A. EL CONTEXTO HISTÓRICO INTERNACIONAL DE LA ESPAÑA DE LA
RESTAURACIÓN
La España de la Restauración viene a coincidir con un largo periodo de paz en Europa conocido como la época de la Gran Paz. Conseguida su unidad política y un gran desarrollo industrial, Alemania ejerce un verdadero liderazgo en el continente europeo (II Reich) y Bismarck, su canciller, lo plasmará a través de un inteligente sistema de alianzas con Austria, Rusia e Italia.
Francia y Gran Bretaña son los dos países abanderados del gran impulso colonial que emprenden las naciones industrializadas en el último tercio del Siglo XIX, y ambos vivirán momentos de tensión cuando sus intereses coincidan (como el incidente de Fachoda, Sudán, en 1898). Mientras que las antiguas potencias coloniales, como España y Portugal, mostraron su incapacidad para garantizar el dominio efectivo sobre los territorios ultramarinos.
Europa se lanzó a la conquista de África y de Asía, y los Estados Unidos, puso sus ojos en las últimas piezas del Imperio español: las islas de Cuba y Puerto Rico en el Caribe, y las Filipinas en el Pacífico.
España sólo tenía firmado un tratado con Italia, se encuentra aislada internacionalmente y no va a ser capaz de contener el irresistible empuje del imperialismo norteamericano. A consecuencias de todo ello, vivirá una de las más graves crisis de conciencia de su historia: la crisis del 98. La pérdida de nuestras posesiones antillanas y del Pacífico está íntimamente conectada, por tanto, con la remodelación del mapa colonial impuesto por las grandes potencias industriales a finales del siglo pasado: el llamado segundo reparto colonial (Congreso de Berlín 1885).
B. LA CRISIS DEL 98. UN PROBLEMA EXTERIOR CON
REPERCUSIONES INTERNAS
El fin del siglo terminó en crisis para esta primera etapa de la Restauración. La crisis fue de triple signo:
Crisis económica:
Entre 1876 y 1886 hubo expansión económica en España y crisis en Europa. A partir de 1886 la crisis económica llegó a España y se manifestó en la Inflación, la depreciación de la moneda y la disminución del comercio con el exterior.
Crisis social: Fue una consecuencia de la económica. Se produjo un aumento del paro, huelgas y terrorismo anarquista.
Crisis en las relaciones internacionales: Es fruto del aislacionismo de Cánovas, que había intentado una política de modestia y de “recogimiento” para evitar complicaciones, mantener a España neutral y salvaguardar los restos del Imperio. Mientras tanto, Europa estaba en su época colonialista e imperialista. Con el inicio del expansionismo estadounidense España se encontró aislada para defender Cuba y Filipinas, y no pudo sostener su dominio en las colonias de América y del Pacífico (Carolinas, Marianas y Palaos, vendidas a Alemania en 1899).
CAUSAS DEL LEVANTAMIENTO EN Cuba Y FILIPINAS
El primer levantamiento fue el “Grito de Yara” en 1868, que tras 10 años de guerra finalizó con la Paz de Zanjón conseguida por el general Martínez Campos. En ella España se comprometía a una serie de concesiones que con el paso del tiempo se fueron olvidando. Esto dará lugar a la segunda revolución.
En 1895 se reprodujo en Cuba una insurrección bajo el denominado «grito de Baire». Comenzaba así el levantamiento que llevaría a la isla a su independencia en 1898 que demostrará la incapacidad militar española así como la incapacidad de los dos partidos dinásticos de consegurir una solución política o diplomática. La importancia económica de estas islas se debe a su producción (azúcar, café y cacao) y por la exportación a ellas de productos españoles.
Las causas que habían conducido a tan difícil situación se pueden resumir en las siguientes:
–El incumplimiento por parte de España de lo pactado en el Convenio de Zanjón de 1878 (concesión de autonomía a la Isla…) provocó el malestar de los criollos ante la situación política, financiera, económica y tributaria de la isla.
–La incapacidad económica española para absorber plenamente la producción de azúcar y de otros productos cubanos, y para proveer a la isla de manufacturas. Los criollos consideraban que el atraso económico de España respecto a otras potencias industriales –Estados Unidos, por ejemplo–, estaba bloqueando la expansión económica de la isla. No es extraño que los sectores más dinámicos de la economía cubana se sintieran atraídos por la órbita de influencia norteamericana, cuyas clases dirigentes veían en Cuba un excelente mercado y una potencial zona de expansión.
– Además Estados Unidos tenía grandes intereses económicos y estratégicos en la isla, y fue
involucrándose cada vez más apoyando a los insurrectos; luego queriendo dar una solución rápida al conflicto y, por último entrando en guerra contra España.
–En España no se había llevado bien el problema cubano. Los proyectos de autonomía no llegaron a materializarse por la oposición de los terratenientes cubanos y de los políticos españoles.
–Por último, cabe destacar el ostensible aumento de un sentimiento patriótico, tanto en Cuba como en Filipinas, apoyado por los intereses de los Estados Unidos.
EL DESARROLLO DEL CONFLICTO CONTRA LOS INDEPENDENTISTAS CUBANOS Y FILIPINOS
La guerra de Cuba ocupa el centro de acción del Gobierno conservador de Cánovas hasta su muerte a manos del anarquista italiano Angiolillo (Agosto 1897). El levantamiento cubano fue dirigido por Antonio Maceo, Máximo Gómez y José Martí (Partido Revolucionario Cubano), quien, apoyado en los campesinos, sublevó, en Febrero de 1895, la parte oriental de la isla, la más antiespañola. La base social del movimiento estaba compuesta por el campesinado, parte de la burguésía criolla (dividida entre el autonomismo, la independencia o la uníón con España) y las clases populares. En la contienda usaron como táctica habitual la guerra de guerrillas.
Cánovas decidíó aplicar una política de reconciliación, enviando al general Martínez Campos a Cuba para negociar e impedir el avance de los sublevados, pero, al no conseguirlo, fue sustituido por el enérgico general Valeriano Weyler en 1896. Éste aplicó una táctica de guerra total: creó la célebres trochas, unas líneas fortificadas que dividieron la isla en tres sectores aislados con el fin de dificultar el movimiento de las columnas insurgentes; reconcentró a la población campesina en los poblados, para impedir que prestaran ayuda a los rebeldes; y destruyó las edificaciones que pudieran servir de refugio a los sublevados. Las medidas consiguieron reducir en gran medida las posiciones de los rebeldes, pero no lograron doblegarlos. Además, la aglomeración de personal civil y tropas, junto a las malas condiciones de vida produjeron un gran número de muertos por epidemias.
La prolongación de las operaciones y la dureza de las mismas ocasionaron las protestas de los Estados Unidos contra la actuación española y continuaron su estrategia económica y política de adueñarse de la isla. Mientras estuvo el presidente pacifista Cleveland no hubo problemas. Cuando ganó las elecciones McKinley, América se meterá de lleno en el problema cubano.
El Senado de los EEUU recomendó al presidente Cleveland que reconociera el estado de guerra en Cuba; poco después darían un paso más ofrecíéndose como mediadores en el conflicto hispano-cubano y pidiendo la concesión de una amplia autonomía para Cuba. Cánovas rechazó la propuesta y redactó un memorándum en el que concedía libertades y cierta autonomía a la isla una vez pacificada.
El nuevo presidente norteamericano, William Mckinley, protestó ante el gobierno español por la dura actitud de Weyler, exigiendo la pacificación de la isla; es más, llegó a gestionar con la reina María Cristina su compra por 300 millones de dólares, a lo que la Reina y el Gobierno español se opusieron rotundamente. Aquello, aparte del deshonor, hubiera supuesto también el fin de la monarquía.
Tras el asesinato de Cánovas en 1897, ocupa el Gobierno el liberal Sagasta, partidario del entendimiento con Estados Unidos, Weyler es sustituido por el general Blanco y se concede la autonomía a Cuba (Cámara de representantes, cinco ministros, gobernador propio, etc), lo que no satisface ni a los rebeldes cubanos ni a los norteamericanos. Como consecuencia en España crece la hostilidad antinorteamericana y se crea un ambiente probélico que minimiza la potencialidad de este país.
Pero los Estados Unidos no cejaron en sus objetivos y la explosión accidental del acorazado Maine -buque de guerra americano anclado en el puerto de la Habana en teoría para proteger los intereses de los ciudadanos norteamericanos- el 15 de Febrero de 1898, sirvió al gobierno americano, presionado por su prensa (tanto la cadena Pulitzer como Hearst, subvencionadas a su vez por compañías azucareras cambiaron la opinión pública norteamericana), como excusa para declarar la guerra a España tras enviar un ultimátum al Gobierno de Madrid (20 de Abril) exigiendo la renuncia española a la soberanía sobre Cuba. Con ello Estados Unidos se colocaba al lado de los independentistas cubanos pero con esta postura estos quedaban a su merced. Para entonces la escuadra norteamericana del Atlántico ya estaba movilizada en torno a Cuba y la flota del Pacífico se encontraba en Hong-Kong, a corta distancia de Filipinas.
En Filipinas la rebelión se había iniciado en 1896, como consecuencia de la corrupción y la torpeza de la administración colonial española, que no atendíó los anhelos autonomistas de grupos moderados como la Liga Filipina de José Rizal, lo que dio paso a la violencia de los independentistas, encabezados por Emilio Aguinaldo.
Al mismo tiempo que en Cuba, en Filipinas (1896) se producían también movimientos emancipadores dirigidos por José Rizal. Aquí España optó, al principio, por la solución dura con el general Polavieja, que entre otras medidas ejecutó a José Rizal, pero no acabó con la rebelión. Su sucesor, el moderado general Fernando Primo de Rivera, firmó con los rebeldes de Aguinaldo, principal líder político y militar filipino tras la muerte de Rizal, la paz de Biac-na-Bató en Diciembre de 1897, que dejaba el conflicto detenido momentáneamente.
LA GUERRA CONTRA Estados Unidos
Al estallar la guerra, en España se vivieron días de verdadero entusiasmo patriótico, alentado irresponsablemente por los poderes públicos y por la mayor parte de la prensa. Se creía en la posibilidad de ganar la guerra a Estados Unidos a pesar de su potencia industrial. En realidad, ni se podía ni se estaba preparado para ello. La guerra presentaba, además, una gran dificultad añadida, al desarrollarse en dos escenarios muy distantes entre sí: el Pacífico (Filipinas) y el Atlántico (Cuba y Puerto Rico).
Los primeros combates entre españoles y norteamericanos se produjeron en las aguas del Pacífico. Nada más declararse la guerra, la escuadra norteamericana puso rumbo a Filipinas desde Hong-Kong. El objetivo era Manila, donde el almirante español Montojo, jefe de la flota del Pacífico, había refugiado sus barcos pensando en el amparo adicional que podían proporcionarle las baterías de costa que protegían el puerto de la ciudad. La desigualdad de fuerzas navales de los combatientes era manifiesta, pues los navíos que compónían la flota española –ocho barcos más algunos buques auxiliares– y carecían de protección frente a los cruceros acorazados norteamericanos, mandados por el comodoro Dewey. La batalla naval de Cavite apenas duró tres horas; el día 1 de Mayo la flota española fue aniquilada por la estadounidense en la bahía de Manila, como consecuencia se rindió Cavite, sublevándose Filipinas al frente de Emilio Aguinaldo. Los españoles sólo controlaban la capital, Manila, que, tras algunas batallas contra norteamericanos e independentistas, capituló el 14 de Agosto.
En el Atlántico se ordenó a la escuadra española que operaba cerca de las Canarias, al mando del almirante Cervera, su traslado a Puerto Rico para proteger esta isla y la de Cuba; pero, cuando repostaba carbón en Santiago de Cuba, quedó bloqueada por la estadounidense (19 de Mayo). Aprovechando estas circunstancias, las tropas rangers de Estados Unidos –al mando de Theodore Roosevelt, el futuro presidente de los Estados Unidos–, desembarcaron en Cuba, tomaron Caney y la loma de San Juan, y atacaron a nuestra escuadra en el puerto; la flota española salíó de puerto -después de un debate parlamentario absurdo donde se puso en duda el valor de los marinos españoles, cuando la realidad es que la flota americana era muy superior- el día 3 de Julio y fue totalmente aniquilada.
Poco después capitulaba Santiago y el 17 de Julio se rindió La Habana. A pesar de haber solicitado España un armisticio el 18 de Julio, los norteamericanos entraban en Puerto Rico el 25 de Julio y en Manila (Filipinas) el 14 de Agosto de 1898: la guerra había terminado.
LA PAZ. EL TRATADO DE PARÍS
En Diciembre de 1898 se firmó el Tratado de París, por el que España reconocía la independencia de Cuba y cedía Puerto Rico, Filipinas y la isla de Guam a Estados Unidos a cambio de una contraprestación económica (20 millones de dólares). Los rebeldes cubanos no llegaron a estar presentes en este acto.
El resto de las posesiones –las islas Marianas, Palaos y Carolinas– fueron vendidas a Alemania al año siguiente por 25 millones de marcos.
Por el Tratado de París, España perdía los últimos jalones de su Imperio ultramarino. Las bajas se calculan en 120.000 personas –la mayoría por enfermedades tropicales-, a ello se sumaban los gastos de la guerra (2.000 millones de pesetas), la privación del mercado colonial, el parón de la industria catalana, la subida de precios en más de un 28% y el repudio de los jefes políticos por parte del Ejército. Gracias a su victoria, Estados Unidos dominará el área del Caribe y se introducirá en el mercado asíático.
LA CRISIS DEL 98 Y SUS EFECTOS
La derrota de la escuadra española casi sin combate, la superioridad norteamericana y la rapidez con que se cedíó el resto del Imperio al enemigo causaron una gran impresión en España en todos los sectores sociales.
El impacto que produjo este acontecimiento –denominado el Desastre– sumíó a los españoles en una honda crisis de conciencia que afectó a todo el tejido social de la nacíón, y que tuvo su mejor expresión en una vigorosa reacción intelectual que centró sus esfuerzos en la necesidad de recuperar el pulso perdido y de modernizar el país. Se trata de la llamada Generación del 98, integrada por una serie de escritores –Unamuno, Baroja, Azorín, Ramiro de Maeztu y Benavente– que harán suyo el afán regeneracionista y criticarán los males y las secuelas de la oligarquía y el caciquismo.
Analizando el fracaso del 98, los regeneracionistas (Costa, Macias Picavea…) trataron de llevar acabo una política de recuperación económica y cultural del país. Su figura clave fue Joaquín Costa, cuyas cuatro ideas base serán: europeización, desarrollo educativo, autonomía local y política hidráulica y forestal; lo que se resumía en lo que él llamaba “despensa y escuela”. Su pensamiento tiene gran influencia, aunque con diversas interpretaciones, en los principales políticos de la segunda etapa de la Restauración, como Silvela, Maura y Canalejas. Asimismo, sus ideas regeneracionistas aparecen en los escritos de la Generación del 98.
Silvela protagoniza en política el primer intento regeneracionista, pretendía, de acuerdo con la burguésía catalana, iniciar la descentralización del Estado y acabar con el caciquismo. Sin embargo fracasó y con ello potenció el radicalismo de los republicanos. Finalizaba la etapa feliz de la Restauración y se iniciaba otra menos tranquila pero también menos ramplona. Nuevas y encontradas inquietudes se abrirán paso, a veces brutalmente, en el ánimo de los españoles. En general, en España los efectos del desastre se pueden sintetizar en:
El Cambio de estatus internacional: España pasa de potencia con presencia nivel mundial a ser una pequeña potencia regional. De ahí vendrá el interés por el Mediterráneo y por la aventura africanista de Marruecos en el S.XX
El surgimiento de una nueva mentalidad, plasmada en una época sobresaliente para la cultura española: la Edad de Plata (Menéndez Pidal, Azorín, Valle-Inclán), que, curiosamente, se iría articulando en torno al problema de España.
La emergencia de los nacionalismos, catalán y vasco principalmente, que aparecen como vía alternativa de la identidad española tras la pérdida del Imperio.
El ejército se sosténía en un injusto sistema de reclutamiento que reposaba en las clases populares (los ricos podía liberarse del servicio militar pagando cierta cantidad de dinero), lo que unido a los sufrimientos de la guerra condujo al crecimiento de un antimilitarismo popular.
La aparición de un republicanismo distinto al del Sexenio Revolucionario y una mayor agitación del movimiento obrero, que redunda en un deterioro del orden público.
El Renacimiento del militarismo en un ejército derrotado que carecía de papel internacional, y que pasó a considerarse garante de la unidad nacional amenazada por los separatismos y de la paz social, amenazada por los movimientos proletarios.
Se criticó duramente la torpeza de los gobernantes pero el sistema político sobrevivíó al desastre, aunque quedaba destartalado.
La secularización de la vida social y el pensamiento creando un profundo anticlericalismo, que alcanza su culmén en la Semana Trágica (1909) y en la Guerra Civil (1936-1939).
Un profundo cambio económico. A raíz del 98 la economía española se fue integrando lentamente en la economía global mundial. Como consecuencias se produjeron el aumento de los sectores secundario y terciario, y la incorporación de nuestro país a las corrientes económicas del desarrollo capitalista.
Económicamente la guerra cambió el transcurso de la economía en España, ya que después de la guerra grandes cantidades de capital en poder de los españoles en Cuba y los Estados Unidos fueron devueltos a la península e invertidos en España. Este flujo masivo de capital (equivalente al 25% del producto interno bruto de un año) ayudó a desarrollar las grandes empresas modernas en España en las industrias del acero, química, financiera, mecánica, textil, astillero y energía eléctrica.
Sin embargo, las consecuencias políticas fueron serias. La derrota en la guerra comenzó el debilitamiento de la frágil estabilidad del régimen político conocido como «la Restauración» que había sido establecida anteriormente por el gobierno de Alfonso XII. No obstante este régimen aguantaría hasta la Dictadura de Primo de Rivera, incluyendo la neutralidad en la primera Guerra Mundial. De hecho, la pérdida de las últimas posesiones coloniales en América y en Oceanía fue un factor que ayudó a España a mantener la neutralidad en las dos guerras mundiales del siguiente siglo
Conviene, sin embargo, aclarar que la crisis del 98 no fue exclusivamente española. Existe un «98 francés» como resultado de la humillación recibida en Fachoda (Sudán) por parte de Gran Bretaña, cuando se disputaban el dominio colonial de estos territorios, y existe también un «98 portugués», cuando este país fuera humillado también al disputar a los ingleses los territorios existentes entre Angola y Mozambique.