Guerra de los Treinta Años: Dinámicas, Intervenciones y el Tratado de Westfalia

La Guerra de los Treinta Años: Un Conflicto Decisivo en Europa

La Guerra de los Treinta Años fue un conflicto devastador que transformó el panorama político y religioso de Europa. A continuación, se detallan las principales fases y eventos de esta guerra, así como sus consecuencias más significativas.

Intervención Danesa (1625-1629)

Cristián IV de Dinamarca decide declarar la guerra al emperador Fernando II, contando con el apoyo del bando luterano y el respaldo económico de Inglaterra y los Países Bajos. Sin embargo, las tropas danesas son duramente derrotadas por Wallenstein en las batallas de Dessau y Lutter. Esto permite a las fuerzas imperiales ocupar Jutlandia y obligar a Dinamarca a negociar la paz.

La paz se firma en Lübeck en 1629, donde el emperador devuelve a Dinamarca los territorios ocupados, a cambio de que renuncie a los obispados que perseguía y a intervenir en el Imperio. Esta paz es seguida por una fuerte política de recatolización de los territorios del Imperio por parte de Fernando II, generando una fuerte oposición de los luteranos, que se intensifica tras la destitución de figuras calvinistas en el gobierno.

Además, la reacción y oposición de los príncipes luteranos se une al temor de que Austria volviera a convertirse en la gran potencia que había sido en tiempos de Carlos V. Los estados europeos se sitúan en alerta, especialmente Francia, que lidera la operación anti-Habsburgo. Aunque inicialmente Francia intervino indirectamente, incitando la participación de otros y alentando insurrecciones en los territorios de los Habsburgo, ahora se limita a acciones concretas de gran importancia.

Francia interviene en el problema de la sucesión a los ducados de Mantua y Montferrato, donde la monarquía Hispánica apoya a un candidato y Francia al otro. Finalmente, es elegido el candidato francés.

Intervención Sueca (1630-1635)

A esta acción en Italia, que puede considerarse de repercusiones limitadas, sigue otra de mayor importancia: la diplomacia francesa y el cardenal Richelieu consiguen que Suecia entre en el conflicto. Gustavo Adolfo de Suecia tenía como objetivos convertir a Suecia en una gran potencia económica, desbancando el control danés del comercio del Báltico, y dotar a su estado de un ejército potente y moderno.

El rey de Suecia apoya a los príncipes protestantes descontentos con el Edicto de Restitución. Suecia negocia hábilmente, consiguiendo el respaldo de Rusia, Francia, Transilvania, Turquía y los príncipes luteranos del Imperio, que ven en Gustavo Adolfo el príncipe que puede salvar su causa. Entra ocupando la zona de Pomerania, donde consigue en 1631 una importante victoria sobre el ejército imperial, lo que le permite cruzar el norte de Alemania, Baviera, llegando a ocupar Múnich.

En 1632, los ejércitos suecos vuelven a derrotar a los imperiales en la Batalla de Lützen, pero el monarca muere, sembrando el desconcierto en el bando protestante. También se contagia el bando católico imperial, ya que la primera derrota de los ejércitos imperiales había llevado a la destitución de Wallenstein, y el emperador ordena su asesinato, sembrando el desconcierto en el bando católico.

Este descontento es más intenso en los protestantes, donde los ejércitos suecos empiezan la retirada, sufriendo una importante derrota a manos de los tercios españoles capitaneados por el Cardenal Infante en Nördlingen en 1634. Esta es la última gran victoria de los Tercios españoles en campos europeos. En 1635, los suecos firman con el emperador la Paz de Praga, en la que se acuerda una amnistía general, suspender por 80 años el Edicto de Restitución y disolver las uniones armadas, tanto de católicos como de protestantes. Esta situación favorece a Austria y a los Habsburgo, lo que lleva a Richelieu a decidir la entrada de Francia en la guerra.

Intervención Francesa (1635-1648)

Los ejércitos franceses invaden territorio del Imperio, ocupando la zona limítrofe de Alsacia y Lorena. Son apoyados por las Provincias Unidas, lo que significa una declaración de guerra a la monarquía Hispánica, que solo puede contar con el apoyo de Dinamarca y Austria. En 1636, la guerra se extiende, y los frentes se multiplican en el Atlántico, Báltico, Mediterráneo, Hungría y los Alpes.

La monarquía Hispánica consigue resistir los ataques de Francia y el enfrentamiento en los Países Bajos hasta 1637. A partir de ese momento, las derrotas se multiplican, al igual que las de los ejércitos imperiales. En 1639, tiene lugar una sucesión de derrotas en Italia y el desastre naval de las Dunas. En 1640, se levantan Portugal, Cataluña y Nápoles. En 1643, el ataque de las tropas imperiales que avanzan hacia París es detenido en la batalla de Rocroi. En 1646, los suecos derrotan a los daneses e invaden Baviera.

Esto lleva a que se inicien serias conversaciones de paz. A pesar de ello, la guerra continúa entre Francia y España durante otros 10 años. Mientras seguían enfrentados, en el Imperio se negociaba la paz, que culmina en 1648 con la firma de los Tratados de Westfalia.

Los Tratados de Westfalia (1648)

Los tratados fueron negociados en las ciudades de Münster y Osnabrück. En Münster se reúnen los príncipes y estados católicos, y en Osnabrück, los protestantes. Los acuerdos de Westfalia tienen un especial significado porque representan el nacimiento de un nuevo orden internacional e imperial. Se ponen las bases de una nueva estructura política y son considerados como ley dentro del Imperio. Esta consideración de leyes justifica que para los juristas alemanes estos acuerdos se conozcan con el nombre de Constitución de Westfalia.

Desde el punto de vista internacional, se intenta buscar un nuevo orden en el que la supremacía de un estado sobre los restantes, que había caracterizado la política europea del siglo XVI y principios del XVII, se sustituya por un equilibrio entre las potencias, terminando con la hegemonía de los Habsburgo. La más interesada era Francia, que además recibió una serie de compensaciones de tipo territorial, como los territorios de los obispados de Metz, Toul, Verdún, la alta y baja Alsacia, y dos plazas en territorios de Renania. Suecia también recibió territorios en Alsacia y el dominio del Báltico, la zona de Pomerania y los obispados de Bremen y Verden. Estos territorios del Imperio le dan derecho a intervenir en un futuro en cuestiones del Imperio. Westfalia también moverá fronteras entre los estados en razón de la participación en el conflicto.

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