El Surgimiento del Estado Argentino es el período de la historia de la Argentina durante el cual la autoridad de la monarquía española llega a su fin en el virreinato del Río de la Plata, el cual se disgrega en diversas unidades políticas y se produce la conformación jurídico-política de lo que hoy es la República Argentina. Con el primer antecedente en las invasiones inglesas, este proceso se inicia propiamente con la Revolución de Mayo y culmina con la sanción de la Constitución Nacional en 1853.
Consolidación del Modelo Agroexportador (1852-1880): Las presidencias de Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento y Nicolás Avellaneda, quienes fueron electos por todas las provincias que componían la Nación Argentina, consolidaron una nueva política mediante una estrategia que combinaba la represión y el acuerdo. Su objetivo común fue la consolidación del modelo triunfante de Estado nacional. Sus fines fueron alcanzar la subordinación a la autoridad central, la organización institucional y la integración territorial. Junto a esto, se produjo a lo largo de todo el período una modernización económica y social. La resolución de viejos debates como el de las rentas del puerto de Buenos Aires, y la aparición de nuevos elementos como el estímulo a la inmigración y el auge del lanar, permitieron una expansión económica que sentó las bases del Modelo Agroexportador.
La subordinación a la autoridad central buscaba limitar o eliminar las autonomías provinciales, así como su poder de decisión y la independencia respecto del poder central. Esto implicó el establecimiento de pactos con quienes estuvieran dispuestos a hacerlos, y la represión contra aquellos que se opusieran. En el primer caso, la aceptación del pacto generalmente implicaba la obtención de ventajas para aquellas provincias que lo firmaran. En el segundo caso, el arma elegida fue el Ejército Nacional, que fue lanzado contra quienes fueran considerados una amenaza para el poder central. La organización institucional implicó el fortalecimiento de las acciones del Estado nacional. Éste empezó a ocupar cada vez más funciones mediante una importante política de obras públicas. Los colegios, los correos, el ejército, el FFCC (es decir, los ferrocarriles) extendían su red de acción, a la vez que su burocracia se ampliaba. El empleo en el Estado se convirtió en una importante opción laboral para sectores de la población que buscaban escapar del trabajo manual. La integración territorial adoptaba distintas formas. Por un lado, las políticas de población contra los indígenas, como la llamada Campaña la Desierto, ampliaron enormemente la extensión del Estado nacional. Junto a esto, fue necesario la unificación de valores y sentimientos, que implicaron entre otros aspectos el dictado de leyes de aplicación en todo el territorio y la creación de un sentimiento colectivo de nacionalidad.
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Surgimiento a la
Consolidación del Modelo Agroexportador (1852-1880): Las presidencias de Bartolomé Mitre, Domingo Faustino Sarmiento y Nicolás Avellaneda, quienes fueron electos por todas las provincias que componían la Nación Argentina, consolidaron una nueva política mediante una estrategia que combinaba la represión y el acuerdo. Su objetivo común fue la consolidación del modelo triunfante de Estado nacional. Sus fines fueron alcanzar la subordinación a la autoridad central, la organización institucional y la integración territorial. Junto a esto, se produjo a lo largo de todo el período una modernización económica y social. La resolución de viejos debates como el de las rentas del puerto de Buenos Aires, y la aparición de nuevos elementos como el estímulo a la inmigración y el auge del lanar, permitieron una expansión económica que sentó las bases del Modelo Agroexportador.
La subordinación a la autoridad central buscaba limitar o eliminar las autonomías provinciales, así como su poder de decisión y la independencia respecto del poder central. Esto implicó el establecimiento de pactos con quienes estuvieran dispuestos a hacerlos, y la represión contra aquellos que se opusieran. En el primer caso, la aceptación del pacto generalmente implicaba la obtención de ventajas para aquellas provincias que lo firmaran. En el segundo caso, el arma elegida fue el Ejército Nacional, que fue lanzado contra quienes fueran considerados una amenaza para el poder central. La organización institucional implicó el fortalecimiento de las acciones del Estado nacional. Éste empezó a ocupar cada vez más funciones mediante una importante política de obras públicas. Los colegios, los correos, el ejército, el FFCC (es decir, los ferrocarriles) extendían su red de acción, a la vez que su burocracia se ampliaba. El empleo en el Estado se convirtió en una importante opción laboral para sectores de la población que buscaban escapar del trabajo manual. La integración territorial adoptaba distintas formas. Por un lado, las políticas de población contra los indígenas, como la llamada Campaña la Desierto, ampliaron enormemente la extensión del Estado nacional. Junto a esto, fue necesario la unificación de valores y sentimientos, que implicaron entre otros aspectos el dictado de leyes de aplicación en todo el territorio y la creación de un sentimiento colectivo de nacionalidad.
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En 1880, se produjo un último conflicto entre el Estado nacional y los autonomistas bonaerenses. Estos últimos se oponían a que la Ciudad de Buenos Aires fuera nombrada Capital Federal del país y quedara separada de la provincia. El poder ejecutivo no dudó en enviar al Ejército nacional contra los sublevados, que fueron sometidos rápidamente./
Estos importantes cambios políticos estuvieron acompañados de cambios económicos y sociales muy profundos. En esos años se produjo una importante modernización económica capitalista que buscaba favorecer la inclusión de la Argentina en el nuevo mercado internacional como productora de materias primas. El librecambismo se impuso sobre el proteccionismo, las aduanas internas fueron eliminadas y el puerto de Buenos Aires pasó a manos nacionales. El Litoral vio satisfechas algunas de sus demandas al lograr dar rango constitucional a la libre navegación de los ríos. Se estaban llevando a cabo importantes cambios en la economía mundial que afectaban a nuestro país. Se agotó el viejo circuito comercial basado en el saladero que producía tasajo para las zonas esclavistas. Europa atravesaba la segunda revolución industrial, por lo que cada vez demandaba más y nuevos productos: alimentos para su población en aumento, y materias primas, como la lana, para sus industrias. Hacia allí se orientó la economía argentina. Para lograr estos cambios fue necesario poner el acento en los factores de la producción: tierra, mano de obra y capitales. La expansión de la frontera permitió la anexión de grandes territorios. En la mayoría de los casos, las políticas de distribución de esas tierras produjo la generación de latifundios esto es, grandes extensiones de tierra en manos de un único propietario que aseguraban importantes ganancias a sus dueños. La mano de obra la aportó, por un lado, la población nativa y, por otro, la inmigración europea. El Estado impulsó políticas para favorecer la llegada de grandes masas de gente y la mayoría se vio forzada a trabajar para los grandes terratenientes latifundistas. Los capitales fueron en su mayoría británicos. El Estado pidió préstamos (también llamados empréstitos) que utilizó para financiar la infraestructura necesaria para el desarrollo económico. Se volcaron en el mejoramiento de las tierras, la ampliación de los alambrados, la consolidación del sistema financiero, el dragado de ríos, la adecuación de los puertos, y especialmente en la extensión del ferrocarril.