Batalla de bayona


Las fases del enfrentamiento. Los desastres de la guerra


El desarrollo de la Guerra de la Independencia puede esquematizarse en tres etapas bien definidas:
1ª. Ocupación y levantamiento. El plan francés de una rápida ocupación del país será impedido ante la generalización del levantamiento al extenderse la resistencia popular espontánea; el intento de apropiación de Andalucía será frenado en la batalla de Bailén (19-VII-1808), en la que las tropas del general Castaños obligan a capitular a los franceses dirigidos por el mariscal Dupont. El gobierno francés, atemorizado, abandona Madrid para establecerse en Vitoria, al tiempo que ese momento de tregua fue aprovechado por las Juntas Provinciales para coordinarse en la Junta Suprema Central que asumiría la soberanía nacional y la dirección de la guerra. Pero la situación daría un giro cuando el propio Napoleón tomó la decisión de acudir personalmente a España.
2ª. Predominio francés (Noviembre 2008 –

Julio

2012). En Noviembre de 1808 el Emperador entra en suelo español al frente de la Grand Armée, un escogido ejército de 250.000 hombres integrado por las mejores tropas imperiales. A pesar de alguna acción negativa para sus intereses, como la derrota en Talavera ante tropas españolas que ya cuentan con ayuda de unidades británicas, los éxitos se sucederán con rapidez, si bien desde comienzos de 1809 Napoleón hubo de regresar a París: victorias en Somosierra -que permite el retorno a Madrid de José Bonaparte-, Ocaña y Uclés, capitulaciones de Zaragoza y Gerona que hasta entonces habían ofrecido fuerte resistencia al continuo asedio francés, retirada de las tropas del inglés Moore en Galicia, etc. Como consecuencia de estas acciones, en 1810 la práctica totalidad de España, salvo algunos puntos de Galicia y Cádiz, quedaba en manos francesas, al igual que Portugal, con la excepción de la zona de

Lisboa. La derrota de las tropas regulares dará paso a la aparición de una nueva forma de combate, las guerrillas de las que antes hablamos, cuyas acciones serán continua fuente de preocupación para las autoridades imperiales, que pronto sufrieron el acoso de estas partidas al mando de jefes de gran aceptación popular como Espoz y Mina, Juan Martín Díaz «El Empecinado» o el Cura Merino.
3ª. Ofensiva hispano-inglesa (Julio 1812-Diciembre 1813). La última etapa de la guerra finalizará con la victoria de las tropas españolas, que cuentan con la decisiva ayuda de los contingentes ingleses al mando de Lord Wellesley, el futuro duque de Wellington, quien, tras desembarcar en Portugal, se puso al frente de un ejército hispano-inglés que, tras ocupar poblaciones como Badajoz y Ciudad Rodrigo, conseguiría una victoria de cierta resonancia sobre los franceses en la batalla de los Arapiles (Salamanca, Julio de 1812). Desde este momento la guerra da un giro contrario a los intereses galos, cambio al que colabora decisivamente la reducción de los efectivos franceses en España debido a las necesidades del Emperador en su campaña de invasión de Rusia. La evacuación francesa de Andalucía y la toma de Madrid preceden a la gran ofensiva sobre unas tropas en retirada que sufrían, ya en 1813, las derrotas de Vitoria y San Marcial. La capitulación se hacía efectiva en Abril de 1814, firmando Napoleón el Tratado de Valençay que ponía fin a la guerra y devolvía la corona de España a Fernando VII.

LOS INICIOS DE LA REVOLUCIÓN LIBERAL. De las Juntas Provinciales a las Cortes de Cádiz

Ya señálamos como al tiempo que se desarrollaba la guerra de liberación tuvo lugar un movimiento revolucionario inserto en el proceso general de la época, conocido con el nombre de revoluciones burguesas; su primer exponente fue la constitución de las Juntas Provinciales, coordinadas desde finales del verano de 1808 por la Junta Suprema Central que asumíó el poder del gobierno de la Nacíón.

Las Cortes gaditanas: la Constitución de 1812. Otras medidas legislativas

La construcción de un nuevo orden político, cuyo pilar básico sería la elaboración de una Constitución, aunque este empeño no impediría la aprobación de una importante legislación ordinaria. Ideológicamente en la institución parlamentaria se distinguieron tres tendencias fundamentales, a dos de las cuales ya nos hemos referido: los absolutistas, que defenderán las ideas de mantenimiento de la soberanía del rey, y los liberales, partidarios de un cambio profundo cimentado en la defensa de la soberanía nacional y de derechos como las libertades individual, religiosa o la igualdad jurídica. Se situó una intermedia representada por los jovellanistas, quienes, aun abogando por la necesidad de reformas, ponían límite a las ansias revolucionarias con su respeto a muchos de los elementos del Antiguo Régimen.
















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