Se llama Sexenio
Revolucionario al período comprendido entre el derrocamiento de Isabel II (1868) y la restauración de la monarquía borbónica en la figura de Alfonso XIX. Entre ambas fechas se suceden 3 tipos de gobiernos: una monarquía constitucional, una república federal y una república unitaria o de orden.
El estallido revolucionario comenzó el 19 de septiembre en Cádiz. La Armada se sublevó con el apoyo de los generales Prim, Dulce y Serrano. Se extendió por Andalucía. La derrota de las tropas de Isabel II la obligaron a exiliarse a Francia.
En octubre de 1868 se constituyó un gobierno provisional dirigido por Serrano, del que formaba parte el general Prim. Desde ese momento se pone en marcha un programa y se planteó una convocatoria de elecciones, por sufragio universal, a Cortes Constituyentes. Las elecciones que se celebraron en 1868 dieron el triunfo a los monárquicos. Tras estos resultados, Serrano fue nombrado regente y Prim se encargó de presidir el gobierno y buscar un rey para España. Mientras tanto, las Cortes preparaban una nueva Constitución.
La Constitución fue promulgada el 1 de julio de 1869. Declaraba a la Nación española como monarquía constitucional y democrática, y recogía los siguientes principios: la soberanía nacional y el desarrollo de una declaración de derechos, un poder legislativo bicameral con un Congreso y un Senado. El poder ejecutivo recae en el rey, que lo ejerce a través de sus ministros. Se garantiza la independencia del poder judicial y se establece el juicio con jurado y se reconoce la libertad de culto. Negaba el derecho de voto a las mujeres. Con la aprobación de la Constitución, el gobierno de Prim ya podía enfrentarse a los problemas urgentes que lo acuciaban como la búsqueda de un nuevo rey. Éste tenía que ser católico y democrático. Finalmente, se optó por Amadeo de Saboya, que había sido el candidato de Prim y de los progresistas.
La conflictividad social no desapareció, porque el carácter monárquico de la Constitución no les dio la satisfacción a los republicanos. Contando con el apoyo popular actuaron para provocar numerosos alzamientos. El resurgir del carlismo fue inmediato. La desaparición de Isabel II dio fuerzas a los carlistas, representados ahora por Carlos VII, los cuales triunfaron en las elecciones de 1869.
El problema cubano pasó al primer plano de la política española. Después de la emancipación, los territorios se habían reducido a las islas de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. En Cuba se produjo el “Grito de Yara”. Fue la llamada “guerra larga” que duró 10 años.
En 1870 Prim fue asesinado. Días más tarde, subía al trono Amadeo de Saboya. Fue un reinado dominado por la inestabilidad, por: los problemas interiores, provocados por carlistas y republicanos; la oposición de los moderados, fieles a los borbones, que empezaron a preparar un partido Alfonsino, agrupados en torno a Cánovas del Castillo. En dos años se sucedieron 6 gobiernos y se acudió 3 veces a las urnas para celebrar elecciones.
El 11 de febrero de 1873, Amadeo de Saboya presentaba a las Cortes su renuncia al trono.
El mismo día que abdicó Amadeo I, se reunieron las Cortes, y proclamaron la I República. Esto fue muy negativo para el nuevo régimen republicano porque los republicanos pasaron a dirigir la nación. Se presentaban divididos: por un lado, los unitarios y, por otro, los federalistas. Éstos estaban divididos a su vez en benévolos e intransigentes. En junio de 1873, se proclamó la I República Federal, y Pi i Margall fue nombrado presidente.
Su gobierno intentó construir un Estado federal elaborando una Constitución como primer paso. Era muy parecida a la de 1869, pero establecía la organización de España en 17 estados federales, incluidos los de Cuba y Puerto Rico, teniendo cada uno su propia Constitución. Esta estructura no se aprobó porque en el mes de julio estalló una insurrección centralista en Levante y Andalucía. Pi i Margall, decepcionado, dimitió y el almeriense Nicolás Salmerón lo sustituyó.
El general Pavía fue el encargado de acabar con la insurrección, contra la que actuó con gran dureza. Nicolás Salmerón decidió dimitir. Lo sustituyó como cuarto presidente de la República Emilio Castelar, que dio un giro conservador y autoritario a su mandato. La revuelta cantonalista acabó en 1873.
Castelar asumió poderes extraordinarios y clausuró las Cortes hasta el 2 de enero. Reorganizó el ejército eliminando a los “voluntarios de la República” y obtuvo éxitos militares inmediatos frente a los cantonalistas y a los carlistas. El día de la apertura de las Cortes, perdió una moción de confianza planteada por los federalistas. Esa misma noche tomó el hemiciclo de las Cortes, con miembros de la Guardia Civil.
La I República estaba liquidada desde el golpe de estado de Pavía, pero su nombre se mantuvo como un gobierno provisional presidido por Serrano. No tuvo éxito contra el carlismo, cuyas acciones se prolongaron hasta 1876. El artífice de la vuelta de los borbones a la corona fue Antonio Cánovas del Castillo, que preparó el camino consiguiendo la abdicación de la reina Isabel en su hijo Alfonso, de 17 años, redactando un manifiesto. Su aspiración era que Alfonso llegase como rey de manera pacífica y aclamado por el pueblo.
Esta preparación se vio trastocada por Martínez Campos, que se pronunció en 1874 a favor del príncipe Alfonso. Este pronunciamiento aceleró la llegada de la monarquía, a través de un golpe militar.