INTRODUCCIÓN El siglo XVIII comienza en España con el cambio dinástico y la Guerra de Sucesión (1701-1715) tras la muerte de Carlos
II. La nueva dinastía Borbón instaurada en la persona de Felipe V, se encontrará una España caracterizada por la pervivencia del Antiguo Régimen, pérdidas poblacionales, atraso económico, estancamiento social, desorientación en política interior e indefensa ante sus enemigos exteriores. Intentando paliar este panorama puso en marcha, siguiendo el modelo francés, un amplio programa de reformas. Su hijo Carlos III, apoyado en ministros ilustrados como Campomanes, Floridablanca, Aranda…, impulsó esta modernización de acuerdo con el Despotismo Ilustrado.
DESARROLLO Para profundizar en este apartado nos centraremos en analizar el Siglo XVIII, un período de recuperación económica ligado al crecimiento de la población, en el que desaparecieron las epidemias, se atenuaron las crisis de subsistencia y disminuyeron las guerras en Europa. El conde de Aranda (1769) y Floridablanca (1787) llevaron a cabo los primeros censos para conocer las potencialidades económicas y fiscales del país. Además nos detendremos en conocer las principales reformas políticas y administrativas llevadas a cabo por los borbones en el ese siglo, como también las económicas, acercándonos a la situación de los principales sectores productivos y las actuaciones llevadas a cabo para su actualización y modernización, algunas de ellas de escasa trascendencia.
Las transformaciones, inspiradas en el estado absolutista francés y tendentes a reformar la autoridad de los monarcas absolutos, fueron introducidas durante el reinado de Felipe V (1700-1746). Esta política, continuada por sus sucesores, supuso un proceso de centralización y unificación a través de los Decretos de Nueva Planta, con los que se abolieron los fueros de Aragón, posible tras la victoria de Felipe V sobre los súbditos de aquellos territorios, considerados como rebeldes al no apoyar su candidatura al trono español frente al archiduque Carlos. Estos decretos permitieron que todos los reinos se regirían por las mismas leyes, implantando las de Castilla, salvo algunos privilegios en Navarra y las provincias Vascas. Esta reorganización que acentuaba el centralismo y el control por parte del monarca, lo situaba en la cúspide del poder, considerando su persona sagrada e inviolable y asumiendo los poderes legislativo, ejecutivo y judicial. Para apoyar su labor introdujeron las secretarías de Estado y Despacho, con competencias en determinados asuntos y precedentes de los ministerios actuales.
En 1759 Carlos III accede al trono español. Era hijo de Felipe V y había reinado en Nápoles, donde adquiríó experiencia de gobierno que le permitíó tener claros sus objetivos de incrementar el peso de una monarquía reformista e ilustrada. Carlos III ascendíó a políticos de la baja nobleza como Campomanes y Floridablanca. Los nuevos ministros querían poner en marcha un programa al estilo del Despotismo Ilustrado.
Por lo que se refiere a la Hacienda, se trató de simplificar el sistema de impuestos sustituyendo el arrendamiento de los impuestos por la gestión directa a cargo de funcionarios reales y la unificación monetaria. La carga impositiva se distribuía en función de las propiedades, aunque eclesiásticos, nobleza y funcionarios gozaban de muchos privilegios y exenciones. Para conocer la realidad del país se llevaron a cabo varios proyectos, entre ellos el de contribución única, que impulsó la creación del catastro del Marqués de la Ensenada en 1759, que quedó sin concluir por la oposición de los privilegiados. La alcabala era el impuesto directo más importante y gravaba todas las transacciones comerciales, era soportado por los grupos más desfavorecidos. Se creó el Banco de San Carlos, primer banco oficial vinculado al Estado. En 1767 se llevó a cabo la expulsión de los jesuitas, acusándoles de ser instigadores del motín de Esquilache, contrarios a las reformas y depositarios de un gran poder que escapaba de la autoridad real.
La agricultura, uno de los sectores fundamentales de la economía del país, estaba caracterizada por el atraso técnico, el predominio del secano sobre el regadío, el cultivo de la trilogía mediterránea… Los propietarios eran una minoría, los campesinos trabajaban tierras que no eran suyas. La propiedad estaba vinculada, se podía disfrutar de los beneficios que generaban pero no se podía vender. No había mercado de tierras, los terratenientes vivían de las rentas pero no invertían en mejorarlas (manos muertas). Carlos III tuvo la pretensión de elaborar una Ley de Reforma agraria, pero la Ley no se llegó a redactar. A partir del Expediente General se elaboraron Informes en los que se apuntaban posibles soluciones. Floridablanca se preocupó por la existencia de tierras sin cultivar, insistiendo en la necesidad de poner en manos de los campesinos las tierras comunales, los propios y baldíos. Campomanes, ante la situación de los campesinos que no dispónían tierras para cultivar, propuso que el gobierno les entregase junto con créditos para comprar ganado y aperos de labranza. Insistiendo en la necesidad de modificar el arrendamiento castellano a fin de favorecer a los arrendatarios. Jovellanos, planteó el que las grandes propiedades que no se podían vender fueran a parar a manos de personas con intención de hacerlas producir. Defendía la creación de un mercado de la tierra.
Los ilustrados españoles pusieron sobre la mesa el problema del campo español. Durante el reinado de Carlos III y Carlos IV se adoptaron algunas tímidas medidas reformistas. Algunas de estas medidas fueron: la colonización de zonas despobladas para poner en explotación sus tierras incultivadas y alejadas de los núcleos de población, la supresión de privilegios de la Mesta, los primeros intentos de desamortización de tierras del clero (1798) o la construcción de infraestructuras de regadío (Canal Imperial de Aragón). La efectividad de estas medidas fue limitada, pues no afectaron a la estructura de la propiedad de la tierra, con lo que el problema continuará.
Las manufacturas. El aumento de la población elevó la demanda de productos artesanales, pero no fue suficiente para el despegue industrial. La producción artesanal se caracterizaba por su dispersión y la pervivencia de talleres gremiales. En la segunda mitad del Siglo XVIII, se fue eliminando el control de los gremios y en 1790 se decretó la libertad para el ejercicio de cualquier oficio.
En la primera mitad de siglo, intentaron adaptar en España el modelo francés de manufactura (manufacturas reales, productos destinados al abastecimiento del ejército, tejidos, tapices, Real Fábrica de Tabacos de Sevilla…) pero estas empresas se caracterizaron por su escasa rentabilidad y fueron una carga para los presupuestos del Estado. Cabe destacar la labor del empresario Juan de Goyeneche en Nuevo Baztán y la de la burguésía comercial industrial catalana, que organizó una serie de industrias textiles que no estaban sometidas al control gremial; origen de la industria textil catalana del Siglo XIX.
El comercio tuvo un gran crecimiento en el Siglo XVIII, favorecido por recuperación económica de la primera mitad del siglo y el pensamiento mercantilista e ilustrado. Sin embargo, apenas existía comercio interior debido a las excesivas trabas que dificultaban su desarrollo y, sobre todo, a las dificultades de transporte. Se adoptaron medidas como la supresión de aduanas interiores en 1717 que mejoraron las comunicaciones. El comercio exterior experimentó avances tras la abolición del monopolio de la Casa de Contratación en el comercio con las Indias. Se dictaron los decretos de Libertad de Comercio de 1765 y 1778, lo que supónía la apertura de los puertos peninsulares al comercio con América. Asimismo, se crean compañías privilegiadas de comercio para fomentar los intercambios con América, juntas de comercio y consulados de comerciantes en todas las ciudades importantes, se reforzó la Junta General del Comercio y Minas para controlar la actividad comercial en todo el ámbito de la monarquía.
Sistema Bancario. La debilidad de la burguésía comercial e industrial explica el limitado peso del crédito y la banca. El problema de endeudamiento del Estado dio lugar a la fundación del primer banco nacional en época de Carlos III: el Banco Nacional de San Carlos (1782).
C El Siglo XVIII fue una etapa de crecimiento demográfico y económico, de una cierta estabilidad. El cambio de dinastía trajo cambios en la organización política e institucional del Estado: centralismo y uniformidad, lo que generó una serie de conflictos que llegan hasta el presente.
Con los Borbones se introdujo la Ley Sálica, que da preeminencia al varón sobre la mujer, dejándolas fuera de la sucesión, lo que acarrearía graves consecuencias tiempo después, con las guerras carlistas.
Asimismo, el cambio de dinastía vino acompañado de la influencia de la Ilustración europea, lo que permitíó la renovación de universidades y la incorporación de saberes científicos. Se reformaron los Colegios Mayores a través de un nuevo sistema de becas. Figuras como Villarroel, Feijoo, Jovellanos… preocupados y críticos en cuestiones sociales, costumbres, educación y problema agrario, favorecieron estos cambios, a los que contribuyó la creación de Sociedades Económicas de Amigos del País, que perseguían el progreso técnico y la reflexión económica.
Por lo que se refiere a las colonias la política centralista de los Borbones supuso un mejor aprovechamiento de los recursos que llegaban de ellas pero tuvo como contraposición el recelo de la población criolla que se vio separada de caroas de responsabilidad y el descontento de la población ante el aumento de impuestos. Este malestar acabaría en el estallido de movimientos independentistas desde principios del Siglo XIX.