Historia de la Península Ibérica: Hominización, Romanización, Reinos Medievales y Edad Moderna

La Península Ibérica: De la Prehistoria a la Edad Moderna

El Proceso de Hominización en la Península Ibérica: Nuevos Hallazgos

El proceso de hominización se inició en África. De allí salió hace 1,5 millones de años la especie Homo ergaster («hombre trabajador») que se extendió por Oriente Próximo, Asia y Europa. En la Gran Dolina de la sierra de Atapuerca (Burgos) se hallaron en 1994 los restos fósiles más antiguos de Europa (de hace unos 800.000 años). Se trataba de cráneos y mandíbulas de seis individuos -dos adultos y cuatro niños- pertenecientes a una nueva especie del género Homo, el Homo antecessor («hombre predecesor»). Eran altos y fuertes y practicaban el canibalismo.

En la Sima de los Huesos del yacimiento de Atapuerca se han encontrado esqueletos completos de 32 individuos de hace unos 300.000 años, clasificados como preneandertales. El Homo sapiens de Neandertal habitó en la Península durante el Paleolítico Medio (100.000- 35.000 a.C.). Era muy robusto, conocía el fuego, hacía útiles elaborados y enterraba a los muertos. Se extinguió hace unos 25.000 años por causas desconocidas. Se han hallado restos en Santander (Cueva Morín), Granada, Málaga y recientemente en Gibraltar, los que quizá sean los últimos neandertales. El Homo sapiens sapiens o de Cro-Magnon, nueva especie de procedencia africana con rasgos físicos semejantes a los actuales, llegó a la Península hace unos 40.000 años y convivió con el Neandertal. Hacía arcos y flechas, útiles de hueso y pinturas rupestres. El hombre actual desciende genéticamente de él.

Los Pueblos Prerromanos

Entre los siglos V y III a.C., la Península Ibérica era un mosaico de pueblos que vivían en la Edad del Hierro o Protohistoria. Se agrupaban en dos grandes áreas culturales:

  • a) Pueblos ibéricos (sur y levante): mostraban influencia cultural de fenicios y griegos. Hablaban la misma lengua y conocían la escritura. Su economía era agropecuaria, pero también realizaban actividades comerciales y usaban moneda. Se organizaban políticamente en ciudades-estado, bajo el gobierno de reyezuelos (régulos) o asambleas. Sus poblados amurallados se situaban en lugares elevados. La sociedad estaba jerarquizada, comprendiendo desde la aristocracia hasta los esclavos; había relaciones de carácter personal (como la «devotio ibérica»). Su arte era importante -Damas de Elche y de Baza, la cerámica, etc.
  • b) Pueblos celtas (norte, centro, oeste): eran de origen indoeuropeo y estaban más atrasados que los íberos. Los del centro y oeste (vacceos, vetones, carpetanos, lusitanos) tenían una economía agrícola o ganadera, con escaso comercio y no usaban moneda; la sociedad estaba organizada en tribus, agrupadas por parentesco en clanes y gobernadas por una aristocracia guerrera, elegida según el prestigio personal. Los pueblos del norte (galaicos, astures, cántabros, vascones) eran los más atrasados debido a su aislamiento geográfico. Eran ganaderos y pescadores; sus poblados (castros) estaban fuertemente amurallados. Los celtíberos de la zona centro-oriental de la meseta eran indígenas que habían asimilado la cultura celta.

Las Colonizaciones Históricas: Fenicios, Griegos y Cartagineses

En el primer milenio a.C. llegaron a la Península estos tres pueblos colonizadores. Buscaban comerciar con los indígenas para obtener metales (cobre, oro, plata, estaño) y otros productos. Aportaron nuevos modos de vida. Los fenicios establecieron enclaves comerciales en Gadir (Cádiz) -fundada hacia 800 a.C.-, Malaka (Málaga), Sexi (Almuñécar) y Abdera (Adra). Introdujeron la vid, el cerdo, tejidos de púrpura, el torno del alfarero, salinas, salazones y el alfabeto. Los griegos, sus rivales comerciales, llegaron hacia el siglo VI a.C. Desde Massalia (Marsella), fundaron colonias: Rhode (Rosas) y Emporion (Ampurias); Mainake (en Málaga) y Hemeroskopeion (Denia). Trajeron el olivo, el asno, la gallina, la moneda, obras de arte y las vocales del alfabeto. Ambos comerciaron con el misterioso Tartessos. Los cartagineses, procedentes de la colonia fenicia del norte de África, llegaron en el siglo VI a.C. Tras expulsar a los griegos, se enfrentaron a Roma en las Guerras Púnicas por el control del Mediterráneo occidental. Querían conseguir metales, bases territoriales y mercenarios para su ejército. Fundaron Ebussus (Ibiza) y Cartago Nova (Cartagena), su capital.

Etapas de la Conquista de la Península por Roma

En el siglo III a.C. Roma y Cartago pugnaban por el Mediterráneo Occidental. En el 219 a.C. Aníbal, militar cartaginés, atacó Sagunto (aliada de Roma). Los romanos consideraron roto el Tratado del Ebro iniciándose la II Guerra Púnica (218-206 a.C.) y la ocupación romana de la Península. Etapas:

  1. Ocupación del litoral mediterráneo y los valles del Guadalquivir y Ebro (218-170 a.C.). En el 218 desembarcan en Ampurias. En el 209 Escipión el Africano toma Cartago Nova y en el 206 Gades. Los abusos tributarios causan revueltas indígenas que son sofocadas con dureza por el cónsul Catón.
  2. Penetración en la Meseta (154-133 a.C.). Hallaron gran resistencia indígena: guerras lusitanas, dirigidas por Viriato usando táctica de guerrillas, asesinado por orden de Roma y guerras celtibéricas, con la heroica resistencia de Numancia, asediada por Escipión Emiliano hasta su rendición en el 133. Excepto por la conquista de Baleares en el 123, las guerras civiles en Roma frenan el avance.
  3. Las guerras cántabro-astures (29-19 a.C.): la resistencia de estos atrasados indígenas fue tan fuerte que obligó a Augusto a acudir en persona. Finalmente, fueron sometidos a esclavitud en las minas.

El Proceso de Romanización: El Legado Cultural

Llamamos romanización al proceso de asimilación de las estructuras económicas, sociales, políticas, jurídicas y culturales del Imperio romano por los pueblos conquistados. En Hispania la romanización fue intensa en el levante y sur; la zona norte fue escasa y tardíamente romanizada. Los principales instrumentos de romanización fueron el ejército, el latín -la lengua oficial-, las instituciones y el derecho romano, las diversas religiones, especialmente la cristiana. El legado cultural de los romanos es enorme: los nombres de Hispania y de las provincias romanas, ciudades (como Emérita Augusta, Tarraco, Legio o Hispalis), que se llenaron de monumentos, como el acueducto de Segovia, el arco de Bará, los teatros de Mérida y Sagunto, el anfiteatro de Itálica, las murallas de Lugo, el puente de Alcántara, etc. Hispania fue cuna de emperadores (Adriano, Trajano, Teodosio) e intelectuales (el filósofo Séneca, los escritores Marcial y Quintiliano, el geógrafo Mela, el historiador Lucano, el agrónomo Columela).

La Monarquía Visigoda: Las Instituciones

Los visigodos eran un pueblo germánico que llegó en el año 411 como federados de los romanos para expulsar a suevos, vándalos y alanos que habían invadido Hispania en el 409. Al caer el Imperio romano de Occidente (476) y tras ser derrotados por los francos en Vouillé (507), establecieron un reino visigodo en la Península con capital en Toledo. Leovigildo conquistó el reino suevo (585) y Suintila expulsó a los bizantinos; pero no lograron someter a los vascones. Recaredo logró la unificación religiosa al convertirse al catolicismo en el III Concilio de Toledo (589) y Recesvinto unificó la legislación visigoda y romana en el Liber Iudiciorum o Fuero Juzgo (654). El reino visigodo fue el primer Estado político independiente y unificado de la Península. La monarquía era muy débil por ser electiva. Entre sus instituciones destacan:

  1. El Aula Regia: asamblea consultiva formada por la alta nobleza y colaboradores del rey.
  2. El Officium Palatinum, núcleo del Aula Regia con personas de confianza real.
  3. Los Concilios de Toledo, asambleas en principio religiosas y luego políticas, integradas por el rey, la Iglesia y la nobleza.

La Península Ibérica en la Edad Media

La Conquista Musulmana y los Pueblos Invasores

La conquista de la Península por los musulmanes se debe a la rápida expansión del Islam desde el 634, que les llevó al Norte de África y a la crisis interna de la monarquía visigoda. El gobernador árabe Musa ibn Nusair envió en el 711 una expedición de 7.000 hombres, en su mayoría bereberes norteafricanos, dirigida por su lugarteniente Tariq, en auxilio de los witizanos que estaban en guerra contra los partidarios de Don Rodrigo, a quien derrotó en la batalla de Guadalete (711). En el 712 Musa con sus guerreros árabes y sirios se unió a Tariq en Toledo y en poco tiempo (712-714) conquistaron toda la Península, excepto las zonas montañosas del norte, siendo detenidos en Poitiers (732) por los francos de Carlos Martel. La rapidez de la conquista de Al Ándalus -Estado musulmán en la Península- se explica no sólo por la debilidad de los visigodos sino porque los musulmanes luchaban por botín y por extender su fe (guerra santa); no hubo apenas resistencia de la población, convirtiéndose muchos al Islam para no pagar impuestos (muladíes); los musulmanes fueron tolerantes con cristianos y judíos (gentes del Libro). Además, muchos nobles visigodos firmaron capitulaciones o pactos con los invasores para mantener sus propiedades.

La Crisis del Siglo XI: Los Reinos de Taifas

Al morir el dictador Almanzor (1002) el Califato de Córdoba entró en un periodo de decadencia, estallando una guerra civil, hasta que en 1031 desapareció. Surgieron unos 30 pequeños reinos de taifas (banderías). Se clasifican en tres grupos, según su composición étnica: taifas árabes (Zaragoza, Sevilla, Córdoba, Toledo, Badajoz, entre las más importantes), bereberes (Granada, Málaga) y eslavas (Murcia, Valencia). Eran muy débiles militar y políticamente, por lo que no pudieron impedir el avance de los reinos cristianos del Norte, a los que tuvieron que pagar fuertes tributos en oro (parias) para mantener su independencia. Por ello, los reyes aumentaron los impuestos a sus súbditos. Estos reinos eran muy brillantes cultural y artísticamente. Cuando el rey Alfonso VI de Castilla conquistó Toledo (1085) el reyezuelo taifa de Sevilla, asustado, pidió ayuda a los almorávides del Norte de África, que invadieron la Península, unificando Al-Ándalus y acabando con las taifas.

Al-Ándalus: La Organización Económica y Social

La principal fuente de riqueza de Al Ándalus -el Estado musulmán en la Península durante la Edad Media- era la agricultura, basada en la trilogía mediterránea (trigo, vid y olivo), que se cultivaban en grandes latifundios de secano; los musulmanes incorporaron nuevos cultivos (algodón, arroz, caña de azúcar, los cítricos) y avanzadas técnicas de riego (norias y acequias). Las ciudades fueron marco de la industria textil (seda y lino) y de la artesanía especializada. También era muy importante el comercio. El exterior se benefició del uso de la moneda y de la posición privilegiada de Al Ándalus entre Europa y África; se exportaban aceite, armas, tejidos y se importaban productos de lujo de Oriente, especias y esclavos. El interior se realizaba alrededor del zoco o mercado. La sociedad de Al Ándalus estaba dividida en diferentes grupos étnicos, religiosos y económicos:

  • La aristocracia árabe era propietaria de grandes latifundios en las mejores tierras y ocupaba los puestos clave en la administración.
  • Los bereberes eran campesinos o artesanos pobres y estaban marginados. Ambos eran musulmanes.
  • Los hispanovisigodos que vivían bajo dominio musulmán y que formaban la mayoría de la población se dividían en dos grupos: los muladíes convertidos al Islam y los mozárabes, minoría cristiana que pudo conservar su religión a cambio del pago de impuestos.
  • Los judíos, dedicados a los negocios mercantiles, residían en barrios diferenciados (juderías) y gozaron de consideración por su papel comercial y cultural.
  • Otros grupos minoritarios eran esclavos: los eslavos, que formaban parte del ejército mercenario y que llegaron a ocupar altos cargos y poseer riquezas, una vez libertos, y los negros.

Al-Ándalus: El Pensamiento y las Letras

Al Ándalus conoció un gran esplendor cultural en el siglo X (Califato de Córdoba), durante los reinados de Abd al-Rahmán III y Al-Hakam II. Córdoba se convirtió en un atractivo centro cultural, donde se desarrollaron las ciencias -matemáticas, astronomía, botánica, medicina, historia- y la literatura, en especial la poesía, que cantaba el amor y la vida palaciega. Los eruditos, que se expresaban en lengua árabe, tradujeron obras de la ciencia griega, persa e india, que se divulgaron por Occidente a través de la España musulmana. El periodo de los reinos de taifas, en el siglo XI, fue la edad de oro de la cultura andalusí, pese al declive político. Los principales reyezuelos rivalizaron como mecenas artísticos, en un clima de gran libertad intelectual. La corte de Sevilla fue famosa por sus poetas, como Ibn Zaydun y el propio rey Almotamid. El poeta y erudito cordobés Ibn Hazm escribió El collar de la paloma, un importante tratado sobre el amor. Las invasiones norteafricanas de almorávides y almohades, con su fanatismo e intolerancia religiosa, provocaron el exilio de muchos intelectuales como los tres grandes de la filosofía y la medicina del siglo XII: Avempace, Averroes y el judío Maimónides, que trataron de conciliar la filosofía de Aristóteles con sus respectivas creencias y ejercieron enorme influencia en Europa. El reino nazarí de Granada conoció durante los siglos XIV y XV un gran esplendor cultural. Destacan el historiador Ibn Jaldún y el poeta Ibn Zamrak, cuyos poemas decoran la Alhambra.

Los Primeros Núcleos de Resistencia Cristiana

Tras la invasión musulmana (711) sólo las zonas montañosas del norte peninsular, pobladas por astures, cántabros y vascones, iniciaron la resistencia contra Al Ándalus. Algunos nobles visigodos se refugiaron entre los astures y dirigidos por Pelayo vencieron en Covadonga (722) a los musulmanes. Surgió así el reino astur, que con Alfonso III (866-909) se extenderá por Galicia y el valle del Duero, la llamada «tierra de nadie». En el 910, al trasladarse la capital de Oviedo a León, se llamará reino de León. La zona fronteriza oriental, fortalecida con una serie de castillos frente a los musulmanes, será el condado de Castilla, que en el siglo X se hará independiente con el conde Fernán González. En los Pirineos occidentales, los vascones derrotaron en Roncesvalles (778) a Carlomagno y surgió en el siglo IX el reino de Pamplona. En el siglo X, Sancho Garcés I llegó al Ebro. En los Pirineos centrales se formaron pequeños condados (Aragón, Sobrarbe, Ribagorza) bajo influencia carolingia. El condado de Aragón en el siglo IX logró la independencia. En el Pirineo oriental, los pequeños condados que formaban la Marca Hispánica del Imperio carolingio organizaron la resistencia. El condado de Barcelona, con Vifredo el Velloso, los unificó y logrará la independencia en el siglo X.

La Península Ibérica en la Edad Media: Una Cultura Plural (Cristianos, Musulmanes y Judíos)

En la Península de la Edad Media coexistían las culturas cristiana, musulmana y judía. En la Alta Edad Media (s. VIII- X) sólo los monasterios (Ripoll, Sahagún), preservaban y transmitían la cultura con la copia y conservación de libros. La España islámica era culturalmente muy superior. En Plena Edad Media (s. XI- XIII) a través del Camino de Santiago llegaron los cantares de gesta y el románico. En el s. XIII aparecieron las Universidades (Salamanca, Valladolid). El puente cultural entre mundo islámico y cristiandad fue la prestigiosa Escuela de Traductores de Toledo que alcanzó su apogeo con Alfonso X el Sabio (s. XIII). Allí colaboraron cristianos, musulmanes y judíos que traducían del árabe al latín y, luego, directamente al castellano. Progresó el uso literario de las lenguas «vulgares». En la Baja Edad Media (s. XIV y XV) la influencia cultural musulmana decayó. El castellano desplazó al gallego como lengua poética. Destacan el Arcipreste de Hita y el Marqués de Santillana.

La Baja Edad Media: Corona de Aragón, Crisis y Expansión

Organización Política e Instituciones en la Baja Edad Media: La Corona de Aragón

La Corona de Aragón estaba formada por el reino de Aragón y el principado de Cataluña (unidos desde 1137, por el matrimonio de Petronila y Ramón Berenguer IV), a los que se añadieron más tarde el reino de Valencia (1238), Mallorca (definitivamente en 1343) y las posesiones italianas (Sicilia, Cerdeña, Nápoles). La Corona de Aragón era una confederación de territorios con un mismo monarca, pero cada uno mantenía sus leyes e instituciones propias, idioma, costumbres, gozando de gran autonomía. En cada Estado había lugartenientes o virreyes del rey, que actuaban en su nombre. El arraigo del feudalismo y la necesidad de ayuda militar y económica del monarca que le obligó a ceder ante las exigencias de la nobleza desarrolló el pactismo: el rey aceptaba un acuerdo tácito con sus súbditos a través de las Cortes comprometiéndose a respetar el derecho y las costumbres del país. El poder real estaba limitado por normas morales y legales. Cada reino de la Corona de Aragón tenía sus propias Cortes, nacidas en el siglo XIII, aunque en ocasiones se reunían de forma general. Estaban formadas por representantes de los tres brazos o estamentos (nobleza, Iglesia y alta burguesía urbana) y tuvieron poder legislativo y económico. En Cataluña había un organismo permanente de las Cortes, la Diputación del General o Generalitat, integrada por seis miembros que se renovaban cada tres años. En Aragón el Justicia de Aragón velaba por el cumplimiento de los Fueros. Los órganos del poder local eran los concejos o municipios, que estaban en manos de las oligarquías urbanas. En Barcelona el poder municipal lo tenía el Consell de Cent (Consejo de Ciento).

La Baja Edad Media: Crisis Demográfica, Económica y Política

El siglo XIV fue de profunda crisis.

  • Crisis demográfica: las malas cosechas trajeron crisis de subsistencias, hambrunas y aumento de mortalidad. En 1348 llegó la Peste Negra, que afectó más a Cataluña, donde murió el 50% de la población, que a los demás reinos; amplias zonas se despoblaron.
  • Crisis económica: La Peste Negra produjo campos sin cultivar, falta de mano de obra, disminución de producción, aumento de precios. El comercio catalán, muy desarrollado, se hundió a fines del XIV. En Castilla la ganadería lanar salió favorecida al aumentar los pastos a costa de las tierras abandonadas y exigir poca mano de obra.
  • Crisis política: Las guerras civiles asolaron los reinos. Castilla vivió una crisis monárquica en las minorías de Fernando IV, Alfonso XI y con la guerra civil entre Pedro I y su hermano bastardo Enrique II de Trastámara, que subirá al trono. La monarquía hizo grandes concesiones a la nobleza que perjudicaban al estado llano, estallando conflictos sociales. En la Corona de Aragón, Pedro IV se enfrentó a la nobleza de Aragón y Valencia. Al morir Martín el Humano sin descendencia fue elegido rey Fernando I, de Trastámara en el Compromiso de Caspe (1412).

La Baja Edad Media: La Expansión de la Corona de Aragón en el Mediterráneo

La expansión catalanoaragonesa por el Mediterráneo comenzó en el siglo XIII con la conquista de las islas Baleares por Jaime I el Conquistador, quien las legó como reino de Mallorca a su hijo menor Jaime. El rey Pedro III el Grande conquistó la isla de Sicilia (1282). Jaime II se anexionó la isla de Cerdeña (1324). Los ducados de Atenas (1311) y Neopatria (1318) fueron conquistados por los Almogávares, tropas mercenarias catalanas, que habían sido contratadas por el emperador de Constantinopla para luchar contra los turcos. Los pusieron bajo la soberanía de la Corona de Aragón en tiempos de Pedro IV el Ceremonioso, que incorporó también el reino de Mallorca. Por último, Alfonso V conquistó el reino de Nápoles en 1442. La expansión política dio origen a un importante comercio por el Mediterráneo con Italia, el norte de África y Oriente. Los mercaderes catalanes importaban por el puerto de Barcelona especias, perfumes y sedas de Oriente, cereales de Sicilia, pieles y cuero de Berbería; exportaban tejidos e hierro. Fueron los primeros en usar letras de cambio, compañías mercantiles y lonjas. Tenían un tribunal, el Consulado del Mar, una banca municipal (Taula de Canvi) y cónsules en los principales puertos del Mediterráneo. La decadencia comercial empezó con la crisis del siglo XIV y se aceleró con la toma de Constantinopla (1453) por los turcos.

El Siglo XVIII en la Península Ibérica: Borbones y Reformismo

La Guerra de Sucesión y el Sistema de Utrecht

Carlos II, último rey de la Casa de Austria, murió en 1700 sin descendencia. En su testamento nombró heredero a Felipe de Anjou, nieto de Luis XIV, de la Casa de Borbón, pero el archiduque Carlos de Austria, de la Casa de Habsburgo y candidato al trono español, no lo aceptó y estalló la Guerra de Sucesión (1700-1714). Fue a la vez un conflicto europeo (entre el bando franco-español y el bando de Inglaterra, Holanda, Portugal y Saboya) y una guerra civil (la Corona de Aragón apoyó al archiduque Carlos mientras Castilla lo hizo a Felipe). La guerra resultó larga e indecisa ya que dentro de la Península las tropas de Felipe V lograban victorias (Almansa, 1707), mientras en el exterior ganaban los ingleses gracias a su supremacía naval. En 1713 el archiduque Carlos fue coronado emperador de Alemania, tras morir su hermano. A Inglaterra y Holanda no les interesaba una posible unión de España y Alemania como en tiempos de Carlos I. La guerra finalizó con la Paz de Utrecht (1713). Felipe V fue reconocido rey de España. Inglaterra, la gran vencedora, obtuvo Gibraltar y Menorca, el derecho de asiento en América (monopolio de la trata de negros) y el navío de permiso. España, la gran perdedora, perdió todos sus territorios europeos: entregó a Austria los Países Bajos, Milán, Nápoles y Cerdeña; Saboya se quedó con Sicilia (que más tarde cambió por Cerdeña). Sin embargo, la guerra continuó en Cataluña. Barcelona fue sitiada hasta que las tropas de Felipe V entraron el 11 de septiembre de 1714, tras una heroica resistencia. Como castigo por apoyar al austriaco, Felipe V promulgó los Decretos de Nueva Planta que derogaban los fueros e instituciones de autogobierno de los reinos de la Corona de Aragón (Valencia y Aragón, 1707; Mallorca, 1715 y principado de Cataluña, 1716).

La Práctica del Despotismo Ilustrado

El Despotismo Ilustrado es la forma de absolutismo propia del siglo XVIII, caracterizada porque los reyes realizaban reformas económicas, sociales y culturales para racionalizar sus estados y adecuarlos a las nuevas condiciones, siguiendo las doctrinas de la Ilustración, pero sin cambiar las estructuras de la sociedad ni el sistema de monarquía absoluta. Su lema era «Todo para el pueblo, pero sin el pueblo». El mejor representante en España es Carlos III (1759-1788) monarca de la Casa de Borbón, hijo de Felipe V y de Isabel de Farnesio. Rey de Nápoles de 1735 a 1759, sucedió a su hermanastro Fernando VI en el trono español. Apoyado por ministros ilustrados (Aranda, Campomanes y Floridablanca) acometió múltiples reformas. Defendió el regalismo -expulsión de los jesuitas-, estimuló la economía (colonización de Sierra Morena, creación de Sociedades Económicas, libertad de comercio de granos y con América, dignificación del trabajo manual, etc.) Limpió y embelleció Madrid con monumentos y plazas (el mejor alcalde). En política exterior fue atlantista: participó en la Guerra de los Siete Años junto a Francia (Tercer Pacto de Familia) frente a los ingleses y apoyó a los independentistas norteamericanos en la guerra, recuperando Menorca y Florida (Paz de Versalles de 1783).

La Evolución de la Política Exterior Española en Europa Durante el Siglo XVIII

La Paz de Utrecht, tras el final de la Guerra de Sucesión (1700-1714) acabó con la hegemonía francesa y dio origen a un nuevo orden internacional basado en el equilibrio de poder entre las grandes potencias (Francia, Austria y Gran Bretaña). España perdió todas sus posesiones europeas y quedó relegada a potencia de segundo orden. Felipe V (1700-1746), impulsado por su segunda mujer, Isabel de Farnesio, que deseaba tronos en Italia para sus hijos, intentó recuperar los territorios italianos perdidos. Su revisionismo suponía romper el equilibrio internacional y enfrentarse a Gran Bretaña, la mayor potencia naval y comercial del siglo. Una expedición militar enviada en 1717 para invadir Cerdeña y Sicilia terminó en fracaso. En 1731 consiguió el ducado de Parma para su hijo Carlos, gracias a un acuerdo con Gran Bretaña y Francia. Buscó la alianza con Francia, país con el que tenía vínculos dinásticos y en 1733 se firmó el Primer Pacto de Familia que involucró a España en la Guerra de Sucesión de Polonia junto a Francia y contra Austria a cambio de reconocer a Carlos rey de las Dos Sicilias (Nápoles y Sicilia) en 1735. En 1743 se firmó el Segundo Pacto de Familia por el que España participó en la Guerra de Sucesión de Austria a cambio del ducado de Parma para Felipe, otro hijo de Felipe V e Isabel de Farnesio (1748). Fernando VI (1746-1759) mantuvo una política de neutralidad dejando a España fuera de los conflictos bélicos internacionales, lo que permitió mejorar la armada. Murió sin descendencia. Con Carlos III (1759-1788) España intervino en varias guerras europeas aliada de Francia y contra Gran Bretaña, con el objetivo de frenar su avance en las rutas atlánticas y recuperar Gibraltar y Menorca. Por el Tercer Pacto de Familia (1761) intervino en la Guerra de los Siete Años (1756-1763) al lado de Francia. Ambas fueron derrotadas por Gran Bretaña. Francia perdió sus posesiones en Canadá y la India y España tuvo que entregar la península de la Florida, Francia entregó la Louisiana en compensación. España ayudó a los colonos en la Guerra de la Independencia de las trece colonias británicas (1776-1783) y recuperó Florida, Menorca y la colonia de Sacramento en la Paz de Versalles (1783). Carlos IV (1788-1808) continuó su política de amistad con Francia, salvo el paréntesis de la guerra contra la Convención (1793-1795), fase radical de la Revolución Francesa, que terminó en fracaso. España volvió a la órbita francesa con el Tratado de San Ildefonso (1796) firmado con Napoleón, lo que implicaba el enfrentamiento con Inglaterra, lo que resultó desastroso para España. En Trafalgar (1805) la marina española fue destrozada por la inglesa.

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