La Monarquía Democrática de Amadeo I (1871-1873)
Amadeo I tuvo escasos apoyos en España. No lo quería ni la aristocracia, ni la Iglesia ni el pueblo, y contó con el rechazo sistemático, por motivos diferentes, de carlistas, alfonsinos y republicanos. La muerte del general Prim lo dejó sin su principal valedor. La inestabilidad política fue el trazo más característico de su reinado, en el que tuvo que hacer frente a numerosos problemas:
- Dificultades de gobierno: por la ruptura de la coalición gubernamental y las tensiones entre los líderes. El monarca estuvo en medio de estas disputas sin querer tomar partido en ellas, por lo que quedó completamente solo, en un continuo bloqueo parlamentario agudizado por las diferencias entre los distintos grupos políticos.
- Guerra de Cuba: en la que se mezclaban las críticas a la dominación española con deseos de abolir la esclavitud y alcanzar la independencia. Las reformas no solucionaron el conflicto y la guerra se agravó.
- Tercera Guerra Carlista: tuvo un amplio apoyo popular en las provincias vascas y Navarra, y menor en Cataluña. Los carlistas ocuparon casi la totalidad del territorio vasco y navarro, y establecieron una sólida administración que les permitió resistir hasta su derrota definitiva.
- Oposición republicana: que intentó por todos los medios dividir a los partidos monárquicos, hacer imposible el reinado de Amadeo I y conseguir el apoyo popular necesario para proclamar la República.
La Primera República (1873-1874)
Tras la abdicación de Amadeo I, se proclamó la Primera República. La Asamblea Nacional asumió todos los poderes y nombró como presidente del poder ejecutivo a Estanislao Figueras. Surgieron diferencias entre los republicanos sobre la organización política de la República:
- Los unitarios defendían la creación de una república unitaria.
- Los federales gradualistas, dirigidos por Pi i Margall, defendían la configuración de la federación «desde arriba»; es decir, que unas Cortes constituyentes de la nación española decidiesen la organización del reparto de poderes entre el Estado federal y los Estados que forman la federación.
- Los federales intransigentes o cantonalistas defendían que la federación debía hacerse «desde abajo», desde la proclamación inmediata de la soberanía de las unidades políticas inferiores, los Estados, para construir desde ellos, por acuerdos libres entre iguales, la federación española.
Las tensiones republicanas causaron una gran inestabilidad política. Para resolver la forma de la República, se convocaron nuevas elecciones para formar una Asamblea Nacional constituyente. Las elecciones, celebradas por sufragio universal, fueron ganadas ampliamente por los federales. La nueva Asamblea Nacional constituyente proclamó la República federal y nombró presidente del poder ejecutivo a Francisco Pi i Margall. Se elaboró un proyecto de Constitución federal que:
- Organizaba España como una federación formada por 17 Estados federados, incluidos Cuba y Puerto Rico.
- La jefatura del Estado correspondía al presidente de la República, elegido por sufragio universal. Poseía el poder de relación entre los distintos poderes, y nombraba al presidente del Gobierno y a sus ministros.
- El poder legislativo correspondía a la Asamblea Nacional Republicana, compuesta por dos cámaras: el Senado, representativo de los Estados, y el Congreso, elegido por sufragio universal.
- Se reconocía la autonomía municipal.
- Se establecía la separación de la Iglesia y el Estado.
El Movimiento Cantonalista
Los federales intransigentes comenzaron a proclamar la independencia de cantones. En Levante y Andalucía se extendió el movimiento cantonalista, destacando la proclamación del Cantón de Cartagena. El cantonalismo fue un movimiento esencialmente político que incorporó reformas sociales. Hizo fracasar el proyecto de implantar la federación «desde arriba», produjo una elevada disgregación del poder y provocó la dimisión de Pi i Margall. El nuevo gobierno republicano estuvo presidido por Nicolás Salmerón. Para sofocar el movimiento cantonalista y la guerra carlista, tuvo que apoyarse en los militares y acceder a sus peticiones de restablecer la autoridad y el orden. La necesidad de tener que firmar penas de muerte llevó a Salmerón a dimitir. Le sucedió Emilio Castelar, que consiguió poderes extraordinarios de la Asamblea para hacer frente a las guerras cantonalista, carlista y cubana. Así, pudo gobernar durante varios meses por decreto, tomando medidas drásticas y represivas, y apoyándose en los militares conservadores. Los federales, descontentos, pretendieron escoger un nuevo presidente. Mientras se celebraba la sesión, el general Manuel Pavía entró en el Congreso y disolvió la Asamblea Nacional, poniendo fin a la Primera República.