6.1. El reinado de Isabel II (1833-1868): la primera guerra carlista.
Evolución política, partidos y conflictos. El Estatuto Real de 1834 y las Constituciones de 1837 y 1845.
El pleito dinástico fue a la vez una disputa sucesoria y un conflicto ideológico en el que tradicionalistas -absolutistas- combatieron contra isabelinos apoyados éstos por los liberales, dando lugar a dos bandos:
Carlista. Partidarios del infante D. Carlos Mª Isidro, “el Pretendiente” hermano de Fernando VII”- reivindicando sus derechos dinásticos frente a su sobrina Isabel. Mediante la Pragmática Sanción, Fernando VII abolíó la Ley Sálica que impedía el acceso al trono de las mujeres y que ya las Cortes convocadas por Carlos IV en 1789 habían derogado pero que seguía vigente al no llegar a publicarse. Uno de los argumentos de D. Carlos para reclamar sus derechos fue precisamente que su fecha de nacimiento era anterior a la derogación de la ley Sálica. El carlismo era partidario del Realismo exaltado, del absolutismo, del origen divino de la Monarquía, de la continuidad del Antiguo Régimen; del integrismo religioso y de la defensa de los fueros –régimen jurídico y administrativo particular, con exención del régimen fiscal ordinario y de las quintas- , lo que pudo atraer a navarros y vascos al bando carlista. El régimen foral vasco–
Navarro se resume en la conservación de los siguientes privilegios: -Instituciones de autogobierno vasco-navarras y de administración de justicia -Exenciones fiscales -Exención de quintas, es decir que los vasco-navarros no tenían obligación de cumplir el servicio militar y solo estaban obligados a tomar las armas en tiempo de guerra y para defender exclusivamente sus límites provinciales. El lema carlista fue “Dios, Patria y Fueros”. El carlismo tuvo gran apoyo en el mundo rural. Los religiosos, el clero regular de las órdenes afectadas por las desamortizaciones, una parte menos numerosa del clero secular, algunos miembros poco destacados del ejército, miembros de la nobleza rural provinciana -viejos hidalgos-propietarios- y gran parte del campesinado que desde comienzos del Siglo XIX sufría un retroceso en sus condiciones de vida y veía en el triunfo liberal agravar su situación debido a una mayor presión fiscal.
Las potencias absolutistas (Rusia, Prusia y Austria) enviaron dinero y armas a D. Carlos mientras que el bando isabelino contó con el apoyo de Inglaterra, Francia y Portugal, interesados en la implantación de un liberalismo moderado en España.
Isabelino, o cristino: Fueron los seguidores de Isabel II y de su madre, la regente María Cristina de Nápoles. Aunque con tendencias diversas, se alinearon con la evolución del sistema político hacia la implantación del liberalismo.
Evolución política, partidos y conflictos. El Estatuto Real de 1834 y las Constituciones de 1837 y 1845.
El pleito dinástico fue a la vez una disputa sucesoria y un conflicto ideológico en el que tradicionalistas -absolutistas- combatieron contra isabelinos apoyados éstos por los liberales, dando lugar a dos bandos:
Carlista. Partidarios del infante D. Carlos Mª Isidro, “el Pretendiente” hermano de Fernando VII”- reivindicando sus derechos dinásticos frente a su sobrina Isabel. Mediante la Pragmática Sanción, Fernando VII abolíó la Ley Sálica que impedía el acceso al trono de las mujeres y que ya las Cortes convocadas por Carlos IV en 1789 habían derogado pero que seguía vigente al no llegar a publicarse. Uno de los argumentos de D. Carlos para reclamar sus derechos fue precisamente que su fecha de nacimiento era anterior a la derogación de la ley Sálica. El carlismo era partidario del Realismo exaltado, del absolutismo, del origen divino de la Monarquía, de la continuidad del Antiguo Régimen; del integrismo religioso y de la defensa de los fueros –régimen jurídico y administrativo particular, con exención del régimen fiscal ordinario y de las quintas- , lo que pudo atraer a navarros y vascos al bando carlista. El régimen foral vasco–
Navarro se resume en la conservación de los siguientes privilegios: -Instituciones de autogobierno vasco-navarras y de administración de justicia -Exenciones fiscales -Exención de quintas, es decir que los vasco-navarros no tenían obligación de cumplir el servicio militar y solo estaban obligados a tomar las armas en tiempo de guerra y para defender exclusivamente sus límites provinciales. El lema carlista fue “Dios, Patria y Fueros”. El carlismo tuvo gran apoyo en el mundo rural. Los religiosos, el clero regular de las órdenes afectadas por las desamortizaciones, una parte menos numerosa del clero secular, algunos miembros poco destacados del ejército, miembros de la nobleza rural provinciana -viejos hidalgos-propietarios- y gran parte del campesinado que desde comienzos del Siglo XIX sufría un retroceso en sus condiciones de vida y veía en el triunfo liberal agravar su situación debido a una mayor presión fiscal.
Las potencias absolutistas (Rusia, Prusia y Austria) enviaron dinero y armas a D. Carlos mientras que el bando isabelino contó con el apoyo de Inglaterra, Francia y Portugal, interesados en la implantación de un liberalismo moderado en España.
Isabelino, o cristino: Fueron los seguidores de Isabel II y de su madre, la regente María Cristina de Nápoles. Aunque con tendencias diversas, se alinearon con la evolución del sistema político hacia la implantación del liberalismo.
La mayoría de la población se uníó a la defensa de la legalidad vigente, En el bando isabelino se alinearon la mayor parte de los cargos de la administración y de la burocracia provincial y municipal, los miembros del ejército, las clases medias, financieros y comerciantes, los de profesiones liberales, la alta nobleza, gran parte del clero secular y la mayoría de los sectores populares.
b) Desarrollo y etapas de la primera guerra carlista
El 29 de Septiembre de 1833 fallecíó Fernando VII y su hermano Carlos María Isidro, el pretendiente al trono, publicó el Manifiesto de Abrantes (1 de Octubre de 1833 )desde Portugal iniciando así la 1ª guerra carlista que finalizó en 1840. Se desarrolló sobre todo en dos áreas: el territorio vasco-navarro y en la comarca del Maestrazgo, aunque las hostilidades afectaron al conjunto del país.
Las fases principales fueron:
1.- Iniciativa carlista (1833-35): el foco principal estuvo en el País Vasco y Navarra, surgiendo otros en Aragón, Cataluña, Valencia y las dos Castillas. Los liberales frenaron a los carlistas en las ciudades y en una de ellas, en el asedio de Bilbao, murió el general carlista Zumalacárregui.
2.- Extensión del conflicto (1835-37): se inician expediciones al sur del Ebro, donde se puso de manifiesto el escaso apoyo al carlismo, que no era capaz de cohesionar territorios, fracasando en la toma de Madrid y Bilbao (defendida por el general Espartero.
3.- Victoria liberal: ante la imposible victoria, el carlismo se dividíó en dos facciones: una derecha intransigente, contraria a la rendición o pacto; y un sector moderado con Maroto a la cabeza que firmó el Abrazo o Convenio de Vergara (1839) mediante el cual se acordó la incorporación de los oficiales del ejército carlista al ejército isabelino y Espartero asumía el compromiso de recomendar a las Cortes el reconocimiento de los fueros vasco-navarros.
Mientras, la resistencia carlista quedo limitada a la acción del general Ramón Cabrera, que continuó la guerra en el Maestrazgo hasta 1840, cuando las tropas isabelinas conquistaron la ciudad de Morella.
El final de la guerra significó el triunfo del liberalismo. Y lugares como Navarra y País Vasco, que conservaban sus fueros a pesar de los Decretos de Nueva Planta, sufrieron ciertas restricciones forales.
El carlismo perdíó fuerza en 1840, resurgiendo esporádicamente, obstaculizando la política del reinado de Isabel II, rebrotando el conflicto bélico en coyunturas críticas aprovechando la debilidad del Estado liberal: 2ª Guerra carlista (1846-1849) 3ª Guerra Carlista (1872-76) ya durante el Sexenio Democrático.
Las consecuencias de las guerras carlistas provocaron:
-Inestabilidad política para el conjunto de España -Aparición del ejército como protagonista de la vida política -Una débil identificación con el estado liberal de vascos y navarros que servirá de caldo de cultivo al nacionalismo vasco -Agravamiento de la situación de la Hacienda
Isabel II (1833-1843): LAS REGENCIAS
Minoría de edad de Isabel II:
Regencia de MARÍA Cristina DE NÁPOLES (1833- 1840)
Mª. Cristina tuvo que recurrir al apoyo de las fuerzas liberales para mantener a su hija en el trono Isabel II Y tuvieron que atender a la vez a varios frentes: la guerra carlista, la liquidación del Antiguo Régimen y la implantación del régimen liberal.
Mª Cristina no era liberal por eso, los liberales tuvieron que forzar la caída de su ministro Cea Bermúdez -que también lo había sido de Fernando VII- y sustituirlo por un centrista, el liberal moderado Martínez de la Rosa que redactó el Estatuto Real de 1834, Carta Otorgada que significaba la desvinculación parcial con el Antiguo Régimen. En el Estatuto es llamativa la ausencia de principios liberales como la soberanía nacional, o los derechos individuales.
Esa norma generó la división entre los liberales: un sector moderado representante de la burguésía conservadora y satisfecho con el Estatuto del 34, y otro que lo rechazó, los progresistas, representantes de la burguésía revolucionaria y partidaria del retorno a la Constitución de 1812.
En 1835 se produjo una revolución urbana y burguesa cuyo propósito era acabar con el gobierno moderado. La regente Mª Cristina se vio obligada a nombrar ministro al progresista
Mendizábal que llevó a cabo la desamortización de los bienes de la Iglesia. Mendizábal fue sustituido al poco tiempo por el moderado Istúriz. Esto condujo al levantamiento de los sargentos en La Granja de San Ildefonso (12-VIII-1836), que exigía la vuelta de la constitución gaditana de 1812.
A raíz de la sargentada de La Granja, la reina se vio obligada a encargar gobierno a J. Mª. Calatrava, un progresista que centró su obra en redactar un texto constitucional acorde con los tiempos: la Constitución de 1837, texto flexible que no contentó a ningún grupo político.
De 1837 a 1840 progresistas y moderados se sucedieron en el gobierno, hasta que en 1840 se desató una crisis debido a la Ley de Ayuntamientos, mediante la cual los moderados pretendían sustituir la elección popular de los alcaldes por la designación directa de esos cargos por la Reina. El conflicto enfrentó directamente a la regente con
el líder progresista, el general Espartero, obligando a la renuncia de María Cristina que tuvo que exiliarse en Francia.
Regencia de Espartero (1840-1843)
El general Espartero, gracias a su prestigio en la guerra carlista se convirtió en el símbolo militar del progresismo, abriendo una etapa política caracterizada por la activa participación de los militares el gobierno.
Fue elegido regente entre el descontento de los moderados, apoyados por Mª Cristina desde el exilio, y de los progresistas, en desacuerdo con muchas de sus medidas, tales como la falsificación electoral, nepotismo, caudillismo y finalmente en 1842 el bombardeo de Barcelona, donde los propietarios del sector textil eran contrarios a las medidas librecambistas y pro-británicas del gobierno, que perjudicaban la producción de sus paños.
Una manifestación antiesparterista, acaudillada por el general moderado Narváez, forzó la salida hacia el exilio de Espartero.
El vacío de poder generado obligó al adelantar la mayoría de edad de Isabel II para hacer posible su coronación a los trece años de edad.
Isabel II (1843-1868): EL REINADO EFECTIVO
1) Década Moderada (1844-1854)
El proceso de construcción de la nueva administración y la estructura institucional del Estado liberal comenzó con los gobiernos moderados. El moderantismo impuso su visión inspirada en el liberalismo doctrinario y monopolizó el gobierno toda una década. El protagonista de este período fue el general Narváez, que robustecíó el poder de la Corona, contribuyó a la centralización política y al monopolio del poder gracias a un sistema electoral restringido. La construcción del estado liberal en esta fase se caracteriza por los siguientes elementos:
1.- Constitución de 1845, moderada. : Soberanía compartida de las Cortes con el rey; no existe separación de poderes, estado confesional católico, etc.
2.- Conjunto de reformas: a) División provincial de Javier de Burgos en 1833 estableciendo 48 provincias que eran administradas por una Diputación Provincial y un Gobernador Civil nombrado por el gobierno. B) Administración centralizada. C) Guardia Civil, como fuerza militar de orden público, encargada de la vigilancia del medio rural y la defensa del nuevo sistema de propiedad.
d) Sistema fiscal, que pretendía potenciar una contribución a través de impuestos directos e indirectos.
3.- Concordato con la Santa Sede (1851), firma que supuso por parte de la Iglesia el reconocimiento del estado liberal español y en virtud del cual, la Iglesia aceptaba la desamortización, a cambio de la confesionalidad del estado y del compromiso de mantener en el presupuesto la dotación de culto y clero, y garantizaba a la Iglesia la presencia en la enseñanza.
2) Bienio Progresista (1854-1856)
En 1854 estalló una revolución de origen doble: una conspiración militar protagonizada por el general O´Donnell, y el descontento de moderados y progresistas.
Ambos sectores convergieron tras el fracaso del inicial pronunciamiento de O´Donnell (la Vicalvarada), por lo que los moderados redactaron el Manifiesto de Manzanares, redactado por el joven Cánovas del Castillo, con reivindicaciones progresistas: cambios en la ley electoral, libertad de imprenta, abolición del impopular impuesto de consumos, restauración de la milicia nacional voluntaria (creada para defender el constitucionalismo frente al absolutismo). Hubo un acercamiento común contra el gobierno corrupto y ya desde 1854 los progresistas se convirtieron en protagonistas alentando los tumultos. La reina se vio obligada a llamar de nuevo a Espartero que formaría un gobierno progresista, colaborando O´Donnell.
Las realizaciones más señaladas del Bienio Progresista fueron:
1. Constitución de 1856, (progresista) conocida como la “non nata” (no nacida) porque fue aprobada pero nunca fue promulgada.
2. La aprobación de medidas económicas como: a) Desamortización civil de Madoz (1855) b) Ley de Ferrocarriles, que posibilitará la implantación de ese transporte en España. C) Leyes bancarias, que favorecen la expansión económica.
3. Fundación de la Uníón Liberal por O´Donnell, un partido de centro con elementos moderados y progresistas.
4. Pervivencia de las formas tradicionales de protesta, a la vez que van surgiendo conflictos propios de países industrializados: aparecen las primeras huelgas y choques entre patronos y obreros, incidentes en el mundo rural, que minaron el prestigio de Espartero y fortalecieron la figura de O´Donnell, lo que marcó la vuelta de los moderados y la reposición de la Constitución moderada de 1845.
5. En otoño de 1855 una epidemia de cólera tuvo graves repercusiones en el país.
3) La Uníón Liberal y el fin del Moderantismo (1856-1868)
Tras la alternancia de breves gobiernos moderados y unionistas, en 1858 entra O’Donnell que permanece en el poder después de la práctica desaparición del Partido Progresista tras la represión de 1856 los unionistas intentaron procurar una estabilidad política que permitiera el desarrollo económico y las inversiones extranjeras.
El gobierno de la Uníón Liberal ejercíó una política pragmática, centrada en el impulso de las obras públicas y de las inversiones de sectores en desarrollo: ferrocarril, minas y sistema financiero, favoreciendo a algunos sectores empresariales cercanos al poder.
O´Donnell cayó en 1863, incapaz para seguir gobernando y agotado su débil proyecto. Tras su dimisión se sucedieron varios gobiernos y Narváez se hace cargo del Gobierno con los que volvía el moderantismo, arrinconando al progresismo y empujándole hacia una oposición frontal.
En 1864 se produjo la Noche de San Daniel, acontecimiento que reflejaba el clima de oposición y generalización e las protestas. La reina volvía a llamar a O´Donnell. La sublevación en Madrid del Cuartel de San Gil desató duras medidas represivas que forzaron la dimisión de O´Donnell y el traspaso de poderes a Narváez que endurecíó aún más la represión, clausurando las Cortes, censurando la prensa, ordenando la depuración de civiles y militares opuestos al gobierno. O’Donnell fallecíó en 1867 y los unionistas ahora liderados por Serrano y Cánovas se unieron a los progresistas agrupados en torno al general Prim y a junto a los demócratas firmaron el Pacto de Ostende. Todos conspiraban para derrocar a Isabel 2