En 1874 se restauró la monarquía borbónica en la persona del rey Alfonso XII. Su promotor, Cánovas del castillo, organiza un sistema político fundamentado en una monarquía parlamentaria conservadora y oligárquica, que aspiraba a mantener el orden social y económico existente. La vida política se basaba en un sistema bipartidista que garantizaba la alternancia pacífica en el poder de conservadores y liberales, gracias al fraude electoral.

La pérdida de las últimas colonias del Imperio español en 1898 inicia una etapa de crisis y de progresiva desintegración del sistema.

El régimen de la Restauración intento dar una cierta estabilidad al sistema político y favorecíó el desarrollo económico y social del país. Sin embargo, todo ello se llevó a cabo a base de falsear la democracia y de mantener el carácter oligárquico de la estructura social marginando a buena parte de la sociedad española.

Las debilidades del sistema se pusieron en evidencia tras el desastre de la guerra de 1898, cuando España perdíó sus últimas colonias. El país cayó entonces en una crisis moral y política, de la que surgíó una corriente regeneracionista que propónía una reforma profunda sistema político español.

El reinado de Alfonso XIII coincidíó con la larga crisis y el colapso final del sistema de la Restauración. A la incapacidad de sistema para ampliar su base social se unieron otros problemas: las consecuencias del desastre del 98, la división y fragmentación de los partidos del turno, el paulatino incremento de la posición, la guerra en Marruecos y la creciente conflictividad social. 

Aunque el sistema de la Restauración sobrevivíó a la crisis de 1909, 1917 y 1921, el apoyo del rey Alfonso XIII al pronunciamiento del general Primo de Rivera en 1923 supuso el fin de su etapa constitucional, si bien la monarquía logro mantenerse hasta 1931.

A pesar de los intentos reformistas de los gobiernos conservadores y liberales, la creciente división interna de ambos partidos genera una continua inestabilidad política que no pudo ser aprovechada por los grupos de la oposición, débiles o desunidos. Esto facilito la supervivencia del sistema de la Restauración. El sistema comenzó a resquebrajarse con la crisis de 1898, se debilita la crisis de 1909, 1917 y 1921 y se colapso 1923, cuando el rey recurríó al apoyo del ejército para mantenerse al frente del Estado.

Tras el fin de la dictadura en 1930, el regreso al sistema de la Restauración ya no era viable y la creciente oposición de republicanismo, el movimiento obrero y los nacionalistas contribuyeron a la proclamación de la República.