INTRODUCCIÓN
Acabada la guerra en 1813, las Cortes de Cádiz se trasladaron a Madrid y decidieron que Fernando VII debía jurar la
Constitución de 1812 para ser rey.
Fernando, denominado el Deseado, recuperó su trono. Era el símbolo de los seis
años de resistencia y encarnaba grandes expectativas de cambio y mejoras. Pero el monarca buscó el acercamiento a
los más absolutistas, quienes le proporcionaron el incentivo que necesitaba para volver al Antiguo Régimen.
DESARROLLO
1.- SEXENIO ABSOLUTISTA: LA RESTAURACIÓN DEL ANTIGUO RÉGIMEN (1814 – 1820)
A las pocas semanas de la proclamación de la Constitución de Cádiz empezaron a derrumbarse las posiciones
francesas en Europa y se pretendíó la liberación del territorio español (batallas de Arapiles, 1812 y de Vitoria, 1813)
aprovechando la campaña francesa en Rusia. Napoleón negoció con Fernando VII el Tratado de Valençay (11 de
Diciembre de 1813), por el que el último recuperaba el trono español.
El 22 de Marzo de 1814 regresaba Fernando VII, llegando hasta Valencia, donde encontró el apoyo de las tropas y de
diputados absolutistas, quienes a través del Manifiesto de los Persas le encomiaban volver al Antiguo Régimen.
Fernando VII denunció como ilegítima la actuación de las Cortes y por el Real Decreto del 4-Mayo-1814 (un golpe de
Estado) se derogaba la Constitución de 1812 y la obra legislativa de Cádiz. Las potencias europeas que vencieron a
Napoleón se reunieron en el Congreso de Viena en 1815 para restaurar el orden tradicional absolutista.
Fernando VII
contó con el apoyo de la Santa Alianza creada por esa Europa de la Restauración.
Con la restauración del absolutismo, los liberales fueron declarados traidores, por lo que huyeron al exilio (inglés y
francés). Desde 1814 se sucedieron pronunciamientos del ejército que pretendían cambiar la orientación del gobierno
(Espoz y Mina en Pamplona, Porlier en La Coruña), y aunque fracasaron, construyeron la expresión del malestar
político y social. En ellos participaron los núcleos liberales agrupados en sociedades secretas.
La vuelta al Antiguo Régimen supónía el regreso de todas las instituciones anteriores. Sin embargo, la situación del
país era caótica después de tantas guerras. Las arcas estaban vacías y el país empobrecido. Además, no contaban con
los recursos coloniales, ya que los territorios americanos luchaban por su independencia. Los más ricos no pagaban
impuestos y los campesinos y burgueses estaban arruinados. Por ello, el rey optó por pedir dinero al exterior.
2.- TRIENIO LIBERAL (1820 – 1823)
Las colonias americanas se encontraron igual que la metrópoli con la invasión de los franceses. Por ello, formaron
juntas de gobierno decididas a romper con la metrópoli en la guerra de independencia de las colonias americanas,
que lograrían la independencia en 1824, excepto Cuba, Puerto Rico y Filipinas. El 1 de Enero de 1820, el teniente
coronel Rafael Riego, destinado en Cabezas de San Juan, con un ejército que, en teoría, iba a sofocar las sublevaciones
americanas, se sublevó (secundado por Juntas liberales y el control de los Ayuntamientos) contra Fernando VII y
proclamó la Constitución de Cádiz. Fernando VII fue obligado a jurar la Constitución, pasando al Trienio Liberal.
La discusión sobre las reformas que se debían emprender, provocó la división de los liberales en los DOCEAÑISTAS
O MODERADOS (partidarios de reformar con prudencia para no empeorar la economía, mantener el apoyo de la
burguésía y no ponerse en contra al sector constitucional de la nobleza y a la Santa Alianza) y en los EXALTADOS
(más radicales, seguidores de Riego, querían la aplicación de la Constitución de 1812 sin cambios, acelerar las
reformas, acentuar la represión sobre los elementos absolutistas y desechar las presiones europeas).
Se aprobaron la abolición de los privilegios de clase, con la supresión de los señoríos y la imposición de tributos a la
Iglesia y algunas medidas desamortizadoras; la supresión de la Inquisición; la libertad de contratación, de imprenta
(sociedades patrióticas promovían los primeros periódicos liberales), de comercio y de industria; y el carácter
representativo de los ayuntamientos.
Estas medidas supusieron la oposición de las clases privilegiadas, la aristocracia, la Iglesia y parte de la población
que se vio perjudicada por el capitalismo en el campo. Así, el régimen constitucional tuvo grandes dificultades, pues
apenas se pudo gobernar por la reacción absolutista. La oposición al régimen liberal provocó la formación de
partidas realistas que plantearon, a partir de 1822, una Guerra Civil en Cataluña, Navarra, Valencia, Galicia y el
Maestrazgo. Los sublevados dominaron amplias zonas e instalaron una regencia absolutista en Seo de Urgel. A
finales de 1822, se proclamó la intención de las potencias extranjeras de enviar un ejército bajo la intervención de la
Santa Alianza. El ejército enviado por Francia a las órdenes del duque de Angulema, según lo acordado en el
Congreso de Verona, estaba formado por los Cien Mil Hijos de San Luís. La invasión comenzó en Abril de 1823; el
gobierno, el rey y las Cortes se desplazaron a Sevilla y después a Cádiz; pero las tropas francesas no encontraron
oposición ni resistencia. Fernando VII recuperó el poder absoluto y comenzó la persecución (Goya se exilió en
Burdeos, donde murió en 1828) y ejecución de los liberales (Riego, el Empecinado, Torrijos o Mariana Pineda).
3.- DÉCADA OMINOSA: VUELTA AL ABSOLUTISMO (1823 – 1833)
Los diez últimos años del reinado de Fernando VII adquirieron el nombre de Década Ominosa, debido a la brutal
represión. Aunque la Inquisición no fue restablecida, el viejo sistema de privilegios sí, pero la situación económica
era difícil y se necesitaba una política de reformas. Fernando VII optó por una “vía intermedia”, el despotismo
ministerial, que sólo llevaría a cabo reformas insuficientes en el plano económico. Pero el Estado carecía de fondos
para financiarlas, ya que, abandonado el proyecto de una reforma fiscal, solo se podía recurrir a la explotación de las
colonias americanas y al crédito exterior, pero los banqueros exteriores esperaban cobrar los créditos anteriores.
Fernando VII sufríó dos amenazas al final de su reinado: los LIBERALES EXALTADOS (dispuestos a preparar
levantamientos) y los REALISTAS PUROS O ULTRARREALISTAS (el sector más reaccionario y clerical, que acusaba a
Fernando de transigir demasiado con los liberales). Estos apoyaban al hermano del rey, Carlos María Isidro, su
supuesto heredero. En 1827 se produjo en Cataluña la revuelta campesina de los malcontents (agraviados). Pedían
la restauración de la Inquisición, el exilio de los funcionarios y militares que no fuesen absolutistas y la destitución
del gobierno. Fernando VII ejecutó a los cabecillas, y las clases medias catalanas en agradecimiento concedieron un
préstamo al rey.
4.- FINAL DEL REINADO: LA CUESTIÓN DINÁSTICA
La inestabilidad política aumentó en 1830, cuando triunfó la Revolución de Julio en Francia, que originó la oleada de
sublevaciones liberales en Europa. Los absolutistas no esperaban más ayuda del exterior, y la cuarta mujer de
Fernando VII, María Cristina, le había dado una heredera, Isabel. Por ello, se publicó una Pragmática Sanción que
abolía la Ley Sálica.
Los partidarios de Carlos aprovecharon la enfermad del Rey y obtuvieron, en 1832, la derogación de la Pragmática
Sanción. Sin embargo, recuperado Fernando VII, confirmó los derechos sucesorios de Isabel. En Septiembre de 1833
moría Fernando VII y María Cristina heredaba la corona, reclamada por Carlos María Isidro, apoyado por los carlistas,
que estaban preparando su levantamiento.
CONCLUSIÓN
La política de resistencia de Fernando VII por mantener el poder absoluto y el Antiguo Régimen, se inscribe dentro
de la tendencia general europea restauracionista. Pero en España, esta supónía enfrentarse a los liberales que
habían luchado por la vuelta del rey. De ahí la tragedia de un reinado que traiciónó a parte de los españoles, no supo
retener las colonias americanas, ahondó la crisis y terminó dando el poder a aquellos contra los que había luchado.