Fernando VII: Absolutismo y liberalismo. Mientras Fernando VII permanecía prisionero en Francia el pueblo español, en nombre del rey había redactado la Constitución de 1812 que acababa con el sistema de Antiguo Régimen y recortaba ampliamente los poderes del rey. Sin embargo la Constitución no representaba la opinión de todos los españoles, solo del grupo de diputados liberales mayoritarios en Cádiz. Los diputados absolutistas, la Iglesia, y buena parte del pueblo no aceptaban el nuevo régimen, lo que condujo a la división de los españoles en dos grupos, los absolutistas y los liberales.
Cuando Fernando VII, tras su liberación por el Tratado de Valençay, en 1814, llega a Valencia es recibido por un grupo de militares y diputados absolutistas (llamados serviles) que le entregan el Manifiesto de los Persas (un escrito redactado por 69 diputados) donde le animan para que vuelva a instaurar el Antiguo Régimen. Fernando declaro nula la Constitución (decreto de 4 de Mayo) y todas las leyes de las Cortes de Cádiz, restaura las viejas instituciones, incluida la inquisición; y comienza la de los liberales.
Sin embargo la vuelta al Antiguo Régimen, tal y como pretendían los más conservadores, ya no era posible, y lo que hizo Fernando fue volver al sistema de 1808, un despotismo Ilustrado en el que el rey gobernaba con la ayuda de ministros. Eso provocó el descontento tanto de los absolutistas como de los liberales. El descontento de los liberales y del ejercito cristalizó en una serie de pronunciamientos (forma de rebelión en la que un jefe militar se pronuncia, es decir proclama por medio de un manifiesto sus propuestas políticas) militares (casi una veintena), la mayoría de ellos fracasados, que intentaban acabar con el sistema político mediante las armas.
En 1820 el coronel Rafael de Riego inicia un alzamiento en Cabezas de San Juan (Sevilla) en defensa de la Constitución de 1812. Aunque en un primer momento no tiene mucho seguimiento, pronto se le unen parte de las tropas que iban a embarcar para sofocar la sublevación americana., La rebelión se extiende por otras ciudades. Fernando VII se ve obligado a capitular y en marzo jura la Constitución de 1812. La victoria de la Revolución supuso la vuelta al régimen de 1812 durante tres años, en el llamado Trienio Constitucional (1820-23).
Este periodo se caracteriza por la agitación política constante y la oposición al gobierno liberal. Por un lado estaba el rey, que utilizó todos los recursos disponibles para poner obstáculos a las reformas liberales. Y comenzó a pedir secretamente una intervención extranjera. Además se crean partidas guerrilleras organizadas por la aristocracia y el clero, incluso los absolutistas instalan la Regencia de Urgel, que pretendía actuar como gobierno legítimo mientras durara la cautividad del rey por los liberales, finalmente el ejército la disolvió.
Por otro lado los propios liberales se dividieron en dos grupos enfrentados: los moderados, o doceañistas, dispuestos a introducir reformas en la constitución que la hicieran más conservadora y los radicales, exaltados o veinteañistas que la querían mantener y buscaban una política más progresista.
Ante el temor de que la Revolución se extienda al resto de Europa los miembros de la Santa Alianza (Austria, Prusia, Rusia y Francia) se reúnen en el Congreso de Verona y encargan a Francia enviar un ejército, los 100.000 hijos de San Luis. El gobierno y las Cortes se refugian en Cádiz con el rey. El ejército francés apenas encontró resistencia. El 30 de septiembre de 1823 Fernando fue liberado y la constitución fue nuevamente abolida finalizando el Trienio, comienza la
Década Ominosa, de 1823 a 1833, año de la muerte de Fernando, se impuso nuevamente el régimen absolutista y se inició una brutal represión contra los liberales. Sin embargo poco a poco el régimen absolutista se moderó, buscando cierta modernización. Esta vez no se restauró la inquisición e incluso Fernando contó con algunos ministros reformistas. Los absolutistas más radicales quedaron decepcionados y forman un partido, absolutistas radicales o apostólicos, en torno al hermano de Fernando, Carlos, el futuro heredero, con el apoyo de una iglesia recelosa de la pérdida de su influencia.
Pero en 1830 nace la primera hija de Fernando y Mª Cristina de Nápoles, Isabel. Esto desencadena una lucha en la corte entre los partidarios de Don Carlos (hasta el momento único heredero) y los de Mª Cristina y de su hija. Como los partidarios de Don Carlos estaban ya bien definidos (absolutistas radicales) la reina busca apoyos entre los liberales dirigidos por Cea Bermúdez.
Las leyes de Partidas, derogadas por la ley Sálica en el XVIII, habían sido puestas de nuevo en vigor por Carlos IV en 1789 mediante una Pragmática Sanción, votada en Cortes, pero no publicada, lo que le impedía su aplicación. Esta confusa situación hizo que tanto los partidarios de Carlos como los de Isabel se consideraran con legítimos derechos. Fernando publicó la Pragmática Sanción pero eso no hizo que el partido carlista abandonara sus pretensiones. En 1833, el rey moría e Isabel era reconocida como heredera y su madre como regente, quien comenzó a gobernar con los liberales. Los carlistas no aceptaron la situación y pusieron en marcha una guerra civil