La época de las Regencias se caracteriza
básicamente por dos cuestiones: en primer lugar, asistimos a una “alianza” estratégica entre la regente María Cristina y los liberales, que se unen para luchar
contra un enemigo común, el carlismo; en segundo lugar, y como consecuencia del
ascenso al poder de los liberales, se consuma el proceso de desmontaje paulatino de las viejas estructuras del absolutismo y se avanza
en la construcción del estado
liberal-burgués.
La regencia de María Cristina (1833-40)
Tras la muerte de Fernando VII, la regente mantiene como jefe de gobierno a Cea Bermúdez (1832-34), quien, mediante el Manifiesto del 4 de octubre, propone una política emparentada con el reformismo ilustrado que los liberales no pueden aceptar. Por otro lado, y como ya decíamos, el estallido de la Primera Guerra Carlista obliga a María Cristina a apoyarse en los liberales, cada vez más divididos entre moderados y progresistas.
En esta época se ponen en marcha ciertos procesos que legales que
acaban formalmente con el Antiguo
Régimen:
Proceso de liberalización política
En efecto, se redactaron sucesivos textos constitucionales para regular la vida política:
-Siendo jefe de gobierno Martínez de la Rosa, se
aprueba el Estatuto Real (1834, texto 2)
, una especie de “Carta
Otorgada” que contemplaba dos cámaras: el Estamento de Próceres (designación) y
el Estamento de Procuradores (sufragio censitario, 0’15%). Debido a su carácter extremadamente conservador, se
consuma la división de los liberales entre moderados (lo aceptan)
y progresistas (no lo
aceptan).
-En 1837, siendo jefe de gobierno el progresista Calatrava, se promulga la constitución de 1837 (soberanía nacional, poder ejecutivo rey, sufragio 2’2%…, texto 4) que recogía algunos detalles moderados (bicameralismo, colaboración entre el rey y las cortes, derecho de veto…). Fue una constitución efímera, ya que estuvo en vigor solo hasta 1845.
-Por otro lado, en 1833, siendo Javier de
Burgos
Ministro de Gobernación, se crea el actual mapa de provincias, que ha permanecido hasta nuestros días con
ligeras modificaciones.
Proceso de liberalización económica
-Se llevó a cabo una profunda Desamortización (ver vocabulario),
por la cual una gran cantidad de bienes pertenecientes a la iglesia son nacionalizados y
posteriormente subastados. La llevó a cabo Mendizábal
(texto 3) a partir de 1836 con
el objetivo
de liberar la tierra de sus vínculos legales, crear una abundante familia de propietarios, aliviar la deuda pública y obtener recursos para hacer frente a las guerra carlista (1833-39). Las
consecuencias fueron que cambió el
régimen legal de la propiedad y la titularidad, pero no la estructura de la
propiedad.
-Durante el gobierno progresista Calatrava se abolió el régimen señorial (1837, texto 5),
aunque haciéndolo de manera favorable a los ex señores. La supresión del régimen
señorial supuso la libertad formal
para los campesinos, pero, al serle
reconocida la propiedad de la tierra a los nobles, provocó la aparición de una
nueva figura sociopolítica imprescindible para entender la historia
contemporánea española: el cacique.
-En 1834 se
suprimen definitivamente los gremios, lo que consagra el principio
de libre circulación de mercancías,y en 1837 los diezmos.
En resumen, durante
este periodo se lleva a cabo una profunda transformación
política y legal, pero como consecuencia de una alianza entre la alta burguesía y la nobleza que excluye a la inmensa mayoría de la
población.
Ello provoca el descontento popular, que se expresa en
estallidos populares como la Revolución
de 1835 (Barcelona, Zaragoza, Valencia…) que derivaron en violencia anticlerical.
Otro de los
graves problemas de esta época es el del recurso a del pronunciamiento (Llauder y
Quesada, 1834; los sargentos de la
Granja, 1836, la Brigada Van Halen, 1837) como vía ordinaria de acceso al
gobierno. El intervencionismo de los
militares en la vida civil es una de las lacras de la historia de España.
La regencia de Espartero (1841-43)
Durante el denominado
Trienio Moderado (1837-40), los gobiernos moderados se vieron
condicionados por las gastos de las guerras carlistas y la oposición
progresista (en 1839 hubo un motín progresista en Madrid). Por otro lado,
aplicando estrictamente su programa político, procedieron a limitar el sufragio, controlar la prensa y restringir la autonomía municipal (Ley
de Ayuntamientos de Pérez de Castro). La sanción de la mencionada ley por parte
de la regente, provocó una sucesión de
revueltas populares.
A partir de ese momento, los acontecimientos se
precipitan: en septiembre la regente
nombra jefe de gobierno a Espartero,
líder de los progresistas, en la creencia de que por su prestigio y por su
orientación política, será capaz de controlar los desórdenes. Ahora bien, éste le propone una dura cláusula que la
regente no puede aceptar: la corregencia.
Así, en octubre 1840 la regente sale de España y se forma un Ministerio
de Regencia, presidido por Espartero, hasta que finalmente, en marzo 1841 las Cortes designan a Espartero regente único.
Una vez en el gobierno,
Espartero puso en práctica el programa
progresista:
derogó la Ley de
Ayuntamientos, prosiguió con la desamortización,
incorporando, en esta ocasión, bienes del clero
secular;
Optó por una política
arancelaria librecambista, suscribiendo un tratado antiproteccionista con
Inglaterra…, si bien su estilo autoritario y personalista le enfrentó contra
una propia parte de su partido.
En efecto, Espartero tuvo que enfrentarse a numerosos problemas:
·Se produjeron numerosos pronunciamientos moderados, como el de los generales Concha y Diego de León fracasan en su intento de rescatar a la “reina niña” (1841, texto 7).
·También hubo sublevaciones en el País Vasco (por el recorte de fueros).
·Como consecuencia de la firma de un tratado
antiproteccionista con Inglaterra, que afectaba a los intereses de los
industriales y obreros del textil,
estalló una sublevación en los
barrios obreros de Barcelona.
Espartero respondió
bombardeándolos.
·El bombardeo ahonda el desprestigio de Espartero y la división entre los progresistas (como Salustiano Olózaga, que exclamó el célebre: “¡Dios salve al país y a la reina!”). Ante las protestas, Espartero disolvió las Cortes.
El malestar ante el despotismo de Serrano fue tal que militares de distinto signo político unieron sus fuerzas para derrocarlo. Así, en 1843, Prim (Reus), Serrano (Barcelona) y Narváez (Valencia) llevan a cabo un nuevo pronunciamiento que acaba con la regencia de Espartero y abre un nuevo periodo en la historia de España.
El problema carlista
Los orígenes del problema carlista se remontan al momento en que Felipe V, mediante la denominada Ley Sálica (1713), relegaba a las mujeres en el derecho de sucesión al trono al anteponer los derechos de los varones (hermanos, tíos…). En 1830, debido a no haber tenido descendencia masculina, Fernando VII aprobó la Pragmática Sanción, que permitía reinar a su hija Isabel en detrimento de su hermano Carlos, el cual, dos días después de morir Fernando, reclama el trono mediante el Manifiesto de Abrantes (1 de octubre de 1833, texto 1): La Primera Guerra Carlista había empezado.
El carlismo
representa el último intento de supervivencia de un modelo político, económico y social, el Antiguo Régimen, que había entrado en crisis y que sucumbía ante el
avance del modelo liberal.
Sus rasgos
ideológicos aparecen perfectamente expresados en su lema: “Dios (es decir, monarquía de derecho
divino, estado confesional, Inquisición…), Patria
(frente al concepto liberal de Nación), Rey
(absoluto, por supuesto), Fueros (frente
a la política centralizadora del liberalismo)”.
Consecuencia de lo anterior es la implantación geográfica del carlismo, que triunfó fundamentalmente en las zonas donde los fueros tenían o habían tenido importancia histórica (Navarra, País Vasco, Aragón, Cataluña…) y en las zonas rurales, en las que existía más apego por las tradiciones y el bajísimo nivel cultural había impedido la divulgación de las ideas ilustradas y liberales. Sus bases sociales fueron, por lo tanto, el clero, la nobleza, buena parte del campesinado y numerosos artesanos que veían en la industria una peligrosa competencia.
Desde el punto de vista internacional, los liberales recibieron el apoyo de Francia, Inglaterra y Portugal, países de tradición liberal, mientras que los carlistas fueron reconocidos por Austria, Rusia y Prusia, que estaban en manos de emperadores de corte absolutista.
La guerra atravesó por las siguientes fases
:
1.
Victorias iniciales carlistas, una de las más importantes la
delvalle
de las Amézcoas
. Sin embargo,
las tropas carlistas fracasan reiteradamente en su intento de toma de Bilbao (1835, en cuyo asedio
muere el general carlista más cualificados, Tomás de Zumalacárregui)
2.
Grandes expediciones
militares. Los ejércitos carlistas emprenden grandes expediciones, que llegan a
recorrer toda la geografía peninsular, con la esperanza de conseguir un
levantamiento generalizado del pueblo español a favor del pretendiente Carlos.
Las dos más célebres fueron:
·La de Miguel Gómez (1836): que recorrió de forma infructuosa prácticamente toda España.
·La Expedición Real (1837): el pretendiente Carlos llegó hasta las puertas de Madrid para imponer pacto a la regente, pero finalmente tuvo que retroceder.
2.Fin de la guerra (1839)
Tras 6 años de guerra, la sociedad española
está agotada y entre los carlistas
comienzan a surgir divisiones, lo
que precipita la firma del Convenio de Vergara (texto 6) entre Maroto y Espartero (1839),
escenificado por un abrazo entre
ambos, por el cual Baldomero Espartero se compromete a llevar a
las Cortes el tema de los fueros, y asegura que se mantendrá el rango militar de los oficiales del
ejército carlista.
Pese a la firma
de este acuerdo, Ramón Cabrera (el Tigre del Maestrazgo) siguió luchando
hasta 1840.
Las consecuencias de la Primera Guerra Carlista fueron trágicos: provocó un grave deterioro económico que retrasó la incorporación de España al proceso de revolución industrial que se estaba dando en el resto de Europa, contribuyó al colapso de la hacienda estatal, fomentó la intervención de los militares en la vida civil y devaluó el valor de la vida por la crueldad empleada por ambos bandos.