jurídico: Recesvinto instauró el Liber Iudiciorum en el 654 d.C.
- Religioso: Recaredo se convirtió al catolicismo en el III Concilio de Toledo en el 589 d.C.
En el ámbito cultural, destaca la figura de San Isidoro de Sevilla, autor de las Etimologías, una obra enciclopédica que compila el saber de la época.