La Crisis de 1808 y la Guerra de Independencia
El reinado de Carlos IV (1788-1808) fue el del quinto monarca de la Casa de los Borbones en España, hijo de Carlos III y María Amalia de Sajonia. Carlos IV intentó mantener el reformismo junto al despotismo ilustrado del gobierno de su padre. Su mandato vio cómo las bases del Sistema del Antiguo Régimen entraban en crisis hasta su desaparición. Su reinado se caracterizó por una larga crisis económica, social y política. España, ante la Revolución Francesa, adoptó una política de:
Neutralidad (1789-1792)
Carlos IV, al acceder al trono, siguió el consejo de su padre de mantener a Floridablanca como primer ministro, quien se caracterizó por una actitud de vigilancia y neutralidad hacia Francia. Se implementaron una serie de medidas:
- Inspecciones de paquetes procedentes de Francia para evitar la propaganda revolucionaria.
- Prohibición de que jóvenes españoles estudiaran en universidades extranjeras y prohibición de la enseñanza del francés.
- Control sobre los extranjeros que vivían o transitaban por España.
- Prohibición a los periódicos de publicar noticias.
En febrero de 1792, el rey destituyó a Floridablanca por presiones políticas y nombró al Conde de Aranda. Aranda adoptó una postura más flexible hacia la Revolución Francesa, reduciendo la vigilancia sobre los extranjeros y permitiendo la distribución de diarios franceses. Sin embargo, tras el encarcelamiento de la familia real francesa y la abolición de la monarquía, endureció las medidas de control sobre los escritos provenientes de Francia. En medio de una grave crisis económica interna y la amenaza de Inglaterra en las colonias americanas, Aranda apostó por esperar un desenlace favorable que acercara a España a Francia. Esta postura, especialmente tras los eventos de agosto de 1792, como el derrocamiento de Luis XVI, llevó a la siguiente fase:
Guerra (1792-1793)
En noviembre de 1792, Godoy, un joven guardia de corps de origen hidalgo (baja nobleza), ascendió a altos cargos de poder con el apoyo de los reyes, pero enfrentó el rechazo de la alta nobleza, que consideraba esos puestos reservados para nobles de su rango. Además, Godoy fue rechazado por la Iglesia debido a que expropió parte de sus posesiones para financiar el esfuerzo bélico. Manuel Godoy gobernó España entre 1792 y 1808, y su primera acción fue adoptar una política más intervencionista respecto a la Revolución Francesa, aliándose con Gran Bretaña. En 1793, tras la ejecución de Luis XVI, España declaró la guerra a la República Francesa, dando inicio a la Guerra de la Convención (1793-1795). La guerra se dividió en dos fases: en la primera, las tropas españolas, bajo el mando del general Ricardos, lograron algunas victorias, pero la rápida respuesta de los franceses y su alta moral cambiaron el curso de los combates. Los franceses ocuparon varias regiones españolas. Finalmente, en julio de 1795, se firmó la Paz de Basilea, por la cual España perdió la parte oriental de Santo Domingo pero recuperó su integridad territorial en la península, lo que le valió a Godoy el título de Príncipe de la Paz.
La Alianza Hispano-Francesa y sus Consecuencias (1796-1808)
Se firmó el Pacto de San Ildefonso, por el que Godoy dio un giro a la política exterior española y optó por la alianza con Francia, lo que suponía el enfrentamiento inevitable con Inglaterra. Europa, bajo Napoleón, intentó bloquear comercialmente a Inglaterra, lo que involucró a España. Esto generó ataques ingleses a barcos españoles en el comercio con América y varios enfrentamientos bélicos: en 1797, las flotas española y francesa fueron derrotadas en la batalla del Cabo de San Vicente. Ocho años más tarde, en 1805, se produjo una nueva derrota de las escuadras francesa y española frente a la escuadra inglesa comandada por el almirante Nelson en Trafalgar. Siguiendo con la alianza hispano-francesa, Godoy firma con Napoleón el Tratado de Fontainebleau (20/10/1807). Por este tratado, España permitía el paso de tropas francesas por territorio español para ocupar Portugal (aliada de Inglaterra).
La Guerra de la Independencia
Los Prolegómenos
El 2 de mayo de 1808, el pueblo de Madrid se levantó contra las tropas francesas, que respondieron con gran violencia. Mientras tanto, en Bayona, Fernando VII entregó el trono a Napoleón, quien lo cedió a su hermano José I, nombrado rey de España. Fernando VII, exiliado en Francia, fue visto por el pueblo como «el Deseado». La Guerra de Independencia Española fue una lucha por la libertad, pero también se transformó en una guerra civil, ya que una parte de la población, los afrancesados, apoyaron a José I Bonaparte, buscando una modernización gradual de España. Sin embargo, la mayoría del pueblo se unió en apoyo a Fernando VII, al que llamaban «el Deseado», y se levantaron en resistencia. Dentro de los que luchaban contra los franceses, había dos grupos: los liberales, que querían un cambio hacia una monarquía más moderna, y los absolutistas, que defendían el regreso del Antiguo Régimen y la monarquía absoluta con Fernando VII.
Desarrollo de la Guerra
La guerra se desarrolló en tres fases:
Primera Fase (junio-noviembre de 1808)
La guerra comenzó con una fase de éxitos iniciales para los españoles entre junio y noviembre de 1808, después del fracaso del levantamiento en Madrid. Durante este periodo, el ejército francés de unos 170.000 hombres intentó sofocar los levantamientos en varias ciudades. En junio, tuvo lugar el primer sitio de Zaragoza, donde la ciudad resistió bajo el mando del general Palafox. Los sitios eran una forma de resistencia en la que las ciudades frenaban el avance francés, desgastando a las tropas napoleónicas y ganando tiempo para organizar la resistencia. Sin embargo, lo más importante de esta fase fue la victoria en la batalla de Bailén el 19 de julio, donde un ejército improvisado dirigido por el general Castaños derrotó a las tropas francesas comandadas por Dupont. Esta derrota fue significativa tanto en el ámbito estratégico como en el propagandístico, ya que fue la primera vez que un ejército napoleónico fue derrotado en campo abierto, y 19.000 prisioneros franceses fueron hechos cautivos, muchos de los cuales murieron en la isla de Cabrera.
Segunda Fase (noviembre de 1808 – enero de 1812)
La segunda fase de la guerra se caracteriza por el apogeo de las fuerzas francesas. Tras la derrota en Bailén, Napoleón decidió reforzar su ejército con 250.000 soldados bien entrenados, lo que permitió una rápida ocupación del país, dejando solo Cádiz fuera del control francés. Esta fase tuvo consecuencias importantes: Cádiz se convirtió en refugio de la Junta Central y del Consejo de Regencia, y en el lugar donde se redactó la primera Constitución Española. Además, los españoles adoptaron una estrategia de guerra de desgaste, basada en la guerra de guerrillas, en la que grupos de soldados, civiles y hasta bandoleros atacaban al enemigo de forma rápida y sorpresiva, aprovechando su conocimiento del terreno y el apoyo de la población.
Tercera Fase (1812-1813)
La tercera y última fase de la guerra comenzó en 1812, cuando Napoleón retiró parte de sus tropas para preparar la invasión de Rusia. Aprovechando esta oportunidad, los ejércitos angloespañoles, bajo el mando de Wellington, intensificaron su ofensiva y lograron una importante victoria en la batalla de Arapiles (Salamanca) el 22 de julio de 1812, lo que marcó el comienzo del fin del dominio francés en la Península. Con las victorias en Irún y San Marcial en agosto de 1813, el ejército francés fue derrotado y obligado a retirarse. Finalmente, el 11 de diciembre de 1813, Napoleón firmó el Tratado de Valençay, devolviendo la corona de España a Fernando VII y poniendo fin oficialmente a la guerra.
La Revolución Liberal: Las Cortes de Cádiz y la Constitución de 1812
La Convocatoria de Cortes en Cádiz
En 1810, el Consejo de Regencia se reunió en Cádiz, un lugar seguro bajo la protección de la flota británica y fuera del control francés, y convocó a las Cortes. El objetivo era restablecer y mejorar la Constitución tradicional de la monarquía española. Inicialmente, la convocatoria se hizo por estamentos, como en el Antiguo Régimen, pero debido a las presiones liberales, se decidió que las Cortes se celebraran como una asamblea única, donde cada diputado tuviera un voto, independientemente de su estamento.
Los Componentes de las Cortes
Los diputados de las Cortes de Cádiz fueron elegidos por provincias, mediante el voto de los varones mayores de 25 años, aunque la dificultad de acceso desde las zonas ocupadas por los franceses limitó la representación a las zonas marítimas. Los asistentes eran principalmente intelectuales, abogados, militares, funcionarios y comerciantes, pero no había representantes de las clases populares, a pesar de su papel clave en la resistencia. De los 271 diputados, 90 eran clérigos y 14 nobles, lo que muestra que los estamentos privilegiados eran una minoría. En general, la composición de las Cortes era principalmente liberal y burguesa.
Principios Defendidos
Las Cortes declararon que en ellas residía la Soberanía Nacional, establecieron la división de poderes del Estado y fijaron como objetivo principal la elaboración de una Constitución.
Se buscaba la libertad económica, eliminando el régimen señorial y promoviendo la liberalización de la propiedad y el trabajo. También se impulsaba la igualdad jurídica, eliminando los privilegios de la nobleza y el clero, y asegurando que todos los ciudadanos fueran iguales ante la ley. Además, se proponía un sistema político parlamentario y constitucional, lo que implicaba limitar el poder absoluto del rey y crear una constitución que definiera un nuevo modelo de Estado.
La Acción Legislativa de las Cortes
En las Cortes de Cádiz se aprobaron varias reformas clave: en noviembre de 1810, se estableció la libertad de imprenta, lo que dio paso a la opinión pública. Se abolió la Inquisición en 1813, lo que generó protestas del clero. Se reconocieron los derechos de propiedad y se eliminaron las tierras amortizadas. En junio de 1813, se suprimieron los gremios, permitiendo el derecho a disponer del propio trabajo, lo que reflejaba los principios del liberalismo económico. También se impulsó la libertad de producción, contratación y comercio, aunque esto podría llevar a abusos laborales. Se aprobó la desamortización de tierras, buscando financiar la deuda estatal con la venta de propiedades de los afrancesados, los jesuitas, la Inquisición y otros bienes. La obra más significativa de las Cortes fue la aprobación de la primera Constitución española, conocida como «La Pepa», el 19 de marzo de 1812.
La Constitución de 1812
La Constitución de 1812, con 384 artículos, establece varios principios clave. En primer lugar, la soberanía nacional reside en la nación, es decir, el poder supremo está en las Cortes que representan al pueblo. También declara derechos fundamentales como la libertad de pensamiento, la igualdad ante la ley, la libertad de expresión y la inviolabilidad del domicilio, aunque el catolicismo se reconoce como religión oficial. Además, promueve el derecho a la educación.
El sistema político es una monarquía limitada, no absoluta, con una clara división de poderes. El poder legislativo reside en las Cortes, que son unicamerales y representan la voluntad de la nación, con amplios poderes como la elaboración de leyes y la aprobación de tratados. El sistema electoral es indirecto, con sufragio universal masculino para elegir delegados que, a su vez, eligen a los diputados.
El poder ejecutivo recae en el rey, quien nombra a los ministros, pero estos son responsables ante las Cortes. La Constitución limita algunas decisiones del rey para evitar abusos de poder. El poder judicial es independiente y exclusivo de los tribunales, asegurando principios fundamentales como la existencia de códigos uniformes para todo el país y garantías para los ciudadanos.
El Reinado de Fernando VII (1814-1833): Etapas de su Reinado
El Sexenio Absolutista (1814-1820)
El 11 de diciembre de 1813, con el Tratado de Valençay, José Bonaparte fue destronado y Fernando VII regresó a España en 1814, evitando jurar la Constitución de Cádiz al entrar por la frontera de Girona. Tras la guerra, las Cortes exigieron que jurara la Constitución para ser reconocido como rey, pero Fernando VII, respaldado por los círculos absolutistas y reaccionarios, rechazó las reformas liberales. Estos contactos culminaron con el Manifiesto de los Persas, firmado por diputados absolutistas, que instaban a restaurar el Antiguo Régimen. Con el apoyo del ejército y de la mayoría del pueblo, Fernando VII eliminó la Constitución de 1812 el 4 de mayo de 1814, disolvió los poderes liberales y restauró la monarquía absoluta.
El Trienio Liberal (1820-1823)
El Trienio Liberal (1820-1823) empezó con el levantamiento de Rafael Riego el 1 de enero de 1820 en Cabezas de San Juan (Sevilla), donde los soldados se rebelaron proclamando la Constitución de 1812. Este pronunciamiento fue seguido por otros en distintas ciudades, y hasta el ejército enviado para sofocar la sublevación se unió al movimiento. Ante esta presión, Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución, iniciando así el Trienio Liberal.
En este periodo, se formó una Junta Provisional en Madrid que restableció la Constitución y convocó elecciones. Las Cortes resultantes fueron mayoritariamente liberales y crearon un gobierno moderado, que intentó llevar a cabo reformas de forma cautelosa, buscando mantener el apoyo de la burguesía y la nobleza constitucional, y evitando tensiones con las potencias europeas. Sin embargo, surgió un grupo más radical, los exaltados, liderados por Riego, que querían acelerar las reformas y desafiar tanto a la monarquía como a las presiones extranjeras. En 1822, los exaltados tomaron el poder y las reformas se volvieron más radicales.
Después de la derrota de Napoleón en 1815, las grandes potencias absolutistas, reunidas en el Congreso de Viena y apoyadas por la Santa Alianza, decidieron intervenir ante cualquier movimiento liberal en Europa. En 1822, en el Congreso de Verona, acordaron intervenir en España. Así, el 7 de abril de 1823, un ejército francés, los «Cien Mil Hijos de San Luis», liderado por el Conde de Angulema, entró en España y, sin encontrar mucha resistencia, derrotó al gobierno liberal. El 1 de octubre, el último foco de resistencia en Cádiz fue eliminado y Fernando VII recuperó el poder como monarca absolutista. Ese mismo día, Fernando VII anuló todo lo decidido por las Cortes durante el Trienio Liberal, lo que marcó el fin de este periodo y el comienzo de la Década Ominosa.
Glosario
Abdicación: Renuncia de un monarca a su calidad de jefe de estado. Se refiere al acto formal de renunciar a un cargo, posición de poder, responsabilidad o derecho, especialmente cuando se trata de un cargo real o gubernamental.
Absolutismo: Régimen político en el que el poder del estado es ejercido exclusivamente por el Rey. El monarca detentaba el control total sobre el gobierno, la legislación, la economía y la administración, sin estar sujeto a limitaciones por parte de un parlamento o una constitución.
Antiguo Régimen: Sistema político, económico y social que se da en los siglos XVI, XVII y XVIII, caracterizado por la monarquía absoluta, la economía cerrada y de base agraria y la sociedad estamental.
Aristocracia: Forma de gobierno en que ejercen el poder figuras notables. La aristocracia era un sistema social y político en el que el poder y la autoridad estaban principalmente en manos de una élite selecta de personas de alta cuna o linaje, conocidas como nobleza.