Revolución Gloriosa y Sexenio Democrático en España: Causas, Desarrollo y Consecuencias

La Revolución Gloriosa y el Sexenio Democrático (1868-1874)

Durante el reinado de Isabel II (1833-1868), el liberalismo había logrado su ambición de limitar los poderes de la monarquía, crear una Constitución y acabar con la sociedad estamental. Los principales partidos eran dirigidos por militares, los cambios de gobierno se producían mediante pronunciamientos militares y la inmensa mayoría de la población no podía participar en la vida política. La imagen de la monarquía ya estaba muy deteriorada y se sumó una fuerte crisis económica.

Causas de la Revolución Gloriosa

Aunque el desarrollo económico experimentado por España no era comparable al crecimiento económico de otros países como Gran Bretaña, Francia o Alemania, lo cierto es que los españoles habían visto mejorar sus condiciones de vida durante el reinado de Isabel II. Pese a ello, una fuerte crisis económica afectó a todos los sectores de la población en la década de 1860, fruto de tres factores:

  • Crisis financiera: El sector bancario había invertido mucho dinero en los ferrocarriles, pero estos resultaron menos rentables de lo esperado, lo que generó pánico.
  • Crisis industrial: El aumento del precio del algodón debido a la Guerra de Secesión estadounidense (1861-1865) dañó gravemente la industria textil de Barcelona.
  • Crisis de subsistencia: La crisis industrial trajo consigo un aumento del desempleo debido al cierre de fábricas. Para colmo, el precio de los alimentos aumentó debido a una serie de malas cosechas.

Hacia 1868, el malestar de la población era enorme, y todos los sectores sociales pedían al gobierno del Partido Moderado medidas para contrarrestar los terribles efectos de la crisis. El gobierno reprimió las protestas y cerró las Cortes. Esto llevó a una radicalización de todos los grupos políticos de la oposición, que no solo se pusieron en contra del Partido Moderado, sino también de Isabel II, que permitía que esto sucediera. La flota de Cádiz, al mando de Juan Topete, inició una revuelta contra la reina y el gobierno: era el comienzo de La Revolución Gloriosa. Rápidamente se sumaron los generales Juan Prim y Francisco Serrano, que pidieron una nueva Constitución y la implantación del sufragio universal masculino. Isabel II trató de poner fin a la revolución mediante las armas, pero cuando sus fuerzas fueron derrotadas, marchó al exilio.

La Constitución democrática de 1869

Los generales Prim y Serrano tomaron algunas medidas provisionales: restauraron las libertades que el Partido Moderado había suprimido, bajaron los impuestos indirectos y convocaron elecciones constituyentes mediante el sistema de sufragio universal masculino.

La Unión Liberal y el Partido Progresista se presentaron unidos en una coalición, ganando la mayoría de los votos y asegurándose de que el nuevo sistema de gobierno sería una monarquía parlamentaria. El Parlamento aprobó una Constitución en 1869 que era la más avanzada que había conocido el país hasta aquel momento, estando a la altura de la de otros países europeos:

  • División de poderes: legislativo, ejecutivo y judicial.
  • Gobierno colonial para Cuba, Puerto Rico y Filipinas.
  • Mayores derechos y libertades.

Hubo choques entre los partidos políticos: los partidos republicanos no estaban de acuerdo con que el sistema de gobierno fuese la monarquía ni con que se sostuviera a la Iglesia católica; los católicos veían con malos ojos la libertad religiosa, y muchos se agruparon alrededor de los tradicionalistas.

El Sexenio Democrático (1868-1874)

El Sexenio Democrático conoce diversas etapas, fruto de la inestabilidad política y las dificultades para crear un régimen estable.

El gobierno provisional de Serrano y Prim (1868-1871)

Tras aprobarse la Constitución de 1869 y decidirse que España sería un reino, comenzó la labor de buscar un rey que respetase la Constitución y tuviese consenso entre los diferentes grupos políticos. Se nombró al general Serrano regente, y este nombró al general Prim jefe de gobierno, encargándole buscar un soberano adecuado. El Partido Progresista y la Unión Liberal llevaron a cabo muchas reformas económicas, como la Ley de Minas de 1868 y el Arancel librecambista de 1869, que lograron abrir España al mercado internacional, y la introducción de una nueva moneda, la peseta (estuvo en uso desde 1868 hasta 1999). Pronto surgieron problemas, como una sublevación en la colonia de Cuba, donde una parte de la población buscaba independizarse de España. Los independentistas ya no confiaban en el gobierno de España, que llevaba décadas gobernando la isla a través de militares, dejando a la población sin derechos políticos.

El reinado de Amadeo I (1871-1873)

La antigua coalición de gobierno se dividió en dos facciones: aquellos que creían que la revolución ya había dado todos sus frutos y quienes pensaban que había que seguir haciendo reformas. Durante este periodo creció la inestabilidad política, con seis gobiernos diferentes en dos años.

Esto provocó que en 1872 hubiera dos sublevaciones armadas. La primera estuvo protagonizada por los republicanos, aunque estuvo mal organizada y fue aplastada fácilmente. La segunda tuvo como protagonistas a los tradicionalistas, que tomaron las armas para acabar con las reformas e imponer como rey a Carlos VII de Borbón; aquí sí hubo una buena organización, teniendo bastante éxito en Navarra, País Vasco y Cataluña, e iniciando la Tercera Guerra Carlista (1872-1876).

Estos problemas convencieron a Amadeo I de abdicar el 10 de febrero de 1873, volviendo a su Italia natal, donde vivió tranquilamente el resto de sus días.

La Primera República (1873-1874)

El fracaso de la monarquía de Amadeo I dejó sin alternativas a los partidos políticos partidarios de la monarquía, aceptando a regañadientes la proclamación de la República. El primer presidente fue Estanislao Figueras (1873), que adoptó algunas medidas populares como la supresión de la esclavitud en las colonias y un sistema más justo de reclutamiento de tropas. Gobernó siguiendo la Constitución de 1869.

Las primeras elecciones arrojaron un nuevo presidente, Francesc Pi y Margall, aunque su gobierno se vio debilitado a causa de:

  • La escasa participación, posiblemente fruto de los continuos cambios políticos de los años anteriores.
  • La división de los republicanos en federalistas, que creían en la creación de un Estado federal de forma progresiva bajo la dirección del gobierno, y los cantonalistas, que creían que cada territorio debía crear sus propias normas y leyes, y entonces negociar entre sí la estructura de un gobierno central.

Pi y Margall se negó a utilizar la violencia, por lo que dimitió y fue sucedido por Nicolás Salmerón, que utilizó al ejército para volver a imponer el orden, aunque dimitió para no tener que firmar las penas de muerte a los cantonalistas detenidos. Esto llevó a que Emilio Castelar fuera el nuevo presidente, el cuarto en apenas un año de república.

La crisis existente obligó a Castelar a adoptar medidas autoritarias, lo que acercaba el país peligrosamente a una dictadura; aunque una parte del ejército le dio su apoyo, Castelar no quiso destruir la democracia, por lo que prefirió dimitir.

La dictadura republicana de Serrano (1874)

La incertidumbre política llevó al general Pavía a irrumpir con sus tropas de caballería y agentes de la Guardia Civil en las Cortes a principios de enero de 1874, donde impuso a tiros al general Serrano. Los republicanos, agotados y divididos, aceptaron la situación. El pueblo, cansado también de enfrentamientos, aceptó la dictadura como un mal menor que restableciese el orden público. Serrano disolvió las Cortes, suspendió la Constitución, aplicó censura a la prensa, ilegalizó a los republicanos federales, suspendió los gobiernos de ayuntamientos y diputaciones, etc. Aunque Serrano no tenía el apoyo ni de republicanos ni de monárquicos, y rápidamente hubo conspiraciones contra su gobierno. A finales de 1874, el general Martínez Campos encabezó un pronunciamiento militar que proclamó rey de España a Alfonso XII, hijo de Isabel II. Era el fin del Sexenio Democrático y el inicio de la Restauración.

Los problemas del periodo

El Sexenio Democrático fue un periodo tremendamente complejo en lo político, pero también en otros aspectos que no podemos dejar de lado si queremos entender realmente qué alimentaba las protestas y conflictos que se vivieron.

El choque con la Iglesia Católica

La Iglesia había perdido mucho poder económico durante el reinado de Isabel II, fruto de las desamortizaciones de Mendizábal y Madoz, pero seguía poseyendo una gran influencia social gracias a la creencia de gran parte de la población española, la financiación que recibía por parte del Estado y el control que tenía sobre la educación pública. La Iglesia no vio con buenos ojos que tras la Revolución de 1868 hubiera libertad religiosa y una educación laica, por lo que fueron hostiles desde el primer momento. Los sacerdotes solían usar las misas como herramienta para hablar de política y criticar las medidas del gobierno.

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