Las Reformas Borbónicas en España y América
Los Borbones, de origen francés y con ideas influenciadas por la Ilustración (aunque aplicadas de forma absolutista), asumieron el trono de España a principios del siglo XVIII. Esto marcó una división en la familia real entre las ramas francesa y española. Al llegar al poder, se encontraron con una España económicamente debilitada y una América que había desarrollado un grado considerable de autosuficiencia, dependiendo menos de la metrópoli.
Objetivos Borbónicos
El principal objetivo de las reformas borbónicas era revertir la autonomía americana y recentralizar el poder en la Corona española, fortaleciendo el control económico y político sobre las colonias.
Medidas Implementadas por España
Para lograr sus objetivos, la Corona española implementó diversas medidas:
- Inició un proceso para consolidar su deteriorada economía, mejorando los puertos y modernizando la flota naval.
- Abrió nuevos puertos en América y España para fomentar un comercio más directo y controlado por la metrópoli (Reglamento de Libre Comercio de 1778, aunque con limitaciones).
- Fomentó la exportación de materias primas desde América y limitó la producción de bienes manufacturados en las colonias que pudieran competir con los españoles.
- Restringió el comercio entre las colonias americanas y otras potencias europeas.
- Desplazó progresivamente a los criollos (americanos de origen español) de los altos cargos administrativos, militares y eclesiásticos, reemplazándolos por españoles peninsulares.
- Introdujo el régimen de intendencias, un sistema administrativo vigente en Francia, buscando una administración más eficiente y centralizada, aunque esto también generó tensiones con las élites locales.
Consecuencias Sociales en América
Estas reformas acentuaron la división en la sociedad americana entre los blancos españoles (peninsulares), que gozaban de mayores privilegios y acceso a los cargos de poder, y los blancos americanos (criollos), quienes vieron limitadas sus aspiraciones políticas y económicas.
Reorganización Administrativa
En el plano administrativo, se crearon dos nuevos Virreinatos para mejorar el control territorial y la defensa:
- Virreinato de Nueva Granada (aproximadamente Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá).
- Virreinato del Río de La Plata (aproximadamente Argentina, Uruguay, Paraguay, Bolivia y partes del sur de Brasil y Chile), creado en 1776.
Lima, capital del Virreinato del Perú, había sido un centro neurálgico, en gran parte debido a la riqueza argentífera del cerro de Potosí. La creación del nuevo virreinato con capital en Buenos Aires generó una rivalidad entre ambas ciudades. Buenos Aires, cuyo puerto había estado oficialmente restringido pero era centro de un activo contrabando, comenzó a crecer en importancia. Las ciudades más grandes del antiguo Tucumán, en el actual Noroeste argentino, habían prosperado por su cercanía a Potosí.
Con la creación del Virreinato del Río de La Plata, se enviaron tropas para controlar el contrabando y defender la región de las incursiones de ingleses, franceses y portugueses. La implementación de las intendencias subdividió aún más el territorio, buscando una administración más directa.
Cambios de Identidad e Ideas Ilustradas en América
Paralelamente a las reformas, muchas ciudades, incluida Buenos Aires, experimentaron un cambio de identidad política y cultural. Las ideas de la Ilustración, provenientes principalmente de Francia, ejercieron una gran influencia en los círculos más educados de la población criolla. Conceptos como:
- Soberanía popular.
- División de poderes.
- Igualdad ante la ley.
- Libertad individual.
Comenzaron a ganar terreno, modificando las concepciones políticas tradicionales y abonando el camino hacia los movimientos de independencia.
El Camino hacia la Independencia: La Revolución de Mayo
En 1808, las tropas napoleónicas invadieron España con el pretexto de llegar a Portugal, lo que derivó en la abdicación de los reyes españoles y la imposición de José Bonaparte. Ante el vacío de poder, en diversas ciudades españolas se formaron «juntas» de gobierno que resistían al invasor. América, teóricamente, pasó a depender de la Junta Suprema Central (y posteriormente del Consejo de Regencia) establecida en España. En el Río de la Plata, la Junta de Sevilla (una de las juntas iniciales) influyó en la destitución del Virrey Liniers (héroe de las invasiones inglesas pero de origen francés) y su reemplazo por Baltasar Hidalgo de Cisneros. Cisneros intentó proteger la industria local y se mostró reacio al libre comercio total exigido por algunos sectores.
Un antecedente importante fue la formación de milicias criollas durante las invasiones inglesas (1806-1807), como el Regimiento de Patricios, comandado por Cornelio Saavedra, un influyente comerciante criollo.
La autoridad de Cisneros se debilitó considerablemente con la caída de la Junta Central de Sevilla a principios de 1810. Ante esta noticia, los criollos exigieron al virrey la convocatoria de un Cabildo Abierto para el 22 de mayo. A esta asamblea asistieron principalmente los vecinos prominentes de Buenos Aires. Surgieron dos posturas principales:
- La que sostenía que mientras hubiese autoridades españolas en América, estas debían mantener el gobierno.
- La que argumentaba (liderada por figuras como Juan José Castelli) que, al estar el rey Fernando VII prisionero, la soberanía debía retrovertir al pueblo, quien tenía derecho a formar su propio gobierno.
El 25 de mayo de 1810 se formó la Primera Junta de gobierno, considerada el primer gobierno patrio. Cornelio Saavedra fue elegido presidente. Dentro de la Junta existían tensiones: Saavedra y sus seguidores preferían un camino gradual hacia una mayor autonomía o independencia, evitando una confrontación bélica inmediata. Otro grupo, liderado por Mariano Moreno y Manuel Belgrano, abogaba por una independencia rápida y la sanción de una Constitución. El grupo de Saavedra era mayoritario, mientras que el de Moreno, aunque minoritario, era más radical.
El nuevo gobierno necesitaba legitimar su autoridad en todo el Virreinato. Se organizaron expediciones militares para asegurar la obediencia de las regiones, como la enviada a Paraguay (comandada por Belgrano) y la dirigida al Alto Perú (actual Bolivia, comandada por Castelli). Inicialmente, estas expediciones enfrentaron dificultades y no lograron todos sus objetivos.
Primeros Gobiernos Patrios y Disensiones Internas
Junta Grande, Primer Triunvirato y Sociedad Patriótica
A fines de 1810, comenzaron a llegar a Buenos Aires los representantes electos de las ciudades del interior. Se planteó el dilema de si debían integrarse a la Junta de gobierno (postura de Saavedra) o formar un congreso aparte para dictar una constitución (postura de Moreno).
La votación favoreció la propuesta de Saavedra, lo que llevó a la renuncia de Moreno a su cargo de secretario de la Junta. Moreno fue enviado en misión diplomática a Europa, pero murió en alta mar el 4 de marzo de 1811.
Con la incorporación de los diputados del interior, se conformó la Junta Grande, un cuerpo de gobierno más numeroso y con una orientación más conservadora, reacia a una revolución inmediata.
Los partidarios de Moreno formaron la Sociedad Patriótica, un club político que se convirtió en el principal foco de oposición a la Junta Grande, manteniendo vivo el objetivo de la independencia y la república.
Debido a la lentitud y las dificultades para la toma de decisiones en un cuerpo tan numeroso como la Junta Grande, y tras reveses militares como la derrota de Huaqui en el Alto Perú, en septiembre de 1811 se concentró el poder ejecutivo en un Primer Triunvirato, de tendencia más centralista pero inicialmente no tan revolucionario. Castelli fue relevado del mando del Ejército del Norte tras el fracaso militar. Saavedra marchó al norte para intentar reorganizar las tropas, pero su ausencia fue aprovechada por sus opositores en Buenos Aires para debilitar su influencia.
El Segundo Triunvirato
En 1812 llegaron a Buenos Aires varios oficiales criollos que habían servido en los ejércitos europeos, como José de San Martín y Carlos María de Alvear. Estos militares, imbuidos de ideas revolucionarias y experiencia militar, fundaron la Logia Lautaro, una sociedad secreta cuyo objetivo principal era lograr la independencia de América. La Logia Lautaro y la Sociedad Patriótica encontraron puntos en común en su oposición al Primer Triunvirato, al que consideraban moderado y vacilante.
El Triunvirato encomendó a San Martín la organización de un cuerpo militar profesional, el Regimiento de Granaderos a Caballo, que se nutrió de los ideales de libertad, igualdad y fraternidad de la Revolución Francesa.
En octubre de 1812, la Logia Lautaro y los morenistas, apoyados por fuerzas militares (incluidos los Granaderos de San Martín), dieron un golpe de Estado que depuso al Primer Triunvirato e impuso un Segundo Triunvirato, con una clara vocación revolucionaria e independentista.
Movimientos Regionales: Artigas y el Éxodo Oriental
Mientras tanto, en la Banda Oriental (actual Uruguay), la situación era compleja. Montevideo se mantuvo leal a las autoridades españolas. José Gervasio Artigas, un líder criollo oriental, inicialmente apoyó a la Junta de Buenos Aires y derrotó a los realistas en la Batalla de Las Piedras. Sin embargo, cuando Buenos Aires pactó un armisticio con los españoles que implicaba la retirada de las tropas patriotas y permitió la entrada de tropas portuguesas (llamadas en auxilio por los realistas de Montevideo, ya que la esposa del rey de Portugal era Carlota Joaquina, hermana de Fernando VII), Artigas se sintió traicionado.
Artigas, con un fuerte apoyo popular entre gauchos, pequeños propietarios, indígenas y algunos esclavos, proponía un programa revolucionario que incluía el reparto de tierras y una organización federal con amplia autonomía para las provincias, oponiéndose al centralismo porteño.
Ante el armisticio y la ocupación portuguesa, Artigas lideró a gran parte de la población oriental en una masiva emigración hacia el oeste, cruzando el río Uruguay hasta Entre Ríos en 1811-1812. Este evento es conocido como el «Éxodo Oriental» y consolidó el liderazgo de Artigas y su proyecto federal.
La influencia de Artigas se extendió a Entre Ríos, Corrientes, Santa Fe, Misiones y Córdoba, formando la «Liga de los Pueblos Libres», que se oponía tanto a los realistas como al centralismo de Buenos Aires.
La Asamblea del Año XIII
Convocada por el Segundo Triunvirato, en enero de 1813 se reunió en Buenos Aires la Asamblea General Constituyente, conocida como la Asamblea del Año XIII. En ella coexistían diversas tendencias políticas.
La Logia Lautaro impulsaba la declaración de la independencia y la sanción de una Constitución centralista. Sin embargo, estos objetivos máximos no se cumplieron debido a las disputas internas sobre la forma de gobierno, la oposición de los diputados artiguistas (cuyos poderes fueron rechazados) y el complejo contexto bélico. La independencia se declararía recién en 1816 y la primera Constitución duradera se sancionaría en 1853.
A pesar de no cumplir sus objetivos principales, la Asamblea del Año XIII tomó medidas de gran importancia:
- Estableció los símbolos patrios (Escudo Nacional, Himno Nacional).
- Suprimió los instrumentos de tortura.
- Anuló los títulos de nobleza.
- Declaró la «libertad de vientres»: los hijos de esclavas nacidos a partir del 31 de enero de 1813 serían libres.
- Eliminó la mita y el yanaconazgo (formas de trabajo forzado indígena).
El Directorio y la Declaración de Independencia
El Directorio
En 1814, ante la derrota de Napoleón en Europa y la restauración de las monarquías absolutistas (incluida la de Fernando VII en España), el panorama internacional se volvió adverso para los movimientos independentistas americanos. La Santa Alianza, formada por las potencias europeas conservadoras, se proponía restaurar el orden previo a la Revolución Francesa, lo que incluía la recuperación de las colonias americanas.
Fernando VII envió una poderosa expedición militar a América, que desembarcó inicialmente en Venezuela. Ante la creciente amenaza realista y la necesidad de un mando más ágil, la Asamblea disolvió el Segundo Triunvirato y concentró el poder ejecutivo en una sola persona: el Director Supremo de las Provincias Unidas del Río de la Plata. Se creó así el Directorio.
Uno de los primeros Directores Supremos fue Carlos María de Alvear (1815), cuya gestión fue breve y conflictiva. Sus tendencias centralistas y autoritarias, y sus supuestas intenciones de buscar un protectorado británico, generaron una fuerte oposición, especialmente de Artigas y los caudillos federales del Litoral, obligándolo a renunciar. Le sucedió brevemente Ignacio Álvarez Thomas. Luego asumió Juan Martín de Pueyrredón (1816-1819), quien apoyó decididamente el plan continental de José de San Martín. Pueyrredón nombró a San Martín gobernador de Cuyo (Mendoza), desde donde organizaría el Ejército de los Andes con el objetivo de cruzar la cordillera, liberar Chile y luego avanzar por mar hacia Perú, centro del poder realista en Sudamérica. Estos objetivos se cumplirían exitosamente en los años siguientes.
Declaración de la Independencia
En un contexto de restauración monárquica en Europa y avances realistas en América, se convocó un nuevo congreso general constituyente en la ciudad de San Miguel de Tucumán. El Congreso de Tucumán inició sus sesiones en marzo de 1816. Tras intensos debates, el 9 de julio de 1816, los diputados de la mayoría de las Provincias Unidas acordaron y proclamaron solemnemente la Independencia de España y de cualquier otra dominación extranjera.
Conflictos Internos: Unitarios y Federales
Constitución Unitaria de 1819 y la Batalla de Cepeda
Tras la declaración de independencia, el Congreso se trasladó a Buenos Aires. En 1819, sancionó una Constitución de carácter unitario (centralista, sin reconocer la autonomía de las provincias) y aristocrático (con requisitos de propiedad para la ciudadanía plena y la elección de senadores). Esta Constitución fue inmediatamente rechazada por las provincias del Litoral, lideradas por los caudillos federales Francisco Ramírez (Entre Ríos) y Estanislao López (Santa Fe), aliados de Artigas (aunque pronto surgirían conflictos entre ellos).
Ramírez y López avanzaron sobre Buenos Aires y derrotaron a las fuerzas directoriales en la Batalla de Cepeda (1 de febrero de 1820). Esta batalla marcó el fin del Directorio y del poder central ejercido desde Buenos Aires. La Constitución de 1819 fue derogada y se inició un período conocido como la «Anarquía del Año XX», caracterizado por la disolución de las autoridades nacionales y la emergencia de las autonomías provinciales.
A partir de 1820-1821, Buenos Aires se organizó como una provincia autónoma más. Se disolvió el Cabildo y se estableció una Legislatura provincial (la Sala de Representantes), la cual elegía al gobernador.
La»Feliz Experienci» de Buenos Aires y Rivadavia
Martín Rodríguez fue elegido gobernador de Buenos Aires. Durante su gobierno (1820-1824), su ministro Bernardino Rivadavia impulsó una serie de reformas modernizadoras en la provincia, conocidas como la «feliz experiencia». Rodríguez, como estanciero, también realizó campañas militares contra los pueblos indígenas del sur para expandir la frontera ganadera.
Bernardino Rivadavia, figura central de este período y luego jefe del grupo unitario, llevó adelante importantes reformas:
- Fundó la Universidad de Buenos Aires (UBA) en 1821.
- Implementó reformas eclesiásticas, suprimiendo órdenes religiosas y limitando el poder de la Iglesia.
- Reformó el ejército y la administración pública.
- Contrató un empréstito con la banca británica Baring Brothers. Oficialmente, el objetivo era financiar obras públicas como la construcción de un puerto y el establecimiento de pueblos y redes de agua corriente en Buenos Aires. Sin embargo, gran parte de los fondos se desviaron para financiar la guerra contra el Imperio del Brasil y para la creación de bancos que finalmente fracasaron. La deuda se terminaría de pagar recién a principios del siglo XX (1904).
Los unitarios representaban principalmente a sectores de la élite porteña (comerciantes vinculados al puerto y al comercio exterior, intelectuales, algunos estancieros) y a grupos similares en algunas capitales provinciales. Abogaban por un gobierno central fuerte, con sede en Buenos Aires, que controlara los recursos de la Aduana y dictara políticas uniformes para todo el país, sin reconocer las autonomías provinciales plenas. Aunque algunos defendían el voto amplio, su proyecto era centralista.
El Federalismo
Los federales constituían la mayoría en el país, pero estaban internamente divididos en cuanto a sus intereses y proyectos. Proponían una organización estatal que respetara las autonomías de las provincias.
Se pueden distinguir varios grupos dentro del federalismo:
- Federales del Interior:
- Objetivos: Sanción de una Constitución Federal, reparto de los ingresos de la Aduana de Buenos Aires (que concentraba la mayor parte de la recaudación por importaciones y exportaciones), y políticas de proteccionismo industrial para defender las artesanías y producciones locales de la competencia extranjera.
- Apoyos: Estancieros, comerciantes locales, sectores populares.
- Líder destacado: El caudillo riojano Facundo Quiroga, caracterizado por su fuerte personalismo y carisma.
- Federales del Litoral (Santa Fe, Entre Ríos, Corrientes):
- Objetivos: Constitución Federal, reparto de la renta aduanera y libre navegación de los ríos interiores (Paraná y Uruguay) para poder comerciar directamente con el exterior sin pasar por Buenos Aires. Su postura sobre el proteccionismo era más matizada, ya que también eran productores de bienes exportables (ganado).
- Apoyos: Estancieros, comerciantes, sectores populares.
- Líder destacado: El gobernador de Santa Fe, Estanislao López.
- Federales de Buenos Aires: Se dividían en dos tendencias:
- Doctrinarios (o Federales Puros): Coincidían en gran medida con los federales del Litoral (Constitución Federal, reparto de rentas, libre navegación). Su principal referente fue Manuel Dorrego.
- Autonomistas (o Federales Cismáticos): Defendían la autonomía de la provincia de Buenos Aires pero se oponían a nacionalizar y repartir las rentas de su Aduana y a sancionar una Constitución nacional que limitara el poder porteño. Su líder emergente fue Juan Manuel de Rosas.
En general, los federales contaban con una base social más amplia que los unitarios, pero sus divisiones internas dificultaban la conformación de un proyecto nacional unificado, mientras que los unitarios, aunque menos numerosos, formaban un grupo más homogéneo ideológicamente.
La Guerra con el Brasil y la Presidencia de Rivadavia
En 1825 (no 1824), orientales liderados por Juan Antonio Lavalleja (los «Treinta y Tres Orientales») cruzaron desde Buenos Aires a la Banda Oriental (entonces Provincia Cisplatina, anexada por Portugal y luego heredada por el Imperio del Brasil) para iniciar un levantamiento contra la ocupación brasileña. El Congreso General reunido en Buenos Aires decidió apoyar a los orientales y reincorporar la Banda Oriental a las Provincias Unidas, lo que llevó a la declaración de guerra por parte de Brasil.
El objetivo argentino era recuperar la Provincia Oriental. El objetivo brasileño era mantener su dominio sobre la Cisplatina y controlar la navegación del Río de la Plata. Gran Bretaña, por su parte, buscaba la creación de un Estado independiente (Uruguay) que actuara como tapón entre Argentina y Brasil, facilitando sus intereses comerciales en la región.
Para afrontar la guerra, el Congreso Constituyente decidió centralizar el poder y creó el cargo de Presidente de las Provincias Unidas, eligiendo a Bernardino Rivadavia en 1826.
En el mar, la pequeña escuadra argentina al mando del Almirante Guillermo Brown obtuvo notables victorias contra la flota brasileña, a pesar de la inferioridad numérica. En tierra, el ejército argentino, comandado por Carlos María de Alvear, obtuvo una importante victoria en la Batalla de Ituzaingó (1827).
Durante su presidencia, Rivadavia impulsó la sanción de una Constitución en 1826, nuevamente de carácter unitario y centralista. También intentó convertir a la ciudad de Buenos Aires en la capital federal del país, separándola de la provincia. Ambas medidas generaron un enorme rechazo en casi todas las provincias, incluida la propia Buenos Aires, donde los estancieros y comerciantes federales (liderados por Rosas y Dorrego) se opusieron a entregar la ciudad y el puerto a la Nación.
Ante la falta de apoyo, el fracaso de la Constitución y las dificultades para finalizar la guerra con Brasil (Rivadavia envió una misión que firmó un tratado de paz preliminar muy desfavorable, que fue rechazado), Rivadavia renunció a la presidencia en 1827.
El Ascenso de Rosas
Tras la renuncia de Rivadavia, el Congreso se disolvió y el país volvió a fragmentarse en provincias autónomas. En Buenos Aires, la Legislatura eligió gobernador a Manuel Dorrego, líder de los federales doctrinarios. Dorrego quedó a cargo de las relaciones exteriores de las provincias. Bajo presiones británicas y ante el desgaste de la guerra, Dorrego firmó la Convención Preliminar de Paz de 1828, que reconocía la independencia de la Banda Oriental (nacimiento de la República Oriental del Uruguay).
Dorrego contaba con un fuerte apoyo popular en Buenos Aires, pero se enfrentaba a la oposición de los unitarios y de sectores económicos poderosos. Su política federal y su popularidad generaban recelos.
Al regresar las tropas que habían combatido en la guerra contra Brasil, el general unitario Juan Lavalle, instigado por los opositores a Dorrego, encabezó un golpe de Estado en diciembre de 1828. Dorrego fue depuesto y, poco después, fusilado por orden de Lavalle sin juicio previo. Este hecho marcó el inicio de una cruenta guerra civil entre unitarios y federales.
Lavalle asumió como gobernador de facto. Juan Manuel de Rosas, líder de los estancieros federales autonomistas y comandante de las milicias rurales, se alzó en armas contra Lavalle. Tras varios enfrentamientos, Rosas logró derrotar a Lavalle. Mediante el Pacto de Cañuelas (y posterior Convención de Barracas), se acordó restaurar la Legislatura provincial anterior al golpe. En 1829, esta Legislatura eligió a Rosas como gobernador de Buenos Aires, otorgándole «Facultades Extraordinarias».
Rosas logró pacificar la provincia, ganándose el apoyo de los estancieros, comerciantes y también de los sectores populares (a través de una retórica y gestos que apelaban a las tradiciones criollas). Impuso el orden, aplicó la censura a la prensa opositora y persiguió a los unitarios.
Mientras tanto, el general unitario José María Paz había iniciado una exitosa campaña militar en el interior, desplazando a los gobernadores federales de Córdoba y otras provincias y formando la Liga Unitaria (o Liga del Interior) en 1830. Sin embargo, Paz fue capturado fortuitamente por tropas de Estanislao López en 1831, lo que provocó el rápido desmoronamiento de la Liga Unitaria.
Primer Gobierno de Rosas (1829-1832)
Durante su primer mandato, Rosas consolidó su poder en Buenos Aires. En 1831 impulsó la firma del Pacto Federal entre Buenos Aires, Santa Fe, Entre Ríos y Corrientes (luego adhirieron otras provincias). Este pacto establecía una alianza defensiva-ofensiva y creaba una Comisión Representativa de los gobiernos provinciales, pero en la práctica aseguraba la hegemonía de Buenos Aires, que seguía controlando la Aduana y las relaciones exteriores en nombre de las demás provincias. Aunque se preveía la convocatoria a un Congreso Constituyente, Rosas se encargó de postergarla indefinidamente. Económicamente, este primer gobierno mantuvo una orientación librecambista, favorable a los intereses ganaderos exportadores de Buenos Aires.
En 1832, al finalizar su mandato, la Legislatura le ofreció la reelección, pero Rosas la rechazó porque no le concedían nuevamente las Facultades Extraordinarias. Argumentando la necesidad de pacificar la frontera sur, emprendió la llamada «Campaña al Desierto».
La Campaña al Desierto (1833-1834)
Entre 1833 y 1834 (no 1832-1835), Rosas lideró una expedición militar contra los pueblos indígenas de la pampa y la Patagonia norte. Combinó la acción militar con pactos con algunos grupos indígenas («indios amigos»). El resultado fue la incorporación de vastas extensiones de tierra a la provincia de Buenos Aires, que fueron repartidas entre estancieros y militares, consolidando el poder de la clase terrateniente.
Durante la ausencia de Rosas, se sucedieron tres gobernadores en Buenos Aires: Juan Ramón Balcarce, Juan José Viamonte y Manuel Vicente Maza. Fueron años de inestabilidad política y agitación, en parte fogoneada por los partidarios de Rosas (la «Revolución de los Restauradores» contra Balcarce) y por la acción de la Sociedad Popular Restauradora (brazo político de Rosas) y su grupo de choque, la Mazorca. La esposa de Rosas, Encarnación Ezcurra, jugó un papel clave en mantener la agitación y preparar el regreso de su marido al poder.
Segundo Gobierno de Rosas (1835-1852)
A principios de 1835, en un clima de crisis política agravado por el asesinato del caudillo federal Facundo Quiroga en Barranca Yaco (un hecho que conmocionó al país y del que se culpó a los unitarios, aunque las responsabilidades fueron más complejas), la Legislatura de Buenos Aires volvió a nombrar a Rosas gobernador. Esta vez, le otorgaron no solo las Facultades Extraordinarias, sino la «Suma del Poder Público», lo que significaba la concentración de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial en su persona, sin más limitaciones que la defensa de la «causa federal» y la religión católica.
Este segundo gobierno se caracterizó por un fuerte autoritarismo, la persecución sistemática de los opositores (unitarios, federales doctrinarios, intelectuales críticos), el uso de la propaganda y el terror (a través de la Mazorca), y la imposición de símbolos federales (como la divisa punzó).
En el plano económico, Rosas adoptó una política más proteccionista con la sanción de la Ley de Aduana de 1835. Esta ley establecía aranceles a la importación de productos manufacturados, buscando proteger las artesanías e incipientes industrias del interior y de la propia Buenos Aires, aunque sin descuidar los intereses ganaderos exportadores.
Durante este largo período, Rosas debió enfrentar numerosas guerras externas e internas:
- Guerra contra la Confederación Perú-Boliviana (1837-1839): Liderada por el Mariscal Andrés de Santa Cruz, esta Confederación representaba una amenaza para los intereses argentinos en el norte. Rosas declaró la guerra, que se libró principalmente en el noroeste argentino y en Bolivia. La Confederación fue finalmente derrotada por Chile (con apoyo de disidentes peruanos) en la Batalla de Yungay (1839), lo que alivió la presión sobre Argentina.
- Bloqueo Francés (1838-1840): Francia, reclamando un trato preferencial para sus ciudadanos y objetando algunas políticas de Rosas, impuso un bloqueo naval al puerto de Buenos Aires. Rosas resistió el bloqueo, que finalmente se levantó mediante el tratado Arana-Mackau.
- Guerras Civiles Internas («Coalición del Norte», levantamientos unitarios): Rosas enfrentó y derrotó diversos levantamientos y coaliciones organizadas por los unitarios exiliados (como la liderada por Lavalle en 1839-1841) y algunos federales disidentes.
- Bloqueo Anglo-Francés (1845-1848) y la Guerra Grande (Uruguay): Gran Bretaña y Francia intervinieron nuevamente en el Río de la Plata, esta vez en apoyo al gobierno «colorado» de Montevideo (liderado por Fructuoso Rivera), que estaba sitiado por las fuerzas «blancas» (aliadas de Rosas) comandadas por Manuel Oribe. El objetivo de las potencias europeas era imponer la libre navegación de los ríos interiores (Paraná y Uruguay) y debilitar la influencia de Rosas. Impusieron un bloqueo naval e intentaron forzar el paso por el río Paraná con una flota de guerra y mercantes. En la Batalla de la Vuelta de Obligado (20 de noviembre de 1845), las fuerzas de Rosas ofrecieron una tenaz resistencia, aunque no pudieron impedir el paso de la flota. Sin embargo, la defensa en Obligado y otras acciones posteriores demostraron la dificultad de la empresa para los europeos y el alto costo económico. Finalmente, Gran Bretaña (Tratado Arana-Southern, 1849) y Francia (Tratado Arana-Leprédour, 1850) levantaron el bloqueo y reconocieron la soberanía argentina sobre sus ríos interiores. Esto representó un triunfo diplomático para Rosas y reforzó su prestigio internacional y nacional.
La Caída de Rosas: La Batalla de Caseros
A pesar de sus triunfos, hacia fines de la década de 1840 y principios de 1850, el régimen de Rosas comenzó a mostrar signos de desgaste y a generar descontento en diversos sectores, incluso entre sus antiguos aliados federales. Las causas de su caída fueron complejas:
- Causas Económicas y Sociales Internas:
- Crisis de la Ganadería Saladeril: La ganadería tradicional de la provincia de Buenos Aires, orientada a la producción de carne salada (tasajo) para mercados esclavistas (Brasil, Cuba), entró en crisis. La presión británica contra la trata de esclavos redujo la demanda y los precios del tasajo. Esto afectó a los estancieros del sur de Buenos Aires, base de apoyo tradicional de Rosas.
- Auge de la Ganadería Ovina: Paralelamente, cambios en el comercio internacional favorecieron la producción de lana. La Revolución Industrial en Europa y Estados Unidos aumentó la demanda de lana. Argentina (especialmente el Litoral y el norte de Buenos Aires) y Australia se convirtieron en proveedores alternativos. La cría de ovejas (ganado lanar) se expandió, generando una nueva élite de estancieros con intereses diferentes a los saladeristas. Estos nuevos productores, liderados por Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos, necesitaban la libre navegación de los ríos para exportar directamente su lana y se oponían al monopolio portuario y aduanero de Buenos Aires.
- Causas Políticas:
- Oposición a la Hegemonía Porteña: El prolongado control de Rosas sobre las relaciones exteriores y, fundamentalmente, sobre los ingresos de la Aduana de Buenos Aires, sin repartirlos con las demás provincias, generaba un creciente resentimiento en el Litoral y el Interior.
- Reclamo por una Constitución: El deseo de organizar constitucionalmente el país bajo una forma federal, postergado durante décadas por Rosas, se hizo cada vez más fuerte, especialmente entre los federales del Litoral liderados por Urquiza.
- Desgaste del Régimen Autoritario: El largo período de poder absoluto, la persecución política y la falta de libertades generaban cansancio y oposición.
En 1851, Justo José de Urquiza, gobernador de Entre Ríos y hasta entonces uno de los principales sostenes militares de Rosas, realizó su «Pronunciamiento»: retiró a su provincia la delegación de las relaciones exteriores en Rosas y lo instó a permitir la organización constitucional del país. Ante la negativa de Rosas, Urquiza formó el Ejército Grande, una alianza que incluía tropas de Entre Ríos, Corrientes, unitarios exiliados, soldados orientales (Uruguay) y un importante contingente del Imperio del Brasil (interesado en derrocar a Rosas para asegurar la libre navegación y su influencia regional).
El Ejército Grande cruzó el río Paraná y avanzó sobre Buenos Aires. El 3 de febrero de 1852, en los campos de Caseros (cerca de Buenos Aires), las fuerzas de Urquiza se enfrentaron y derrotaron decisivamente al ejército de Rosas en la Batalla de Caseros.
Tras la derrota, Rosas renunció al gobierno y se exilió en Gran Bretaña, donde moriría años después. La Batalla de Caseros marcó el fin de la «Época de Rosas» y abrió el camino para la organización constitucional definitiva de la República Argentina, aunque no sin nuevos conflictos.