Evolución Económica del Franquismo: Autarquía, Desarrollismo y Crisis (1939-1975)

Evolución Económica del Franquismo: Autarquía, Desarrollismo y Crisis (1939-1975)

Nos encontramos ante seis documentos de carácter económico que abarcan la evolución económica del régimen franquista. La política económica, como el propio régimen, fue adaptándose a las circunstancias internacionales. En este sentido, podemos diferenciar tres etapas: una primera fase autárquica (1939-1959) que coincide con el largo periodo de posguerra, una segunda fase de desarrollismo (1959-1973) a partir de la aplicación de las medidas liberalizadoras en la economía y la crisis final del régimen (1973-1975) vinculada a la crisis mundial del petróleo. En este documento nos centraremos en las dos primeras.

La Autarquía (1939-1959)

Tras la victoria en la guerra del bando sublevado el 1 de abril de 1939 y su posterior asentamiento en el poder como una dictadura, ahora tocaba la difícil tarea de reconstruir a una España con los edificios, las redes de transportes, las centrales eléctricas y el sector agrícola y ganadero destruidos por los bombardeos; además de una ruina en la Hacienda pública y una gigantesca inflación que habían hecho reducir el PNB en más de un 25%.

Con este pésimo panorama económico, el régimen buscaría conseguir una autosuficiencia económica (culminación de las tendencias proteccionistas llevadas a cabo en la Italia mussoliniana y consolidadas en la Alemania de Hitler), una política autárquica basada en el aislamiento del exterior y la sustitución del libre mercado por la intervención del Estado en la economía.

Para llevar a cabo este programa, Franco declaró el Plan de saneamiento de nuestra economía en 1939, expuesto en el documento uno. De esta manera, subsanar el “desnivel desfavorable de nuestra balanza de pagos con el extranjero” se convertiría en el objetivo principal de este primer periodo del régimen. Para ello, esta política de autoabastecimiento tuvo tres grandes ámbitos de actuación:

  • Por un lado, se tomaron diversas medidas en la reglamentación del comercio exterior: se prohibieron las importaciones que no fuesen estrictamente necesarias (punto 1) y se redujeron aquellas que pudiesen sustituirse (punto 2).
  • Por otro lado, sí que se permitía exportar productos al exterior, es más, se le concedió especial importancia a la exportación de productos nacionales en el exterior (punto 4).
  • Por último, para facilitar la obtención de los productos que el país necesitaba importar, se implantaron nuevas industrias y riegos (punto 3).

El resultado de estas medidas fue nefasto, pues llevó a un encarecimiento de los productos que el Estado debía importar y a una gran escasez de bienes de consumo.

En el ámbito industrial, la política autárquica se caracterizó por la promulgación de una serie de leyes y medidas para favorecer la creación de empresas públicas, la nacionalización de sectores considerados indispensables y el desarrollo de industrias de bienes de equipo. Al mismo tiempo, el Estado se convirtió en un gran empresario (nacionalizaciones de Renfe y Telefónica) y en 1941 se creó el INI (Instituto Nacional de Industria) destinado a promover la nueva política industrial impulsando la creación de numerosas empresas públicas (SEAT, ENDESA…) cuyo objetivo era producir los bienes que el sector privado no fabricaba por falta de rentabilidad o excesivos gastos de inversión.

Este intervencionismo estatal afectó al sector público, que vio como el Estado regulaba la producción, la comercialización, los precios… y que, a pesar de la creación del Instituto Nacional de Colonización, no logró incrementar la producción debido, principalmente, a la falta de maquinaria, escasez de abonos, etc.

Así, esta época inicial del régimen es considerada por muchos la “década perdida de la economía”. En el documento dos, el historiador J.L. García Delgado estima esta fase con una “pobreza de resultados”, valorando el conjunto de medidas tomadas por el caudillo en la dictadura (eliminación de los partidos políticos, solo legalizando FET y de las JONS, pérdidas y marginación en el exilio de gran capital humano o la represión social) como “el pasaje más negativo de nuestra historia económica y contemporánea” y un ralentizamiento con respecto a otros países europeos.

Esta política llevó a un profundo estancamiento económico caracterizado por el comercio exterior, el descenso de la producción y una considerable disminución del nivel de vida de la población. Además, la autarquía derivó en un desabastecimiento generalizado de alimentos y en un racionamiento de los productos de primera necesidad. Para repartir los escasos artículos equitativamente se crearon en 1939 las cartillas de racionamiento, que estuvieron vigentes hasta 1952. En este sistema, los productores se veían obligados a venderle al Estado a un precio fijo (tasado por el gobierno) su producción y este, a su vez, se lo revendía a los consumidores a través de estas cartillas. Así, apareció el mercado negro o de estraperlo, al margen de la ley, que era empleado por la población para tener ganancias más elevadas por sus productos.

Con este panorama tan decadente, en la década de los 50 asistimos a un progresivo abandono de la política autárquica debido a su fracaso económico y a las penurias que vivía el país.

El fin del aislamiento internacional

Para superar ese periodo, España tendría que superar el aislamiento internacional que se le había impuesto en la posguerra debido a su carácter fascista y dictatorial (además de ser condenado por la ONU por simpatizar con el Eje en la Segunda Guerra Mundial). El país necesitaba esa ayuda extranjera que se le había sido negada, así como la integración en el mercado internacional. Esto fue posible gracias al contexto de la Guerra Fría (1947), que supuso la división mundial en bloques y la consideración de España (país declarado anticomunista) como aliado por EEUU y las potencias occidentales.

Por su parte, España optará por abolir los símbolos y formas más fascistas del régimen, así como sustituir a los falangistas más extremistas del Gobierno (como su cuñado, Serrano Suñer).

El Desarrollismo (1959-1973)

A partir de 1957 se producirá un cambio en la orientación de la política económica gracias a la entrada en el gobierno de los tecnócratas (vinculados al Opus Dei, que eran tradicionales en cuanto a la política, pero liberales económicamente). Estos tecnócratas consideraban que el crecimiento económico era la principal garantía de estabilidad social y, para poder lograrlo, llevaron a cabo en 1959 el Plan de Estabilización, recogido en el documento tres, para “iniciar una nueva etapa que permita colocar nuestra economía en una situación de libertad”. Este plan se da como solución ante la “insuficiencia de recursos” provocada por la “Guerra de Liberación” (eufemismo considerado por los sublevados de Guerra Civil) y ante ese cierre de fronteras que provocó, como ya mencionamos antes, la guerra mundial en el país.

El Plan de Estabilización de 1959

El objetivo de este Plan, que sentó las bases para el crecimiento económico de la década de los sesenta y el abandono definitivo del modelo autárquico, era acabar con el fuerte intervencionismo estatal y suprimir los obstáculos a la liberalización comercial y financiera. Para ello se pusieron en práctica una serie de medidas (recorte del gasto público para acabar con el déficit público, congelación de salarios, devaluar la peseta para aumentar las inversiones extranjeras…) destinadas a controlar la inflación, sanear las cuentas exteriores y establecer un modelo de economía de mercado semejante al de los países de Europa Occidental. Este Plan contó con la aprobación del FMI y de la OCDE, en los que entró España en 1959 y que le concedieron importantes créditos.

Los Planes de Desarrollo

Al programa de estabilización se le añadió en la década de los sesenta la puesta en marcha de los Planes de Desarrollo Económico y Social. En total se promulgaron tres planes cuatrienales entre 1964 y 1975 que constituyeron un ejemplo de planificación indicativa. El objetivo era impulsar desde el Estado el crecimiento de la economía española a partir de la programación de la actividad del sector público y de ofrecer información y previsión a los inversores privados. Para supervisar su funcionamiento se creó una Comisaría del Plan de Desarrollo y se nombró comisario a Laureano López Rodó.

Los planes emprendieron dos líneas de actuación: las acciones estructurales, que pretendían solucionar algunas deficiencias de la industria (pequeñas dimensiones, baja productividad…), y los Polos de Desarrollo, para intentar reducir los desequilibrios regionales potenciando ciudades como A Coruña.

El mayor logro de los planes residió en dotar a la iniciativa privada de infraestructuras y materias básicas que contribuyeran al crecimiento industrial. Así, estos programas se centraron en el fomento de la industria, que experimentó un crecimiento rápido (en torno al 10% anual) entre 1960-1973 en sectores como el automovilismo o el de electrodomésticos.

Uno de los símbolos de la prosperidad de la época y del incremento de la capacidad adquisitiva de los españoles, tal y como se ilustra en el documento cuatro, fue el automóvil, en concreto, el Seat 600, lo que hoy en día conocemos como el emblema del desarrollismo español.

La emigración y el turismo

Sin embargo, el crecimiento económico interno no fue capaz de absorber el excedente de mano de obra, con lo que más de cuatro millones de españoles tomaron el camino de la emigración como salida. En el cuadro estadístico del documento cinco podemos observar la evolución de la emigración a América y Europa entre 1951 y 1980. En él, vemos como en los años 50, los españoles preferían una emigración transoceánica (debido al estado de posguerra en el que se encontraban los países europeos después de la Segunda Guerra Mundial); en cambio, con la mejora del nivel de vida y de las condiciones laborales de los europeos a partir de los años 60, se ve como más del triple de la población emigrada prefiere dirigirse a países europeos.

Debido a la crisis de la “agricultura tradicional”, se produjo en la Península una emigración masiva a las ciudades industrializadas españolas. Este éxodo rural trajo consigo un urbanismo incontrolado y especulativo que invadió el hábitat ciudadano, creando graves problemas en el medio ambiente que tendrían repercusiones sociales en los años setenta.

Este crecimiento en las áreas urbanas también se vio afectado por el desarrollo del turismo. En el cuadro estadístico del documento seis se ve como el aumento del nivel de vida de los trabajadores europeos y la extensión de las vacaciones laborales pagadas beneficiaron profundamente a España, aumentando en poco más de diez años 27 millones de turistas en nuestro país. Este turismo aportaba a nuestra sociedad cambios ideológicos y culturales, además de ser una de las claves del equilibrio de nuestra balanza.

El fin del»milagro españo»

Con estas mejoras en nuestra economía, el PNB, que había disminuido en décadas anteriores, ahora aumentaría de un modo espectacular, así como la renta per cápita de los españoles. No obstante, la crisis energética de 1973, producida por la subida de los precios del petróleo y el inicio de un nuevo ciclo tecnológico, afectó gravemente a la economía mundial. Los países más industrializados redujeron el consumo de petróleo y buscaron energías alternativas, pero el Estado franquista no adoptó ningún tipo de medidas y la crisis sacó a la luz todos los defectos estructurales del desarrollo económico de los años sesenta: la dependencia tecnológica del extranjero, el elevado endeudamiento en las empresas públicas, el aumento del paro… El “milagro español” acababa.

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