España: Crisis Colonial, Desamortizaciones, Dictadura de Primo de Rivera y Reinos Cristianos Medievales

Las Guerras de Cuba, el Conflicto Bélico contra Estados Unidos y la Crisis de 1898

A finales del siglo XIX, las guerras de ultramar provocaron la pérdida de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. La opinión pública estaba dividida entre los partidos dinásticos (Conservador y Liberal), que apoyaban las guerras coloniales, y los movimientos obreros (anarquistas, socialistas y nacionalistas), que las rechazaban. Estas guerras eran impopulares debido a las grandes pérdidas humanas y el enorme gasto militar. Los beneficios económicos no llegaban a la mayoría de la población, y el sistema de reclutamiento por quintas permitía a los ricos librarse del servicio militar, mientras que los pobres eran enviados a combatir.

Las principales causas de la guerra fueron la falta de alianzas internacionales, la intervención de Estados Unidos apoyando a los independentistas y la negativa del gobierno español a conceder autonomía a las colonias. La oligarquía colonial, que buscaba mayor autonomía y ventajas fiscales, se unió a la rebelión de las clases populares. Sagasta intentó negociar con los cubanos, pero fue demasiado tarde.

La Primera Guerra de Cuba (1868-1878) estalló tras la Revolución Gloriosa de 1868 y coincidió con la caída de Isabel II, la debilidad de Amadeo I y la inestabilidad de la Primera República. Los independentistas hostigaron al ejército español durante diez años hasta que el gobierno de Cánovas resolvió el conflicto con la Paz de Zanjón (1878). Este acuerdo prometía autonomía para Cuba y la abolición de la esclavitud, pero la oligarquía colonial esclavista y los intereses económicos de la Península presionaron para que no se cumplieran.

Ante el incumplimiento del pacto, los independentistas iniciaron la Segunda Guerra Cubana en 1879 (Guerra Chiquita). En 1880 se abolió la esclavitud, pero España siguió sin conceder autonomía a la isla. Esto llevó a la Tercera Guerra de Cuba (1895-1898), iniciada con el Grito de Baire y liderada por José Martí. El movimiento fue apoyado por negros y mulatos. El general Martínez Campos intentó negociar la paz, pero fracasó. El gobierno envió al general Weyler con 200.000 soldados, que usó tácticas represivas como las reconcentraciones en campos de concentración. Tras el asesinato de Cánovas en 1897, Sagasta cesó a Weyler y ofreció autonomía a Cuba, pero la situación ya era insostenible.

En 1898, Estados Unidos intervino en el conflicto con la excusa de proteger sus inversiones. El acorazado “Maine” explotó en el puerto de La Habana por causas desconocidas, y EE.UU. declaró la guerra a España. La flota española fue derrotada en la batalla de Santiago de Cuba.

Paralelamente, en Filipinas, el movimiento independentista liderado por José Rizal fue reprimido desde 1896. Tras la guerra con EE.UU., los filipinos, apoyados por los norteamericanos, derrotaron a las tropas españolas en la batalla de Cavite. Ante el desastre militar, España negoció la Paz de París (1898), donde se reconoció la independencia de Cuba y se estableció un protectorado estadounidense en Filipinas y Puerto Rico. Además, EE.UU. incorporó Guam y Hawái, y en 1899 España vendió las islas Carolinas y Palaos a Alemania, terminando así su imperio colonial.

La pérdida de las colonias tuvo un fuerte impacto intelectual y social. Se generó un sentimiento de crisis nacional que se expresó de dos formas: la exaltación de los valores tradicionales (Generación del 98, con autores como Unamuno y Maeztu) y el regeneracionismo, que defendía reformas políticas y sociales (Joaquín Costa). También se extendió un fuerte sentimiento antiamericano.

En lo económico, España perdió territorios productores de materias primas clave como azúcar y tabaco, así como el mercado cubano para la industria textil catalana. Esto llevó a una política proteccionista. En lo político, España se convirtió en un país sin colonias y sin peso internacional. Para recuperar prestigio, se impulsó el colonialismo en el norte de África. El sistema político de la Restauración entró en crisis. Los líderes sucesores de Cánovas (Antonio Maura) y Sagasta (José Canalejas) intentaron reformas regeneracionistas para combatir el caciquismo y el fraude electoral. La imagen del ejército quedó dañada, pues no logró defender las colonias. Creció la impopularidad de los militares, vistos como una casta privilegiada.

Desamortizaciones. La España Rural del Siglo XIX. Industrialización, Comercio y Comunicaciones

Las desamortizaciones fueron procesos mediante los cuales el Estado expropió bienes que estaban en manos muertas, es decir, que no podían ser vendidos ni comprados libremente en el mercado. Estos bienes fueron nacionalizados y posteriormente vendidos en subastas públicas para obtener recursos económicos. Aunque el proceso comenzó con Carlos III al confiscar los bienes de los jesuitas expulsados, se consolidó con Carlos IV, Godoy y las Cortes de Cádiz, que entre 1811 y 1813 abolieron los señoríos y los mayorazgos, buscando liberar las tierras amortizadas por el régimen feudal.

La desamortización de Mendizábal, en 1836, afectó principalmente a los bienes eclesiásticos. Su objetivo era obtener dinero para financiar la Primera Guerra Carlista, reducir la Deuda Pública y modernizar la estructura agraria del país. Esta medida generó una gran controversia y tensó las relaciones entre España y el Vaticano, ya que significó la expropiación de todos los bienes del clero regular. En 1837, una nueva ley amplió la desamortización a los bienes del clero secular, aunque no se pudo ejecutar hasta 1841 durante la regencia de Espartero.

En 1855, bajo el gobierno de Espartero, Madoz impulsó una nueva desamortización, conocida como la «Desamortización General», que afectó a los bienes de propiedad colectiva, tanto propios como comunales. Su principal objetivo fue obtener recursos para impulsar la industrialización del país, especialmente la construcción del ferrocarril.

Aunque el proceso permitió aumentar la productividad agrícola gracias a la mejora de infraestructuras y la eliminación de gremios, también tuvo efectos negativos. Se consolidó el latifundismo en el centro y sur de España y el minifundismo en el norte. Surgió una nueva burguesía propietaria de tierras que imitaba a la aristocracia tradicional, mientras que muchos campesinos quedaron sin tierras y pasaron a ser jornaleros en condiciones precarias.

La Revolución Industrial no logró desarrollarse plenamente en España debido a la inestabilidad política, la pérdida de las colonias americanas, la falta de materias primas, el relieve montañoso, una red de comunicaciones deficiente y el atraso científico y tecnológico. Además, el país dependía de tecnología, capital y energía del extranjero. Aunque la superficie cultivada se duplicó, la agricultura no fue un motor de desarrollo económico, ya que su productividad y consumo interno se mantuvieron bajos. La falta de avances técnicos y la escasa demanda hicieron que la agricultura no generara excedentes de capital para la industria ni impulsara la compra de maquinaria o productos químicos.

En el ámbito industrial, la producción textil se concentró en Cataluña, especialmente en el algodón, donde se implementó una política proteccionista, favorecida por la mentalidad empresarial y la mecanización progresiva. También se desarrolló la industria lanera mecanizada en Sabadell y Tarrasa, así como la industria de la seda en Valencia, Murcia y Granada. Sin embargo, el sector del lino artesanal en Galicia desapareció por no adaptarse a las nuevas tecnologías.

En cuanto a la siderurgia, se explotaron minas de carbón en Asturias y de hierro en Vizcaya. Durante el sexenio democrático (1868-1874), se desamortizaron todas las minas de España, que pasaron a ser explotadas por empresas extranjeras. Como resultado, España quedó económicamente colonizada, exportando materias primas y dependiendo de la importación de productos manufacturados.

Las infraestructuras de transporte mejoraron con la introducción de la navegación a vapor y la modernización de los puertos. La Ley de Ferrocarriles de 1855 permitió la entrada de capital extranjero para la construcción de la red ferroviaria, aunque el ancho de vía adoptado era diferente al del resto de Europa, dificultando la conexión con el continente. Las empresas constructoras, principalmente francesas, inglesas y belgas, recibieron subsidios estatales y concesiones para explotar las líneas férreas durante 99 años. Sin embargo, la baja calidad de los materiales y el escaso uso del ferrocarril por la población hicieron que los beneficios fueran limitados. A pesar de sus problemas, el ferrocarril facilitó la comunicación entre regiones y ayudó a la creación de un mercado nacional.

Para favorecer el comercio, se eliminaron barreras fiscales como los gremios y los derechos de paso, aunque el País Vasco mantuvo un sistema fiscal propio hasta 1876. También se adoptó el sistema métrico decimal y se unificó la moneda con la introducción de la peseta, facilitando los intercambios comerciales.

El comercio exterior se basaba en la exportación de materias primas, como minerales y productos agrícolas, especialmente a Francia y Gran Bretaña. La política comercial estuvo dominada por el proteccionismo, impulsado por industriales catalanes y vascos y los productores de cereales de Castilla. Sin embargo, esta estrategia perjudicó a los consumidores, que tenían que comprar productos caros y de baja calidad. Algunos sectores pedían una política librecambista sin aranceles para fomentar la competencia y mejorar los precios.

En el sector financiero, el Banco Nacional de San Carlos, creado bajo el reinado de Carlos III, administraba la Deuda Pública, pero quebró a principios del siglo XIX y fue reemplazado por el Banco Español de San Fernando, que también fracasó. En 1856 se fundó el Banco de España, que obtuvo el monopolio de emisión de billetes en 1874. La banca privada comenzó a desarrollarse en 1855, vinculada a la financiación del ferrocarril. Sin embargo, la crisis de 1866 provocó el colapso de muchas entidades financieras, dejando solo cuatro bancos importantes: el de Barcelona, el de Bilbao, el de Santander y el Crédito Monetario. Estos bancos se centraron más en prestar dinero al Estado a través de la Deuda Pública que en impulsar el desarrollo productivo del país.

La Dictadura de Primo de Rivera. El Final del Reinado de Alfonso XIII

El 13 de septiembre de 1923, Miguel Primo de Rivera dio un golpe de Estado y estableció una dictadura militar con apoyo de Alfonso XIII, sectores del ejército y el empresariado catalán. Las causas del golpe fueron el desastre de Annual, el auge del nacionalismo catalán, el crecimiento de republicanos y socialistas (creación del Partido Comunista en 1921) y la crisis del sistema de la Restauración. La dictadura se presentó como una solución a la inestabilidad política del turnismo.

Primo de Rivera proclamó el estado de guerra, suspendió la Constitución de 1876 y prometió regeneración política. Su gobierno (1923-1930) tuvo dos etapas: el Directorio Militar (1923-1925) y el Directorio Civil (1925-1930). En la primera etapa, disolvió las Cortes, prohibió partidos políticos, censuró la prensa, militarizó la administración, suprimió la Mancomunidad de Cataluña y creó la Unión Patriótica. En Marruecos, su objetivo era terminar la guerra, pero los militares africanistas querían continuarla. Abd-el-Krim atacó a Francia, y en respuesta, España y Francia realizaron el Desembarco de Alhucemas (1925), logrando la derrota del líder rifeño.

En la segunda etapa (1925-1930), Primo de Rivera intentó institucionalizar la dictadura con un Directorio Civil. Convocó una Asamblea Nacional Consultiva compuesta por miembros de la Unión Patriótica y otras instituciones del Estado. En 1929 se redactó una Constitución que nunca se aprobó.

Económicamente, la dictadura aplicó una política de proteccionismo e intervencionismo estatal. Se impulsaron obras públicas (escuelas, carreteras, aeropuertos), se crearon monopolios como Telefónica y CAMPSA y se favoreció la industria nacional con aranceles. Sin embargo, el aumento del gasto público sin reforma fiscal generó problemas financieros.

En el ámbito social, Primo de Rivera intentó lograr la “paz social” prohibiendo la CNT e imponiendo Comités Paritarios para negociar condiciones laborales entre empresarios y trabajadores. Al principio, la dictadura fue aceptada con indiferencia, pero la oposición creció con el tiempo. Universitarios e intelectuales se movilizaron contra el régimen, provocando la expulsión de Unamuno y otros profesores. En 1926 hubo un intento insurreccional militar, la “Sanjuanada”. La oposición republicana, nacionalista y obrera se fortaleció.

En 1930, Alfonso XIII retiró su apoyo a Primo de Rivera, quien dimitió el 28 de enero. Alfonso XIII nombró al general Berenguer como jefe de gobierno con el objetivo de volver a la normalidad constitucional, pero sin restablecer el parlamento. La oposición monárquica creció, y en agosto de 1930 republicanos, nacionalistas y socialistas firmaron el Pacto de San Sebastián, acordando luchar contra la monarquía e instaurar la República. En las elecciones municipales del 12 de abril de 1931, los republicanos vencieron en las principales ciudades. Ante la situación, Alfonso XIII abandonó España sin abdicar. El 14 de abril de 1931, el Gobierno Provisional, liderado por Niceto Alcalá Zamora, proclamó la Segunda República en la Puerta del Sol.

Los Reinos Cristianos en la Edad Media: Organización Política, Régimen Señorial y Sociedad Estamental

La organización política de los reinos cristianos era diversa e independiente con tendencia a la disgregación por la nobleza feudal. En la zona cantábrica se encontraba el Reino Asturleonés (desde el oeste de Galicia hasta el condado de Castilla), el condado de Castilla y el condado de Portugal, ambos se convertirán en reinos. En la zona pirenaica que abarcaba el Reino de Pamplona, el Condado de Aragón y los Condados Catalanes, que fueron independizándose de la influencia musulmana y Carolingia (Marca Hispánica).

La organización política, social y económica estaba basada en los señoríos (feudalismo), esto supone una relación entre señor y vasallos, el primero aporta protección a cambio de trabajo. Esta sociedad feudal está constituida por tres estamentos agrupados en dos grupos: los privilegiados, no pagan impuestos y cobran rentas feudales. Dentro de estos está la nobleza, alta o baja en función de su riqueza, y el clero, alto (vinculada a la nobleza) o bajo (vinculado al pueblo llano). Y los no privilegiados que son los campesinos que pagan impuestos y dependen de los privilegiados, aunque habrá algunos con propiedades.

La organización económica se basaba en la agricultura, con métodos de cultivo bastante arcaicos y en la ganadería, con ganado ovino en trashumancia (la Mesta). En Burgos se desarrollaron productos artesanales y textiles en Barcelona. El comercio creció con las ferias en Castilla y el flujo de comercio por el Mediterráneo lo controlaron los catalanes.

Los conflictos medievales fueron impulsadas por la desigualdad generada por la organización social del feudalismo generando conflictos y revueltas campesinas, (conflicto de los Remensa en Cataluña) (las revueltas Irmandiñas en Galicia), otros fueron porque el rey trato de ejercer poder sobre los señores feudales, otros entre comerciales adinerados que quisieron controlar los sectores artesanos y pequeños mercaderes (Conflicto de la Biga y la Busca en Barcelona) y los últimos entre cristianos, judíos y musulmanes.

Los Austrias del Siglo XVII: El Gobierno de Validos. La Crisis de 1640

Tras la muerte de Felipe II (1598) se sucedieron tres reinados cuyos monarcas recurrieron a validos para gobernar. Los validos eran personajes (de la nobleza o clero) que desempeñaban las funciones del gobierno en confianza con el rey, no respetaban las instituciones (consejos, secretarios, Audiencias…) y generaron grandes conflictos en la corte, ya que se preocupaban por su enriquecimiento en vez de por el país, por lo que muchos nobles se oponían. Desde Felipe II existió un conflicto político entre la implantación de un estado centralizado (Castilla) o descentralizado (Aragón), que suponía el mantenimiento de leyes propias para cada territorio. A esto se le unieron la crisis económica y la crisis social: corrupción, subida de precios y empobrecimiento de la población.

El reinado de Felipe III (1598-1621) fue breve y pacífico por la falta de recursos económicos. Su valido fue el duque de Lerma, sustituido posteriormente por su hijo, duque de Uceda. Lerma expulsó a los moriscos (1609-1614), considerados falsos conversos e inadaptados a la sociedad cristiana. Esto afectó económica a Valencia y a la Corona de Aragón, territorios en los que el 20% de la población eran moriscos.

La época de Felipe IV (1621-1665) tuvo grandes dificultades internas y externas. Dejó el gobierno en manos del valido, el Conde-Duque de Olivares, que fracasó una y otra vez. Trato de centralizar y fortalecer la monarquía, la unificación legislativa de los reinos y la contribución equitativa al esfuerzo exterior de la monarquía (guerras europeas). La monarquía Habsburgo concluyó con Carlos II, el Hechizado, (1665-1700) que era un enfermo mental y murió sin descendencia. En general los validos eran corruptos que ponían a la venta los cargos y favores para financiar la monarquía.

El Conde-Duque de Olivares quiso atacar a Francia durante la Guerra de los Treinta años y obligó a los catalanes a contribuir, pero se negaron (1626), por lo que estuvieron obligados a mantener y alojar al ejército castellano, pero tampoco lo hicieron y Las tropas reales cometieron abusos contra ellos, por lo que se produjo la rebelión de los Segadores. Entraron en Barcelona el día del Corpus y mataron al virrey, el Conde Santa Colona. Los catalanes pidieron ayuda a Francia. Luis XIII se nombró Conde de Barcelona, expulsó al Ejército Real de Barcelona e intentó integrar a Cataluña al Estado francés, pero sin respetar los fueros catalanes, así que en 1652 se rindieron al ejército español.

En 1640 Portugal se reveló (apoyada por Francia e Inglaterra) proclamando Rey al Duque de Braganza (Juan IV) y produciendo una guerra que acabó en 1668 con su independencia y sus colonias por parte de España. Ese mismo año se sublevaron los separatistas en los territorios de la Monarquía (Andalucía, Aragón y Nápoles) y en 1643 se destituyó al Conde-Duque de Olivares. La crisis de 1640 produjo la abolición de la Unión de Armas, Felipe IV conservó los Fueros, subieron los impuestos, la Monarquía se impopularizó y se produjeron problemas para proteger el comercio con América ante los piratas ingleses.

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