La Primera República Española: Auge y Caída de un Ideal (1873-1874)

La Primera República Española (1873-1874): Evolución Política e Ideológica

España se encuentra nuevamente sin rey, y se plantea una solución de urgencia: El 12 de febrero de 1873, el Congreso y el Senado se reúnen conjuntamente para proclamar la I República Española por 258 votos a favor y 32 en contra. No había otra solución posible; los diputados, en su mayoría radicales, votaron a favor de la República porque para ellos era más importante salvar la democracia que la monarquía. Se nombra Presidente de la República a Estanislao Figueras, uno de los líderes más moderados del republicanismo. De esta manera, los republicanos, que eran una minoría en las Cortes, pasan a dirigir la política española con el inconveniente de que no tienen experiencia gubernamental ni están unidos bajo un solo partido político.

En el breve periodo de tiempo que dura la I República, podemos establecer cuatro etapas:

1. La República Federal (Mayo – Julio 1873)

El primer gobierno de Figueras contó con tres ministros republicanos federales (Castelar, Pi y Margall, Salmerón), y el resto eran antiguos monárquicos progresistas que se habían decantado últimamente por el republicanismo. Este gobierno convoca elecciones a Cortes Constituyentes en mayo de 1873. El resultado de esas elecciones dio el triunfo a los republicanos federales y demostró el escaso entusiasmo que esta nueva fórmula de Estado había despertado en el pueblo, pues la cifra de abstención llegó al 60%.

Ante el resultado electoral, Figueras (republicano unionista) dimite, y le sucede en la Presidencia de la República Pi y Margall (intelectual brillante, de ideas libertarias, seguidor de Proudhon y máximo exponente del Estado Republicano federal). Tras el nombramiento de Pi y Margall como nuevo Presidente, las Cortes proclaman la República Federal en España y, para darle carácter legal, redactan una Constitución: La de 1873. Dentro de cada Estado, los municipios también podían contar con una organización constitucional propia, es decir, con un poder ejecutivo, legislativo y judicial.

A nivel estatal, el ejecutivo está representado por el Gobierno, cuyo jefe es nombrado por el Presidente; el legislativo lo forman dos Cámaras, elegidas por sufragio universal directo; y el poder judicial lo preside el Tribunal Supremo. El Presidente de la República tiene amplios poderes, destacando el poder de relación entre los estados confederados y entre los poderes legislativo y judicial. Por último, la Constitución incluye una amplia relación de derechos, similar a la de 1869, pero con formulaciones más amplias sobre el derecho de asociación o sobre el carácter laico del estado.

Esta nueva Constitución no entró en vigor porque a primeros de julio estalla en España un proceso revolucionario que tiene su origen en la sublevación de grupos federalistas en Cartagena, proclamándose en cantón o Estado soberano. Rápidamente se extiende por España la formación de cantones y de juntas revolucionarias en Valencia, Málaga, Cádiz, Sevilla, Bailén, etc. Este movimiento cantonalista era el resultado de una interpretación particular y mal asimilada del federalismo unida a las doctrinas anarquistas. Mientras tanto, los carlistas mantienen sus dominios en el País Vasco, Cataluña, Navarra y Aragón. Pi y Margall, incapaz de controlar esta situación caótica, presenta su dimisión en julio de 1873. Las Cortes eligen nuevo Presidente de la República a Nicolás Salmerón.

2. La República Centralista (Agosto 1873 – Enero 1874)

Con Salmerón, la República da un giro a la derecha. El nuevo presidente se propone restablecer el orden dando al ejército plenos poderes. Generales como Martínez Campos o Pavía consiguen sofocar todos los movimientos cantonalistas salvo el de Cartagena, aplastado en enero de 1874. Para esa fecha, Salmerón ya había dimitido por negarse a firmar dos sentencias de muerte; el cuarto presidente de la República en siete meses será Emilio Castelar.

3. La República Conservadora (Enero 1874 – Marzo 1874)

Castelar representa un conservadurismo aún más acentuado que el de su antecesor, como se observa en su discurso inicial ante las Cortes: «lo que necesitamos es orden, autoridad y gobierno». Inmediatamente, Castelar inicia un programa de reforzamiento del Estado con el apoyo del ejército: El Presidente obtiene poderes extraordinarios de las Cortes, suspende sus sesiones hasta enero, restablece el servicio militar obligatorio, suspende varios derechos constitucionales y emprende la pacificación del país deteniendo el avance carlista en el Norte. El 2 de enero de 1874, se reabren las Cortes con una moción de confianza al gobierno de Castelar en la que los diputados federales votan en contra del Presidente por la república autoritaria que quería implantar. Castelar pierde la moción de confianza y abandona el gobierno.

4. La República Presidencialista (Marzo 1874 – Diciembre 1874)

Cuando se estaba votando un nuevo gobierno, unidades militares al mando del general Pavía entran en la Cámara, disuelven la sesión y anuncian la formación de un gobierno de emergencia presidido por el general Serrano. Poca resistencia hubo a este Golpe de Estado que el propio Pavía calificó como necesario en pro de la libertad y de la república.

En realidad, este golpe no hizo sino acabar definitivamente con el sistema republicano a pesar de que la república se mantuvo en pie durante todo el año 1874 bajo un gobierno provisional presidido por el general Serrano.

Serrano crea una república presidencialista basada en el fuerte poder de su presidente. Ese fuerte poder le hizo dominar la situación del cantón de Cartagena, pero sigue sin controlar a los carlistas, por lo que el propio Serrano decide dirigir personalmente la lucha contra los carlistas en el norte. Realmente, no le dio tiempo porque el general Martínez Campos, con el apoyo de otros militares, se pronuncia en Sagunto en favor de la restauración de la monarquía borbónica en la persona del rey Alfonso XII, hijo de Isabel II. Este pronunciamiento militar cuenta con el apoyo del partido alfonsino, y sobre todo de su líder, el malagueño Antonio Cánovas del Castillo, liberal moderado que había conseguido del futuro rey la promesa de un gobierno constitucional y la ausencia total de represalias. Esa promesa aparece recogida en el Manifiesto de Sandhurst.

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