Alfonso XIII: La dictadura de Primo de Rivera. (1923-1930)

  1. ¿CUÁLES FUERON LAS CAUSAS DEL GOLPE DE ESTADO?


 En el verano de 1923 los rumores sobre un golpe de Estado estaban a la orden del día, y la prensa venía denunciando las actividades conspirativas. Las circunstancias que llevaron a la Dictadura son de diverso orden:

1-

En primer lugar, estaban las consecuencias del desastre del Annual

los 13.000 muertos y la humillación militar recibida pesaban como una losa sobre los militares y sobre la opinión pública. La derrota provocó dos movimientos opuestos: en el Ejército, de exigencia de un cambio de timón político, a través de presupuestos de guerra y medios más cuantiosos que permitieran responder militarmente y vengar la humillación sufrida; y en la opinión pública, de indignación y oposición a la continuidad de la guerra, al tiempo que de exigencia de responsabilidades a los culpables. Ante la negativa del Gobierno a aumentar los gastos para financiar un desembarco, varios jefes militares se sumaron al golpe, entre ellos los africanistas, partidarios de llevar la guerra hasta el final.

Por otro lado, la instrucción del expediente Picasso  sobre responsabilidades por la masacre del Annual, provocó fuertes fricciones en las Cortes y en el estamento militar

Que no quería que siguiera adelante el asunto, puesto que se derivaban responsabilidades del Alto Comisario, general Berenguer; y la izquierda acusaba al propio Rey por instigar imprudentemente a Silvestre. La disolución de las Juntas de Defensa en 1922 contribuyó a soliviantar los cuarteles.

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El auge del nacionalismo en Cataluña y el País Vasco era visto con recelo por los grupos más derechistas

En realidad, la posición de la Lliga y del PNV (este último aún demasiado débil) no era nada radical; Cambó había participado en varios gobiernos, Y Su grupo sólo pedía el mantenimiento de la Mancomunidad catalana y un aumento de sus competencias. Pero para ciertos sectores de opinión era una amenaza a la unidad de la Patria», y el surgimiento de grupos más radicales, como Acció Catalana, escindida de la Lliga en 1921, contribuyó a aumentar su alarma.

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-La división de los partidos conservador y liberal y el ascenso de socialistas y republicanos creó la alarma entre la oligarquía y a los militares conservadores


Además, en 1921 había sido fundado, como una escisión de las Juventudes Socialistas, el Partido Comunista de España (PCE).

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La situación del orden público también asustaba a las clases dirigentes, pese a que había mejorado algo en 1922 y 1923.

Un gobierno autoritario podía ser el freno definitivo a la protesta social y al auge del movimiento obrero

5-

La opinión pública, desengañada del régimen y exasperada por la corrupción política, el alza de precios y la cuestión marroquí, presionaba en el mismo sentido

La prensa de izquierdas y de derechas coincidía en una crítica permanente al Gobierno y a los partidos del turno.
La posibilidad de un «hombre de hierro» que pusiera «orden» y practicara una «política quirúrgica» para acabar con las lacras de la Restauración (propuesta, por otra parte, que hundía sus raíces en el regeneracionismo), comenzó a ganar adeptos.

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Por último, hay que señalar dos factores añadidos

  1. En primer lugar, el apoyo del Rey



    La mayor parte de los testimonios coinciden en que Alfonso XIII valoró, en el verano de 1923, la posibilidad de un gobierno militar; llegó a consultárselo a Maura, que lo desaconsejó. Lo que no está tan claro es que alentara la conspiración. Pero sí es evidente que, al menos, colaboró con el golpe al no oponerse al mismo y contribuir, con su lenta reacción, a afianzar el pronunciamiento.
    Es cierto que hubiera sido difícil resistir, pero su apoyo explícito al Dictador en las horas clave del golpe ligó para siempre el futuro de la Monarquía al de la misma Dictadura.
  2. En segundo lugar: la influencia del contexto internacional


    La violenta crisis económica, el trauma generado por la Gran Guerra y, sobre todo, el triunfo de la revolución y el establecimiento del comunismo en Rusia en 1917, alentaba los movimientos radicales y militaristas. En 1923 se había producido ya la marcha Sobre Roma y la instauración de un gobierno fascista en Italia, mientras que en Centroeuropa predominaban los gobiernos autoritarios y retrocedían las democracias. Resulta significativo que el golpe de Primo de Rivera coincida en el tiempo con el ascenso de Mussolini y el fracasado intento golpista de Hitler, ya líder del Partido Nacionalsocialista alemán, en Múnich, en octubre de 1923. De hecho, cuando en 1924 Alfonso XIII viaje a Roma acompañado por Primo de Rivera, presentará al Dictador como «mi Mussolini».
  1. ¿CÓMO SE PRODUJO EL GOLPE DE 1923 Y LA FORMACIÓN DEL DIRECTORIO MILITAR?


La conspiración se fue fraguando desde las elecciones de la primavera


. En junio, un grupo de generales, y entre ellos varios africanistas, llegaron al acuerdo de preparar un golpe e instaurar un «Gobierno fuerte». Tras intentar primero el apoyo del Rey, optaron por Organizarse sin él, y en los primeros días de septiembre acordaron que fuera Primo de Rivera, Capitán General de Cataluña, quien lo dirigiera (Popular entre la burguesía y la patronal catalana por su talante duro contra los anarquistas) Primo de Rivera se sublevó el 12 de septiembre contra el Gobierno. Pese a la Oposición y el intento de reacción de éste, el golpe triunfó gracias al silencio, primero, y al apoyo, más tarde, del Rey.

                El nuevo régimen militar se presentó al País, a través de un Manifiesto, como un proyecto de regeneración, un «paréntesis de curación» de los males del país.
Se trataba de corregir los defectos del sistema político y de eliminar el caciquismo, no de terminar con el sistema parlamentario. Sin embargo, las Primeras medidas adoptadas se orientaron a implantar una Dictadura férrea en la que el Ejército asumía un papel casi de monopolio de todos los resortes del poder. Ya el mismo día 15 el Rey aceptó la propuesta de nombrar ministro único al general Primo de Rivera, a quien asistiría, a titulo consultivo, un Directorio Militar compuesto exclusivamente por jefes del Ejército. Era, por tanto, una Dictadura de índole claramente personalista. Primo de Rivera sustituyó a todos los gobernadores civiles por militares, que asumieron todo el poder en las provincias; y cambió a la mayor parte de los altos cargos de la Administración por mandos militares o por funcionarios de segunda fila que fueran adictos al golpe. Además, decretó la suspensión de las garantías constitucionales sobre tiempo de detención, mandamiento judicial previo, libertad de domicilio, asociación, reunión y expresión. Otro decreto disolvió el Congreso y la parte electiva del Senado: el poder legislativo quedaba eliminado.
Por último se estableció una férrea censura de prensa, con instrucciones terminantes a las autoridades para suprimir cualquier alusión critica a la Dictadura y filtrar cualquier información no oficial sobre la guerra de Marruecos.Hasta el mes de diciembre, el dictador contó, pese a la dureza de las decisiones tomadas, con bastante respaldo popular y con el silencio expectante de los partidos de la Oposición. Pero en enero de 1924 comenzó un proceso de institucionalización del régimen, que se prolongará hasta diciembre de 1925, en la etapa que se conoce como de la del Directorio Militar.

  1. ¿CUÁLES FUERON LAS ACTUACIONES DE LA DICTADURA BAJO EL DIRECTORIO MILITAR?


La acción política de aquellos dos años se encaminó a acabar con los viejos partidos de la Restauración y el régimen parlamentario. Sin embargo, la Dictadura no tocó la base real del sistema:
la oligarquía de terratenientes e industriales, que siguió dominando la vida económica y social, y que se aprovechó del control que ejercía el Dictador y de la ola de prosperidad económica de los años veinte para aumentar su fortuna y afianzar su poderío financiero.

La acción de la Dictadura fue contradictoria

Tras cesar a todos los concejales del país, sustituidos por «vocales asociados», la reforma de la Administración local se concretó en el Estatuto Municipal de 1924, obra directa de José Calvo Sotelo, buscaba, por un lado, una mayor autonomía económica de los municipios que les permitiera tomar iniciativas e impulsar la vida local, y, por otro, acabar con el caciquismo. En la práctica, sin embargo, la autonomía quedó muy recortada, al darse a los gobernadores excesivas competencias y establecer un modelo intervencionista y paternalista.
Tampoco se acabó con el caciquismo, al no llegar a desarrollarse el sistema electoral democrático que preveía el Estatuto. Sin embargo, sí se produjeron algunos avances: durante aquellos años se realizaron inversiones en riegos, alcantarillado, obras públicas, dotaciones escolares y sanitarias, logros del régimen que fueron posibles, en gran parte, por la prosperidad económica.
Los gobernadores continuaron nombrando alcaldes y diputados provinciales, lo que, unido a las competencias ejecutivas y a la coordinación de los servicios ministeriales, no hizo sino aumentar la tendencia a la centralización y al control férreo del Estado. Por otro lado, para reforzar a las fuerzas de orden público e “impulsar el espíritu cívico”, Primo de Rivera quiso extender la institución catalana del Somatén a todo el país. Se trataba de crear un cuerpo armado auxiliar v contrarrevolucionario adicto al régimen, a imitación del modelo italiano tan del gusto del dictador y protegido por la Ley de Jurisdicciones. Sin embargo, fuera de Cataluña, apenas llegó a tener implantación.
Eliminada la actuación de los partidos y suspendidas las Cortes, era necesario crear un instrumento que sirviera a la vez para nutrir de cuadros locales y nacionales a la Dictadura, y para apoyar al nuevo régimen. Primo de Rivera decidió en abril de 1924 unificar desde arriba las distintas Uniones Patrióticas que habían surgido después del golpe en los círculos católicos y conservadores, especialmente la Asociación Católica Nacional de Propagandistas de Ángel Herrera.
El nuevo partido, la Unión Patriótica, bajo la dirección de un militar se fue organizando a partir de entonces, y en 1926 de él saldrían los miembros de la Asamblea Nacional que intentaría dar una nueva Constitución a la Monarquía.

El problema regionalista fue uno de los grandes fracasos de la Dictadura

Pese al apoyo recibido por la burguesía catalanista en el momento del golpe, el general demostró rápidamente que, en su ideología, regionalismo y separatismo eran sinónimos. En las primeras semanas, Primo de Rivera prohibió el uso de la bandera catalana y su himno nacional, Els segadors, y restringió el uso del catalán al ámbito privado. La Mancomunitat fue languideciendo al tiempo que los políticos catalanes retiraban su apoyo al dictador. Durante todo el periodo se reprimieron las manifestaciones culturales y políticas del catalanismo, lo que empujó a muchos regionalistas a apoyar a la República, bajo el liderazgo del hasta entonces minoritario Estat Catalá de Francesc Maciá.
El orden público fue otra de las obsesiones de Primo de Rivera, para quien el movimiento obrero, las acciones anarquistas y la delincuencia eran una misma cosa.
Se dictaron instrucciones terminantes a los gobiernos civiles para reprimir cualquier tipo de manifestación o protesta, al tiempo que se establecía una rígida censura de prensa.

Tras una etapa inicial en la que se produjeron algunas ejecuciones y encarcelamientos, las protestas desaparecieron

Sin duda, el gran éxito del Directorio militar fue terminar con la guerra de Marruecos.
Curiosamente, Primo de Rivera era al principio partidario de abandonar la guerra y negociar;
Por eso en 1924 disminuyó los efectivos y se retiró de Yebala y Xauén, al tiempo que dictaba una amnistía que terminó de raíz con el problema de las responsabilidades.

Pero su posición provocó una reacción airada y hostil de los africanistas, encabezados por los generales Sanjurjo y Queipo de Llano y por los jefes del Tercio, Millán Astray y Franco.
En una visita del Dictador a Marruecos, algunos oficiales llegaron casi a la insubordinación.
Primo de Rivera tuvo que rectificar y presentar la retirada como un «repliegue táctico».
Fue el avance de Abd-el-Krim, creyendo derrotadas las tropas españolas, el que provocó el giro de la situación en  abril de 1925.
Al penetrar el jefe rifeño en la zona de protectorado de los franceses, éstos propusieron una operación conjunta.
Rápidamente se acordó un desembarco en la retaguardia marroquí, que tuvo lugar en la bahía de Alhucemas el 8 de septiembre de 1925.
La operación permitió romper en dos la zona controlada por los marroquíes, cuyo frente se desmoronó. A mediados de 1926 Abd-el-Krim se entregó a los franceses.  La guerra había terminado.

La victoria en Marruecos colocó a Primo de Rivera en la cumbre de su prestigio

Le reconcilió con los militares africanistas, elevó su popularidad y le permitió renovar el apoyo de la oligarquía, que podía volver a invertir con tranquilidad en el Protectorado.

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.  ¿CÓMO SE CREÓ EL DIRECTORIO CIVIL Y CÓMO FUE LA ACCIÓN DEL GOBIERNO?

 En diciembre de 1925, cuando ya eran claros los resultados Positivos del desembarco de Alhucemas, Primo de Rivera propuso al Rey la sustitución del Directorio Militar por un Gobierno civil.
En el nuevo Gobierno permanecía un militar; Martínez Ahido, en Gobernación. Ocupaban los principales ministerios: Calvo Sotelo en Hacienda, el conde de Guadalhorce en Fomento y Eduardo Aunós en Trabajo. El Ejército retornaba a los cuarteles, aunque permanecían suspendidas la Constitución y las libertades. El proceso de institucionalización de la Dictadura se realizó mediante la formación de una Asamblea Nacional Consultiva, convocada en 1927, pese las reticencias del propio Rey. Constituida por 400 miembros elegidos mediante sufragio restringido por municipios, provincias, Iglesia, Ejército, sectores de la cultura, intereses económicos, etc. Se le encargó la elaboración de una nueva Constitución. Tras un año largo de trabajos, el proyecto que se presentó en 1929 no satisfizo a nadie. Organizaba un Estado sin soberanía nacional ni división de poderes, con una Cámara única, la mitad de cuyos miembros era nombrada por la Corona, y en el que se otorgaba al Rey una enorme capacidad legislativa y ejecutiva, hasta el punto de que el propio Primo de Rivera se opuso al texto.
Al final, tanto la Asamblea Nacional como la Unión Patriótica demostraron ser un fracaso: ni obtuvieron respaldo popular ni eran una alternativa viable a la Dictadura. De hecho, si ésta subsistió hasta 1930, las causas hay que buscarlas, aparte de en la victoria militar en Marruecos, en la prosperidad de la segunda mitad de la década, un periodo de especial bonanza en la economía mundial, que permitió en España un crecimiento importante.

El Gobierno aprovechó ese clima para realizar una política de intervención de carácter populista, pero sin proponerse en ningún momento cambios de fondo en la estructura de la propiedad ni en la situación social de la producción.
Las inversiones en carreteras y obras hidráulicas son buena muestra de esa política,  así como lo fue el enorme crecimiento de la deuda, que deberían gestionar, años después, los gobiernos republicanos.

Otro aspecto destacado de la acción de la Dictadura fue la política social

A la creación del Consejo Nacional del Trabajo en 1924, se sumó, con Eduardo Aunós en el Ministerio de Trabajo, una legislación corta, paternalista, pero positiva, que intentaba suplir la promovida en los años anteriores por el Instituto de Reformas Sociales.

Así, el Código de Trabajo de 1926, que regulaba los contratos, los tribunales laborales y los accidentes


el subsidio de familias numerosas, del mismo año:
el seguro de maternidad, en 1929; y el apoyo a los emigrantes. En 1926 se creó la Organización Corporativa del Trabajo, una organización mixta para la regulación de los problemas laborales. Se organizaba en Comités Paritarios, en cada uno de los cuales el número de obreros y de patronos era idéntico. Era una imitación del modelo cor­porativo italiano, tutelado por el Estado, y que suscitó críticas tanto desde la derecha, que recelaba de la hegemonía socialista, como desde la izquierda, que denunciaba a la OCT como un instrumento para apagar el sindicalismo de clase. Pero la OCT funcionó, en parte por la estabilidad económica, que permitió atenuar los conflictos y huelgas; en parte por la propia represión, que desaconsejaba enfrentamientos inútiles; y también por el cansancio y desgaste que los duros años entre 1919 y 1923 habían generado en la clase obrera. Como veremos, la propia UGT llegó a colaborar permitiendo que Largo Caballero entrara en el Consejo Nacional del Trabajo.

También el anarquismo permaneció debilitado por las luchas internas, y el pequeño Partido Comunista aún no podía inquietar al régimen

5.¿CÓMO FUE LA OPOSICIÓN A LA DICTADURA Y LA CAIDA DE PRIMO DE RIVERA?

Desde 1927, el fracaso de la Dictadura a la hora de renovarse, junto a la irritación de los grupos de oposición por el inmovilismo y el desgaste de la monarquía, hicieron revivir las movilizaciones.

La oposición al régimen abarcó un amplio espectro político

En primer lugar, parte de los políticos de los partidos del turno se negó a colaborar con Primo de Rivera y exigió a Alfonso XIII el restablecimiento de la Constitución y la convocatoria de elecciones. Poco a poco, ante la negativa del Rey, se fueron alejando del Monarca, practicando el retraimiento de la actividad política. Algunos se pasaron al republicanismo; otros, sin embargo, como Calvo Sotelo o Guadalhorce, apoyaron y participaron en los gobiernos de Primo de Rivera. El movimiento republicano permaneció aletargado hasta 1926. En ese año se fundó la Alianza Republicana, que agrupó unos 450 centros y unos 100.000 afiliados, iniciando una movilización lenta pero creciente en los años siguientes.

En segundo lugar, también dentro del Ejército creció el descontento, pasada la euforia por la victoria marroquí. Rivalidades personales; arbitrariedades de Primo de Rivera en los ascensos; diversos incidentes, como la sanjuanada de 1926, que enfrentó al Arma de Artillería con el régimen;
y la oposición de los sectores más liberales del Ejército, con Queipo de Llano y los viejos generales Weyler y Aguilera al frente, todo ello vino a agriar el ambiente en los cuarteles.

En 1929 y 1930 eran muchos los oficiales proclives a conspirar contra Primo de Rivera

En tercer lugar, creció la oposición entre los intelectuales


Aunque algunos de ellos, como Ramiro de Maeztu o Eugenio d’Ors, apoyaron la Dictadura, la mayoría se opuso, y algunos, como Unamuno, Marañón o Jiménez de Asúa, lo hicieron de manera combativa.
Ortega y Gasset, que al principio pensó que el mensaje regeneracionista de Primo de Rivera era válido y posible, se definió finalmente en contra.

Finalmente, en cuanto a la izquierda obrera, ya vimos cómo pasó del desconcierto inicial a una fase de conformismo


A partir de 1927, sin embargo, volvió a movilizarse y a iniciar una clara Oposición, especialmente desde 1929, cuando la crisis económica sacudió de nuevo al país.

En cuanto a la caída de Primo de Rivera, la descomposición de la Dictadura se precipitó. La propuesta de Constitución de la Asamblea Nacional generó un rechazo total en el País. En febrero de 1929 un intento de sublevación militar fracasado demostró, además, lo extendido que estaba el descontento en el Ejército. Primo de Rivera decidió disolver el Arma de Artillería, generando aún mayor irritación. Desde marzo se sucedieron las manifestaciones y alborotos en la Universidad, protagonizados por los estudiantes organizados en la Federación Universitaria Española (La FUE). Uno de los frentes más graves que tuvo abiertos la Dictadura a partir de 1927 fue el universitario.
El Gobierno respondió cerrando la Universidad de Madrid y deteniendo al líder estudiantil  Sbert, lo que hizo aumentar una movilización a la que se sumaron intelectuales como Ortega, Sánchez Román, Jiménez de Asúa o Menéndez Pidal, que abandonaron sus cátedras y declararon su apoyo a la FUE.

En el otoño se desencadenó el desplome financiero internacional a raíz del crack de Wall Street


A las manifestaciones estudiantiles se sumó una oleada de huelgas provocada por el hundimiento de la peseta, la crisis financiera y la inflación.

Industriales y financieros criticaban irritados la política gubernamental

Primo de Rivera, cansado. Enfermo de diabetes, presionado por el Ejército y una oligarquía descontenta, incapaz de dominar la calle, intentó por última vez conseguir el apoyo de la Corona.

Pero Alfonso XIII aplazó su respuesta, consciente de que ya no podía respaldarle


El 27 de enero de 1930 el Dictador presentó su dimisión al Rey, cuando éste ya realizaba gestiones para sustituirle.

Tras despedirse del país con un nuevo Manifiesto, se exilió en París, donde murió pocas semanas más tarde

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