Mientras que el comercio en el interior de un país se realiza sin complicaciones por la existencia de una moneda nacional común a todas las regiones de esa nación, las transacciones internacionales requieren un sistema monetario capaz de facilitar el comercio que se lleva a cabo con una variedad de monedas nacionales. La expansión del comercio internacional dependía en gran medida de las mejoras en el funcionamiento operacional de los mercados de cambio extranjeros y en el perfeccionamiento que adquirieran dichos mercados para reducir los riesgos de las fluctuaciones en el tipo de cambio de una moneda en términos de cualquier otra.
La generalización del patrón oro
Durante la década de 1870 se aceleró el movimiento hacia el patrón oro, y la plata vio descender rápidamente su papel en los patrones monetarios internacionales. Cuando las principales economías europeas (como Alemania en 1871) se incorporaron al patrón oro, aumentó fuertemente la demanda de oro para su uso monetario y, simultáneamente, la oferta de plata, porque se desmonetizó en aquellos países. Con todo, la generalización del patrón oro fue lenta. En 1873, Estados Unidos adoptó nominalmente el patrón oro, pero su divisa no era totalmente convertible en oro y, además, la desmonetización de la plata no se realizó hasta 1893. Otros países adoptaron el patrón oro más tarde, como Japón (1886), Austria-Hungría (1892) y Rusia (1895). En 1895, los principales países pertenecían al patrón oro, mientras que los países atrasados mantuvieron el patrón plata. La extensión del patrón oro se apoyó en el descubrimiento de nuevos yacimientos de oro desde 1886 (especialmente los de Transvaal), que permitieron aumentar las reservas de oro y el crecimiento de la oferta monetaria.
Implantación y mecanismos de ajuste del patrón oro
Como ya se expuso en un tema anterior, la implantación del patrón oro suponía la adopción de una serie de compromisos: establecimiento de una paridad oficial de la divisa nacional frente al oro; mantenimiento de un encaje de oro en el banco central proporcional a los billetes emitidos, así como la libertad para fundir, importar y exportar ese metal, en barras o en monedas. De esta manera, se generalizó un sistema de cambios libres y divisas convertibles que facilitó la expansión de las transacciones comerciales y financieras entre las principales áreas económicas. Además, el prestigio internacional del patrón oro (entre los defensores de una política económica liberal) derivaba de su teórica capacidad para limitar los desequilibrios económicos entre las naciones.
Cuando había desequilibrios en la balanza de pagos de un país, la cotización de su divisa en el mercado podía diferir de su paridad oficial. En estos casos, operaban una serie de mecanismos de ajuste para reequilibrar las cuentas exteriores y volver a la paridad oficial.
- Surgía un cambio en los tipos de interés, seguido de alteraciones en los niveles de renta, de actividad económica y de empleo.
- Se producían movimientos en el nivel general de precios, debido a los cambios en la oferta monetaria.
Así, un superávit en la balanza de pagos implicaba un aumento de las reservas del país, que requería que el banco central aumentase la emisión de billetes, lo que elevaría los precios interiores y las importaciones y reduciría las exportaciones. Por otro lado, un déficit exterior provocaría una salida de reservas, lo que exigiría un aumento de los tipos de interés, con el fin de frenar la salida de oro y de mantener la paridad, que era el objetivo básico de la política monetaria; el incremento del tipo de interés retraería la demanda interior, reduciendo el nivel de renta y empleo, y la exterior, disminuyendo el déficit de la balanza de pagos; finalmente, la disminución de los billetes en circulación reduciría los precios interiores impulsando las exportaciones y retrayendo las importaciones de bienes y servicios, hasta equilibrar la balanza de pagos.
Problemas y limitaciones del patrón oro
La eficacia de esos mecanismos de ajuste dependía de las instituciones de cada país y, fundamentalmente, de que los gobiernos siguiesen las reglas del patrón oro. Pero, con frecuencia, los gobiernos no aplicaban esas reglas. Los mecanismos de ajuste del patrón oro fallaban, fundamentalmente, por el lado de los países con superávit en su balanza de pagos, pues ante las entradas de oro, sus gobiernos no reaccionaban emitiendo más billetes, sino que preferían atesorar sus reservas antes que provocar aumentos en sus precios interiores. Al no cumplir estas naciones las reglas, todo el peso del ajuste recaía sobre los países deficitarios, algunos de los cuales tuvieron que abandonar la convertibilidad, ante la imposibilidad de mantener la paridad de su divisa. Por ejemplo, los gobiernos europeos (Francia, como principal exponente) no respetaron las reglas del patrón oro porque no utilizaron los tipos de interés para mantener la paridad oficial, sino para evitar las recesiones (descensos de tipos para aumentar la demanda).
Por el contrario, en Estados Unidos los gobiernos respetaron las reglas del patrón oro, por lo que los tipos de interés aumentaban rápidamente cuando las reservas de los principales bancos (los de Nueva York) caían al 25% de los depósitos, que era el coeficiente de reserva legal. Esto explica que este país sufriese más intensamente las crisis financieras y que, en 1899, hubiese acaparado el 20% de las reservas mundiales de oro. En el caso de los países de la periferia, como sus gobiernos carecían de cualquier control sobre los tipos de interés, el ajuste de sus desequilibrios exteriores se resolvía mediante descensos en el nivel de renta y de empleo, como el caso de Argentina.
El papel de la libra esterlina
La extensión y estabilidad del patrón oro se asentó también gracias a la solidez de algunas divisas, particularmente la libra esterlina. Muchos países mantuvieron una parte de sus reservas en divisas convertibles en oro (libra, franco, marco) que eran, además, las que se utilizaban normalmente para saldar las transacciones internacionales. Es decir, más que movimientos internacionales de oro, había flujos de esas divisas. Se calcula que hacia 1913, esas divisas suponían el 20% de las reservas oficiales mundiales. La confianza en dichas divisas derivó de su compromiso permanente con la convertibilidad con el oro establecida en la paridad oficial, que, a su vez, quedaba garantizada por una economía sólida y poderosa como la británica o la alemana. La fortaleza de estas economías permitía que los pasivos líquidos del Banco de Inglaterra o el Reichsbank en manos de extranjeros no estuvieran cubiertos convenientemente por sus reservas de oro.
Crisis financieras
La estabilidad que proporcionaba el patrón oro no evitó las crisis financieras típicas. Las de 1899 y 1907 obligaron a los bancos centrales europeos a intervenir como prestamistas en última instancia. La crisis de 1907 fue grave porque coincidieron pánicos financieros en Egipto, Japón, Alemania y, sobre todo, Estados Unidos, donde quebró el Knickerbocker Trust y el sistema bancario cerró las ventanillas, ante la inexistencia de un banco central que ayudase a aquel banco. La cooperación de algunos bancos centrales,