El proyecto político de Justiniano
Cuando murió el emperador Anastasio, en 518, un golpe de la guardia palatina promovió al poder a su jefe Justino (518-527), militar de gran capacidad organizadora, originario de Macedonia, que pudo transmitir el título imperial sin dificultades a su sobrino Justiniano (527-565), cuya acción política se centró en un proyecto de renovación imperial.
No obstante, la obra de Justiniano no debe considerarse sólo como un intento tardío de restauración, porque alcanzó resultados duraderos en muchos casos y promovió, además, determinadas transformaciones del aparato político muy eficaces de cara al futuro, todo ello sin contar con la grandiosidad de su programa de acción y sus protagonistas: Justiniano, político de inmensa capacidad y voluntad; Teodora, su mujer, habilísima para la intriga política y apoyo enérgico de las ambiciones justinianeas en los momentos difíciles; Belisario y Narsés, grandes jefes militares; Triboniano, director y artífice de la inmensa obra de compilación legislativa; y Juan de Capadocia, prefecto del pretorio, cabeza visible de la administración y del aparato financiero que permitió las grandes empresas exteriores.
Las conquistas en el Mediterráneo occidental no fueron inmediatas al comienzo del reinado pues las escaramuzas con Persia se prolongaron hasta el acuerdo de paz eterna de 532, esto permitió liberar a las tropas romanas de aquel frente. Fue a partir de entonces cuando se llevaron a cabo las conquistas en Italia y África, principal preocupación y objetivo de Justiniano.
Las relaciones exteriores en el ámbito oriental
La restauración del poder romano en el Mediterráneo occidental fue una empresa costosísima y desmesurada para los recursos de Constantinopla. Obligó a descuidar otros frentes de actividad y se saldó con un fracaso parcial. A mediados del siglo VI parecía que lo más sustancial de la unidad del mundo romano en torno al Mediterráneo se estaba consiguiendo, aunque bajo la dependencia de su parte oriental y de una capital demasiado lejana.
El problema militar y diplomático máximo seguía siendo Persia. La aspiración a la hegemonía sobre el mundo era el motivo de máxima rivalidad entre los dos imperios. En la frontera principal ambos imperios respetaban la existencia de estados–tapón en los puntos más conflictivos, pero la situación era inestable.
En otros sectores la batalla era indirecta y se desarrollaba para conseguir influjo o protectorado sobre diversos pueblos y así asegurar el control de las rutas mercantiles: Sudán, alto Nilo, Mar Rojo y la península arábiga, por ejemplo.
Aspectos de la política interior justinianea
El proyecto de restauración territorial arruinó las reservas del tesoro, provocó fuertes gastos y un incremento de la presión fiscal, en especial en la primera parte del reinado.
El sistema administrativo puesto a punto en el Bajo Imperio apenas fue modificado por Justiniano pero éste le imprimió eficacia. Destacar, en el plano hacendístico, el paso de la antigua res privata imperial al ámbito de la fiscalidad pública, salvo una parte que el emperador se reservaba, y, en el militar, la expansión del voluntariado, que se estimulaba con exenciones fiscales y entrega de tierras.
El ejército contaba con unos 150.000 hombres, aunque los empleados en campaña no superaban los 20.000 o 30.000. Justiniano rompió en algunos casos la estricta separación entre administraciones civil y militar al nombrar procónsules o pretores que asumían todos los poderes durante un tiempo limitado.
Los aspectos de política económica se limitan, a parte de las actuaciones fiscales, a la protección del comercio exterior y aun reforzamiento de la intervención sobre aspectos de la económica urbana, que constituye el aspecto más original del sistema económico en aquel mundo ruralizado. Justiniano estrechó el control: el estado se reservaba la distribución de algunas manufacturas de alimentos, establecía monopolios, daba licencias de exportación, fijaba niveles salariales y señalaba residencia, lugares de almacén y venta de sus mercancías a comerciantes extranjeros que acudían a distintas ciudades del imperio.
La compilación del derecho romano tardío y de los escritos de juristas romanos fue una obra de inmensa trascendencia, que daría fama histórica al tiempo de Justiniano incluso si se hubiese perdido el resto de su memoria. El Corpus Iuris Civilis fue orientado a sostener las concepciones de la autocracia imperial, a dotar al Estado de una base jurídica homogénea y a adaptar algunos criterios del antiguo Derecho a los de ética cristiana (por ejemplo, en el ámbito del derecho de la familia o de la consideración humana de los esclavos). El resultado fue la edición del Código de Justiniano en 529 y ampliado en 534.
Religiosidad y cultura en una época de transición
La teoría político-religiosa del poder imperial concebía la intervención en cuestiones eclesiásticas como aspecto fundamental y continuo de los deberes del emperador. Justiniano los ejerció sin pausa, acuciado, además, por resolver la querella monofisita, cuyos aspectos sociales y políticos alcanzaban entonces su mayor virulencia. El emperador persiguió sistemáticamente el monofisismo pero no consiguió debilitarlo. Por el contrario, su arraigo aumentó en Egipto y Siria, hasta convertirse en ingredientes de posibles rebeldías contra Constantinopla. Justiniano utilizó la fuerza renovadora del pensamiento y la actitud monásticos como elemento de reforma eclesiástica.
La política antijudía creció, aunque constaba con antecedentes en las limitaciones legales impuestas a los judíos a lo largo del siglo V: prohibición de proselitismo, privación de cargos públicos, fin de los matrimonios mixtos, imposibilidad de tener esclavos cristianos, o de ejercer algunas profesiones, etc.
Justiniano procuró que los judíos utilizaran en su liturgia y escritos religiosos el griego, con el fin de disminuir sus tendencias al aislamiento cultural con respecto al resto de la población y deteriorar su sentido de identidad. Como en Persia y Arabia las comunidades judías contaban de entera libertad, todo movimiento antibizantino procedente de estos países contó con la colaboración de los judíos del imperio.
En las artes se observó, igualmente, el cambio de tendencia y finalidades. La escultura de raíz clásica desaparece a lo largo del siglo VI, y en él se fijaron los tipos iconográficos y temas de imaginería religiosa que perdurarían hasta el fin del imperio, y aún más allá, a desarrollar en mosaico o en frescos murales, así como los de la iconografía imperial: el emperador presidiendo una procesión, o sentado en la tribuna, o bien de pie como general, o triunfante, recibiendo la proskynesis de los reyes vencidos o coronado por Cristo, ante cuyo trono permanece en pie. El artista se limitaba a repetir modelos ya establecidos.
De la misma manera, la combinación de los tipos basilical y de planta central con cúpula majestuosa edificación de Santa Sofía (532-537) crearía un templo dominante en toda la arquitectura religiosa bizantina como en otros aspectos lo fueron las numerosas iniciativas de construcción pública (fortificaciones y murallas, palacios y villas, acueductos y puentes) tomadas de aquella época de prosperidad y firmeza del poder imperial.
Los sucesores de Justiniano
En los decenios que siguieron al fallecimiento de Justiniano, el mundo que circundaba el Imperio de Oriente cambió a velocidad vertiginosa. El proyecto político justinianeo no había podido preverlo y los emperadores, todos ellos muy capaces militarmente, no supieron imaginar salidas políticas nuevas frente a los grandes problemas exteriores: a la permanente confrontación con persas se unió la presencia de los lombardos en Italia y dificultades tanto en África como en Hispania pero, sobre todo, la irrupción masiva de eslavos en los Balcanes modificó totalmente los supuestos sobre los que se basaba la política imperial, como después sucedería con la fulgurante expansión árabe. Justino II (565-578), Tiberio (578-582), Mauricio (582-602), Focas (602-610) y Heraclio en la primera mitad de su reinado (610-641), afrontaron aquellos problemas con diverso resultado.
Siempre se consideró que el frente persa era el más importante. Justiniano dejó de pagar el tributo que se entregaba a los persas hacía tiempo, para mantener la paz, e intentó la completa recuperación de Armenia, empeño en el que triunfó Mauricio, en el año 591, a trueque de apoyar a Khusraw II (590-628) a acceder al trono sasánida. La alianza entre Mauricio y Khusraw dio pie a este último, cuando el primero fue depuesto por Focas en 602, para atacar. Los persas avanzaron también en los primeros años de reinado de Heraclio, al ocupar toda Armenia, Siria, Palestina e incluso Egipto, con escasa resistencia de las poblaciones.
Aquellas conquistas anunciaban las árabes, pero éstos todavía no entraban en liza y Persia era incluso más débil que Bizancio para mantener sus adquisiciones, de modo que la recuperación de los territorios por Heraclio, a partir de 622, fue igualmente rápida y sorprendente.
Mientras tanto, Italia sufría el golpe de la invasión lombarda y Bizancio perdía allí buena parte de lo conseguido en tiempos de Justiniano. Y todavía más efímera fue la presencia bizantina en el sureste de Hispania, desde su instauración en el año 552.
Los eslavos entran en la historia
La expansión eslava había comenzado ya en sus tres direcciones principales: hacia el noreste, hacia el oeste y hacia el sur, primer sector en el que entrarían en contacto con la civilización clásica ya en el reinado de Justino (dirección Danubio y Balcanes).
Los eslavos no realizaron su oscura progresión por móviles políticos de conquista, afán de botín o de prestigio militar. Hay que suponer que actuaron motivados por el crecimiento poblacional, por la existencia ante ellos de vastos espacios vacíos, bajo el influjo organizador de otros pueblos de las estepas, en lo que toca al contacto con las fronteras bizantinas, y con una absoluta falta de solidaridad interna: sólo en el ámbito griego acabaría surgiendo, debido a la capacidad aglutinadora de la cultura griega medieval.
Mauricio, después de conseguir la paz con Persia en el año 591, intentó la contraofensiva más allá del Danubio y el desarraigo de los eslavos instalados en los Balcanes, pero ya era tarde. Masas de eslavos se instalaban en Macedonia, atacaban incluso Tesalónica en el año 600 y aprendían las técnicas de piratería y saqueo navales a bordo de primitivos monoxilos. La campaña de Mauricio, en 601, se saldó con un fracaso y con su caída. La anarquía que siguió a Bizancio produjo el abandono de la frontera del Danubio y, en los años siguientes, la presencia eslava se consolidó en Macedonia y Mesia, hubo saqueos en Tracia, Tesalia, Grecia, Peloponeso e incluso Creta (623).
Tesalónica sufrió asedios en 617 y 619, y Constantinopla en 626, aunque la iniciativa correspondía a persas y ávaros: sufrieron estos últimos una derrota decisiva, que sirvió para alejarlos de los escenarios balcánicos, mientras Heraclio, al par que la alianza con los jázaros, establecía otras con los búlgaros del príncipe Kovrat, establecidos entre el norte del Mar Negro y el Caspio, e incluso con croatas y serbios, que se instalaron definitivamente en los Balcanes, abandonando sus anteriores ubicaciones en los Cárpatos.
Aunque reconocían teóricamente la soberanía imperial, aquellos eslavos y otros dominaban hacia el año 626 todos los Balcanes, Macedonia y, parcialmente, Epiro, Tesalia, Grecia central y Peloponeso. Los griegos permanecían en Tracia, en la costa hasta Tesalónica, en las islas y en el sector oriental del Peloponeso. Aquella primera época de las migraciones eslavas hubo de producir grandes cambios poblacionales y sociales, pero la posterior conquista cultural de los eslavos por Bizancio impide conocer las dimensiones de aquel vasto fenómeno, oscuro a falta de testimonios escritos o monumentales.
La dinastía macedónica
Bajo Miguel II, se comienzan a intuir las líneas de acción política después de la querella iconoclasta. En el ámbito interior, la autoridad del emperador en cuestiones religiosas se fortaleció, hasta el punto que una disputa lleva a la primera de las rupturas entre la iglesia griega y bizantina. En política exterior se aprovecha el debilitamiento de los abbasíes para proyectar operaciones ofensivas, aunque con pocos avances territoriales.
Se siguió esta iniciativa en otro de los frentes problemáticos de Bizancio, el mundo eslavo, con el que se establecieron contactos que llevaron a la conversión de Bulgaria a la iglesia griega.
Tras la muerte de Miguel III comienza una sucesión de emperadores llamada dinastía macedónica, en la que se intentan seguir las líneas políticas iniciadas aunque encontrando numerosos obstáculos.
Basilio I (867-886) llevó a cabo una reconciliación con Roma y a la vez extendió su influencia religiosa griega a Macedonia, Serbia y Bulgaria. A pesar de múltiples conflictos en su reinado, consolidó la presencia imperial en la zona de los Balcanes, el Adriático y el sur de Italia, en el frente oriental consolidó la frontera del río Taurus y apoyó el reino armenio pues ejercía de estado tapón frente al mundo islámico.
León IV (886-912), hijo y sucesor de Basilio I, continuó la labor empezada por su padre de compilación legislativa. Los dos fueron grandes organizadores del aparato burocrático y administrativo del imperio, pero su política exterior topó con varios problemas. León IV tuvo que hacer frente a la guerra con Bulgaria, que intentaba obtener autoridad política y religiosa. Los búlgaros resultaron triunfadores de la primera parte del que se convertiría en un largo enfrentamiento. A pesar de la tregua, León IV, no pudo reaccionar ágilmente a sus otros problemas, como los actos de piratería árabes o las hostilidades rusas.
Constantino VII, tuvo que enfrentarse a un nuevo ataque de los búlgaros, que aprovecharon el momento de debilidad por la sucesión. Aunque pudo rechazar un intento de invasión, tuvo que ceder en un acuerdo que concedía a los búlgaros mas independencia, dejándolos en una situación casi imperial, nombrando a su líder, Simeón, basileus de los búlgaros. Sin embargo, los búlgaros volvieron a intentar asaltar Constantinopla poco después. El final del conflicto se solucionó con una paz, reconociendo la autonomía de Bulgaria y dando a su rey el titulo de zar. Sin embargo, en el ámbito cultural y religioso el triunfo fue de Bizancio que extendió su influencia mientras que Bulgaria padecía la pobreza generada por la guerra, protestas religiosas y tensiones sociales provocadas por el auge de la gran propiedad eclesiástica y laica.
Romano Lecapeno, actuó como emperador entre 921 y 944. Desarrolló una política interior que protegía la pequeña propiedad rural y la de tipo medio, para detener el auge del poder de las grandes familias terratenientes. Sin embargo, la presión fiscal, el hambre… dificultaron su empeño. En política exterior, el fin de los problemas con los Balcanes posibilitaron actuar en la frontera oriental, donde su enemigo ya no eran los abbasíes sino los emires Hamdanies. Los rusos también intentaron atacar el imperio, aunque se llegó a un acuerdo que permitió a Bizancio extender su influencia cultural y religiosa en tierra rusa.
Posteriormente volvió a tomar el poder Constantino VII, que hasta el final de su reinado se empeñó en apoyar la propiedad campesina media o pequeña y en política exterior se centró en una ofensiva contra el Islam.
El apogeo bizantino
Después de tres reinados breves: Romano II (959-963), Nicéforo Focas (963-969) y Juan Tzimiscés (969-976), bajo el reinado de Basilio II (976-1025) el imperio bizantino llega a su mejor momento de expansión territorial e influencia política exterior desde la época de Justiniano. Sin embargo se siguen perfilando problemas internos como el auge de la gran propiedad y con ella el aumento del poder de la grandes familias aristocráticas en detrimento de la base campesina a pesar de los intentos de políticas agrarias. En política exterior, hubo de enfrentarse a los rusos de Kiev, que conquistaron Bulgaria y se enfrentaron con Bizancio. Finalmente fueron expulsados de Bulgaria y de los Balcanes perdiendo así valiosas rutas de comercio. También las relaciones con Occidente atravesaron algunas crisis. Pero la gran preocupación de Basilio II fue Bulgaria, que consiguió levantar contra Bizancio a Epiro, Tesalia y parte de Albania, consiguiendo derrotar al emperador en un principio aunque este consiguió, vencer con apoyo ruso lo que estrechó las relaciones del emperador con Kiev que llegó a convertirse al cristianismo. Bulgaria quedó sometida, aunque conservó la categoría de arzobispado autocéfalo. Los últimos años del reinado de Basilio II se dedicó al fortalecimiento de las fronteras (anexión de parte de Armania…) y a la organización del país como catepanato con mando militar único.
Así alcanzó Bizancio sus máximas extensiones territoriales. Recuperó el control de los mares Negro, Egeo y en parte, Jónico y Adriático. consiguió incluso el imperio unos años de paz exterior que hicieron menos patente la rápida descomposición interna del poder ocurrida en le siglo siguiente a Basilio II y la debilitación militar cuyas consecuencias se pusieron de manifiesto en cuanto que hubo que hacer frente a nuevos ataques externos. El fondo del problema era la descomposición militar fiscal sobre la base de la mediana propiedad rural de campesinos con deberes de armas. La aristocracia territorial no encontró freno a su expansión de propiedades y exenciones fiscales. El ejército admitió gran cantidad de mercenarios mientras se disolvía su base social y la capacidad de percepción fiscal del gobierno disminuye. El reinado de la ultima hija de Basilio II; Teodora en 1056 significa el fin de la dinastía macedónica.
ASPECTOS DE LA CIVILIZACION BIZANTINA
EL ORDEN POLÍTICO
En época media el titulo imperial se transmitía por vía hereditaria y dinástica, pero subsistieron las formas de elección e investidura y, sobre todo, la autocrática que fundamentaba la autoridad imperial en la voluntad divina independiente de cualquier poder humano y que incluso aceptaba cambios y usurpaciones mientras contaran con un consenso suficiente como para que se la considerase toleradas por la Providencia. Los actos electivos de origen romano eran aclamados por las tropas de la capital o la población urbana en el hipódromo y su acatamiento en el Senado eran formalidades pero indicaban, a la vez, la adhesión de las fuerzas políticas al nuevo emperador.
Desde el siglo V las ceremonias de coronación en Santa Sofía crecieron en importancia y simbolismo, pues en ella se aclaraba la condición imperial y sacerdotal de emperador. La autocracia imperial manifestaba su majestad a través del ceremonial palatino y de las formulas cancillerescas utilizadas en relación a otros poderes. El palacio imperial era como un santuario sagrado, donde las ceremonias tienen apariencia de oficios religiosos. Toda formalidad cortesana encierra la intención de manifestar el carácter sacro de la autoridad imperial. La iconografía imperial toma cada vez mas sentido de iconografía cristiana.
El imperio es el centro y cúspide de la ordenación del cosmos y aspira a ser universal, del mismo modo que ha de serlo la iglesia. Los emperadores intentan limitar siempre el alcance de los nuevos títulos imperiales. Incluso en las relaciones exteriores todos los acuerdos, incluso los mas graves para Bizancio, eran tenidos por privilegios y actos graciosos del emperador.
La manifestación más permanente y profunda de la autoridad imperial era la capacidad de legislar para todo el orbe cristiano, al menos en teoría. Desde la legislación de Justiniano, con el tiempo se hacen recopilaciones legales para ajustar las leyes a la cambiante realidad. León III publica una selección del código de Justiniano, que fue después invalidada por darse en época iconoclasta. Basilio I publicó la «purificación de las antiguas leyes». León IV, realizó la gran compilación, obra muy completa que recogía lo sustancial del derecho civil, canónico y público del código de Justiniano y que llego a desplazar a este por completo.
LA ADMINISTRACIÓN.
Los funcionarios participan, además de su función burocrática, de una dignidad palatina que le daba rango en la corte. Las dignidades palatinas se podían comprar, accediendo así a un puesto en las ceremonias imperiales y distintos privilegios. Con esto, además del beneficio económico, el imperio conseguía la adhesión a la corte de la parte más poderosa de la sociedad. Los funcionarios formaban un estamento único, para acceder a él se requerían conocimientos de gramática, retórica y derecho. La administración se formaba en diferentes despachos, con un jefe secundado por notarios, escribanos… los principales servicios centrales eran la chancillería, el dromo o posta imperial (encargado de los asuntos exteriores), la hacienda, la justicia y el orden en la capital. La base de la administración provincial era el «thema» a cuyo frente se situaba un gobernador. En cada thema había también funcionarios dependientes de la administración central aunque sujetos a la autoridad del gobernador, que podía tener también la autoridad militar lo cual fue una preocupación para el estado central.
Los principales medios de mantenimiento del Estado eran: el ejército, la diplomacia y la hacienda.
El ejército sufrió varios cambios y reorganizaciones para adaptarse a las distintas situaciones. Había una distinción entre el ejercito de las themas, formado por soldadoscampesinos dueños de propiedades medias y el mercenariado estacionado en la capital. Además, la concepción global del ejército variaba según se tratara de la defensa del territorio o la organización profesional para la conquista. Lo mismo ocurría con la flota, que en un principio podía pertenecer a las themas hasta que se centralizó.
La diplomacia bizantina ayudaba a la estabilidad del imperio. No estuvo centralizada en un servicio único ni realizada necesariamente por profesionales. Aunque la actitud de Bizancio y sus medios fueron variables se prefería el decoro, en recepciones con príncipes, otorgando dignidades y privilegios y sobre todo mediante una política de enlaces familiares.
Los gastos del imperio (militares, diplomáticos, de corte, funcionarios, de la iglesia… eran mantenidos por el patrimonio territorial del Estado, algunos monopolios fiscales como la acuñación de monedas, pero el grueso de los ingresos provenía de los impuestos directos e indirectos.
LA IGLESIA
El alejamiento entre la iglesia de Roma y la del imperio fue cada vez mayor. La iglesia bizantina estableció cinco patriarcados del que destaco el de Constantinopla. Llegó a ser tan poderoso que su patriarca se convirtió en jefe de la iglesia ortodoxa y segundo personaje del estado. También el ámbito que controlaba se extendió notablemente. El patriarca era también una figura política, por sus intervenciones en la coronación imperial, como capellán del palacio y consejero principal. En definitiva, se volvía a dar la fusión de las dos cúspides de poder, la religiosa y la política.
El monacato oriental, pretendió alejarse de los valores de la iglesia episcopal (jerárquica, urbana…) y tener un carácter igualitario, rural, con afán de alejarse del mundo secular. En la época iconoclasta se acentuó el carácter rural de los movimientos monásticos. Proliferaron distintas fundaciones que acentuaban en sus normas la independencia del monasterio frente al obispo. Sin embargo, estos movimientos tenían gran influencia sobre la población.
La importancia del patrimonio eclesiástico era inmensa y tendía siempre a aumentar, lo que dificultó y limitó los intentos de los emperadores por reducir su poder y riqueza.
EL MEDIO RURAL
Los medios de trabajo y el horizonte técnico del campesino progresaron poco. La propiedad o no de la yunta de bueyes marcaba la distinción entre campesinos. A pesar de algunos avances (regadío, molino de agua) no se modificaron las condiciones fundamentales del campesinado. Su cultivo principal era de trigo y cebada en régimen de año y vez.
Predominaba el poblamiento concentrado en aldeas, cuyo entorno era una aureola de pequeñas parcelas dedicadas a huerta o viña, mas allá de las cuales se extendían los campos de cereales. También podían encontrarse granjas.
Los estratos en la sociedad rural se distinguían en base a los tipos de propiedad y explotación de la tierra. En un poblado podían encontrase un gran propietario, varios de tipo medio, un grupo mas amplio de pequeños propietarios y por ultimo campesinos colonos y esclavos sin tierras.
Los grandes propietarios habitualmente viven alejados de las áreas rurales y parte de su tierra esta dividida en lotes y es trabajada por colonos o arrendatarios, así que el gran propietario se convierte fundamentalmente en rentista. Forma el grupo de los grandes propietarios la aristocracia, los funcionarios, que no podían participar en el comercio o el préstamo, de modo que la adquisición de tierras se convertía en su modo de enriquecerse, y la iglesia.
Los medianos propietarios tenían derecho de compra preferente de tierras, podían poseer esclavos o animales de labor o incluso ceder parte de su tierra en diversos sistemas de aparcería.
Las explotaciones pequeñas eran la unidad habitual de producción, ya que incluso las grandes propiedades se encontraban divididas, podían ser trabajadas por sus propietarios o por colonos. Los colonos eran hombres libres pero tenían grandes limitaciones económicas y fiscales. Por debajo de ellos se encuentran asalariados y jornaleros sin tierra.
El imperio intentó favorecer las propiedades medias y pequeñas, pues de sus campesinos obtenía tributos y fuerza militar y frenaba el poder y la influencia de la aristocracia. A pesar de los intentos, entre el siglo VII y el XI el equilibrio y la diversidad de tipos de tierras fue perdiéndose, especialmente durante la dinastía Macedónica, pues las medidas fueron aprovechadas por los funcionarios (verdaderos encargados de hacerlas funcionar) o por la aristocracia. Además, las presiones del propio imperio sobre los campesinos y su empobrecimiento llevaron al abandono de la propiedad rural pues los campesinos preferían vender sus tierras y librarse de las obligaciones fiscales y militares. Al final de este proceso, el Imperio perdió su base fiscal y militar y los únicos compradores de tierras era los grandes propietarios o la iglesia.
CIUDADES Y SOCIEDADES URBANAS
El comercio interior se desarrollaba a parte de en los mercados rurales, en ferias que adquirían bastante importancia, celebradas en las ciudades mas importantes. El gran comercio entre los principales centros urbanos y hacia el exterior se realizaba utilizando la red urbana y portuaria.
Las principales rutas de comercio llevaban hacia Occidente, hacia el océano índico, o hacia china. Se importaban especias, madera, piedras preciosas, perfumes, seda, productos artesanos, pieles… Las exportaciones parecen haber sido menores. También había un importante comercio de esclavos.
La consideración global de las estructuras manufactureras y mercantiles pone de manifiesto la fuerza del Imperio y ala vez su debilidad, pues no hay concentración de manufacturas, la actividad mercantil es muy débil y nunca se encontró el apoyo a estos sectores de parte de la sociedad.
En la ciudad vivía casi toda la aristocracia propietaria de tierras, cuyos miembros solían ocupar altos cargos. Los grupos medios de la sociedad ocupaban diversos oficios (médicos, profesores, escribas…). Los mercaderes trabajaban en pequeños talleres o tiendas que normalmente eran levados por una familia. Solo el dueño del taller podía pertenecer ala corporación profesional y además solo a una lo que limitaba mucho la posibilidad de concentrar talleres y producciones y explica la dispersión artesanal.
En las ciudades bizantinas no hubo órganos administrativos independientes del poder imperial aunque existían formas asociativas de carácter profesional, familiar o incluso asambleas y formas de milicia local. Ni el Senado, que se mantuvo siempre en Constantinopla, ni los demas órganos jugaban un papel realmente efectivo, y esto ponía de manifiesto la autocracia y la debilidad del individuo dentro de la sociedad bizantina.
EL FLORECIMIENTO INTELECTUAL Y ARTÍSTICO
La cultura bizantina alcanzó su segunda edad de oro después de la querella iconoclasta. En el ámbito de la escritura se abandono el papiro por le pergamino y que posteriormente fue desplazado por el papel. Se difundió el uso de la minúscula y la presentación del escrito en forma de codex. Todos los avances favorecieron al trabajo de la copia y la acumulación de obras en las bibliotecas, especialmente en los monasterios.
En cuanto a la enseñanza, accedían a ella las familias de propietarios rurales, funcionarios y comerciantes acomodados. Como novedad destaca la formación de la escuela palatina, en la que se impartían clases de gramática y retórica, geometría, astronomía, aritmética, derecho, filosofía… y que destaco como centro de formación de altos funcionarios.
En el ámbito artístico encontramos novedades en cuanto a soluciones arquitectónicas e icnográficas. En las iglesias se impone el plano de cruz griega y la cúpula. En cuanto a las imágenes, se fija con gran rigidez el programa de imágenes en el interior del templo, sobre fresco o mosaico, que intentan mostrar al fiel el reino de Dios y de al comunidad cristiana. Así, el cristo pantocrátor se fija en la cúpula central, la virgen con el niño el el ábside y se esparcen los demás temas eucarísticos. Estas imágenes tienen una gran influencia no solo en Bizancio sino en todas las comunidades cristianas ortodoxas.