LA ÉPOCA DE LAS REGENCIAS Y EL PROBLEMA CARLISTA. Moderados y progresistas. Con el reinado de Isabel II se instauró en España la monarquía liberal
. Mientras se libraba la guerra carlista, la monarquía implantó el régimen liberal.
Ahora bien, con el establecimiento del Estado liberal surgieron las diferencias entre los mismos liberales, como ya empezó a comprobarse en las Cortes del Trienio Liberal. Por una parte, estaban los moderados y, por otra, los progresistas. Ambos defendían el sistema político liberal, pero presentaban profundas diferencias ideológicas. Los moderados defendían la soberanía compartida entre las Cortes y el rey, unas Cortes bicamerales con un Senado de nombramiento regio, una organización administrativa uniforme y centralizada para toda España, dividida en provincias, nombramiento de los alcaldes por el gobierno, un sufragio censitario, restringido a las clases propietarias y a las capacidades , lo que impidía el acceso de las clases populares a la política.
En cuanto a la base social, al liberalismo moderado se incorporó la antigua nobleza, que logró salvar sus propiedades agrarias, y la nueva burguésía liberal , que también se hará terrateniente. Los progresistas, la otra opción política, eran partidarios de un liberalismo más amplio, defendían la soberanía nacional, el establecimiento de limitaciones al poder de la corona, la Milicia Nacional, ayuntamientos electivos, un sufragio más amplio pero sin universalizarlo… El partido progresista se apoyaba en las clases medias y artesanos en las ciudades, parte de la oficialidad del ejército y de los profesionales liberales. La regencia de María Cristina Los comienzos moderados de la revolución liberal. La regente pronto comprobó que el cambio de gobierno era necesario.
Y, en efecto, en Enero de 1834, era llamado para formar gobierno Martínez de la Rosa, antiguo doceañista y jefe de gobierno durante el Trienio Liberal. Ganado ya para un liberalismo moderado, Martínez de la Rosa buscó una fórmula de equilibrio entre las tendencias liberales y el mismo carlismo. El resultado fue la aprobación del Estatuto Real, firmado por la regente en Abril de 1834. En contra de lo imaginable, la cámara recién elegida, con sorpresa para el gobierno, por su actitud crítica, exigía reformas profundas y en ella, además, volvía a resurgir las diferencias entre moderados y progresistas.
No lograba imponerse en la guerra carlista, mientras los liberales extremistas promovían amotinamientos populares, con asaltos y quemas de conventos-a los frailes se les acusaba de estar al lado de los carlistas- en ciudades como Zaragoza, Valencia, Cádiz, Málaga, Barcelona La fase progresista de la revolución liberal . La Constitución de 1837. El nuevo gabinete de Mendizábal se formaba contando con una Hacienda prácticamente sin fondos, y ante una guerra de la que era necesario darle un giro a favor de los isabelinos. Así, se amplió el alistamiento de hombres para el ejército y como vía para obtener fondos se aprobó la desamortización de bienes eclesiásticos del clero regular, el 19 de Febrero de 1836.
Con ella, en efecto, se buscaba contar con recursos para la Hacienda, eliminar o disminuir la deuda pública, hacer frente al carlismo y atraerse a las filas liberales a los compradores de bienes desamortizados. A todo esto, como es imaginable, la regente no se encontraba a gusto con Mendizábal. En Mayo de 1836 Mendizábal decidíó dimitir ante las diferencias con la regente a la hora del nombramiento de determinados cargos militares. Era lo que buscaba la regente, que encargó a Francisco Javier Istúriz formar gobierno.
Otra vez volvían, en Julio y Agosto, los levantamientos populares de signo progresista contra el gobierno y a favor del restablecimiento de la Constitución de 1812. Por fin, el 12 de Agosto tenía lugar el motín de los sargentos de La Granja, que obligó a la regente a restablecer la Constitución de 1812 y a formar un nuevo gobierno con José María Calatrava al frente y Mendizábal en Hacienda. Es a partir de ahora cuando quedó consolidada la división de los liberales entre un partido moderado y otro progresista, que era el que subía al poder con Calatrava. El programa del gobierno consistíó en acabar con las instituciones del Antiguo Régimen e implantar un régimen liberal con una monarquía constitucional.
Convocadas elecciones a Cortes, la nueva Cámara tuvo mayoría progresista. Un conjunto de leyes permitieron la disolución del régimen señorial y el mayorazgo, la supresión de los privilegios gremiales reconocíéndose la libertad de industria y comercio, el establecimiento de la libertad de imprenta y la reanudación de la desamortización de las fincas rústicas y urbanas de las órdenes religiosas. El proceso que comentamos culminó con la promulgación de la Constitución de 1837, muy breve frente a la de 1812 . Fue aprobada con la idea de fijar un texto estable que pudiera ser aceptado por progresistas y moderados.
La implantación del bicameralismo junto al fortalecimiento de la corona fueron las grandes concesiones de los progresistas al liberalismo moderado. También quedó aprobada una nueva ley electoral La vuelta de gobiernos moderados . Una vez aprobada la Constitución se convocaron elecciones para Octubre de 1837 que fueron ganadas por los moderados. Tras el final de la guerra carlista el gobierno se propuso aprobar una ley de ayuntamientos donde las diferencias entre progresistas y moderados eran muy fuertes.
Los primeros defendían la elección del alcalde por los votantes, en cambio los moderados pretendían que fuese designado por el gobierno de entre los concejales elegidos. Las Cortes aprobaron la polémica ley y los progresistas decidieron movilizarse contra ella. Espartero, entonces en la cumbre de su prestigio militar, manifestó su rechazo a la ley que la regente terminó sancionando . Días después otra vez volvían a formarse juntas en las principales ciudades del país.
La regente para frenar la insurrección nombró a Espartero jefe de gobierno, pero al no aceptar el programa del nuevo gobierno la regente presento su renuncia, marchando a Francia El problema carlista y la primera guerra . Fernando VII murió el 29 de Septiembre de 1833, dos días después, su hermano Carlos María Isidro, a través del Manifiesto de Abrantes, reclamaba el trono desde Portugal. En distintos puntos de España hubo levantamientos a favor de don Carlos, pero, poco a poco, la guerra que se desataba no era solo una guerra dinástica sino un enfrentamiento entre los partidarios del Antiguo Régimen y los que querían convertir a España en un Estado liberal. La regente M Cristina buscó el apoyo de los liberales, única fuerza capaz de defender los derechos al trono de Isabel II.
En resumen, el carlismo triunfó, sobre todo, en las zonas rurales, y especialmente en el norte, País Vasco y Navarra, al considerarse amenazadas por el liberalismo uniformista y centralizador, pero tuvo escaso arraigo entre las masas urbanas que rechazaban el absolutismo. En una primera fase destacan los triunfos carlistas. El pretendiente don Carlos se establecíó en Navarra con un gobierno alternativo al de la regente. La buena suerte de los carlistas se trunca en 1835 cuando el coronel carlista Zumalacárregui, el principal organizador del ejército carlista del Norte, muere en el cerco de Bilbao, la única gran ciudad que estuvo a punto de caer en sus manos, ya que su dominio se basaba, sobre todo, en el medio rural.
También hubo partidas carlistas en Cataluña, en la parte montañosa del norte, y en el Maestrazgo y el Bajo Aragón, puestas bajo la dirección del militar Ramón Cabrera. La segunda etapa se caracteriza por las grandes expediciones carlistas para enlazar y estimular las partidas dispersas por el país. Partíó del País Vasco consiguió llegar a Galicia, después se dirigíó a Valencia y de aquí hacia Andalucía. Los fracasos militares carlistas empezaban a escindir a los dirigentes carlistas conscientes de la imposibilidad de una victoria militar.
Al fin, el general carlista Maroto firmó el convenio de Vergara con Espartero por el que se ponía fin a la guerra. Los carlistas reconocían la derrota, pero conservaban sus grados militares en el ejército de Isabel II, además, el gobierno se comprometía a tratar en las Cortes el tema de los fueros en el País Vasco y en Navarra. Las consecuencias más importantes de la guerra carlista fueron varias. En lo político la monarquía, ávida de apoyos, se inclínó de manera definitiva hacia el liberalismo.
Por último, los gastos de la guerra forzaron la desamortización de las tierras de la Iglesia. La regencia de Espartero . Proclamado regente por las Cortes, desde muy pronto, los moderados decidieron utilizar el pronunciamiento como vía para acabar con la regencia de Espartero. Así, en Octubre de 1841, organizado desde París por hombres del círculo de María Cristina, hubo un intento que finalizó con el fusilamiento de los generales implicados en el golpe.
Con todo, los problemas para Espartero vinieron de su forma de gobernar, muy personalista y en ocasiones autoritaria, apoyándose en sus amigos personales, una camarilla de militares afines, alejándose, por el contrario, del sector mayoritario del grupo progresista de las Cortes, encabezado por Joaquín María López y Salustiano Olózaga. El enfrentamiento, por tanto, entre las Cortes y el gobierno, ambos progresistas, podía terminar facilitando la vuelta al poder a los moderados, como, al final, así fue. Los sucesos de Barcelona también contribuyeron a desprestigiar a Espartero. Espartero respondíó con el bombardeo de Barcelona, entre el 3 y 4 de Diciembre de 1842.
Este grave incidente redujo los apoyos que recibía el regente. El partido progresista seguía dividido entre los de la camarilla militar, al servicio del regente, y los del sector progresista de la Cámara, en su contra. Este último grupo puso en marcha un movimiento conspirativo, con levantamientos armados por buena parte de España, al que se unieron los moderados, liderados por su líder militar Ramón María Narváez. Espartero, sin apoyos, terminó abandonando el país, embarcando en Cádiz rumbo a Londres.
. Mientras se libraba la guerra carlista, la monarquía implantó el régimen liberal.
Ahora bien, con el establecimiento del Estado liberal surgieron las diferencias entre los mismos liberales, como ya empezó a comprobarse en las Cortes del Trienio Liberal. Por una parte, estaban los moderados y, por otra, los progresistas. Ambos defendían el sistema político liberal, pero presentaban profundas diferencias ideológicas. Los moderados defendían la soberanía compartida entre las Cortes y el rey, unas Cortes bicamerales con un Senado de nombramiento regio, una organización administrativa uniforme y centralizada para toda España, dividida en provincias, nombramiento de los alcaldes por el gobierno, un sufragio censitario, restringido a las clases propietarias y a las capacidades , lo que impidía el acceso de las clases populares a la política.
En cuanto a la base social, al liberalismo moderado se incorporó la antigua nobleza, que logró salvar sus propiedades agrarias, y la nueva burguésía liberal , que también se hará terrateniente. Los progresistas, la otra opción política, eran partidarios de un liberalismo más amplio, defendían la soberanía nacional, el establecimiento de limitaciones al poder de la corona, la Milicia Nacional, ayuntamientos electivos, un sufragio más amplio pero sin universalizarlo… El partido progresista se apoyaba en las clases medias y artesanos en las ciudades, parte de la oficialidad del ejército y de los profesionales liberales. La regencia de María Cristina Los comienzos moderados de la revolución liberal. La regente pronto comprobó que el cambio de gobierno era necesario.
Y, en efecto, en Enero de 1834, era llamado para formar gobierno Martínez de la Rosa, antiguo doceañista y jefe de gobierno durante el Trienio Liberal. Ganado ya para un liberalismo moderado, Martínez de la Rosa buscó una fórmula de equilibrio entre las tendencias liberales y el mismo carlismo. El resultado fue la aprobación del Estatuto Real, firmado por la regente en Abril de 1834. En contra de lo imaginable, la cámara recién elegida, con sorpresa para el gobierno, por su actitud crítica, exigía reformas profundas y en ella, además, volvía a resurgir las diferencias entre moderados y progresistas.
No lograba imponerse en la guerra carlista, mientras los liberales extremistas promovían amotinamientos populares, con asaltos y quemas de conventos-a los frailes se les acusaba de estar al lado de los carlistas- en ciudades como Zaragoza, Valencia, Cádiz, Málaga, Barcelona La fase progresista de la revolución liberal . La Constitución de 1837. El nuevo gabinete de Mendizábal se formaba contando con una Hacienda prácticamente sin fondos, y ante una guerra de la que era necesario darle un giro a favor de los isabelinos. Así, se amplió el alistamiento de hombres para el ejército y como vía para obtener fondos se aprobó la desamortización de bienes eclesiásticos del clero regular, el 19 de Febrero de 1836.
Con ella, en efecto, se buscaba contar con recursos para la Hacienda, eliminar o disminuir la deuda pública, hacer frente al carlismo y atraerse a las filas liberales a los compradores de bienes desamortizados. A todo esto, como es imaginable, la regente no se encontraba a gusto con Mendizábal. En Mayo de 1836 Mendizábal decidíó dimitir ante las diferencias con la regente a la hora del nombramiento de determinados cargos militares. Era lo que buscaba la regente, que encargó a Francisco Javier Istúriz formar gobierno.
Otra vez volvían, en Julio y Agosto, los levantamientos populares de signo progresista contra el gobierno y a favor del restablecimiento de la Constitución de 1812. Por fin, el 12 de Agosto tenía lugar el motín de los sargentos de La Granja, que obligó a la regente a restablecer la Constitución de 1812 y a formar un nuevo gobierno con José María Calatrava al frente y Mendizábal en Hacienda. Es a partir de ahora cuando quedó consolidada la división de los liberales entre un partido moderado y otro progresista, que era el que subía al poder con Calatrava. El programa del gobierno consistíó en acabar con las instituciones del Antiguo Régimen e implantar un régimen liberal con una monarquía constitucional.
Convocadas elecciones a Cortes, la nueva Cámara tuvo mayoría progresista. Un conjunto de leyes permitieron la disolución del régimen señorial y el mayorazgo, la supresión de los privilegios gremiales reconocíéndose la libertad de industria y comercio, el establecimiento de la libertad de imprenta y la reanudación de la desamortización de las fincas rústicas y urbanas de las órdenes religiosas. El proceso que comentamos culminó con la promulgación de la Constitución de 1837, muy breve frente a la de 1812 . Fue aprobada con la idea de fijar un texto estable que pudiera ser aceptado por progresistas y moderados.
La implantación del bicameralismo junto al fortalecimiento de la corona fueron las grandes concesiones de los progresistas al liberalismo moderado. También quedó aprobada una nueva ley electoral La vuelta de gobiernos moderados . Una vez aprobada la Constitución se convocaron elecciones para Octubre de 1837 que fueron ganadas por los moderados. Tras el final de la guerra carlista el gobierno se propuso aprobar una ley de ayuntamientos donde las diferencias entre progresistas y moderados eran muy fuertes.
Los primeros defendían la elección del alcalde por los votantes, en cambio los moderados pretendían que fuese designado por el gobierno de entre los concejales elegidos. Las Cortes aprobaron la polémica ley y los progresistas decidieron movilizarse contra ella. Espartero, entonces en la cumbre de su prestigio militar, manifestó su rechazo a la ley que la regente terminó sancionando . Días después otra vez volvían a formarse juntas en las principales ciudades del país.
La regente para frenar la insurrección nombró a Espartero jefe de gobierno, pero al no aceptar el programa del nuevo gobierno la regente presento su renuncia, marchando a Francia El problema carlista y la primera guerra . Fernando VII murió el 29 de Septiembre de 1833, dos días después, su hermano Carlos María Isidro, a través del Manifiesto de Abrantes, reclamaba el trono desde Portugal. En distintos puntos de España hubo levantamientos a favor de don Carlos, pero, poco a poco, la guerra que se desataba no era solo una guerra dinástica sino un enfrentamiento entre los partidarios del Antiguo Régimen y los que querían convertir a España en un Estado liberal. La regente M Cristina buscó el apoyo de los liberales, única fuerza capaz de defender los derechos al trono de Isabel II.
En resumen, el carlismo triunfó, sobre todo, en las zonas rurales, y especialmente en el norte, País Vasco y Navarra, al considerarse amenazadas por el liberalismo uniformista y centralizador, pero tuvo escaso arraigo entre las masas urbanas que rechazaban el absolutismo. En una primera fase destacan los triunfos carlistas. El pretendiente don Carlos se establecíó en Navarra con un gobierno alternativo al de la regente. La buena suerte de los carlistas se trunca en 1835 cuando el coronel carlista Zumalacárregui, el principal organizador del ejército carlista del Norte, muere en el cerco de Bilbao, la única gran ciudad que estuvo a punto de caer en sus manos, ya que su dominio se basaba, sobre todo, en el medio rural.
También hubo partidas carlistas en Cataluña, en la parte montañosa del norte, y en el Maestrazgo y el Bajo Aragón, puestas bajo la dirección del militar Ramón Cabrera. La segunda etapa se caracteriza por las grandes expediciones carlistas para enlazar y estimular las partidas dispersas por el país. Partíó del País Vasco consiguió llegar a Galicia, después se dirigíó a Valencia y de aquí hacia Andalucía. Los fracasos militares carlistas empezaban a escindir a los dirigentes carlistas conscientes de la imposibilidad de una victoria militar.
Al fin, el general carlista Maroto firmó el convenio de Vergara con Espartero por el que se ponía fin a la guerra. Los carlistas reconocían la derrota, pero conservaban sus grados militares en el ejército de Isabel II, además, el gobierno se comprometía a tratar en las Cortes el tema de los fueros en el País Vasco y en Navarra. Las consecuencias más importantes de la guerra carlista fueron varias. En lo político la monarquía, ávida de apoyos, se inclínó de manera definitiva hacia el liberalismo.
Por último, los gastos de la guerra forzaron la desamortización de las tierras de la Iglesia. La regencia de Espartero . Proclamado regente por las Cortes, desde muy pronto, los moderados decidieron utilizar el pronunciamiento como vía para acabar con la regencia de Espartero. Así, en Octubre de 1841, organizado desde París por hombres del círculo de María Cristina, hubo un intento que finalizó con el fusilamiento de los generales implicados en el golpe.
Con todo, los problemas para Espartero vinieron de su forma de gobernar, muy personalista y en ocasiones autoritaria, apoyándose en sus amigos personales, una camarilla de militares afines, alejándose, por el contrario, del sector mayoritario del grupo progresista de las Cortes, encabezado por Joaquín María López y Salustiano Olózaga. El enfrentamiento, por tanto, entre las Cortes y el gobierno, ambos progresistas, podía terminar facilitando la vuelta al poder a los moderados, como, al final, así fue. Los sucesos de Barcelona también contribuyeron a desprestigiar a Espartero. Espartero respondíó con el bombardeo de Barcelona, entre el 3 y 4 de Diciembre de 1842.
Este grave incidente redujo los apoyos que recibía el regente. El partido progresista seguía dividido entre los de la camarilla militar, al servicio del regente, y los del sector progresista de la Cámara, en su contra. Este último grupo puso en marcha un movimiento conspirativo, con levantamientos armados por buena parte de España, al que se unieron los moderados, liderados por su líder militar Ramón María Narváez. Espartero, sin apoyos, terminó abandonando el país, embarcando en Cádiz rumbo a Londres.